Periodistas que cubren el cambio climático en América Latina enfrentan un doble desafío: comparten los mismos temores que todos sobre la crisis climática, pero también están en la posición única de informar desde la primera línea de la devastación ambiental en una región afectada por desigualdades estructurales.
Así lo afirma Diego Arguedas Ortiz, subdirector de la Red de Periodismo Climático de Oxford, un programa del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo de la Universidad de Oxford. Dijo que desde 2022, la red ha colaborado con 700 editores y reporteros, y cada semestre escucha historias similares de profesionales que enfrentan angustia emocional debido a los temas que cubren.
“En las sociedades desiguales de América Latina, los reporteros que cubren el cambio climático enfrentan la angustia emocional de hablar con familias que lo perdieron todo en una tormenta o una inundación”, dijo Arguedas Ortiz a LatAm Journalism Review (LJR). “Y tenemos la tarea de contar sus historias al mundo. Eso pasa factura”.
Durante muchos años, no había evidencia concreta de esta angustia emocional, pero un nuevo estudio de la Universidad de Toronto, apoyado por la Red de Periodismo Climático de Oxford, proporciona datos sólidos sobre el tema. El estudio, que analizó una muestra global de 268 periodistas climáticos de 90 países, revela que el 60 % de los entrevistados experimenta síntomas de estrés psicológico. Al mismo tiempo, el 63 % informó que su salud mental no es tomada en serio por sus redacciones, y el 55 % dijo que no tiene acceso a recursos para apoyar su salud mental y física.
El estudio -cuyos resultados preliminares ya están disponibles- fue liderado por el Dr. Anthony Feinstein, investigador conocido por su trabajo sobre el impacto del periodismo en zonas de conflicto en la salud mental y autor de Journalists Under Fire: The Psychological Hazards of Covering War [ Periodistas en la línea de fuego: los riesgos psicológicos de cubrir la guerra], en colaboración con la investigadora Jillian Mead.
“Entrevistamos a personas que lo han perdido todo debido al clima extremo, o que están frustradas porque no se escucha a la ciencia, y desafiamos a los responsables de la toma de decisiones que no actúan para proteger a los demás. Y luego tenemos que salir en la televisión, la radio o en medios escritos a compartir ese dolor, frustración e ideas, lo cual es un trabajo cargado emocionalmente”, dijo Arguedas Ortiz. “Y se repite la semana siguiente, el mes siguiente. Muchos reporteros y editores llevan años en esto, y eso genera un nivel de ansiedad y angustia emocional constante”.
La periodista Nelly Luna, cofundadora del medio de investigación peruano Ojo Público, se siente de manera similar. Está especializada en cubrir temas de medio ambiente, pueblos indígenas y derechos humanos, y fue miembro del consejo asesor del Rainforest Journalism Fund, apoyado por el Centro Pulitzer, y del Comité Asesor de la Red de Periodismo Climático de la Universidad de Oxford. Luna dice que los desafíos de cubrir el cambio climático son evidentes en la práctica diaria, ya que a menudo implica enfrentar retrocesos e inacción. Luna dijo que nunca ha tenido una crisis relacionada con su cobertura, pero conoce a algunos colegas que han sufrido burnout.
“Creo que muchas de las historias en torno a la crisis climática plantean grandes desafíos para la salud mental de los reporteros y editores especializados en el tema porque siempre implican informar sobre el deterioro del debate y los retrocesos en políticas públicas para frenar la emergencia”, dijo Luna a LJR. “Los sentimientos con los que más lucho son la frustración y la desesperanza”.
La precariedad del periodismo y la inestabilidad política no son exclusivas de América Latina, según Luna. Sin embargo, reconoce que el aumento de la violencia contra periodistas debido al auge del crimen organizado en la región tiene un efecto directo en la salud mental de quienes realizan este tipo de coberturas.
“Esto claramente intensifica la carga para la salud mental, porque además de los planes de reporteo e investigación, hay que dedicar tiempo y esfuerzo a desarrollar planes de seguridad ad hoc para cada investigación”, dijo Luna.
Arguedas Ortiz dijo que los desafíos que enfrentan los periodistas climáticos en la región son similares a los que enfrentan profesionales en Asia, África o el Pacífico. Sin embargo, destaca la ventaja de tener un idioma hablado en casi todos los países.
“Todos tenemos problemas de presión política, inseguridad y libertad de prensa”, dijo. “Pero tenemos algunas oportunidades únicas: tenemos el español, un idioma común que se habla en la mayor parte de la región —y podemos entender en su mayoría el otro gran idioma, el portugués”.
Esa ventaja de un idioma común, dijo Arguedas Ortiz, permite a los periodistas de la región compartir experiencias, ideas e impresiones. Y lo más importante, permite la creación de comunidades que brindan apoyo entre pares.
Sin embargo, cuando se trata de conciencia sobre salud mental y cobertura climática en las redacciones latinoamericanas, Arguedas Ortiz ve mucho margen de mejora.
Los datos preliminares divulgados por los autores del estudio no desglosan la información por región, pero en general, los resultados muestran una falta de atención y recursos dedicados al tema. Además de que la mayoría de los encuestados señaló que su salud mental no es tomada en serio por sus redacciones y que no tienen acceso a recursos de apoyo, el 61 % respondió que no existen protocolos de salud mental para prepararse y responder ante coberturas estresantes sobre el clima.
“No veo evidencia de que la industria de medios en general en América Latina esté consciente del impacto del periodismo climático en la salud mental”, dijo Arguedas Ortiz. “Puede haber esfuerzos localizados en redacciones líderes, pero la mayoría no está tomando el tema en serio”.
“Si lo hicieran, comenzarían con lo básico: establecer mejores límites entre la vida laboral y personal, crear espacios para que los reporteros se descompriman emocionalmente después de coberturas difíciles —como eventos climáticos extremos— y ofrecer mejores salarios y condiciones. La conversación ni siquiera está ocurriendo, así que no sorprende que no haya conciencia sobre el impacto emocional de cubrir el cambio climático”, continuó.
La periodista Fernanda Wenzel, reportera brasileña del sitio Mongabay especializada en investigaciones sobre la Amazonía y crímenes ambientales, dijo que no conocía ninguna iniciativa de salud mental desde las redacciones. Afirmó que lo que hace que cubrir la crisis climática sea particularmente agotador emocionalmente es la sensación de impotencia y desesperanza. Aunque su trabajo se centra más en crímenes ambientales que en desastres climáticos per se, dijo que asiste a terapia todas las semanas como estrategia para afrontar los temas que suele cubrir.
“Es común que regrese de un viaje a la Amazonía y necesite tiempo para reajustarme”, dijo Wenzel a LJR. “Siento que está mal seguir con mi vida como si nada después de haber vivido lo que viví allá, como el avance de la deforestación y las amenazas a los pueblos tradicionales”.
Ante la falta de apoyo institucional, Arguedas Ortiz defiende que los periodistas tomen el control de su propio bienestar sin esperar cambios desde las redacciones. Destaca la importancia de mantener redes de apoyo en lugar de sacrificar a la familia y amigos por el trabajo, y también la creación de comunidades de periodistas para hablar de estos temas en la propia redacción o en otros espacios.
“Esto comienza por ponernos a nosotros mismos como personas en primer lugar, y como periodistas en segundo”, dijo. “Debemos hacer pausas cuando sintamos la carga emocional de nuestro trabajo y ser asertivos al respecto”.
“Anthony Feinstein habla a menudo de ‘momentos de respiro’: ¿cuáles son las cosas, lugares, actividades y personas que nos ayudan a mantener una distancia saludable entre nosotros y nuestro trabajo? Puede ser la jardinería, jugar fútbol, cenar en familia o cocinar. Cada periodista debería saber, con claridad, cuál es la mejor forma de tomar distancia (sin recurrir al alcohol u otras drogas) y hacer espacio en su rutina para esos momentos de respiro”, continuó.
Luna refuerza la necesidad de tener una red de apoyo y saber cuándo detenerse.
“El principal desafío en este tipo de cobertura, como en otras que implican altos niveles de presión, estrés y frustración, es salir de ese ciclo”, dijo. “Tener un círculo cercano de familia y amigos me ha ayudado mucho”.
Wenzel también destacó la importancia de mantener un canal de diálogo entre periodistas y combatir el aislamiento profesional, especialmente con el aumento del trabajo remoto en la profesión.
“Este trabajo es cada vez más solitario, ya sea porque muchos periodistas están trabajando como freelancers o porque las redacciones están casi todas funcionando de forma remota”, dijo. “Creo que crear espacios para compartir experiencias entre colegas sería positivo para la salud mental de todos”.
A pesar del impacto en la salud mental, la encuesta de la Universidad de Toronto encontró que el 83 % de los encuestados siente que hay un aspecto psicológico positivo en su trabajo, y alrededor del 73 % cree que su labor está influyendo en la conversación sobre el cambio climático.
Aun así, Arguedas Ortiz es categórico al decir que el periodismo necesita transformaciones estructurales generales para cambiar la forma en que se maneja la cobertura climática. Entre los cambios, sugiere un mejor equilibrio entre vida y trabajo, y mejores condiciones laborales. El periodista dijo que las redacciones deberían planificar de forma más asertiva una jornada laboral de ocho horas, en lugar de aceptar como norma jornadas excesivas; pagar horas extra cuando sea necesario; y garantizar vacaciones mejor remuneradas con el tiempo adecuado para desconectarse.
“Todo esto puede parecer un lujo en el contexto actual, pero eso es solo porque hemos normalizado las condiciones laborales precarias en nuestras redacciones”, dijo Arguedas Ortiz. “Una vez tengamos ese punto de partida básico en todas las redacciones, podemos considerar políticas específicas sobre el clima, como reuniones mensuales del personal —pueden ser algo casual como un almuerzo— para hablar sobre las historias o cómo nos hicieron sentir, mayor apoyo de editores o mentores antes y después de cubrir desastres y otros eventos emocionales, y apoyo psicológico si es necesario”.