En el ecosistema informativo de América Latina, en el que la polarización y la desinformación son elementos cada vez más cotidianos, es fundamental que los periodistas estén preparados para identificar y comprender los discursos peligrosos. Estos discursos van más allá de los discursos de odio y pueden incitar a la violencia, a la discriminación o incluso a actos delictivos contra grupos vulnerables.
Para abordar este desafío, los periodistas deben analizar el contexto y las intenciones del emisor de los mensajes peligrosos, reconocer cómo los sesgos de la gente y los algoritmos de las plataformas digitales influyen en la propagación de la desinformación, y tener presente que la forma en la que se cuentan las historias tiene un impacto real en la sociedad.
Esas fueron algunas de las recomendaciones que compartieron los panelistas del webinario “Desinformación, audiencias y discursos peligrosos en temas de diversidad”, organizado por la Red para la Diversidad en el Periodismo Latinoamericano, con el apoyo del Centro Knight para el Periodismo en las Américas, y celebrado el 11 de julio.
La charla contó con la participación de Daniela Mendoza, directora de Verificado (México); María Teresa Juárez, codirectora de la Red Periodistas de a Pie (México); y Edgar Zamora, experto en alfabetización mediática e informacional de la DW Akademie (Guatemala). La periodista mexicana y cofundadora de la Red, Mariana Alvarado, fungió como moderadora.
A continuación, presentamos 10 temas clave mencionados por los ponentes que los periodistas deberían considerar para contrarrestar desde el periodismo los discursos peligrosos y la desinformación que estos generan.
Los periodistas deben estar preparados para identificar discursos peligrosos para evitar las consecuencias que pueden tener ese tipo de narrativas.
De acuerdo con Mendoza, un discurso peligroso es cualquier mensaje emitido a través de cualquier medio, dirigido a un grupo vulnerable por cuestiones inherentes a las personas que lo integran, como la raza, la religión o la orientación sexual, entre otras, y que incita a la violencia, a la discriminación o a actos delictivos en contra de dichos grupos.
Si bien muchos periodistas están al tanto de lo que son los discursos de odio, existen otros tipos de discursos peligrosos que sin ser de odio, pueden derivar en éste.
“Un discurso peligroso puede ser de odio cuando incluye la inminencia o la incitación a un delito. Es decir, cuando se está llamando a actuar en contra de un grupo o se promueve el restar derechos a un grupo, o obstaculizar la vida de un grupo por una situación de discriminación”, dijo Mendoza.
La periodista fue clara al decir que este tipo de narrativas no están respaldadas por la libertad de expresión, al tratarse de discursos que afectan la integridad y derechos de otras personas.
“La libertad de expresión tiene sus bordes. Sus bordes son la honra personal, la seguridad nacional y el discurso de odio”, dijo. “La libertad de expresión tiene su límite cuando se llega al discurso de odio”.
Para detectar si un mensaje es un discurso peligroso es necesario analizar el contexto en el que éste se da. Y esto incluye identificar quién lo emite.
“Cuando hablamos de discurso de odio tenemos que tener muy en cuenta la influencia de quien lo pronuncia. Es decir, la posición en la que se encuentra y si esta persona tiene la oportunidad de ejercer influencia en otras personas”, dijo Mendoza.
Es posible que el autor de un discurso peligroso tenga como objetivo generar desinformación para revictimizar, discriminar o estigmatizar a una persona o grupo. Por ello es fundamental reconocer las señales a tiempo para ayudar a evitar que el discurso se propague.
El vínculo tan estrecho entre los discursos peligrosos y la desinformación reside en que ésta última apela a los sesgos de las personas. Es decir, a su conjunto de creencias, las cuales comúnmente están basadas en estereotipos y estigmas, dijeron los ponentes. Esos estigmas y estereotipos se convierten en desinformación porque apelan a emociones de un conjunto de otras personas que tienen los mismos sesgos.
Estos sesgos cobran una dimensión mayor gracias a los algoritmos de las plataformas digitales, especialmente el llamado “sesgo de confirmación”, que Juárez definió como la tendencia que tienen las personas de buscar información que coincide con su manera de pensar.
“Si yo busco determinado tema, obviamente el algoritmo en todas mis búsquedas me va a devolver información que es afín a como pienso”, dijo. “Ahí tenemos un tema que debemos observar para tener una lectura de contexto que nos pueda arrojar luces sobre cómo solucionar o acomodar respuestas creativas a tan sensible tema”.
Zamora agregó que ante el desarrollo de la inteligencia artificial y el rol de esta en la generación de desinformación, los periodistas deben también tener en cuenta que estas tecnologías también influyen en los sesgos que derivan en discursos peligrosos.
“Toda la información con la que estas inteligencias artificiales se están entrenando también incluye los mismos sesgos que ahora están generando también estos discursos de odio”, dijo Zamora. “Es muy probable que los discursos de odio y discursos peligrosos también incluso se puedan seguir reproduciendo a partir de la generación de contenidos con estas herramientas”.
Juárez dijo que ante la fuerte carga emocional de los discursos peligrosos, pareciera que las técnicas del periodismo pierden fuerza. Los periodistas están ante un reto muy grande de buscar formas de responder a estas narrativas que generan desinformación e incitan al odio, y lo pueden hacer con las técnicas más tradicionales del periodismo, como la contrastación, la verificación y la adopción de distintos enfoques.
“Lo que vemos que pasa cuando, por ejemplo, cubrimos agenda antiracista, migración, feminismos es que nos encontramos en redes sociales o en el debate público respuestas que no atienden a estos matices y a este diálogo, sino que atienden al incendio, a las pasiones y a las posturas muchas veces anónimas que incitan a la violencia virtual o física”, dijo.
Los discursos peligrosos en ocasiones buscan estigmatizar a los integrantes de cierto grupo social, o bien revictimizar a personas que han sufrido algún delito o violencia.
Mendoza y Alvarado mencionaron como ejemplo el caso del asesinato de Debanhi Escobar en Nuevo León, México. Durante la cobertura de este crimen, la joven de 18 años fue señalada como “escort” o “acompañante” por los medios de comunicación, los cuales en su mayoría destacaron detalles de la vida privada de la víctima en lugar de explorar a profundidad la crisis de violencia que afecta a las mujeres en México.
“Este discurso estigmatiza, no solo a la víctima, porque la hace ver como causante de sus propias desgracias y males [...], sino también estigmatiza el trabajo sexual”, dijo Mendoza. “Esto tiene que ver con la revictimización de las mujeres y con dejar a un lado el tema de la violencia tan grave de género que se vive en nuestro país, al ponerla como un caso espectacular, un caso inédito, algo diferente que se sale en la norma, cuando la norma en México es que las mujeres son víctimas de feminicidio”.
La periodista agregó que las personas migrantes es otro grupo que comúnmente es estigmatizado en las coberturas periodísticas y son retratados como individuos que buscan un beneficio económico en otro país, cuando el fenómeno de la migración tiene que ver también con otras causas, como la economía, la violencia y el cambio climático.
Zamora recordó a la audiencia que lo que sucede en las redes sociales es un reflejo de lo que ocurre en la sociedad, y viceversa. Por ello los periodistas deben estar conscientes de que la forma en la que cuentan las historias tiene impacto en la realidad.
“Si hay muchas personas en una sociedad sumamente racistas o misóginas, eso se traduce inmediatamente en las redes sociales”, dijo. “La violencia que se ve en las redes sociales, en internet y en los medios de comunicación, la forma como titulamos o escribimos tal o cual noticia, eso tiene una consecuencias en el mundo real”.
Ante ese escenario, los periodistas deben tener claro su papel de atender a la pluralidad, a la diversidad de opiniones y al contraste de éstas para evitar caer en discursos que atentan contra grupos o posiciones ideológicas, mencionó Juárez.
“En nuestras manos hay una gran responsabilidad de parar estos discursos que dañan a las personas y las hacen sufrir , porque provocan la muerte en su grado extremo”, dijo.
En América Latina van ganando fuerza gobiernos autoritarios que dibujan realidades en blanco y negro y generan polarización en la sociedad. Los periodistas, dijo Juárez, se deben someter a un proceso de autocrítica para evitar sumar a esa polarización.
“Estos diálogos abiertos [...] requieren que nos sentemos a hacer un profundo ejercicio de autocrítica, primero como periodistas y luego como sociedades, sobre quiénes ganan con estos discursos polarizantes”, dijo la periodista. “Cuando estamos hablando de la vida y de la integridad de las personas [...] sí es importante detenernos a pensar en el discurso del periodismo, que muchas veces ha sido un discurso bélico, un discurso exacerbado, un discurso que no atiende a estos matices”.
Juárez, Mendoza y Zamora coincidieron en que no se debe dar voz a individuos con discursos peligrosos en aras de respetar la libertad de expresión o la objetividad del periodismo, cuando se trata de incitar a la violencia o de vulnerar a grupos o a personas.
“Este diálogo sobre la objetividad y la subjetividad ha sido rebasado y más bien atiende al rigor periodístico y a la calidad del diálogo público que estamos promoviendo, no incitando a la violencia, teniendo muy claras estas fronteras entre la libertad de expresión [y los discursos peligrosos]”.
Identificar un discurso peligroso a tiempo puede evitar que este se viralice y termine cumpliendo su objetivo de causar daño. Si bien desde el periodismo no se puede impedir que estas narrativas nocivas surjan, sí se puede contribuir a que no se propaguen.
“Hay que tener en cuenta si el mensaje es hostil hacia un grupo determinado de personas, o hacia una persona en específico. Y también tener muy en cuenta a quién va dirigido. Si este discurso va dirigido a un grupo vulnerable, entonces seguramente nos encontramos ante un discurso muy peligroso y podemos evitar replicarlo”, dijo Mendoza.
Al tratarse de mensajes que aluden a la parte emocional, una buena estrategia para neutralizarlos es analizarlos de forma racional, recomendó Zamora. También dijo que los periodistas deben pensar dos veces antes de opinar o subirse a discusiones en redes sociales que pudieran contener discursos peligrosos, ya que esto podría contribuir a que tomen fuerza.
“Hay que tomar en cuenta que los algoritmos si bien funcionan mostrándonos solo lo que nos gusta, también funcionan mostrándonos lo que nos mantiene más tiempo ahí”, dijo. “En una discusión en redes sociales sobre cualquiera de estos temas puede hacer que dures todo el día contestando tweets o comentarios. Eso lo que hace es darle mucha relevancia a un comentario que quizá pudo haber pasado desapercibido”.
Los diálogos polarizantes y de desinformación tienden a alimentar numéricamente el número de interacciones en redes sociales, aunque no necesariamente en términos de calidad, dijo Juárez. Por eso es necesario estar consciente que darle visibilidad a personajes que generan discursos peligrosos les ayuda en sus objetivos últimos.
“¿Quién gana? Quizá todos estos generadores de algoritmos que van ganando publicidad y espacios y pierde la sociedad en diálogo”, dijo la periodista. “Podemos pensar diferente y la línea es el respeto y el diálogo, pero obviamente estos discursos no le apuestan a eso. A lo que le apuestan es a alimentar la animadversión. Y son los partidos políticos, son las empresas quienes ganan, quienes se ven favorecidos”.
En ocasiones los reporteros que cubren el día a día del acontecer político en sus países se ven forzados a cubrir declaraciones de funcionarios o candidatos que podrían ser discursos peligrosos en potencia. Ante ello, Mendoza recomendó incluir la información y el contexto necesarios para que la audiencia entienda que dichas declaraciones podrían estar vulnerando los derechos de alguien más.
“Si nos damos cuenta que le vamos a dar voz a alguien que no vale la pena darle voz, pero nos están pidiendo la nota en la redacción, podamos aprovechar esos momentos para incluir algo más en nuestros textos, como el por qué está mal lo que dijo [el entrevistado]”, dijo. “De algún modo con eso podemos ir paliando un poquito el inundar de este tipo de discursos, los medios y las redes cuando no podemos evitarlo”.
Entre los consejos finales para combatir los discursos peligrosos en las coberturas sobre diversidad que los ponentes ofrecieron a la audiencia del webinar, Juárez recomendó armar una estrategia desde las redacciones en sus códigos de ética y en sus líneas editoriales que delineen el enfoque que se le debe dar a dichas coberturas.
“En Periodistas de a Pie sí tenemos un periodismo situado [...]. Sí tenemos un posicionamiento ante temas como la migración, los feminismos y la agenda antirracista, pero sí nos importa muchísimo que este diálogo con las audiencias pase también por escuchar otros puntos de vista y que esto pueda quedar de manera muy concreta en protocolos, en manuales de estilo, en los códigos de ética”.
Por su parte, Mendoza dijo que su equipo de Verificado tienen dos estrategias para combatir los discursos peligrosos desde las narrativas de sus historias. Una es la creación de una narrativa alterna a través de productos informativos que llenen vacíos de información que son susceptibles a convertirse en desinformación y posteriormente en discursos de odio.
“Una narrativa alterna es cuando generamos a profundidad el abordaje de un tema explicando lo que suele circular por ahí como estigma y lo que es en realidad, donde nos damos la oportunidad de trabajar sobre alguna cuestión en específico de una manera más amplia, con especialistas, con datos, con hechos”, explicó. “Esto genera una información que al final del día produce conocimiento, que es de lo que se trata el periodismo”.
La segunda estrategia es el impulso de una contranarrativa una vez que los discursos peligrosos ya comenzaron a generar desinformación. Una contranarrativa, dijo Mendoza, es una respuesta inmediata a un hecho que ya se está creando o reforzando estigmas o estereotipos.
“Es justamente salir a combatir una narrativa adversa que ya está circulando. Entonces tenemos que hacer una contranarrativa, tenemos que señalar con dichos, con hechos, con datos que lo que está circulando ahí es engañoso o es falso y es peligroso, porque al final del día puede generar un ambiente de discriminación y de coartación de derechos humanos para un grupo de personas en específico”, dijo.