Brasil y Colombia ocupan el último y el penúltimo lugar, respectivamente, en una clasificación que mide la capacidad de las personas para identificar si un contenido en línea es falso.
Esto, de acuerdo con el informe Truth Quest, publicado recientemente por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). En él se midió la capacidad de la población de 21 países desarrollados y en vías de desarrollo para distinguir los contenidos verdaderos de los falsos o engañosos, y también qué tipos de información son los más engañosos.
El estudio reveló que en los países donde la confianza en las noticias encontradas a través de las redes sociales es mayor, la capacidad para identificar información falsa o engañosa es menor. La investigación también descubrió que la percepción que tienen las personas de su propia capacidad para distinguir los hechos de la información falsa no corresponde con su capacidad real; es decir, quienes creen saber distinguir los hechos de las mentiras no tienen necesariamente esa capacidad.
En el estudio participaron 2.000 personas de cada país, con variaciones en cuanto a edad, sexo, región subnacional, nivel educativo e ingresos. Teniendo en cuenta toda la encuesta, los participantes identificaron correctamente la veracidad del contenido el 60 por ciento de las veces. Los países con mejores indicadores son Finlandia, donde el 66.4 por ciento de los encuestados identificó correctamente la veracidad del contenido; el Reino Unido, con el 64.4 por ciento; y Noruega, con el 62.8 por ciento.
Entre los países latinoamericanos, los porcentajes fueron del 56.5 por ciento para Brasil y del 56.9 por ciento para Colombia. México, el otro país latinoamericano incluido en la encuesta, tuvo un porcentaje de 56.9 por ciento, y se ubicó en el puesto 14. En el lugar 17 se ubicó Estados Unidos, con un resultado de 58.4 por ciento de efectividad en la capacidad de identificar contenido falso.
“Aunque las diferencias entre los países situados en el centro de la distribución pueden no ser grandes, las diferencias entre los países situados en los extremos de la distribución son considerables, y entender por qué existen es importante para el desarrollo de estrategias, programas y políticas eficaces de alfabetización mediática”, indicó el estudio.
Según los autores, el estudio tardó más de dos años en completarse y uno de los principales retos fue desarrollar un estudio que fuera “culturalmente neutro”, es decir, capaz de funcionar en distintos países. Se desarrolló una especie de juego en el que los participantes tenían que determinar si una información era verdadera o falsa.
La base de datos utilizada era real, pero se evitaron temas muy controvertidos como la pandemia de COVID-19 o los jefes de Estado.
“Teníamos que asegurarnos de no elegir noticias o contenidos que la gente hubiera visto antes, que pudieran provocar una reacción emocional o causar ofensa. Por eso en nuestra encuesta no había declaraciones sobre presidentes, sobre personas concretas o sobre COVID, porque son temas a los que todo el mundo está ya acostumbrado”, explicó a LatAm Journalism Review (LJR) Molly Lesher, analista sénior de la OCDE y una de las autoras del estudio junto a Hanna Pawelec y Mercedes Fogarassy, bajo la dirección de Audrey Plonk.
Una de las preguntas que la investigación se propone responder es si la gente puede distinguir mejor unos tipos de contenidos falsos o engañosos que otros. Se consideraron cinco formas de contenido falso o engañoso: sátira, desinformación, propaganda, información incorrecta y engaños contextuales.
El estudio define la desinformación como información falsa o engañosa creada intencionalmente para engañar o causar daño, como las llamadas fake news y los deepfakes. La información incorrecta (misinformation) es el contenido falso compartido sin intención de engañar o causar daño.
El engaño contextual se refiere a información verdadera sacada de contexto o distorsionada para manipular la percepción de un acontecimiento o tema. Por propaganda se entiende el contenido propagado por gobiernos, empresas o individuos para influir en actitudes y opiniones, a menudo apelando a las emociones. La sátira, por último, es el uso del humor y la exageración en obras de arte o medios de comunicación, que pueden ser malinterpretados cuando se descontextualizan.
Brasil presentó la menor diferencia entre las puntuaciones de percepción de veracidad de los distintos tipos de contenido, con una diferencia de sólo 13 puntos porcentuales entre desinformación y propaganda. La propaganda fue el tipo de contenido más difícil de identificar como falso en el país, ya que sólo el 48 por ciento de los brasileños fue capaz de hacerlo correctamente.
En general, el estudio reveló que la educación y el nivel de ingresos influyeron en la capacidad de identificar la desinformación y la sátira, con diferencias notables entre los grupos de mayor y menor escolaridad y nivel económico.
Brasil y Estados Unidos fueron los únicos países en los que la puntuación para identificar contenidos verdaderos fue superior a la media general, lo que demuestra que los brasileños y los estadounidenses identifican correctamente los contenidos verdaderos con más facilidad que los falsos.
Los temas investigados se dividieron en tres grandes áreas temáticas: medio ambiente, salud y política internacional. No hubo diferencias significativas en la capacidad de identificar contenidos falsos entre los temas.
Otra de las conclusiones del estudio es que es más difícil identificar contenidos falsos o engañosos generados por humanos que por inteligencia artificial (IA). Las autoras también mencionaron que el etiquetado de los contenidos generados por la IA puede influenciar de forma equivocada la percepción de las personas.
Señalaron que el mero hecho de que algo se etiquete como “generado por IA” puede sesgar las opiniones de la gente, dependiendo de cómo vean esta tecnología.
“A medida que la gente va pensando en opciones de políticas para abordar este problema, el etiquetado siempre aparece como una de las mejores formas de abordarlo. Pero eso casi distorsiona las cosas, porque ¿es siempre falso el contenido generado por IA? No, ¿verdad? También es posible generar contenido verdadero. Pero la mayoría de la gente piensa que, cuando ve esa etiqueta, el contenido generado por IA es siempre falso”, dijo Lesher.
Los países con mayor proporción de encuestados que obtienen sus noticias a través de redes sociales tienen puntuaciones globales más bajas en Truth Quest. Inversamente, los países con las puntuaciones más altas en Truth Quest tienen las proporciones más bajas de personas que obtienen sus noticias a través de redes sociales.
Además del artículo ya publicado, hay otros dos en desarrollo basados en la misma encuesta. El primero, que se publicará en noviembre de 2024, analiza el comportamiento de los participantes durante la encuesta, incluida la forma en que interactúan con el contexto adicional proporcionado, y cómo afecta esto a su capacidad para identificar la veracidad de la información.
El último, que se publicará en el primer semestre de 2025, investigará las percepciones de la democracia y la afiliación política, y cómo influyen estos factores en la capacidad de discernir la información verdadera y la falsa.
Las posiciones de Brasil y Colombia en la clasificación internacional no fueron recibidas con sorpresa por personas que dedican su vida a distinguir la realidad de la ficción.
Periodistas que trabajan con verificación de hechos en ambos países afirmaron que las situaciones cotidianas ya indicaban una baja capacidad de la población de sus países para distinguir entre información verdadera y falsa. Apuntan a la polarización política como una de las razones del bajo rendimiento.
“Desgraciadamente, no es ninguna sorpresa. Hay una limitación significativa en la alfabetización mediática, en la información de los medios. También vivimos en un escenario de gran polarización política que cristaliza las posiciones. En esta lógica de polarización, la gente se consume por el sesgo de confirmación, creyendo lo que quiere creer”, dijo a LJR Raphael Kapa, coordinador de Educación en Lupa, de Brasil.
Tai Nalon, directora ejecutiva de Aos Fatos, subrayó que cada país tiene un contexto particular, y que los conceptos de desinformación e información engañosa no son siempre los mismos.
“Es muy complicado comparar diferentes escenarios políticos. El escenario brasileño es diferente al mexicano, o incluso al colombiano, donde también hay mucha polarización, pero aun así la situación es bastante diferente debido a la guerra civil, y los problemas no son los mismos que en Brasil”, dijo Nalon a LJR.
Aún así, subrayó que la mala posición de Brasil era de esperarse.
“No deja de ser grave que Brasil aparezca mal clasificado. Hay mucha gente que cree en el engaño, en las curas falsas, en el fraude digital, en los políticos que utilizan plataformas mentirosas para ser elegidos. Aparecer mal en el ranking no es una sorpresa, es una constatación más”, dijo Nalon.
Ana María Saavedra, de ColombiaCheck, también hizo referencia a la situación de polarización política como explicación de la posición de su país.
“La figura polarizadora de [el presidente] Gustavo Petro genera ira y miedo en ambos bandos. Petro publica desinformación en sus redes, pero al mismo tiempo se comparte mucha desinformación en su contra. Sin embargo, hay otra figura de la oposición, María Fernanda Cabal, y le pasa lo mismo: comparte desinformación, pero también se comparte desinformación contra ella”, dijo Saavedra a LJR.
Sobre qué hacer al respecto, Nalón dijo que las soluciones deben ser estructurales.
“No creo que sea un problema individual, es un problema colectivo, que debe abordarse de forma estructural y sistémica a través de la regulación, la legislación nacional y otros mecanismos de control”, dijo.
Kapa sigue la misma línea y propone acciones a corto, medio y largo plazo.
“A corto plazo, hay que adoptar medidas para que la información falsa pierda protagonismo. No somos partidarios de eliminar información, aunque sea falsa, porque eso podría ser un camino hacia la censura. Pero es importante tener un descargo de responsabilidad para mostrar que la información es falsa y generar menos engagement”, dijo.
“A medio plazo, tenemos que pensar en políticas públicas para hacer frente a la desinformación”, agregó Kapa. “Por último, tenemos que debatir la educación mediática en las escuelas. Las próximas generaciones tendrán acceso a esto, y tenemos que invertir en educación digital para garantizar que las futuras generaciones estén preparadas”.