Presos acusados de delitos menores son llevados directamente de la escena del crimen a los estudios de televisión para someterse a entrevistas inquisitivas en cámara. Ritos religiosos no cristianos tratados como exotismos aterradores. Procedimientos quirúrgicos convertidos en espectáculo. Peleas armadas entre actores que se hacen pasar por gente sencilla lidiando con pequeños conflictos. Todo presentado como si se tratara de periodismo con acceso directo a la realidad, sin filtrar pudor ni hipocresía. “¡El impacto del reportaje! ¡La magnitud del hecho!”, decía un anuncio de mayo de 1968.
Los incidentes descritos anteriormente pueden evocar muchos programas de televisión en todo el mundo, pero se refieren específicamente a las innovaciones en la televisión brasileña introducidas por Jacinto Figueira Júnior, más conocido con el sobrenombre de O Homem do Sapato Branco (El hombre de zapatos blancos). Desde principios de la década de 1960, extendiéndose a intervalos durante casi cuatro décadas, él estuvo al aire en los canales de las principales ciudades brasileñas con una fórmula que mezclaba hechos con embustes, denuncias con entretenimiento, fingido moralismo con una impetuosa ambición de juicio. Su trabajo dejó una legión de imitadores y descendientes que aún ocupan espacios privilegiados en los principales canales brasileños.
Su trayectoria profesional, historia personal y las innovaciones en televisión impulsadas por Figueira Jr. eran poco conocidos hasta hace poco, pero ya no, con el lanzamiento este mes de “O homem do sapato branco: A vida do inventor do mundo cão na televisão brasileira” [El hombre de zapatos blancos: la vida del inventor del mundo ‘perro come perro’ en la televisión brasileña, en traducción libre] (Editorial Todavia), de Maurício Stycer. En el libro, el autor, que tiene columnas en Folha de São Paulo y en el portal UOL y es el crítico televisivo más experimentado activo en los medios brasileños, contribuye a la comprensión del surgimiento en Brasil de un estilo desmedido de teleperiodismo, que tiene en el asombro y el escándalo sus principales valores.
“Tengo un interés de larga data en el sensacionalismo, y en el pasado incluso tuve el sueño de escribir un libro contando la historia del sensacionalismo en la televisión brasileña”, dijo Stycer a LatAm Journalism Review (LJR). “Frecuentemente, leyendo textos sobre la historia de la televisión, aparecía el nombre de Jacinto. Pero, si lo buscabas en Google, lo que encontrabas era suficiente para escribir un máximo de dos páginas. Pensé, ‘este tipo siempre es citado como precursor, pero no hay información sobre él’. Así que quería decir quién era él realmente”.
Figueira Jr., según la investigación de Stycer, inauguró tres tendencias que continúan hasta el día de hoy en la televisión brasileña. La primera fue la de programas policiales de televisión que exaltan la actuación policial, exponen a los sospechosos de delitos sin preocuparse por su derecho a la defensa e incitan a un estado de alerta y pánico permanente.
Cuando Figueira Jr. comenzó a trabajar como productor de TV Cultura en São Paulo en 1961, ya existía el periodismo televisivo policial brasileño. El presentador y periodista, sin embargo, lo convirtió en una atracción mucho más intensa y agresiva.
Personas humildes aparecieron en el aire esposadas incluso antes de pasar por la estación de policía: según el libro, la producción del programa tenía un acuerdo con una unidad de investigación de la policía, que llevaba a los sospechosos. Las sentencias eran dadas de antemano. Según las palabras de Figueira Jr., rescatado por Stycer, “el objetivo era uno solo: alertar a la sociedad, porque la sociedad es responsable, todos somos responsables”.
Esta tradición sigue viva hoy en la televisión brasileña, especialmente en los programas vespertinos de los canales abiertos, como los presentados por José Luiz Datena, Sikera Junior y Luiz Bacci, que ya no llevan prisioneros al estudio, pero siguen entrevistando a personas esposadas en vivo.
“Una característica muy clara de estos programas es intentar provocar miedo, un sentimiento que estimula a la audiencia”, dijo Stycer a LJR. “Estos no siempre intentan seguir las reglas del periodismo básico, como mostrar todos los lados, no hacer acusaciones infundadas, no obligar a las personas a dar entrevistas o poner un micrófono en la cara de alguien que acaba de ser arrestado”.
El libro analiza cómo la policía aparece como la solución a todos los problemas en estos programas, que nunca se molestan en hacer un esfuerzo analítico o discutir la causa de los males sociales. “En lugar de criticar la falta de inversión del Estado en áreas esenciales como salud, educación, saneamiento o empleo, reclama una mayor presencia policial”, escribe Stycer.
Otra tendencia que Figueira Jr. comenzó fue el de reportajes en los que los reporteros se presentaban como paladines de la protección al consumidor, buscando avergonzar a los responsables de prácticas abusivas por medio de las cámaras encendidas.
A veces, los reporteros perseguían acusaciones tan infundadas que se metían en problemas legales. En 1967, por ejemplo, acompañado por la policía y su equipo de televisión, el presentador invadió un hospital psiquiátrico, pero no encontró ninguna irregularidad. En respuesta, el personal de la clínica lo demandó. Ese tipo de periodismo todavía existe en la televisión brasileña, en figuras como el diputado federal Celso Russomano, que presenta el segmento “Patrulha do Consumidor” en TV Record.
El tercer tipo de influencia de Figueira Jr. era la de los programas de entrevistas para tratar de resolver pequeños conflictos domésticos, como entre familiares, vecinos o examantes. La mediación televisada a menudo terminaba en una pelea. En estos programas, que hacen referencia a lo que hizo Geraldo Rivera en la televisión estadounidense entre 1987 y 1998 y que se distancian más abiertamente del periodismo, la irresponsabilidad con la información es más evidente.
Stycer trae en su libro varios testimonios de personas que aseguran que, en secreto, el programa contrataba actores para escenificar situaciones litigiosas supuestamente verdaderas. Ese género todavía existe en la televisión brasileña, como en el João Kléber Show, y, según el autor, “nació o al menos se desarrolló mucho en los programas de Jacinto”.
En respuesta a cuestiones éticas, Figueira Jr. siempre se basó en el argumento de que sólo presentaba la realidad de manera cruda. Un anuncio de uno de sus programas en SBT en 1981 decía “Jacinto Figueira Jr. presenta la realidad desnuda y cruda, en un programa polémico, vivo, agresivo y fáctico”. En otro anuncio disfrazado de reportaje del mismo año, el propio presentador afirmaba: “Nunca nos han preocupado los montajes suntuosos y las técnicas de efectos descabelladas. Nos interesa el hecho, sólo el hecho. Centrarlo en su total realidad, mantenerlo crudo y vivo, eso es lo que siempre hemos hecho”.
Stycer señala cómo esta retórica funcionó como herramienta de mercadeo. “Él necesitaba venderse a sí mismo como un campeón de la verdad. Como un tipo que dice la verdad, que está ayudando a resolver los problemas de las personas. Porque, si ves su programa sabiendo que puede ser un engaño, tiene otro peso. Siempre necesitas reforzar que estás diciendo la verdad”, le dijo a LJR.
Además de analizar su trayectoria en la televisión, el libro también cuenta la historia personal del presentador. Hijo de inmigrantes portugueses de clase media, nació en São Paulo en 1927. En su juventud soñaba con ser cantante, e ingresó al mundo de los medios en 1960 vendiendo publicidad para TV Cultura, entonces perteneciente al grupo Diários Associados, también propietario de TV Tupi, el mayor canal del país en ese momento. El gusto por lo impactante, mezclado con el hecho de que estaba en un canal precario y propenso a la experimentación, le permitió pasar al periodismo, primero detrás y luego frente a las cámaras.
El apodo de “El hombre de zapatos blancos” apareció en 1965, con el estreno de un programa de televisión con el mismo nombre. Figuera Jr. varias veces atribuyó el epíteto a citas de los filósofos Friedrich Nietzsche y Arthur Schopenhauer, pero su productor Mário Fanucchi afirma que en realidad se lo debe “a la figura del malandro brasileño, que adora los zapatos blancos”.
Desde la década de 1960 hasta finales de la de 1990, la mayoría de los canales brasileños, incluidos Globo, Bandeirantes y SBT, transmitieron varios programas y segmentos de televisión del Hombre de zapatos blancos. Quedan pocos registros televisivos de sus inicios aún disponibles y, para su investigación, Stycer necesitó apoyarse en textos periodísticos de la época y entrevistas.
Además de la carrera mediática, Figueira Jr. tomó otro camino común a las figuras populares de los medios: en 1966, fue elegido diputado estatal por el Movimiento Democrático de Brasil (MDB). La elección por el partido, que constituyó la oposición legalizada durante la dictadura militar en Brasil, fue fortuita y surgió de los vínculos con el expresidente Jânio Quadros (1961-1961). En marzo de 1969, tres meses después de la declaración del Acto Institucional Número Cinco (AI-5), que endureció el régimen en Brasil, a Figueira Jr. le revocaron su mandato y sus derechos políticos por 10 años después de un juicio sumario.
“Aunque esto no se dice en los documentos que encontré sobre el juicio político, tengo la hipótesis de que el gobierno temía que se convirtiera en una figura aún más popular y eventualmente peligrosa. A los ojos del gobierno militar, el hecho de que atrajera el interés del pueblo podría haber justificado su destitución. Porque no hay evidencia de que fuera subversivo, izquierdista o corrupto”, dijo Stycer a LJR.
El estilo periodístico de Figueira Jr. —que también incluía reportajes inquietantes sobre el consumo de drogas, la transmisión de cirugías médicas innovadoras, reportajes que estigmatizan a las poblaciones LGBTQI+, artículos con prejuicios contra las religiones no cristianas y temas como el incesto— es sintetizado por Stycer con el término “mundo perro come perro”.
La expresión se popularizó mundialmente con la película “Mondo Cane” [Perro mundo] de 1962, dirigida por los cineastas italianos Paolo Cavara, Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi. Precursor del género documental de choque, el largometraje consiste en un collage de fotogramas con escenas exóticas y abyectas.
Stycer tiene una explicación de por qué esta estética es tan atractiva. “Es porque es realmente ‘sensacional’. Sensacional es lo que no estás acostumbrado a ver, como todos estos elementos. Como críticos, los miramos de forma negativa, pero para muchas personas es atractivo, interesante, curioso. Para muchas personas, realmente está mostrando la realidad. Puedes entender por qué tiene éxito, incluso políticamente”, dijo el crítico a LJR.
El final de la vida de Figueira Jr., quien murió en 2005, es melancólico. Estaba alejado de las cámaras desde 1997, con el final del programa “Aquí Ágora” [Aquí ahora] de la SBT, donde presentaba un segmento llamado “Repórter do absurdo” [Reportero de lo absurdo], que producía reportajes cuyo lado ficcional quedaba totalmente abierto. Enfermo y con dificultades económicas, después de haber administrado mal su dinero, le molestaba ver el éxito de las personas que seguían su formato en cámara.
Internado en un hospital, Figueira Jr., luego se convirtió, en lo que Stycer define como una “ironía atroz”, en el tema de reportajes en programas vespertinos tan sensacionalistas como el suyo. En uno de ellos, en 2001, respondió al que, a su juicio, era el secreto de su anterior éxito.
“El secreto es uno. Vas a encontrarte con la gente. Haces lo que la gente quiere. La gente miraba porque daba lo que la gente quería. La gente quería que mostrara los males de São Paulo, que nadie mostraba”, dijo. “Yo decía, por ejemplo: ‘Amigo, ¿sabes con quién está tu hijo ahora? Está consumiendo cocaína o marihuana’. Pero el padre no lo sabía. Yo alertaba. Y a la gente le parecía interesante”.