Cuando faltaba solo una hora para el lanzamiento oficial de su primer libro, la periodista colombiana Eél María Angulo no estaba preparándose ni ensayando lo que iba a decir. Más bien se encontraba cambiando las contraseñas de sus redes sociales y correos electrónicos por los multiples intentos de hackeo que recibía.
El 17 de octubre de 2024, Angulo presentó ante un publico bogotano el libro “Un veneno llamado plomo”, el resultado de diez años de investigación sobre las consecuencias de la fundición de metales en Colombia. Sus investigaciones la han hecho ganadora del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en 2015, y el Premio Iberoamericano de Periodismo Rey de España en la categoría ambiental, en 2017. Pero, también la han convertido en blanco de ataques de personas relacionadas al negocio del plomo en Colombia.
Aún así, la persistencia ha acompañado a Angulo quien asegura que su principal motor ha sido poder hacer eco de los niños de zonas pobres y aisladas de Colombia que han enfermado y muerto por la acumulación de plomo en sangre luego de la instalación de fundidoras en sus comunidades sin las debidas regulaciones.
“Esto es por la memoria de esos niños”, dijo Angulo a LatAm Journalism Review (LJR). “Son nuestros hijos, sobrinos, vecinos, los que están expuestos a que pongan una fundidora al lado cualquier día y, si no endurecen las regulaciones, esto va a seguir pasando”.
En LJR conversamos con Angulo, actualmente reportera de la cadena internacional de noticias France 24 en español, sobre la creación de su libro, la importancia del periodismo de investigación y los riesgos que enfrentan particularmente los periodistas en pequeñas ciudades o areas rurales.
La entrevista ha sido editada con fines de brevedad y claridad.
1. Desde 2014 estás investigando las consecuencias que causa al ambiente y a la salud pública la fundición de plomo en Colombia. ¿Por qué has insistido por tanto tiempo en esta investigación?
Eél María Angulo: La razón fundamental por la que insistido tanto en esta investigación ha sido por los niños.
Llegué a la investigación en 2014 por la denuncia de tres niños intoxicados con plomo en sangre. Una señora llamó a un programa de una emisora muy escuchada en Barranquila a decir que su vecinitos, tres niños de la misma familia, estaban enfermos en un hospital del norte de Barranquilla y a mí se me hizo rarísimo como esos niños llegaron a un hospital del Norte. Es decir, me pregunté ¿quién paga eso y por qué? Sin embargo, me llamó más la atención que el locutor que atendió la llamada no le dio la trascendencia al problema de salud pública que la señora estaba exponiendo.
Entonces, ese día fui a la sala de redacción y le dije a mi jefa, yo estaba comenzando en El Heraldo tenía como año y medio trabajando como reportera y me habían ascendido a cronista de locales, que este tema estaba fuerte.
Cuando empecé las investigaciones nos dimos cuenta que no solo eran 3 niños afectados, había al menos 300 niños que tenían dificultades cognitivas en esa región y que vivían todos cerca a fundidoras de plomo. Niños enfermos y todas las mamás tenían en común que se había tragado el humo de la fundidoras.
Los niños son más sensibles a la acumulación de plomo en sangre, se le fija en los dientes y en los huesos. El efecto negativo neurológicamente se refleja mucho más rápido que en un adulto porque su corteza prefrontal no está del todo formada. Además, el efecto es más permanente en niños que en adultos y ellos generalmente no son sometidos a estudios de detección de plomo en sangre por ser procedimientos clínicamente más invasivos
Además, me tocó ver cómo los responsables de las empresas de fundición pagaban para que cambiaran las actas de defunción de los niños y se aprovechaban de las condiciones socioeconómicas de la población afectada.
Muchas veces me pregunté: ¿por qué? ¿Cuál es tu afán con este tema? Y la conclusión a la que llegaba siempre eran los niños. No se me hace justo que en un mundo dominado por adultos las personas que más están sufriendo por este problema no puedan encontrar una voz que haga eco de ellos.
2. ¿A qué riesgos te has enfrentado con esta investigación?
Cuando ganamos el Premio Rey de España, en 2017, el periodista Juan Cruz me hizo una entrevista para El País que tituló “si te metes con el plomo te vamos a dar plomo” porque esa fue la amenaza más directa que me hicieron.
Ahora es que me doy cuenta del riesgo que asumí. Yo era una niña, tenía 22 años y me llamaron a la redacción, me dijeron eso y colgaron. Ahí me di cuenta de la necesidad de tener protocolos de seguridad dentro los medios de comunicación que usualmente no tenemos.
Cambié mi teléfono varias veces, cuando ibamos a las fundidoras los vigilantes nos mostraban armas, amenazaban a mi familia y tuve que salir finalmente de Barranquilla.
Después que sale al aire el documental en RCN, yo no vuelvo a Barranquilla por una recomendación de seguridad que me hicieron varios colegas del mismo diario El Heraldo donde yo trabajaba. Me dijeron “por acá ni vengas”
Lo cual representó para mí, como hija de dos padres amorosos que me criaron muy cuidada, algo muy duro. Era un momento muy especial para mi carrera que yo no pude disfrutar con mi familia por motivos de seguridad.
He llegado al punto de pedirle a mi familia que me niegue y no digan que soy su hija o hermana.
No me arrepiento de nada pero antes de publicar el libro si hubo noches en las que pensé que pueden matarme por esto.
3.Háblame un poco sobre el proceso de publicar un libro. ¿Cómo una investigación periodística termina en un libro?
La idea del libro empezó después de ganar el Premio Rey de España en un café que se llama Gijón en Madrid. Yo estaba allá y el periodista Juan Cruz me presentó a su representante editorial, quién me hizo en ese momento la primera oferta del libro.
En ese momento, me pidieron escribir una novela.
Empecé a escribirla, pero yo no me sentía satisfecha al no poder demostrar que esto era real, que no me lo inventé, que no era fantasía ni realismo mágico. Es que en este tema la realidad supera la ficción. Así que decidí pausar el proyecto.
Cuando llego a Países Bajos como residente en febrero de 2022 retomó la investigación y la extiendo a Europa visitando lugares contaminados en Roma y en Rotterdam. También habló con científicos allá y me doy cuenta de cómo es que el plomo atraviesa todo el mundo y empiezó a descubrir que Rembrandt y de Van Gogh también habían tenido saturnismo por intoxicación con el plomo que estaba en las pinturas que usaban. Entonces, digo “no, yo de verdad es que yo no quiero escribir la novela en este momento”.
En diciembre de 2023, me llega un ofrecimiento de la casa editorial de El Tiempo que es el principal diario en Colombia para escribir este libro y, desde enero hasta acá, cesé todas mis actividades para dedicarme a este proyecto en alma, vida y corazón. Fue un esfuerzo económico, mental y de todo tipo. Muchas cositas del proceso son orfebrería pura, o sea, escribir un libro es coser palabrita por palabrita y releer y releer y releer y releer hasta que ya te sangre el ojo. Llega un punto en el que ya tú te sabes el libro de memoria.
El libro se lanzó en octubre pero vamos a estar en la Feria del Libro de Bogotá en abril y ya están organizando un lanzamiento en la principal librería en Barranquilla. Ese va a ser un desafío, pues es la cuna de la historia.
4. Comenzaste haciendo periodismo fuera de la capital. ¿Cuáles son los mayores retos de los periodistas en "las regiones"?
En las regiones el principal riesgo es la desprotección. Estamos absolutamente desprotegidos porque los órganos y las instancias que protegen a los periodistas están centralizadas en Bogotá. Por ejemplo, el caso de la Fundación para la Libertad de Prensa y organismos que pudieran ofrecerte algún tipo de ayuda en las regiones los procesos de solicitud de protección son mucho más largos y dilatados.
Segundo, al hablar de medios regionales estamos hablando también de capacidades adquisitivas y poderío económico más relegado. Se hace periodismo con las uñas.
Tercero, la puja por el poder es mucho más álgida y notoria que en el centro. Para nadie es un secreto que las regiones están dominadas por clanes políticos y estos ejercen el control de las instituciones públicas que tienen el control de las licencias y de todo el presupuesto. Entonces lograr ir contracorriente y sacar temas de investigación representa un riesgo de seguridad para el periodista, para su familia, para sus colegas y también para las fuentes.
En entornos más pequeños también te haces más vulnerable porque como dicen “en pueblo pequeño, infierno grande”. Todo el mundo sabe dónde vives, todos saben que tú vas a comer pan de bono, a las 4 de la tarde, en la esquina de no sé qué y hasta ahí llegó tu vida y tu vida puede valer 20 dólares americanos porque por eso hay quienes son capaces de matarte.
Muchas veces hacer periodismo investigación en las regiones es sentirse solo. En el momento que pase algo, pues te matan a ti y el medio va a seguir y los colegas van a seguir. Quien te va a llorar es tu mamá, pero a los dos días la gente se va a olvidar. O sea, creo que amerita más coraje y valentía hacer periodismo de investigación en las regiones.
5. Cierras el libro con una frase de Truman Capote “Es muy fácil no hacerle caso a la lluvia cuando se lleva un impermeable”. ¿Qué importante es que el lector se ponga en los zapatos de los que más sufren? ¿Y qué papel tenemos los periodistas en ello?
Ser periodista de investigación y más en el tema medioambiental y social es también ser activista. Es tomarte personal una causa que te puede costar la vida y que a la gente no le interesa porque, seamos realistas, la gente está buscando el bienestar propio. El bienestar colectivo hace rato dejó de ser noticia y dejó ser de interés de los medios.
Entonces, en un gremio que se mueve por plata, el que un periodista se atreva a decir “yo sé esto y lo voy a contar, pase lo que pase” hoy más que nunca siento que necesita el respaldo de la gente.
La banalidad de las redes sociales también ha contribuido a que un día te presten atención y a los dos minutos ya nadie le importe. ¿Por qué? Porque no le está afectando directamente. Ahí es donde entra la persistencia. Siento que la mayor herramienta del periodista de investigación es la persistencia. No se hace periodismo de investigación en dos días. El periodismo de investigación es un trabajo de largo aliento y se convierte en un propósito de vida, o sea, cuando tú eliges investigar un tema, ese tema te puede acompañar por el resto de la vida.