Algo que comenzó como una pequeña mentira entre amigos terminó en titulares de importantes medios colombianos y uno internacional. La “noticia” llamaba la atención: una joven colombiana había ganado un Globo de Oro por haber participado en la la aclamada película del director japonés Hayao Miyazak.
“El talento barranquillero que se impuso en los Globo de Oro”, “Esta es la ilustradora colombiana que ganó el Globo de Oro con una película de animación” o “La ilustradora colombiana que trabajó en El niño y la garza” fueron algunos de los titulares que circularon. En pocos minutos de que la noticia se hiciera viral, fueron las propias audiencias quienes empezaron a dudar de la historia y desmintieron la información.
Tras algunas horas del escándalo y del ruido extendiéndose por redes sociales, los medios borraron sus artículos y en algunos casos no dieron explicaciones a sus audiencias. La directora de El Heraldo, medio colombiano de Barranquilla, ofreció una declaración en la que se disculpó con la audiencia, pero recibió algunos señalamientos por responsabilizar en gran medida a la fuente.
Este no ha sido el único caso en el país ni del mundo.
En Colombia también fue noticia la existencia de su “primera astronauta”, quien, de acuerdo con expertos, no debería ser catalogada como tal. También es recordado el caso del diario El País cuando publicó en portada una fotografía en la que presuntamente se veía al expresidente venezolano Hugo Chávez entubado en una cama de hospital. O en “noticias” más ligeras, la “broma” hecha por el presentador estadounidense Jimmy Kimmel sobre un lobo que se paseaba por los camerinos de deportistas durante los Juegos de Invierno de Sochi, y que fue replicada por varios medios de Estados Unidos.
“¿Cuáles son las consecuencias de estos hechos? Desinformación. [Medios y periodistas] están contribuyendo a este fenómeno de infodemia, es decir, a la cantidad de ‘fake news’ o contenido con intereses políticos y económicos que no corresponden con la realidad”, dijo a LatAm Journalism Review (LJR) Mario Mantilla, comunicador colombiano quien presidió la Organización Interamericana de defensoras y defensores de las audiencias (OID) de 2019 a 2021. “Esto atenta, por supuesto, contra los derechos de las audiencias, específicamente a tener una información veraz y oportuna”.
Para voces expertas en ética periodística y derechos de audiencias, como la de Mantilla, este escenario en el que medios reconocidos acaban publicando información falsa es bastante complejo. El problema une muchas variables, que van desde las nuevas dinámicas dentro de las redacciones y la influencia de los algoritmos, hasta la omisión de fundamentos éticos del periodismo que arrojan luz sobre las responsabilidades de la profesión.
Por ejemplo, en casos como los mencionados, es clara la omisión de algo básico: verificar la historia y los datos. Así lo explicó a LJR Yolanda Ruiz Ceballos, corresponsable del Consultorio Ético de la Fundación Gabo.
“Hay que pensar siempre que la fuente nos puede estar mintiendo, porque la duda es el elemento principal del periodista”, dijo Ruiz enfatizando cómo esa duda lleva a que el periodista haga el fact-checking de toda la información que recibe.
“Ese trabajo no se está haciendo como se debería hacer, en términos generales”, agregó Ruiz.
Según explicó, es cada vez más común ver que se publica lo que dice una sola fuente. Aún más grave, en concepto de Ruiz, es ver cómo esta tendencia también se repite en “periodismo de investigación” con una sola fuente. Si a esto se suma que las redes sociales fueron convertidas en fuentes, llevando a hacer periodismo “con pedacitos de información”, es “muy peligroso”, explicó Ruiz.
“Me parece que hay una gravedad muy grande en la manera como estamos relajando las normas del periodismo de confrontar fuentes, de contrastar fuentes y sobre todo de darle contexto”, enfatizó Ruiz.
Desde su experiencia como defensor de audiencias, Mantilla considera que medios y periodistas parecen haber olvidado el importante rol que se tiene en relación con el fortalecimiento de la democracia. Pone como ejemplo la televisión en Colombia. Además de estar considerado un derecho fundamental y un servicio público, la ley recuerda que no se trata solamente de entretener e informar, sino de hacerlo de manera veraz y oportuna.
“Siempre hay que pensar que lo que hagamos nosotros desde los medios contribuye a la formación de los ciudadanos así uno no lo vea como eso”, afirmó Mantilla. “Cualquier tipo de noticia, de nota que uno saque por cualquiera de los medios, está dejando algo en las audiencias. Y ese algo, como decía Javier Darío Restrepo, deben ser elementos que nos sirvan de análisis para entender nuestra sociedad y así poder tomar decisiones argumentadas. O sea, no es cualquier cosa lo que tenemos nosotros de responsabilidad”.
Ruiz destaca otra razón para el deterioro en la calidad de la información que circula de parte de medios y periodistas profesionales: la rapidez con la que funciona una redacción especialmente impulsada por la búsqueda de viralidad y posicionamiento de páginas. No es raro entonces que en la actualidad los periodistas deban cumplir con un mínimo de notas diarias.
“El solo hecho de que los periodistas tengan una cuota de producción es un problema de un tamaño monumental. ¡Monumental!”, enfatizó Ruiz. “Porque si a ti te dicen que tienes que producir tres notas, o cinco notas o diez notas, obviamente eso riñe con la calidad de la información”.
Pero es una responsabilidad compartida, está convencida Ruiz. Periodistas y medios porque son los primeros responsables de la información que se publica. Sin embargo, anunciantes y audiencias también tienen responsabilidad en lo publicado.
Según explica, a pesar de las muy “impresionantes” iniciativas periodísticas que han nacido y siguen naciendo en todo el planeta gracias a las facilidades del mundo digital, estas se siguen enfrentando al problema de la financiación. Y los anunciantes por su lado toman las métricas para decidir su apoyo a iniciativas: cuántos clics, cuántos seguidores, páginas vistas, etc.
“Hemos caído en un círculo vicioso en el cual circula más lo que es más emocional. Y lo más emocional tiende a ser lo menos de fondo y eso hace que el periodismo que entre comillas más se vende, más se consume, sea el periodismo que no es precisamente el periodismo con mayor rigurosidad, con mayor contenido”, asegura Ruiz.
“¿Y eso quién lo hace? Pues las audiencias. Y el hecho de que los periodistas responden a lo que esperan y buscan las audiencias”, sentencia Ruiz señalando cómo incluso en algunas redacciones hay pantallas con las tendencias en redes sociales para ver qué se está “moviendo”.
Por eso está convencida que el debate y la reflexión también debe ir más allá del periodismo. Incluso asegura, es urgente que se hable de los algoritmos: a qué responden los algoritmos para posicionar o no cierto contenido. A pesar de que la califican de “ingenua” por intentar llamar a los algoritmos al debate, Ruiz dijo que es el camino para empezar a solucionar el escenario.
“Es complejo porque creo que de una u otra manera audiencias, anunciantes, dueños de medios, periodistas, directores y demás tomamos unas decisiones que contribuyen a que la máquina en movimiento que está moliendo el buen periodismo, siga caminando”, enfatizó Ruiz. “Y el buen periodismo se va perdiendo en el camino y [la gente va convencida] ‘eso no es culpa mía, eso es de unos periodistas que son malos, que se levantan todos los días a ver cómo le mienten al mundo’”.
Mantilla coincide en involucrar a la audiencia y está convencido de que parte del camino a una solución y evitar cada vez más caer en la publicación de información falsa, pasa por un ejercicio serio de alfabetización de las audiencias, así como de fortalecer la ética desde las universidades hasta sitios de trabajo.
Con audiencias más críticas, señala Mantilla, estas estarán en la capacidad de exigir sus derechos de recibir información equilibrada, veraz, importante para tomar decisiones, pero también serán más críticos al momento de consumir contenidos.
Asimismo, los procesos de alfabetización les permiten a las audiencias conocer cómo funcionan las tomas de decisiones al interior de las redacciones. En ese sentido, evitaría el escenario en el que audiencias le exijan a medios publicar todo lo que se ve en redes sociales como si fuera cierto.
De la mano de esta formación de audiencias, Mantilla dijo que cree especialmente en mecanismos como la corregulación y autorregulación. Figuras como la de Colegios de Periodistas u Observatorios de Medios (particularmente dentro de las universidades) son espacios propicios para la reflexión del debe ser periodístico y para ejercer una especie de control entre colegas.
Y finalmente, no se puede dejar de lado la autorregulación, según Mantilla. Periodistas, directores y gerentes de medios deben encontrar los espacios para reflexionar y crear herramientas para ejercer de la mejor manera el periodismo, señala Mantilla. Manuales de estilo, códigos de ética, decálogos al interior de redacciones y creados por los mismos miembros de los equipos son una buena alternativa.
“En la medida en que la autorregulación sea algo natural en todos los medios de comunicación, cada vez tendremos menos situaciones como esta y también tendremos menos legislación que limite, por ejemplo, la libertad de expresión que sería algo muy grave”, aseguró Mantilla.
Ruiz también invita al debate interno y de todos los actores.
“El debate tiene que estar en el gremio, obvio. Tenemos que meter este debate en las salas de redacción. Discutamos si es necesario producir 10 notas cada uno, ¿cuántas son? ¿Cuánto tiempo tenemos? Encontremos la manera para producir contenidos que no estén solamente basados en la calentura y en los clics que estamos buscando. Hagamos otras cosas”, dio Ruiz. “Pero también los dueños de los medios, ¿qué quieren?, ¿cuál es el formato de negocio? Y los anunciantes, ¿cuál es el formato de negocio? Y la academia. Yo creo que es colectivo, y por eso es tan complejo”.