En alguna ocasión, el periodista colombiano Ricardo Calderón se definió a sí mismo como “uno de los soldados desconocidos del periodismo”. No exageraba. Las investigaciones de Calderón han impactado al país más allá del usual escándalo mediático que estas generan y han tenido consecuencias tangibles como “la destitución, el arresto y el enjuiciamiento de docenas de funcionarios sospechosos”, según el comunicado que anunciaba a Calderón como uno de los ganadores del Premio Maria Moors Cabot 2020.
Y sin embargo, Calderón ha estado casi siempre en el anonimato, en particular entre los círculos no periodísticos. Lo ha hecho así como una medida de protección, pero especialmente porque cree firmemente que lo importante no es el protagonismo del periodista sino “que las investigaciones y denuncias sirvan para visibilizar a los corruptos y contribuyan a mejorar a la sociedad”.
Poco a poco, su nombre ha ido saliendo a la luz pública. En ocasiones y de manera infortunada porque su vida ha estado en peligro: en 2013 sufrió un atentado y en 2019, según dijo en una entrevista, vivió uno de sus años “más duros” por cuenta de las amenazas y amedrentamientos del que él y su familia fueron víctimas.
La “comodidad de [su] cueva”, como ha definido ese anonimato, también se ha visto muy afectada, muy a su pesar, por cuenta de los diferentes premios que ha ganado. En 2013 recibió el Vida y Obra del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar de su país. En febrero de este año recibió el Premio Rey de España y recientemente el Moors Cabot que entrega la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia y que reconoce “a los periodistas por la excelencia profesional y la cobertura del hemisferio occidental que fomenta el entendimiento interamericano”.
“Por su valiente trabajo, Calderón ha sido hostigado en repetidas ocasiones y recibió amenazas de muerte graves. En 2013, sobrevivió a un intento de asesinato luego de que unos asaltantes no identificados le dispararan a su automóvil en las afueras de Bogotá”, señaló el comunicado del reciente premio. “En esta era de saturación de las redes sociales, Calderón continúa cultivando un perfil bajo y publica sus investigaciones de forma anónima”.
LatAm Journalism Review habló con Calderón sobre el significado que tiene este premio, qué significa hacer periodismo en Colombia y las historias que más le han marcado en su larga carrera a la que llegó sin “mayores expectativas” y que eventualmente descubrió era el oficio al que quería dedicarse “toda la vida”.
LJR: El jurado del premio ha reconocido sus 25 años de investigaciones y su valentía, ¿qué significa para usted el premio Maria Moors Cabot? ¿Cómo se siente tras recibirlo?
RC: Sin duda alguna es un inmenso honor que un periodista muy desconocido como yo haya sido elegido para recibir uno de los premios más conocidos del periodismo como lo es el María Moors Cabot. Lo asumo como un reconocimiento a todos los periodistas anónimos que, lejos de pretender fama, buscan que sus historias e investigaciones ayuden a la comunidad y a la sociedad.
LJR: Este premio busca reconocer el entendimiento interamericano a través del periodismo, ¿cuál es la historia más importante actualmente en el continente? ¿Cuál sería la de Colombia?
RC: Por el impacto regional que tendrá creo que la historia de Alex Saab, el hombre capturado en Cabo Verde señalado de ser el principal testaferro del régimen de Nicolás Maduro, puede llegar a tener una gran importancia en varios países del continente. Las investigaciones hasta ahora demuestran que fue una ficha clave del gobierno venezolano para realizar gran variedad de negocios multimillonarios y pocos claros que pasaron por varios países como México, Nicaragua, Panamá, Colombia y Venezuela, solo por mencionar los de la región.
En este momento una de las historias más relevantes en Colombia tiene que ver con el proceso judicial en contra del expresidente y actual senador Álvaro Uribe Vélez, quien enfrenta un proceso judicial sindicado de presuntamente sobornar, por intermedio de un abogado, a testigos para realizar falsas declaraciones contra algunos de sus opositores políticos.
LJR: ¿Cómo llegó al periodismo y por qué eligió el periodismo investigativo, tal vez una de las ramas más ‘ingratas’?
RC: Al periodismo llegué por accidente. Después de descartar ser oficial de policía y perder unos semestres estudiando Biología Marina, entré a estudiar periodismo con pocas expectativas en la Universidad de La Sabana. Hacia el final de la carrera mi amigo Hernando Álvarez me ofreció reemplazarlo como periodista de deportes en la revista Semana, la más importante del país. Aunque desconocía casi por completo el tema acepté y ya como parte de la redacción descubrí que era el oficio al que quería dedicarme toda la vida. En el periodismo de investigación terminé lentamente indagando historias sobre responsables de masacres y violaciones de derechos humanos en regiones apartadas y la dinámica de un país como Colombia me llevó cada vez más de tiempo completo a investigar sobre todo tipo de temas que por diferentes razones no eran cubiertos a profundidad.
LJR: Colombia ha sido considerado un país peligroso para ejercer el periodismo, hasta hace años estaba en los puestos más altos de clasificaciones que medían la letalidad en crímenes contra periodistas, ¿qué significa para Ud. ser periodista en Colombia y el tipo de periodismo que hace?
RC: Para mí Colombia es el mejor país del mundo. No solo porque es el mío, sino porque tiene una gente única que siempre está dispuesta a seguir adelante a pesar de las dificultades. Y dentro de esa gente única hay decenas de reporteros anónimos, especialmente en las regiones, que con pocos recursos y mucho valor están dispuestos a contar lo que los poderosos, grupos ilegales o los gobiernos quieren ocultar. Ser periodista en Colombia es un desafío permanente, es buscar sacar a flote la verdad, a pesar de los riesgos. Es una obligación que se debe honrar tratando de hacer un periodismo serio, responsable y documentado.
LJR: En su discurso cuando le otorgaron el premio Vida y Obra del Simón Bolívar hablaba que el periodismo no se hace para poder publicar una firma sino por los resultados, ¿qué espera conseguir con ese tipo de periodismo, con sus investigaciones?
RC: Siempre he creído que el periodista nunca debe ser la noticia, ni ser más importante que la voz de las víctimas, ni debe buscar el reconocimiento público por cuenta de sus denuncias. Tampoco debemos actuar como policías, fiscales ni jueces. El periodismo lo entiendo como un servicio a la comunidad en donde lo que verdaderamente debe importar es que las investigaciones y denuncias sirvan para visibilizar a los corruptos y contribuyan a mejorar a la sociedad. Una firma, un premio o un aplauso no puede ser el motor que mueva al periodista.
LJR: José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch, escribió que “pocos países le deben tanto a un periodista como Colombia le debe a Ricardo Calderón” a propósito del premio Cabot y al hacer referencia que Ud. ha dejado al descubierto muchas “mafias”. ¿Qué piensa de lo dicho por él y cree que en efecto hay una especie de deuda del país con Ud. y su trabajo?
RC: José Miguel Vivanco fue muy generoso con las palabras que escribió y le estoy muy agradecido. No ejerzo el periodismo en busca de aplausos y de que alguien me dé las gracias por hacer mi trabajo. El simple hecho de saber que algunas de las investigaciones y denuncias han servido para depurar instituciones, dejar en evidencia corruptos y restaurar la dignidad de víctimas es más que suficiente.
LJR: ¿Qué podría hacer Colombia precisamente por ese trabajo silencioso de tantos periodistas del país que incluso han entregado su vida?
RC: Nadie duda que uno de los valores más importante de una democracia es una prensa libre, protegida y fuerte. Y en esa medida el Estado debería realizar mayores esfuerzos por proteger y garantizar la seguridad de decenas de reporteros, especialmente en las regiones, para que puedan denunciar sin temor a perder la vida. Luchar contra la impunidad que existe en los casos de amenazas y asesinatos de comunicadores es una deuda histórica que tiene la justicia colombiana y que está en mora de corregir.
LJR: Su seguridad por ejemplo ha estado en peligro desde hace años, ¿cómo está en este momento, qué tipo de protección ha recibido del Estado y qué podría hacer, tal vez, la comunidad internacional para mostrar apoyo a periodistas que trabajan en condiciones difíciles no solo en Colombia sino en toda la región como México, Nicaragua, por mencionar algunos?
RC: En este momento trabajo discretamente en mis investigaciones aplicando medidas de autoprotección. Hace siete años tuve durante un breve tiempo unos escoltas de la Policía Nacional que me acompañaron durante algunos meses. El apoyo más importante por parte de la comunidad internacional para los periodistas de la región podría consistir en insistir con mayor fuerza para que los gobiernos en donde hay periodistas en riesgos asuman compromisos reales y efectivos para garantizar su seguridad.
LJR: De todas esas investigaciones e historias que ha cubierto, ¿cuáles considera que son las más interesantes/importantes o de cuáles aprendió más?
RC: De todas las investigaciones siempre se aprende algo. Tanto de los aciertos como de los errores. Esa es una de las partes más interesantes de este trabajo porque da la oportunidad de estar aprendiendo constantemente. Ninguna investigación es igual a otra y eso en sí mismo es un reto profesional muy interesante. Son varias las historias que por la dificultad, los riesgos y el tiempo invertido me han marcado. Una de las primeras consistió en dejar en evidencia cómo un senador de la República ordenó a grupos paramilitares asesinar a golpes a 14 campesinos. Ese caso reveló la alianza entre políticos y esas organizaciones criminales. Por cuenta de esa denuncia ese político fue condenado a 40 años de prisión.
Otra de las más extenuantes fue la investigación sobre el Departamento Administrativo de Seguridad – DAS–, una agencia de inteligencia que dependía directamente de la presidencia de la República. Durante más dos años publiqué 152 artículos que demostraban cómo esa entidad – una especie de FBI colombiano – estaba al servicio de grupos paramilitares y había desarrollado una estrategia de espionaje contra magistrados de la Corte Suprema, periodistas, defensores de derechos humanos y políticos de oposición. Las denuncias llevaron al cierre de esa entidad que tenía 60 años de existencia.
Otra investigación, que duró un poco más de dos años, fue la que reveló a lo largo de varias entregas, cómo decenas de militares condenados a largas penas por asesinatos contra civiles inocentes, vivían en una especie de resort con lujos y comodidades, e incluso muchos de ellos ni siquiera estaban dentro de la cárcel donde deberían permanecer y hasta iban de vacaciones a la playa. Por cuenta de esas revelaciones ese penal fue cerrado y los militares trasladados a cárceles verdaderas.
Una de las más recientes investigaciones consistió en una serie de denuncias a lo largo de 18 meses sobre corrupción de varios generales del Ejército, algunos de los cuales terminaron en prisión. Dentro de esa investigación también se reveló cómo unidades de inteligencia militar habían desarrollado una estrategia de espionaje utilizando recursos entregados por el gobierno de Estados Unidos para efectuar seguimientos ilegales en contra de decenas de periodistas – varios de ellos estadounidenses.