Hablar de la revista Semana de Colombia no es solamente hablar de uno de los medios más reconocidos del país sino de los más prestigiosos. Su historia desde que fue refundada en 1982 por Felipe López ha estado marcada por grandes investigaciones periodísticas que han ido más allá del escándalo a acciones concretas por parte de autoridades, así como por columnistas prestigiosos que marcaban la opinión pública y que le hablaban directamente a los líderes del país.
Por ese motivo, el episodio del pasado 10 de noviembre cuando renunciaron al menos 16 periodistas impactó al país. Entre las renuncias más llamativas estaban la de su recién nombrado director y autor de la mayoría de esas icónicas investigaciones, Ricardo Calderón, así como la de reconocidos columnistas como María Jimena Duzán y Antonio Caballero, el ilustrador Vladdo, el jefe de redacción Mauricio Sáenz, el director editorial Ricardo Pardo y el presidente de publicaciones Semanas Alejandro Santos.
La sensación entre periodistas y lectores era que la Semana tradicional moría, y que pronto se convertiría en un medio no solamente más cercano al gobierno sino una revista con tendencia hacia lo digital viral, obviando un poco la investigación periodística. La situación también generó preocupación sobre cómo afecta al ecosistema general de los medios en el país y qué pasaría con su audiencia.
Dos expertos en medios compartieron sus conclusiones en entrevista con LatAm Journalism Review (LJR).
“Es de mucha gravedad [la situación]”, dijo contundentemente Germán Rey, profesor e investigador de la Pontificia Universidad Javeriana y maestro de la Fundación Gabo, a LJR. “La revista Semana era una revista de una gran tradición en Colombia por su criterio periodístico, por las investigaciones que realizaba, por el impacto que tenían en la opinión pública del país, por las temáticas a las que se acercaba con una calidad periodística importante. En ese sentido se pierde una aproximación a los temas colombianos que yo consideraría como absolutamente necesaria”.
Para Rey, la situación de la revista Semana tiene varios elementos que la hacen preocupante, pero que también comparte con otros países en la región, como es la crisis de medios. Una crisis económica que antes del reciente episodio había quedado evidenciada con una reducción drástica del personal de planta, el cierre de algunas de las revistas que pertenecían al grupo, “el despido de, posiblemente el más importante de sus columnistas investigadores, Daniel Coronell, y que concluye en esta primera fase en la venta de la revista a la familia Gilinski”, aseguró.
Precisamente la adquisición total de la revista por parte de “una de las familias más ricas de Colombia”, confirmada el mismo 10 de noviembre, es para Rey una de las características especiales del caso Semana. En primer lugar, porque con esta compra “el paisaje mediático de Colombia queda fundamentalmente en manos de grandes grupos familiares económicos que tienen intereses en licitaciones públicas, en infraestructura, en banca, en medios de comunicación, como se sabe”.
Por otra parte, también es preocupante, en concepto de Rey, la opinión del nuevo dueño “quien quiere convertir a la revista Semana en un FOX colombiano, en un FOX criollo. Con lo cual ya determina la orientación que en el futuro va a tener el medio”, explicó.
Sin embargo, Rey también cree que el cambio en la revista tiene una dosis de retaliación por las investigaciones publicadas en los últimos dos años que darían cuenta de actos de corrupción y abusos dentro del Ejército, reportajes sobre protesta social, sobre el proceso de paz e incluso sobre las investigaciones que tiene el expresidente Álvaro Uribe.
“Todos estos informes generaron mucha resistencia, temores y yo entiendo que lo que está sucediendo en la revista Semana es de alguna manera una retaliación de ciertos movimientos políticos y movimientos de poder frente a una información fiscalizadora, [frente] a un periodismo que se basa en la investigación y a un periodismo que tiene una opinión abierta y pluralista”, dijo Rey.
Los cambios también van orientados a la búsqueda de una mayor rentabilidad, que no es necesariamente un problema por sí sola. De hecho, para Rey la vida económica sana de los medios es necesaria incluso para la opinión pública.
“Pero lo que hay que preguntarse es cuál es la concepción de rentabilidad. ¿Con qué tipo de periodismo se hace esa rentabilidad? ¿Es un periodismo que busca atrapar la audiencia, es un periodismo de escándalo, es un periodismo adscrito a una perspectiva política, más un proyecto político de derecha, es un periodismo que se vale, para ser rentable, de la polarización que vive el país? Es un periodismo rentable que supuestamente hecha vino nuevo en odres viejos. Es una cierta definición que yo haría de la propuesta que está haciendo el señor Gilinski”, dijo Rey.
Esta búsqueda de rentabilidad a base de viralidad y de likes también es identificada por Víctor García Perdomo, director de la maestría de comunicación digital de la Universidad de La Sabana, quien cree que la revista pronto notará que el modelo de negocio basado en clics y visualizaciones “no va a ser suficiente para sostenerse en el futuro”, según dijo a LJR.
“Una revista como Semana que ha tenido momentos importantes de investigación y que es un medio tradicional, tendrá que buscar un espacio en el que reafirme, como otros medios lo han hecho, la calidad misma de contenido”, dijo García. “Entre otras cosas, porque la publicidad online está cada vez más puesta en las grandes plataformas digitales. Facebook, Google, Youtube son los que se están llevando la mayoría de la pauta publicitaria y los medios tradicionales están encontrando que el modelo de negocio a través de suscripción o a través de publicidad no es sostenible en el tiempo. Cada vez dependen más de que los suscriptores o las audiencias de nicho paguen por el contenido y esas audiencias solo se fidelizan a través de contenidos de muy buena calidad, como ha demostrado The New York Times”.
En la portada del 15 de junio, la primera desde la renuncia masiva y desde que la revista pasara a ser propiedad exclusiva de la familia Gilinksi, se anunció que una nueva era había comenzado y que el cambio hacia la digitalización era necesario. “A quienes decidieron no acompañarnos en esta nueva etapa, todo nuestro respeto y agradecimiento”, señaló el editorial.
En declaraciones al periódico español El País, Gabriel Gilinski, actual dueño de la revista, se pronunció de manera similar. Dijo que es probable que la unificación de las redacciones impresas y digitales haya generado malestar dentro de la revista, pero que este cambio era inevitable. Sin embargo dijo que la revista seguirá haciendo periodismo de calidad.
“Semana va a seguir haciendo investigaciones de largo aliento”, le dijo Gilinski a El País. “¿Por qué no nos dan un chance para demostrar que el nuevo modelo funciona y que será equilibrado?”.
“Cuando Gilinski habla de que hay que darle tiempo a este periodismo yo, habiendo seguido el proceso, pienso que lo que espera es que se aumenten los likes, que se aumenten los usuarios, que se aumente el ingreso en las plataformas y que por lo tanto pueda aumentarse de ese modo la rentabilidad del medio que él adquirió”, aseguró Rey.
Para Rey, la presunta tensión entre las redacciones de la revista impresa y la digital no es una explicación convincente.
“Las tensiones fueron por diversas formas de periodismo, diversas maneras de entender el país y de relacionarse con los temas del país”, dijo. “Ahí es donde está el centro del problema y, por supuesto, ese centro del problema, de los problemas de la revista Semana, tiene unas implicaciones muy graves en las compresiones que circulan socialmente sobre los problemas que está viviendo Colombia desde hace años”.
Oportunidad para los nativos digitales
Si la audiencia se empieza a alejar de Semana, el panorama mediático de Colombia es básicamente uno donde podrían tener oportunidad los medios nativos digitales e incluso los medios tradicionales como El Espectador, según García Perdomo. Para él, la salida de reconocidos periodistas y columnistas puede ser usada por otros para “reforzar” su nómina.
De hecho, cuando Daniel Coronell y Daniel Samper Ospina salieron de Semana en junio pasado, crearon el sitio de columnas Los Danieles. A su equipo se unió el padre de Samper Ospina, Daniel Samper Pizano – un reconocido columnista que estaba retirado – y recientemente Antonio Caballero, quien renunció a Semana en la última ola. María Jimena Duzán, otra de las reconocidas columnistas que salió de Semana, ahora tiene un segmento en la emisora La W.
“Vendrá diversificación de la oferta”, dijo García Perdomo. “Generalmente lo que vemos en Latinoamérica es que los periodistas tradicionales que sufren como esa transición tratan de buscar, precisamente en espacios online, generar productos o proyectos que tengan mucha calidad y que estén un poco en contravía de esa búsqueda desesperada por el clic o esa búsqueda desesperada por generar audiencia y volumen”, aseguró.
Medios nativos digitales como Primera Página, en temas económicos; La Silla Vacía, de temas políticos, e incluso agregadores de contenido como Pulzo podrían atraer la audiencia que decida alejarse de Semana.
Rey coincide en que los medios digitales profesionales – como él categoriza a medios creados por periodistas de profesión – podrán recibir a la audiencia más crítica que estaba en Semana, en donde entrarían además Cuestión Pública y Vorágine.
Sin embargo, no se trata de ocupar el lugar de esa revista Semana tradicional porque los medios nativos digitales no tienen la infraestructura para hacerlo, según fue dicho en Presunto Podcast en su episodio en el que analizaron el caso. De acuerdo con María Paula Martínez, la situación de Semana tendrá un efecto en la “libertad de expresión” porque se trata del cambio de un medio importante. Sara Trejos, en ese mismo episodio, también señaló que se necesitarían cientos de ediciones de un medio nativo digital para igualar una edición de esa Semana tradicional.
Algo similar a lo que cree Rey para quien, antes de que el ecosistema de medios mejore, la situación para ellos y para la información del país empeorará.
“Hay mucho todavía para empeorar”, aseguró. “Mi diagnóstico es muy simple: la situación empeorará, la situación en algunos casos se tornará más dramática, las reducciones de las redacciones van a aumentar. Pero, entre tanto, hay otros modos de periodismo que están creciendo y entre tanto – espero que sea así, puede que sea ingenuo y optimista – la sociedad deberá considerar que un periodismo de calidad es lo que requiere. […] Necesitamos un periodismo donde reine la veracidad, donde reine la investigación, donde reine el rigor, donde reine el interés público. Nada menos que eso es lo que se está jugando en esta coyuntura”.