La violencia de género contra periodistas en Brasil sigue una tendencia a la baja, pero las cifras siguen preocupando a los representantes de las organizaciones de prensa.
Según la Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación (Abraji), hasta noviembre de 2024 se habían registrado 71 casos, el menor índice desde que se inició el monitoreo en 2021. A pesar de esto, la gravedad de los ataques sigue siendo alta, especialmente con la presencia de discursos difamatorios y campañas sistemáticas de ataques que impactan directamente en el trabajo y la seguridad de las profesionales.
Abraji define la violencia de género contra periodistas como aquella “marcada por insultos y ofensas basadas en la sexualidad, orientación sexual, apariencia e identidad de género”.
Los datos muestran que en el 43.6 por ciento de los casos se trató de discursos estigmatizadores, y en el 16.1 por ciento de personalidades públicas o autoridades. Las mujeres representan el 97 por ciento de las víctimas, con una concentración de ataques dirigidos a reporteras y analistas (88.7 por ciento), especialmente en la cobertura política.
“Las mujeres han avanzado en la profesión dentro de las redacciones y han ganado posiciones destacadas, pero se enfrentan a ataques que buscan desacreditarlas y apartarlas de estos roles”, dijo a LatAm Journalism Review (LJR) Maiá Menezes, subdirectora de Abraji y coordinadora del informe de género.
Para hacerse una idea, el número de mujeres en puestos de responsabilidad en las redacciones de Brasil en 2024 no supera el 23 por ciento, según un estudio del Instituto Reuters.
En la encuesta de este año, Abraji también identificó un aumento de las denuncias relacionadas con la violencia virtual, incluidos los ataques en las redes sociales y las campañas orquestadas por robots.
El estudio de Abraji también reveló que el número de ataques contra periodistas que han denunciado o publicado historias sobre violencia de género también ha crecido.
La primera encuesta de Abraji sobre el tema comenzó a producirse entre 2019 y 2020, en colaboración con Gênero e Número (G&N), una organización de medios de comunicación que produce contenido con enfoque de género y raza. En aquel momento, la investigación era más amplia y abordaba también el ecosistema periodístico y el lugar de las mujeres.
Lanzado en 2021, el primer informe reveló 119 agresiones de género relacionadas con la profesión. Al año siguiente, el último del gobierno del presidente Jair Bolsonaro, se registraron 145 episodios. En 2023, hubo una reducción del 43.4 por ciento, con 82 registros de agresiones relacionadas con el género en Brasil.
Vitória Régia da Silva, directora de Gênero e Número, dice que hay desafíos socioculturales estructurales que afectan a las mujeres en la sociedad y se reflejan en el trabajo periodístico.
“Las dinámicas de violencia contra las mujeres están relacionadas con dinámicas de poder, y ellas no quieren ser vistas como víctimas, no quieren ser conocidas ni marcadas por cuestiones de violencia”, dijo Silva a LJR. “Ellas prefieren el impacto de la primicia y su reportaje”.
Los ataques basados en género, dijo, buscan victimizar y desacreditar a las periodistas.
“Aunque la violencia parezca puntual, tiene profundas repercusiones en la salud mental y en la capacidad de seguir trabajando”, dijo Silva.
Bárbara Libório, periodista especializada en investigación, datos y visualización en la Universidad Rey Juan Carlos, y coordinadora de contenidos de la Revista AzMina, señala que la violencia de género en el periodismo tiene una estrategia de silenciamiento.
“Cada vez que una periodista tiene que defenderse de ataques, o buscar la manera de mantenerse a salvo, es tiempo que podría estar trabajando y produciendo información relevante para la sociedad”, dijo Libório a LJR. “Es una estrategia violenta de silenciamiento y afecta directamente a su salud, le quita tiempo y recursos físicos, mentales y de tiempo. No es atacar por atacar. Les da miedo a seguir haciendo su trabajo”.
Aunque el escenario ha mostrado un descenso en el número absoluto de casos denunciados, las organizaciones advierten del riesgo de la autocomplacencia. En un momento en que aumenta la retórica antidemocrática, el reto es garantizar mecanismos de protección y apoyo que permitan a los periodistas realizar su trabajo con seguridad.
“El periodismo trabaja desde la perspectiva de la democracia y los derechos humanos. Pero mientras vivamos con mujeres agredidas de forma rutinaria, la sociedad no alcanzará la democracia que defendemos dentro del periodismo. Los políticos que agreden a las mujeres periodistas no forman parte de un país democrático”, dijo da Silva.
Además del acoso fuera de las redacciones, hay muchas denuncias de casos dentro del lugar de trabajo. Menezes señaló que, a pesar de los avances, sigue existiendo una cultura organizativa que naturaliza el acoso y la desigualdad.
"Incluso mujeres que han llegado al poder han denunciado que no se dieron cuenta del abuso que sufrieron, ya fuera por parte de jefes, fuentes o compañeros. Preguntas invasivas como '¿Vas a volver a embarazarte?' o comentarios inapropiados son habituales”, dijo Menezes. “Estamos trabajando para garantizar que esto ya no se tolere, y el ADN de Abraji incluye esta lucha”.