Por Carola Guerrero De León
El 17 de febrero fue un día como cualquier otro para Yohir Akerman hasta que descubrió que había sido despedido de su trabajo como columnista del diario El Colombiano. La razón: su artículo en el que señaló que “dios estaba equivocado” al rechazar la homosexualidad en la Biblia.
Akerman habló con el Centro Knight para el Periodismo en las Américas sobre las posibles razones de esta decisión, su futuro en las páginas de diarios colombianos y el impacto que su despido tuvo en términos de libertad de expresión en el país.
Según lo relató Akerman, su columna se originó luego de leer un informe emitido por la Universidad de La Sabana en el que clasificaba la homosexualidad como una enfermedad. Él sintió la necesidad de refutarlo.
El informe, hecho por la Facultad de Medicina de dicha universidad, señaló que “las personas homosexuales y lesbianas merecen nuestro respeto como personas, pero hay que señalar que su comportamiento se aparta del común, lo que constituye de alguna manera una enfermedad”. Eventualmente la Universidad se retractó de dicha afirmación.
Insatisfecho por el uso de evidencia científica en el estudio, Akerman escribió ‘Enfermos’, la columna que dio por terminada su trayectoria de seis años de trabajo para El Colombiano.
En su columna, Akerman escribió que “[l]a Universidad de La Sabana y la Corte Constitucional deberían tener claro que seguir definiendo la homosexualidad como una enfermedad, o tratando a la comunidad LGBTI como anormales, basándose en la palabra de dios, es tan aberrado como defender la esclavitud, promover el castigo a muerte para los hijos, o pedir pedradas para las mujeres que pierdan su virginidad antes del matrimonio”.
El columnista apoyó sus afirmaciones citando versículos de la Biblia en los cuales se ordenaba que los homosexuales, las mujeres que habían perdido su virginidad antes del matrimonio y los hijos desobedientes fueran apedreados hasta la muerte.
Akerman concluyó escribiendo que “[t]odos esos conceptos están en la Biblia y, como la historia ha demostrado, en esos temas, dios estaba equivocado”.
Al final de la columna, El Colombiano publicó una nota en la que señalaba que Enfermos sería la última de Akerman en dicho periódico. Fue de esta manera como el columnista se enteró que había sido despedido.
“Este diario promueve el debate desde el respeto y la argumentación. Consideramos que esta columna se aleja de estos principios. Para el autor, no publicarla implicaría su renuncia. La publicamos y aceptamos su renuncia”, decía la nota.
Akerman habló por qué Enfermos fue la columna que llevó a su despido a pesar de que en el pasado había escrito artículos similares.
“Algunos analistas simplemente han dicho que ‘Enfermos’ fue la gota que rebosó la copa”, dijo Akerman. “Mis columnas sobre religión, y más importante aún, mis análisis por la necesidad de una separación entre la Iglesia y el Estado en las decisiones jurídicas y políticas en Colombia, venían siendo incómodas para El Colombiano hace un tiempo y eso se venía notando”.
Dicha tensión entre el personal del periódico, sobre todo entre Akerman y los propietarios, era de conocimiento público.
Juan Gómez Martínez; ex alcalde de Medellín, ex gobernador del departamento de Antioquia y miembro de una de las familias dueñas de El Colombiano; escribió una columna titulada ‘Akerman, el acólito’. En su columna, señala que la presencia de Akerman en el periódico era incómoda.
“Aprovecha la reconocida libertad e independencia que da este diario a sus colaboradores para irse en contra de la religión que EL COLOMBIANO defiende”, señala Gómez Martínez sobre Akerman.
Por su parte, Raúl Tamayo; esposo de Pilar Gómez Martínez, una de las dueñas de El Colombiano; también escribió una columna en la que señala que las opiniones de Akerman se sentían como “una cucaracha en la sopa”.
“Una parte de la familia Gómez Martínez ya había expresado que mi presencia allá era una bomba de tiempo para ellos”, dijo Akerman. “Pero la forma y las razones por las cuales El Colombiano me despidió es lo que constituye una amenaza a la libertad de prensa”.
El columnista le dijo al Centro Knight que eventos como éste continúan ocurriendo en el país a pesar de toda la atención nacional que existe sobre conceptos tan importantes como la libertad de expresión. Akerman dijo que el miedo a perder el trabajo es la razón por la que muchos periodistas y columnistas colombianos terminan practicando la autocensura.
“Pero también conozco muchos más que no le tienen miedo a decir lo que piensan. Hay que dejar a un lado el temor a opinar diferente, o hacer preguntas que incomoden, o, incluso, que nos ataquen físicamente”, aseguró Akerman. “Lastimosamente, no todos pierden el miedo”.
Poco tiempo después de la ‘renuncia’ de Akerman, usuarios de Twitter expresaron su solidaridad con el columnista y condenaron el hecho como un ataque a la libertad de prensa en Colombia.
Gustavo Petro, alcalde de Bogotá y promotor activo de los derechos de la comunidad homosexual, calificó el hecho como un acto de “fascismo”. Por otro lado, el escritor satírico, Daniel Samper Ospina dijo que la decisión de despedir a Akerman prueba que “El Colombiano no es un periódico sino una cosita ahí de sus dueños”.
De acuerdo con el Buenos Aires Herald, en Colombia es frecuente que las principales publicaciones tengan vínculos directos con partidos políticos. El Colombiano, por ejemplo, es propiedad de dos familias, incluida la Gómez Martínez la cual tiene vínculos cercanos con el Centro Democrático – el partido político del ex presidente colombiano Álvaro Uribe. Uno de los seis hermanos Gómez Martínez, Juan, fue director del periódico y ex ministro durante el mandato de Uribe.
Martha Ortiz Gómez, actual directora de El Colombiano, recibió una carta de parte de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) un día después del despido de Akerman.
Firmada por el director ejecutivo de la FLIP, Pedro Vaca Villarreal, la carta afirma que la decisión de prescindir de las columnas de Akerman es dolorosa para la deliberación democrática y cuestiona la presencia de la pluralidad en los medios.“En la coyuntura actual de polarización y radicalismos, la democracia colombiana requiere más – y no menos – diversidad de voces y opiniones”, finaliza la carta.
A pesar de la tristeza que le produce dejar una posición privilegiada en las páginas editoriales de El Colombiano, Akerman también siente satisfacción por no haber tenido que ceder ante las presiones del periódico para modificar su columna sobre los derechos de la comunidad LGTBI.
A partir del 1 de marzo, Akerman se unió al grupo de columnistas del diario El Espectador.
“Seguiré escribiendo y produciendo columnas que generen debate y pongan a la gente a pensar. Creo que en una democracia que funcione, las mayorías siempre tienen que luchar por los derechos de las minorías, y eso es lo que espero seguir haciendo”.
Nota del editor: Esta historia fue publicada originalmente en el blog Periodismo en las Américas del Centro Knight, el predecesor de LatAm Journalism Review.