Hace una semana, una acción policial dejó 23 muertos en Vila Cruzeiro, una favela de la zona norte de Río, Brasil. El escenario y la violencia han cambiado poco 20 años después de la muerte del periodista brasileño Tim Lopes. Fue en la misma Vila Cruzeiro donde fue capturado, torturado y asesinado mientras investigaba para TV Globo una denuncia de explotación sexual de menores de edad por parte de narcotraficantes. En el aniversario de la ejecución del periodista, LatAm Journalism Review (LJR) escuchó a amigos, compañeros de trabajo y familiares de Lopes, quien se ha convertido en un símbolo de la violencia contra la prensa en Brasil.
“Podemos decir que hay un antes y un después en el periodismo, y el hito es la muerte de Tim Lopes. Una muerte brutal, ese asesinato”, dijo Angelina Nunes, coordinadora del Programa Tim Lopes, que investiga casos de violencia contra periodistas en Brasil. “Empezamos a discutir la necesidad de un chaleco antibalas, un casco, un carro blindado. Si vale la pena poner un equipo en ese lugar en medio del tiroteo o no. Esa reflexión dentro de la redacción no existía antes. Nosotros en la prensa nos poníamos como el cuarto poder y creíamos que había cierto respeto por nosotros cuando entrábamos a los lugares”.
Con 25 años de experiencia cubriendo seguridad pública en Río de Janeiro, el periodista de investigación independiente Sergio Ramalho vivió de primera mano los cambios que ocurrieron en las redacciones tras el asesinato de Lopes. Él mismo tomó tres cursos de seguridad a lo largo de su carrera, según lo determinaron las redacciones donde trabajaba, para estar mejor preparado ante situaciones de violencia. Este tipo de preocupación por la formación de profesionales para hacer frente a situaciones de riesgo pasó a formar parte de la rutina de las redacciones en los años posteriores a la muerte del periodista.
“Estábamos informando en varios lugares de riesgo y no teníamos idea de en qué podría afectar esto. Los medios comenzaron a preparar a sus profesionales que iban al frente. Lo que vivimos en Río de Janeiro no es muy diferente de una guerra convencional, sobre todo por el tipo de investigación que él hacía, en áreas de conflicto, y usando una microcámara”, dijo Ramalho.
Otro efecto de las medidas de seguridad implementadas tras la muerte de Lopes fue la limitación de acceso a las favelas por parte de los periodistas de Río. Antes, era común que los periodistas ingresaran a favelas dominadas por bandas de narcotraficantes, incluso sin la compañía de la policía. Muchas empresas de comunicación establecieron reglas que acabaron impidiendo el acceso de sus equipos a zonas de riesgo de confrontación armada. La preferencia pasó a ser la cobertura en los alrededores, en detrimento de la calidad de la información.
“Nací y crecí en Rocinha [una favela notoria por ser grande, violenta y ubicada en medio de uno de los barrios más prósperos de Río]. Como periodista, me resultó fácil lidiar con situaciones de riesgo en lugares conflictivos: estaba más que acostumbrado a protegerme de los innumerables enfrentamientos que siempre he presenciado. Pero a partir de ese 2 de junio de 2002, entrar a una favela como reportero solo era posible con la policía al lado. Cambió todo”, dijo Che Oliveira, un veterano reportero de televisión y ganador del Premio de Periodismo de Investigación Tim Lopes 2008. “[Después] no había forma de saber si una muerte dentro de una favela había sido realmente el resultado de un enfrentamiento o una ejecución cometida por las fuerzas de seguridad”.
Uno de los principales legados de la muerte de Tim Lopes es la creación, en diciembre de 2002, de la Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación (Abraji, por su acrónimo en portugués), que se ha convertido en una de las asociaciones de clase de periodistas más influyentes del país. En su génesis están la conmoción de la categoría profesional y las discusiones sobre la seguridad de los periodistas que siguieron al asesinato. El puntapié inicial fue la realización del seminario “Periodismo de investigación: ética, técnicas y peligros”, organizado por el Centro Knight para el Periodismo en las Américas.
El miembro fundador y primer presidente de Abraji, el periodista Marcelo Beraba cree que, a pesar de todo lo que ha cambiado en los protocolos de seguridad para los periodistas, la situación hoy es aún peor que hace 20 años, especialmente con la intensificación de las amenazas y los esfuerzos de desprestigio que provienen de políticos y otras personas en posición de poder.
“Hoy tenemos más recursos tecnológicos y digitales al servicio del periodismo de investigación, pero las condiciones de trabajo son más difíciles. La situación financiera de las empresas periodísticas y colectivos de periodistas ha empeorado con la epidemia y las interminables crisis económicas. Los periodistas trabajan más y ganan menos. Y todos sufrimos los ataques violentos y diarios del gobierno de Bolsonaro contra las instituciones democráticas, la prensa como uno de los primeros objetivos. Tim nunca se hubiera resignado a esta situación, como todos los periodistas no nos conformamos y resistimos”, dijo Beraba.
En la misma línea, a Nunes le preocupa la precariedad de las condiciones laborales, los contratos de trabajo inestables y la falta de apoyo legal para hacer frente a las frecuentes demandas y casos de hostigamiento judicial de los que son objeto los periodistas de investigación.
“Hay todo un movimiento para desprestigiar al periodismo y a los periodistas, sobre todo cuando tienes el país comandado por una persona que está frontalmente en contra del periodismo, difunde rumores y lo alienta. Esto es muy malo para la democracia y para todos nosotros. Se necesita periodismo de calidad, se necesita resistencia. Eso es lo que siempre digo: el periodismo es resistencia”, dijo Nunes.
En opinión de la presidenta de la Federación Nacional de Periodistas (Fenaj), Maria José Braga, en los 20 años tras la muerte de Tim Lopes, “la violencia contra los periodistas se ha agudizado y diversificado, por absurdo que parezca”.
“Todavía estamos esperando que el Congreso Nacional apruebe el proyecto de ley que federaliza las investigaciones de delitos contra periodistas y otras medidas, como posiciones institucionales contra la violencia contra periodistas. Desde el Ejecutivo estamos a la espera de la creación e implementación de protocolos para la actuación de las fuerzas de seguridad, especialmente para la actuación en manifestaciones públicas y situaciones de conflicto. Desde el Poder Judicial siempre estamos exigiendo celeridad en los juicios de los agresores y no usar acciones legales para intimidar a los periodistas”, dijo Braga.
La presidente de Fenaj recuerda que a pesar de las medidas de protección implementadas por las empresas poco después de la muerte de Lopes, falta un protocolo nacional unificado y obligatorio con medidas efectivas para garantizar la integridad física y psicológica de los profesionales en casos de violencia.
Después de la muerte de Tim Lopes, el periodismo de Río de Janeiro sufriría dos duros golpes. En 2008, un equipo del diario O Dia investigaba, al interior de una favela, la compra de votos por parte de grupos criminales formados por policías y expolicías: las milicias. El reportero, el fotógrafo y los conductores fueron brutalmente torturados pero sobrevivieron. En 2011, el camarógrafo Gelson Domingos murió mientras cubría una acción policial en otra favela: el chaleco antibalas que llevaba puesto no resistió el disparo del rifle.
Lopes fue asesinado diez meses después de realizar un reportaje que mostraba la venta libre de drogas a plena luz del día en otra favela de Río, Grota, al lado de Vila Cruzeiro, donde sería capturado. El reportaje le valió el Premio Esso de Periodismo en 2001, el premio más tradicional y prestigioso de la prensa brasileña. En aquella ocasión hizo uso de dos recursos por los que se distinguió su obra: la infiltración y el uso de la microcámara oculta.
“Tenía la particularidad de experimentar los personajes de sus artículos, la vida cotidiana de las personas que retrataba en los artículos. Esto casi creó una escuela, esto de hacerse pasar por un mendigo para grabar el drama de los niños de la calle en el centro de Río. O ser un vendedor de agua de coco en la [estación de tren] Central para registrar la violencia diaria de los robos. Eso es algo que hacía todos los días y era un maestro”, dijo Alexandre Medeiros, miembro de la junta de la Asociación Brasileña de Prensa (ABI) y amigo cercano de Lopes: su hija, Cecília, es la ahijada de Lopes, quien la bautizó una semana antes de desaparecer.
“Tim fue muy importante para nosotros en el periodismo, en Río de Janeiro y en Brasil. Hizo uso de la microcámara cuando este modelo de captura de imágenes estaba comenzando aquí en Brasil. Los medios tenían cierta resistencia, como en el pasado también hubo resistencia al cambio de la máquina de escribir al ordenador. Y Tim usó muy bien la microcámara”, dijo Ramalho.
Desde su desaparición el 2 de junio de 2002 hasta que se encontraron partes de su cuerpo calcinado pasaron diez días. Luego, la caza de los verdugos del periodista tomó otros cuatro meses hasta que fue detenido el jefe de la banda, Elias Pereira da Silva, conocido como Elias Maluco -- condenado por el crimen, murió en prisión en 2020.
“Tim Lopes fue un periodista adelantado a su tiempo. Mientras la sociedad en general hoy debate formas de aumentar la diversidad en las empresas y se preocupa por temas de relevancia social, Tim ya se guiaba por esto hace 25, 35 años. Los periodistas como él rara vez aparecen. Estoy muy orgulloso de haber trabajado con él”, dijo Marcelo Moreira, director de periodismo de Globo Minas y expresidente de Abraji.
“¡Tim era un hijo y hermano cariñoso y atento con toda la familia, padres y hermanos! Tomó una pluma y una grabadora, y siguió su instinto impregnado por la indignación y la fuerza de la profesión tan bien escogida. Desarrolló su trabajo encaminado a combatir la discriminación y la injusticia social”, dijo Tania Lopes, hermana del periodista. “Hoy con el contexto político opresivo, silencioso y excluyente, Tim está presente, su trabajo, es necesario. Muchos periodistas siguen sus pasos en el país. ¡Menos mal!”.
*Foto de portada: Tomaz Silva/Agência Brasil