“Durante muchos años, Griselda, una de las primeras personas en llegar a la calle donde Javier Valdez yacía muerto con 12 balazos en el cuerpo, maldijo a su marido: ‘¿Por qué tuvo que firmar esa nota?’, ‘fue un egoísta que no pensó en nosotros’ o ‘no nos amaba tanto como decía…’, le reprochaba una noche sí y otra también cuando apagaban la luz junto a una mesita llena de medicamentos.
Cinco años y muchas horas de sicólogo después de su asesinato, Griselda Triana (Guadalajara, Jalisco, 1969) empieza a referirse a él con la naturalidad de quien habla de su viejo compañero con el que pasó 27 años y tuvo dos hijos. Durante este tiempo ha cambiado de casa y de ciudad, vive con escoltas y le da pánico cualquier camioneta con cristales oscuros, pero ha logrado volver a querer a esta ‘pinche profesión’ que le quitó a su marido.”