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Periodistas visibilizan historias de tráfico y explotación de personas, un “elefante en la habitación” en América Latina

La colusión de autoridades, la falta de datos oficiales y la indiferencia de la sociedad son los principales factores que dificultan la investigación periodística sobre el tráfico y la explotación de personas, de acuerdo con tres periodistas latinoamericanas que han realizado trabajos a profundidad sobre esos delitos.

María Fernanda Fitzgerald, de Colombia; María Antonieta Flores Astorga, de México; y Jazmín Bazán, de Argentina, hablaron con LatAm Journalism Review (LJR) sobre cómo, a pesar de los obstáculos, han logrado arrojar luz sobre estas problemáticas con trabajos de investigación que aportan distintas miradas sobre una realidad altamente silenciada en la región.

La tasa promedio de víctimas de tráfico de personas en América del Sur es de casi 1 por cada 100 mil habitantes, de acuerdo con datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). No obstante, esa cifra refleja sólo los casos documentados. La organización afirma que el delito está subreportado en la región y sugiere que el número real de víctimas podría ser significativamente mayor.

La colaboración con organizaciones sociales, el conocimiento de enfoque de género y el trato empático hacia las víctimas son algunas de las buenas prácticas que han ayudado a Fitzgerald, Flores Astorga y Bazán a documentar estos delitos.

El elefante en la habitación

Delitos como el tráfico y explotación de personas no están siendo suficientemente investigados por los medios periodísticos de América Latina, coincidieron las tres periodistas, quienes compartieron los que, en su opinión, son algunos motivos detrás de esa poca cobertura.

Fitzgerald, editora de contenidos e investigación del medio digital de periodismo feminista Volcánicas, de Colombia, dijo que esos delitos no generan en las audiencias el interés o el morbo que causan otros tipos de crímenes, como el narcotráfico.

“Es muy frustrante, porque la gente no se interesa mucho. Es un tema tan pesado, que la mayoría de personas prefiere no saber”, dijo Fitzgerald a LJR. “Siento también que no despierta este morbo que puede despertar, por ejemplo, la vida del narco y demás, y menos interés causa”.

La periodista publicó en abril de este año el reportaje “Así funciona la trata con fines de explotación sexual entre México y Colombia”, en el cual se adentró en el funcionamiento de las redes de captación y modalidades de trata de mujeres colombianas que son llevadas hacia México. El reportaje también reveló cómo el tráfico humano se ha convertido en una de las nuevas formas de financiación de grupos criminales que buscan diversificar sus actividades más allá del narcotráfico.

Algunas actividades relacionadas con el tráfico o la explotación de personas pueden estar culturalmente normalizadas, lo que también dificulta su abordaje, de acuerdo con Bazán, periodista argentina autora del reportaje “Criadazgo: la explotación infantil atrapada entre las paredes del silencio”, publicado en el medio digital paraguayo El Surti. El reportaje habla sobre cómo el criadazgo –como se le conoce en algunos países sudamericanos al acogimiento de niños y adolescentes de bajos recursos por familias a cambio de alimentos, hogar y educación– puede llegar a ser una forma de encubrir vejaciones, maltrato y explotación laboral doméstica.

Bazán dijo que uno de los retos en su reportaje fue explicar por qué el criadazgo es una actividad ilícita, pese a que suele ser considerado en Paraguay como una costumbre que tiene origen en la época de la Colonia española y que ha sido reforzada cultural y socialmente a lo largo de la historia del país.

“Resultó particularmente desafiante la propia descripción del fenómeno, que algunos pretenden atribuir a la cultura paraguaya, dejando de lado cuestiones como la pobreza, la historia, la falta de educación, las jerarquías de poder”, dijo Bazán a LJR.

Flores Astorga, periodista de medios tradicionales que ha escrito tres libros sobre el abuso y el tráfico infantil, dijo que estos delitos conllevan una carga de vergüenza que hace que la sociedad prefiera ignorarlos.

Los dos primeros libros de Flores Astorga, “Carriolas vacías: tráfico de niños en México” (2012) y “Niños a la carta” (2017), se derivan de investigaciones sobre tráfico infantil en el estado de Jalisco, considerado uno de los más conservadores del país. La periodista dijo que en sociedades conservadoras como ésa es más difícil que los medios de comunicación accedan a abordar a profundidad ese tipo de temas.

“Yo viví en Guadalajara y yo veo que sobre esos temas truculentos o escabrosos, la gente no quiere oír a hablar de eso”, dijo Flores Astorga a LJR. “Sin embargo, [el delito del tráfico infantil] es más común de lo que creemos. El elefante está en medio de la habitación y no lo queremos ver”.

Pese a esa invisibilización, las periodistas encontraron en sus investigaciones que el tráfico y explotación de personas ocurren a la vista de la sociedad. Esto es porque, según dijo Fitzgerald, las personas suelen tener una idea sobre el tráfico humano que no es necesariamente real.

“Cuando hablamos de trata, lo que nos imaginamos son un montón de mujeres encadenadas por allá, en una cueva. Y la trata es algo tan cotidiano que en realidad se nos atraviesa todos los días de frente y muchas veces no lo notamos. Muchas veces incluso las víctimas no saben que están siendo tratadas”, dijo la periodista.

Cover of the book "Niños a la Carta", by Mexican journalist María Antonieta Flores Astorga.

Dos de los libros de la periodista María Antonieta Flores Astorga se derivan de investigaciones sobre tráfico infantil en el estado de Jalisco, México. (Foto: Captura de pantalla)

Otros periodistas, agregó Fitzgerald, eligen no abordar el tema por el temor por su seguridad, ya que en la mayoría de los casos, detrás de los delitos de tráfico y explotación de personas existen poderosos grupos criminales.

“Hay muchos periodistas que no se acercan al tema por temores, lo cual es muy justificado”, dijo Fitzgerald. “Es algo que uno aprende a lidiar, pero por supuesto no es algo en lo que todo el mundo se quiera meter, ni se deba meter”.

Fitzgerald dijo que ella misma ha enfrentado amenazas a su seguridad al investigar las redes de trata en Colombia. Ante ello, en varias ocasiones ha tenido que poner pausa a sus investigaciones.

“Yo aprendí un poco a bajar el perfil a ratos, dejo descansar el tema un ratito, me enfoco en otro tipo de cosas y luego cuando veo que la marea baja un poquito, vuelvo y lo retomo”, dijo. “Puede que no sea la estrategia más eficiente, pero dadas las condiciones que tenemos acá, con autoridades corruptas, muchas veces siendo ellos los que participan en estas redes de trata, acudir a la policía no es una opción”.

Autoridades coludidas

En muchas ocasiones, las autoridades forman parte o están vinculadas a las redes de tráfico o explotación de personas, lo que también dificulta investigar esos delitos, coincidieron Fitzgerald y Flores Astorga.

“En países como Colombia y México hay mucha complicidad por parte de las autoridades, como Migración, el Ejército y la Policía, participando entre las personas que llevan a cabo el delito”, dijo Fitzgerald. “Son los líderes de los grupos que terminan captando a las mujeres o a las personas involucradas en trata”.

Flores Astorga dijo que sus dos primeros libros detallan cómo funcionarios de albergues infantiles o de institutos de protección a la familia supuestamente tienen una participación directa en la sustracción de menores y por ello las denuncias de las víctimas no llegan a buen término.

“Otro reto es la simulación y el cinismo de las mismas autoridades que están bien enteradas, pero se hacen las disimuladas porque están coludidas”, dijo la periodista mexicana. “Es triste ver que se hace un trabajo de denuncia de un tema muy importante y que no pasa nada”.

La colusión de autoridades complica el acceso a información oficial y a funcionarios en las investigaciones, agregó Flores Astorga, cuyo más reciente libro, “La bestia que devora a los niños”, publicado en 2023, aborda cómo empresarios, miembros de la Iglesia católica y autoridades son presuntos cómplices de todo tipo de delitos sexuales contra menores.

“No te dan las entrevistas, no te dan la información, te vuelves indeseable, entonces es más difícil acceder a datos oficiales”, dijo.

Fitzgerald dijo que el subregistro tan significativo que existe sobre ese delito en las instituciones gubernamentales fue el obstáculo más complejo que encontró a la hora de investigar la trata de personas.

“Pensarías que por ser un tema delicadísimo, [los gobiernos] van a tener registros seguramente muy juiciosos y la realidad es que no. La mayoría de los gobernantes, tanto a nivel local como a nivel más general, desconocen por completo cómo funcionan estas dinámicas, no saben lo que es la trata, no lo entienden”, dijo. “Eso lleva a que sea un delito altamente invisibilizado y desconocido, porque es muy difícil encontrar registros”.

Ante ese subregistro oficial, el trabajo de las organizaciones sociales juega un rol importante que los periodistas que investigan el tráfico de personas pueden aprovechar, dijo Fitzgerald.

“Las organizaciones están esforzándose por llevar algo de registro sobre el tema. Obviamente, sus cifras no están tan tecnificadas como podrían estar las de un ministerio o una autoridad local”, dijo. “Es con mucha, mucha entrega al tema que estas organizaciones mal que bien terminan llevando unos registros muy juiciosos que permiten que ya nosotras como periodistas podamos al menos intentar visibilizar un poco esta situación”.

Bazán también recurrió a organizaciones sociales para subsanar la falta de datos públicos sobre el criadazgo en Paraguay. Gracias al apoyo de Global Infancia y otras organizaciones de defensa de niños, niñas y adolescentes, pudo obtener los datos para probar, entre otros hallazgos, que el criadazgo funciona como una ventana a la trata y la explotación sexual en ese país.

“La falta de estadísticas oficiales actualizadas fue uno de los mayores obstáculos para entender la extensión de este problema”, dijo Bazán. “Creo que el mérito del artículo consta en haber compilado el trabajo que realizaron sobrevivientes, activistas, miembros de ONGs e investigadoras a lo largo de décadas”.

¿Cómo acercarse a las víctimas?

Aunque dar voz a las víctimas del tráfico y explotación de personas es importante en una investigación periodística, si el acercamiento no es el correcto puede existir revictimización, dijo Fitzgerald.

La periodista dijo que cuando se acerca a víctimas de tráfico humano para obtener sus testimonios, procura hacerlo de la mano de organizaciones de protección a víctimas para garantizar la seguridad de esas fuentes.

“A mí me puede hablar la víctima y decirme todo, pero si yo no tengo plenamente claro y en contexto lo que está pasando, puedo terminar causando que le pase algo incluso peor”, dijo Fitzgerald. “Hay que tomarlo con mucha prevención. Eso no suele ocurrir en los medios, que los periodistas se preocupen mucho por la seguridad de las víctimas. Eso termina causando que existan muchos ejercicios revictimizantes”.

Bazán agregó que también es importante que los periodistas se documenten lo suficiente antes de entrevistar a víctimas. Las organizaciones de defensa de víctimas son de gran ayuda para dar a los periodistas el suficiente contexto de la problemática.

“Es fundamental armarse de información. Es decir, realizar un trabajo previo de investigación. Estas [organizaciones de lucha contra la trata] brindan un marco teórico y sensible imprescindible para abordar este tema”, dijo Bazán. “Me parece que los periodistas deben acercarse a las y los sobrevivientes con información previa, humildad y disposición a escuchar”.

Bazán dijo que se debe tener en cuenta que no todas las personas que han atravesado situaciones de trata o explotación tienen una opinión uniforme respecto a sus experiencias, por lo que los periodistas deben tener cuidado de evitar generalizaciones.

“También creo que es imprescindible conversar desde la sensibilidad: entender hasta dónde las y los entrevistados quieren ahondar y estar alerta de sus límites”, dijo. “El sensacionalismo es enemigo de este tipo de coberturas”.

Flores Astorga dijo que ganarse la confianza de las víctimas o gente a su alrededor es fundamental para obtener testimonios. Para ello, cuando en sus investigaciones sobre tráfico infantil se acerca a madres de niños sustraídos, busca mostrar empatía y convencerlas de que su voz será de ayuda para visibilizar el delito y evitar que más familias resulten afectadas.

“Como periodistas, te tienen que tener confianza, porque si no, no te dicen nada. Siempre les hablo de que [su testimonio es] para que no les pase a otros y para que esto no quede en la oscuridad, para que esto sea del conocimiento de otras mamás”, dijo Flores Astorga.

Importancia del uso correcto del lenguaje

Un reportaje del periódico El País Colombia de abril de este año sobre la explotación sexual de niñas en Medellín generó reclamos en redes sociales por referirse al problema como “prostitución infantil”. El periodista Jules Ownby, autor del reportaje, aclaró tras la polémica en su cuenta de X que el encabezado había sido modificado para reflejar mejor el contenido. No obstante, para Fitzgerald el reportaje fue un claro ejemplo de cómo un trabajo periodístico puede ser altamente revictimizante al no usar los términos correctos para abordar el tema.

Colombian journalist María Fernanda Fitzgerald.

La periodista colombiana María Fernanda Fitzgerald ha realizado varios reportajes sobre tráfico y explotación de personas para medios como la revista feminista digital Volcánicas. (Foto: Cortesía María Fernanda Fitzgerald)

“[El reportaje] es violentísimo. Desconoce que están hablando de infancias, que las infancias no pueden prostituirse, y que hay un uso de términos que debe saberse”, dijo. “La palabra ‘prostitución’ implica un consentimiento de la niña o el niño que está siendo sometido a esto. Eso es una cosa que deberíamos eliminar y hablar directamente de explotación sexual de niños, niñas y adolescentes”.

Para evitar caer en revictimización, es importante que los periodistas sean capacitados en enfoque de género, dijo Fitzgerald. Esto también evitará realizar trabajos periodísticos que apelen al morbo o al sensacionalismo.

“No solo el periodista, sino las salas de redacción, y de hecho también las academias de periodismo a nivel universitario, deberían interesarse por enseñar las pautas para la cobertura, no solo de éste, sino de otros tipos de temas que involucran el género, la no revictimización, los derechos humanos básicos”, dijo.

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