El periodismo narrativo es una herramienta para contar cuentos que son verdad. Así lo define la periodista argentina Leila Guerriero en sus talleres de periodismo narrativo para la Fundación Gabo. Guerriero también dice que este tipo de periodismo sirve para contar la realidad con herramientas de la literatura, y que en este género, la forma del texto, el uso del lenguaje y el ritmo son elementos tan importantes como la historia que se va a contar.
LatAm Journalism Review (LJR) habló con tres periodistas especializados en el periodismo narrativo de largo aliento: Mónica Baró (Cuba), Diego Fernández Romeral (Argentina) y Beatriz Valdés (Colombia) sobre cuáles son sus mejores prácticas para producir reportajes o crónicas de periodismo narrativo de calidad.
Los tres han sido reconocidos con el Premio Gabo en la categoría de Texto por piezas de ese género: Baró en 2019 por “La sangre nunca fue amarilla”, Valdés en 2023 por “El grito por justicia y reparación de las mujeres afro violentadas sexualmente”, y Fernández Romeral este año por “La historia de los caballos”.
A continuación presentamos 15 recomendaciones de estos autores para escribir piezas de periodismo narrativo de largo aliento tan memorables como sus trabajos ganadores.
Desde la trinchera de los periodistas, lo único que puede mantener vivo al periodismo narrativo es desarrollar una mirada para detectar historias que puedan realmente conmover a las personas y que les permitan poner en duda sus opiniones y creencias, dijo Fernández Romeral.
“Aprender a detectar esas historias que tengan tanta complejidad en sí mismas que te dejen en lugares incómodos, que te produzcan emociones, va a permitir que sigan sucediendo cosas como esta [el éxito de ‘La noche de los caballos’]”, dijo. “Así es como creo que se sostiene el periodismo narrativo, encontrando las historias desde nuestro trabajo como periodistas”.
Una buena historia de periodismo narrativo no puede hacerse a la velocidad de otros géneros periodísticos, dijo Fernández Romeral, cuya crónica “La historia de los caballos” tomó cerca de un año en su realización. Mónica Baró dedicó tres años a investigar y escribir “La sangre nunca fue amarilla”.
“Hay historias que cuando detectas que te pueden llevar meses, debes elegir una y darle todo el tiempo que necesita. No la entregues hasta que no tengas lo que pensabas. Aunque sea con una, démonos el gusto de hacerla de esa manera”, dijo Fernández Romeral, citando al periodista argentino Javier Sinay, también ganador del Premio Gabo por “Rápido. Furioso. Muerto: una crónica bonaerense”.
Baró dijo que en América Latina muy pocos periodistas cuentan con las condiciones idóneas para producir un reportaje de largo aliento. Por tanto, se debe estar consciente que hacerlo siempre implica renunciar a varias cosas.
“No existen las circunstancias ideales, mucho menos si eres un periodista latinoamericano, mucho menos si eres un emigrado o un exiliado”, dijo. “Entonces se trata sencillamente de elegir, apostar por ti y apostar por una historia”.
Como en otros géneros, en el periodismo narrativo la voz del autor debe mantenerse lo más neutral e invisible posible, dijo Baró. Sin embargo, existen historias que permiten tener más presente la voz del autor. Aunque no existen fórmulas para saber de antemano qué tipo de lenguaje funciona mejor en cada historia, los periodistas deben hacerse la pregunta antes de comenzar a escribir.
“Yo evito de alguna forma generalizar la misma voz para todas las historias porque siento que todas las historias tienen su propia alma y exigen su propia narrativa. No solamente con el lenguaje, sino también con la estructura”, dijo Baró.
Pensar en la estructura narrativa que seguirá la historia antes de sentarse a escribirla es de mucha ayuda, no solo para evitar perder el hilo de la narración, sino también para asegurar que el relato tenga el sentido que quiere dársele, dijo Valdés.
“La estructura es clave para uno saber por dónde va, pero para mí también es clave para que se sienta que el relato efectivamente funciona y que no sea simplemente como una seguidilla de información en la que una cosa simplemente va detrás de la otra”.
Definir una estructura narrativa implica el ensamblaje de las historias que conformarán el reportaje, la configuración de los capítulos y el acomodo de las escenas, una vez revisada la reportería y el material con que se cuenta, dijo Valdés. En el caso de su reportaje ganador, la periodista armó una estructura narrativa alrededor de un personaje principal, cuya historia es el hilo conductor de la narración.
“Es como ir estructurando en qué momentos entra una información complementaria, en qué momento puede entrar algo que te dijo una fuente que se relaciona o difiere de lo que te dijo el personaje principal”, dijo. “Es saber dónde puede estar la consistencia del relato, o si son quizá una serie de relatos, cuál es el pegante que los une”.
El español permite una relación con el tiempo muy distinta a la de otras lenguas en lo que se refiere a narrativas, dijo Baró. Eso abre la posibilidad de jugar con la estructura de una crónica de largo aliento para no necesariamente presentarla de forma cronológica.
“En la racionalidad de América Latina y la caribeña el tiempo quizás sea un elemento mucho más difuso”, dijo Baró. “Estamos acostumbrados a acercarnos a las historias no necesariamente por la cronología, sino a veces por algo que nos conmocionó así de repente y por ahí empezamos. Yo trato de jugar un poco más con la estructura”.
Si bien el periodismo narrativo rompe con las estructuras rígidas de otros géneros para dar lugar a elementos estéticos y literarios, es importante que el autor no pierda el objetivo periodístico de su trabajo, considera Valdés.
Por ello, la narrativa debe obedecer a la información, y no al revés, de modo que el mensaje transmitido sea claro, agregó.
“Muchas veces uno se siente tentado a escribir de una manera literaria y poética, pero la idea no se entiende. Y si la idea no se entiende, no sirve”, dijo. “Es importante que lo que se va a comunicar sea claro. Para mí el periodismo sí o sí tiene que ser de servicio. Entonces si a ti no te sirve porque no lo entiendes, creo que no se está logrando el objetivo”.
El uso de los adjetivos en el periodismo narrativo debe ser muy cuidadoso, sobre todo cuando una historia aborda temas trágicos o crudos, coinciden Baró y Fernández Romeral. Para la periodista cubana, cuyos reportajes han abordado temas como muertes, crímenes y enfermedades, usar calificativos para describir los hechos puede llegar a rayar en lo morboso.
“Las historias, lo que va pasando con los personajes, los hechos en sí ya dan una imagen de la realidad”, dijo Baró. “Cuando la imagen está tan bien dada por los propios hechos y son imágenes además duras, a mí me parece que los adjetivos se vuelven demasiado burdos”.
Fernández Romeral dijo que aprendió del periodista Julio Villanueva Chang, fundador de la extinta revista peruana de periodismo narrativo Etiqueta Negra, que los datos duros deben ir vinculados a imágenes narrativas que ayuden a entenderlos en función de algo más.
En el caso de su reportaje, el cual aborda el tema del tráfico ilegal de carne de caballo, para que el lector tuviera una dimensión de la cantidad de dinero que mueve este negocio en el mundo cada año (500 millones de dólares), el periodista lo comparó con la herencia que la Reina Isabel II había dejado a su familia.
“Nunca hay que caer en el tedio del dato o la sobreestimulación de los datos”, dijo. “Tienes que dar una imagen para que el lector sienta algo, porque un número no transmite emociones. Los datos son necesarios porque es periodismo, pero necesitamos que esos datos transmitan emociones”.
Los periodistas que deseen escribir una pieza de periodismo narrativo deben tener grandes cantidades de paciencia y tiempo para ganarse la confianza de las fuentes, idealmente a lo largo de varios encuentros. Sobre todo con aquellas fuentes en condiciones vulnerables o que han vivido eventos trágicos, dijo Baró.
En ocasiones, dijo la periodista, las primeras entrevistas sirven más para ganarse la confianza de las personas que para obtener información para la historia.
“Para mí las cosas más relevantes no surgen en los primeros encuentros. Lo que más me interesa es cuando la gente está menos a la defensiva y confía más en ti”, dijo Baró. “Tienes que lograr que la gente te dé las palabras, las declaraciones, las emociones que tú vas a contar sin que la gente tenga conciencia, lo que resulta atractivo para un periodismo literario. Eso es un proceso que lleva trabajo y otra serie de estrategias”.
Baró y Valdés coinciden en que las entrevistas para reportajes de largo aliento deben ser mucho más extensas que las que se requieren para otros géneros. Además, es importante que se ubique a los entrevistados dentro de un ambiente controlado, donde se sientan tranquilos y con tiempo disponible.
“Estas entrevistas requieren tiempo, requieren observación, requieren prestar atención”, dijo Valdés. “En mi caso [para el reportaje ganador del Premio Gabo], las entrevistas fueron muy largas, fueron horas de entrevista”.
Baró dijo que en historias sobre temas sensibles es particularmente importante que el periodista se asegure que cuenta con tiempo suficiente para dedicar a las entrevistas, de modo que los entrevistados sientan empatía.
“Si vas a llegar a preguntarle a una persona que ha sido víctima de alguna agresión, o que ha perdido a un familiar, y llegas a preguntarle sobre ese dolor, sobre algo tan íntimo, irte a los 10 minutos es un poco irrespetuoso”, dijo Baró. “La prisa puede ser entendida como que no te importa”.
No hay pago que alcance para retribuir el tiempo y esfuerzo que se le pone a la producción de un reportaje de periodismo narrativo de larga extensión, dijo Fernández Romeral. Por eso, dijo, lo ideal es hacer este tipo de historias cuando se tiene la parte económica resuelta.
“Si hubiese hecho ‘La noche de los caballos’ por el dinero, la hubiese tenido que terminar en un mes, que es lo que hubiese alcanzado para vivir con el pago de la crónica”, dijo. “Debes tomar esa decisión de decir ‘aunque sea una historia, la voy a hacer solamente por la historia’. Cuando encuentras LA historia, sabes que te vas a entregar a ella, que le vas a dedicar todo lo que necesita y que no lo vas a hacer por el pago, porque el pago nunca va a alcanzar”.
Para escribir buen periodismo narrativo es fundamental leer muchas piezas del género de distintos autores, coinciden los periodistas.
Pero Baró va incluso más allá. La periodista cubana dijo que antes de comenzar un reportaje intenta diseccionar los textos de otros colegas para tratar de dilucidar cómo se hicieron.
“Antes de hacer alguna historia, yo busco cómo se ha contado un problema similar a ese y trato de ir más allá de la lectura y tratar de deconstruir la reportería que hay detrás”, dijo.
La autoedición permite hacer un ejercicio introspectivo antes de que el texto llegue a las manos de un editor, dijo Valdés. También ayuda al periodista a identificar la falta de datos necesarios, o bien si hay información que está de más. Igualmente, con un proceso de autoedición se puede saber si la narración fluye correctamente o se deben hacer ajustes, dijo Valdés.
“De repente piensas que escribiste algo hermoso pero luego ves que, o no se entiende o en verdad es información que no es necesaria, o que, por el contrario, puede confundir”, dijo. “El ojo autocrítico creo que es como el primer gran filtro para uno poder entender que su narración está logrando el objetivo. Y, por otro lado, para que luego el proceso de edición externo no sea tan doloroso”.
Para lograr una autoedición efectiva es recomendable “dejar reposar el texto” por algunos días y luego volver a él con los ojos más frescos, dijo la periodista.
El periodismo narrativo no está exento de la necesidad de comprobar la precisión de la información. Para ello, las entrevistas de seguimiento son importantes, dijo Valdés.
“A veces una está escribiendo y se da cuenta que le falta un dato y ese dato no se puede obviar. La posibilidad de volver a la fuente, a los protagonistas, para hacer más preguntas es fundamental”, dijo.
La periodista agregó que es importante asegurar la disponibilidad de las fuentes para contactarlas en caso de necesitar verificar fechas, edades, lugares, u otros datos que de no tenerlos dejarían cabos sueltos en la narración.
“Al momento de las entrevistas uno no sabe qué tan importante van a ser esos datos en el relato, entonces también creo que tener la posibilidad de volver a las fuentes para hacer la verificación es un punto fundamental”, dijo.
Cuando se dedica tanto tiempo a un reportaje de periodismo narrativo se debe evitar pensar en cuestiones como qué tan bien la recibirán los lectores, cuántos clics generará o si ganará algún premio, porque eso distrae al periodista del objetivo de contar una buena historia, de acuerdo con Fernández Romeral.
“Tienes que trabajar por la historia. Es cierto eso de que si uno trabaja por la historia, después todo lo que ocurre viene solo”, dijo.