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Alfredo Sepúlveda relata la historia del periodismo en Chile como una constante tensión entre periodistas, medios y poder político

Desde la llegada de la primera imprenta a Chile en 1811 hasta las precarias condiciones laborales y la digitalización de los medios de comunicación actuales, la historia del periodismo en Chile está marcada por la tensión entre medios, periodistas y el poder político.

Esta es la tesis del periodista y académico Alfredo Sepúlveda Cerceda, que acaba de publicar el monumental libro “Historia del Periodismo en Chile. De La Aurora a las Redes Sociales”, con la editorial Sudamericana.

En más de 500 páginas, el autor pretende llenar un vacío en la historiografía chilena: la última historia del periodismo chileno se publicó en 1958, abarcando desde La Aurora, el primer diario del país, hasta 1956.

A photo of Alfredo Sepúlveda, a distinguished Chilean journalist and author of the book “Historia del Periodismo en Chile. De La Aurora a las Redes Sociales.”

El periodista chileno Alfredo Sepúlveda, autor de “Historia del periodismo en Chile: de La Aurora a las redes sociales”. (Foto: Cortesía)

En su libro, Sepúlveda da cuenta de los principales cambios, tendencias y acontecimientos del periodismo en Chile, desde sus orígenes como arma de propaganda hasta su profesionalización, pasando por el periodo de polarización durante el gobierno de Salvador Allende (1970-1973) y la colaboración de los grandes diarios con la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

Esta no es la primera incursión de Sepúlveda, que lleva más de 10 años enseñando historia del periodismo en la Universidad Diego Portales de Santiago, en temas históricos. Sus libros anteriores incluyen una biografía del líder revolucionario chileno Bernardo O'Higgins, una historia del país y los primeros 100 días del gobierno de la Unidad Popular.

LJR conversó con el autor sobre la historia del periodismo en Chile, incluyendo algunos de sus momentos más controvertidos, y también sobre el estado actual de la profesión en el país. Según él, “en el corazón de la práctica del periodismo, siempre habrá política. Eso nunca cambiará”.

La entrevista ha sido editada para mayor claridad y extensión.

 

LJR: ¿Por qué escribir una historia del periodismo en Chile?

Alfredo Sepúlveda: Bueno, yo venía dando la asignatura en distintas escuelas de periodismo desde hace unos 10 años. La base del libro son los apuntes de clase, pero tuve que investigar por lo menos cuatro años lo que me faltaba. El último libro que sobre este tema en Chile es de 1958. O sea, en una historia de 200 años, faltaba narrar 50, y ese libro tampoco tenía ni la radio ni la televisión. Además, hubo un montón de periódicos en la prensa sensacionalista, que era muy fuerte en Chile en ese periodo. Creo que el libro nace de una inquietud académica. Tengo una trayectoria como escritor de libros de difusión histórica chilena, tengo otros libros también, una biografía de Bernardo O'Higgins, que fue uno de los padres fundadores de la época de la Independencia. También tengo un libro de Historia de Chile general, y el libro más reciente es sobre la Unidad Popular en el período de Salvador Allende.

 

LR: Mirando la historia del periodismo, ¿qué es posible decir sobre el periodismo de manera general?

AS: Es difícil encontrar una sola caracterización para el periodismo chileno en 200 años. Tiene, por lo menos, tres o cuatro etapas en las que la definición misma, la definición ontológica de la disciplina, cambia. En Chile, como en muchas partes, el periodismo comienza como un vehículo de propaganda política. Es el Estado revolucionario de la independencia el que se hace de una imprenta, y con esa imprenta empiezan a hacer propaganda para la causa de la independencia. Después, hay un periodo en que se consolidan los grandes diarios nacionales, y esos diarios en el siglo XIX tienen más bien un propósito de ayudar al Estado chileno a construir el progreso, como llamaban ellos, que es la visión industrial comercial de la primera revolución industrial, y tratar de llevar al país hacia modelos del norte de Europa y de Estados Unidos. Después, tienes un periodo muy importante de periodismo de partidos políticos en Chile. Los partidos políticos del comienzo del siglo XX hasta 1973 son dueños de periódicos y de radios, y tratan de ejercer su influencia. Sin embargo, lo hacen entendiendo que también tienen que ser medios de comunicación profesionales, no pueden volver a la época propagandística de antes. Y después tenemos las definiciones modernas de periodismo como Cuarto Poder del Estado, fiscalizador del poder, que ya es más reciente. Creo que eso surge a partir de la creación de las escuelas universitarias de periodismo, que en Chile empiezan a aparecer en los años 50. Entonces, es difícil decir que el periodismo tiene una sola característica. Sin embargo, en el libro traté de hacer una definición, que creo que vale para todo el mundo y fue como un marco teórico, simplemente para que yo pudiera trabajar. Lo definí como un triángulo, cuyos vértices son los periodistas, el poder político y los medios de comunicación. El libro narra las relaciones entre los tres, que son siempre de tensión.

The cover of the book “Historia del Periodismo en Chile. De La Aurora a las Redes Sociales” by Alfredo Sepúlveda. The upper part of the cover is red with the author's name in white. It also includes the text "1812-1822." The design clearly pretends to be a newspaper cover

Portada de “Historia del periodismo en Chile. De La Aurora a las redes sociales” de Alfredo Sepúlveda.

LJR: ¿Cómo se desarrolló esta teoría del triángulo?

AS: Surgió de que no puedo dar cuenta de todos y cada uno de los medios de comunicación que han existido en 200 años de historia. Era una manera de acotar. Lo que me interesó contar fue, en primer lugar, la relación de los medios y de los periodistas con el poder político. Podría haberme metido en el deporte, en la cultura, en la sociedad, pero elegí definir esto desde el punto de vista de las relaciones de los medios de comunicación y los periodistas con el poder político y viceversa. Creo que eso sí es una constante en la historia del periodismo de nuestro país y de América Latina. Podemos decir que el periodismo se pone fuerte a partir de los procesos de independencia. Esa es una apuesta política. Luego tienes políticos que son periodistas que fundan sus medios de comunicación para llevar adelante sus propias ideas en oposición a las ideas de los otros. Después tienes la profesionalización del periodismo, que supuestamente arregla las cosas, pero la política sigue metiéndose. A mí me parece que en el corazón de la práctica del periodismo siempre va a estar la política. Eso nunca lo vamos a dejar.

 

LJR: ¿Cómo evolucionó históricamente ese triángulo en los años de la Unidad Popular y del gobierno de Salvador Allende?

AS: Los años de la Unidad Popular, del 70 al 73, son una situación muy especial, también como lo fue después la dictadura, en que básicamente todo se destruye. Hasta la Unidad Popular, había una idea de periodismo profesional que había estado vigente con cierta fuerza desde los años 40. Para eso se crean las escuelas de periodismo, el Colegio de Periodistas, el Premio Nacional de Periodismo, y se hacen unos congresos internacionales de periodistas. Esta idea profesional está ligada con la idea de la objetividad, la idea de que el periodismo es una disciplina que sirve para dar cuenta de la realidad en forma objetiva. Pero esta idea siempre tuvo mucha crítica, por supuesto, porque se argumentaba que eran los dueños de medios de comunicación quienes fijaban las pautas de los medios de comunicación y, por lo tanto, los periodistas no eran realmente libres. Esto siempre estuvo en tensión en el periodismo chileno. Y las escuelas de periodismo primero empiezan a enseñar la primera idea, y después se incorpora la segunda y también hay una tensión. 

Cuando llega la Unidad Popular, con la polarización política de la sociedad chilena, el periodismo también se polariza. La cuestión empieza a ser menos sobre dar cuenta de una realidad, y más sobre destituir o apoyar al gobierno de Salvador Allende. Los periodistas se dividen, y ellos mismos se ponen nombres. Están los periodistas comprometidos, que son los comprometidos con el proyecto de Salvador Allende, y los independientes, que son los que se oponen al proyecto de Salvador Allende. La prensa, a través de sus productos editoriales y de sus portadas, contribuye a la polarización política, sin duda. Sin embargo, en el libro descubrí, con una historiografía sólida, que igual en esa época no se pierde del todo el profesionalismo. Es decir, las rutinas y hábitos periodísticos permanecen. Hay periodismo deportivo, hay periodismo de espectáculo, hay periodismo policial, hay periodismo de servicios. Si abres un diario de esa época, vas a ver que las páginas editoriales y las portadas están en llamas, pero en las otras páginas, hay business as usual.

 

LJR: Durante la dictadura, en términos de la colaboración de los medios y de periodistas con el régimen, ¿cómo se caracterizaba eso en general? 

AS: Durante la dictadura, los medios de izquierda, los que eran favorables a Salvador Allende, desaparecen literalmente. Son aniquilados, se destruye su propiedad y en muchos casos los periodistas son asesinados por agentes del Estado. Por lo tanto, no hay una prensa de izquierda fuerte que le haga oposición a la dictadura militar. Los medios que quedan son básicamente los medios que estaban en contra de Allende, y esos medios evidentemente son partidarios de la dictadura. Ahora, como en todas las cosas, hay matices. Las cosas no son en blanco y negro. Cuando uno dice que los medios apoyaban a la dictadura, bueno, sí, estaban de acuerdo primero con la idea de que había que destituir a Allende, y después estuvieron de acuerdo con la idea del proyecto político que representaban los militares. Sin embargo, si hubieran querido oponerse, tampoco podrían haberlo hecho, porque habrían compartido el destino de la prensa de izquierda. No es que quisieran oponerse, tal vez no lo querían, pero no tenían la oportunidad de hacerlo, porque la dictadura era brutal. Entonces, la única manera en que el periodismo podía funcionar en Chile durante la dictadura era al menos no criticando a la junta militar.

 

LJR: ¿Y qué voces críticas había en aquella época?

AS: La dictadura duró 17 años, mucho tiempo. Siempre hubo voces críticas a la dictadura en el periodismo chileno, en pequeñas publicaciones primero, y en algunas radios que eran propiedad del Partido Demócrata Cristiano. Se creó hacia el final de la dictadura, en los años 80, una prensa de oposición muy sólida, con un muy buen periodismo, incluso con periodismo de investigación, que vivió sobre todo en radios y en revistas. No tenían un alcance masivo como la televisión o los periódicos, no llegaban a millones de personas, pero sí tenían influencia.

 

LJR: ¿Qué tipo de influencia y de presión sufrieron esos medios de comunicación pequeños?

AS: Esos medios de comunicación pequeños tenían influencia en la política porque los militares los leían, y los periodistas también los leían. Ahora, la pasaron muy mal, tuvieron periodistas muertos y sufrieron censura. Hubo episodios de censura muy ridículos. En algún momento, la dictadura prohibió publicar imágenes, texto sí, pero imágenes no, por lo tanto, estas revistas tenían que dejar las fotografías en blanco o hacer dibujos pequeños, porque no podían publicar imágenes. Es absurdo, pero eso ocurrió.

 

LJR: ¿Crees que había voces críticas también en los periódicos que apoyaban al régimen, como El Mercurio y La Segunda? ¿Había espacio para profesionales que hicieran algún trabajo con independencia?

AS: No, pero hubo voces críticas. Cuento en el libro un caso muy temprano de El Mercurio, que tiene unas características particulares. El Mercurio estaba muy orgulloso de la lucha que había dado contra Salvador Allende, consideraban que habían derrotado al marxismo, se veían como colaboradores de una gesta heroica. El dueño de El Mercurio, Agustín Edwards, en el tiempo de la Unidad Popular, vivía en Estados Unidos, se había autoexiliado. El diario quedó en realidad administrado por periodistas antiguos, duros, periodistas-periodistas. En 1974, estamos muy cerca de una condena a Chile en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, y El Mercurio publicó completa la resolución, porque la encontró de valor periodístico. El Mercurio también se opuso, en principio, al rumbo económico que iba tomando la dictadura y lo escribieron en una editorial. Esa editorial le costó el cargo al director, se tuvo que ir.  Sin embargo, cuando la violación a los derechos humanos llegaba a la justicia, al menos era un hecho noticioso que habían llegado a la justicia. Los casos emblemáticos de violación a los derechos humanos, como una matanza terrible en un lugar llamado Lonquén, cuyos cuerpos fueron encontrados dos años después, se informaron. Entonces, es más complejo. Yo te diría que sí hubo un apoyo de estos grandes periódicos, El Mercurio y La Tercera, que estaban de acuerdo al final con el proyecto político de la dictadura, pero no hubo un silencio completo sobre los crímenes de la dictadura. Algo se sabía, algo se publicaba.

 

LJR: ¿Ha habido alguna autocrítica en estos periódicos en algún momento al fin del régimen?

AS: Cuando El Mercurio cumplió 100 años de vida, Agustín Edwards, su dueño, dio la única entrevista que ha dado respecto al diario. La periodista Raquel Correa, que fue después Premio Nacional de Periodismo, le preguntó lo mismo que tú: si tenía alguna autocrítica. Él dijo que era imposible conocer las cosas que ocurrían durante la dictadura y que por eso el diario no las publicaba. Uno puede creerlo o no, pero lo interesante es que no hay una defensa de lo que se hizo en el periodo de la dictadura. El Mercurio también participó, con conocimiento o sin conocimiento, en acciones totalmente reñidas con la ética periodística, montajes de noticias falsas que les entregaban los organismos de seguridad y las publicaban. Pudo haber sido que los colegas sabían o no sabían, pero el hecho es que El Mercurio cayó en la trampa de los servicios de seguridad y publicó varios casos de noticias falsas. A mí me llamaba la atención que no hubiera una defensa total de lo que se hizo en la dictadura, es interesante.

 

LJR: Vamos a hablar un poco sobre su propia investigación. ¿Cómo ha sido ese proceso?

AS: Yo tengo cierto entrenamiento en investigación histórica. El proceso mismo de escribir duró unos cuatro años. Ya tenía cierta base de haber hecho la asignatura en diversas universidades. La búsqueda de material historiográfico fue larga. Hay muchísimo material historiográfico de prensa chilena escrita por investigadores chilenos, muy antiguo. Creo que tengo más de 500 referencias. Había una tradición de investigación muy antigua y muy larga, pero estaba desconectada entre sí. Mi tarea era ponerla toda junta en un orden más o menos cronológico. No tuve un problema de falta de información. Lo que sí creo que falta son archivos personales, como cartas de los dueños de periódicos, para documentar con mayor concreción los vínculos entre políticos y dueños de medios. Hay una tradición muy grande de investigación, pero faltan esos archivos.

 

LJR: El libro de Raúl Silva Castro, el libro anterior más reciente sobre la historia del periodismo en Chile, es de 1958. ¿Por qué se ha prestado tan poca atención al tema desde entonces?

AS: No sé. Probablemente Silva Castro se hacía la misma pregunta. Creo que su libro es la primera historia del periodismo que se hizo. Hay algunas cosas pequeñas que se escribieron en los 1900. Creo que se debe a que el periodismo es la máquina de registro histórico más grande que existe. Imagínate, hoy en día cada minuto tenemos un registro de algo. Es casi inabarcable la cantidad de información que genera el periodismo, y sin embargo, habla muy poco de sí mismo. No muestra nunca su sala de máquinas, no muestra las políticas internas, no muestra demasiado cómo se trabaja, y eso hace que haya relativamente poca luz sobre lo que hacemos, sobre cómo lo hacemos, sobre las decisiones que tomamos. Es difícil encontrar ese tipo de material.

 

LJR: ¿La historia del periodismo en otros lugares es similar?

AS: Tengo la tesis de que el periodismo en Latinoamérica es relativamente parecido. Las prácticas y rutinas son parecidas en todas partes. No hay una manera de hacer periodismo que sea distintiva de Argentina, Brasil o Chile. Las prácticas de rutinas son más o menos comunes, aunque hay particularidades locales. En el caso de Chile, por ejemplo, la prensa sensacionalista era de izquierda y tenía relaciones con los partidos políticos de izquierda. En Centroamérica, la prensa es más de derecha y tiene una tradición de derecha. Creo que eso puede ser interesante para construir historias del periodismo en cada país.

 

LJR: ¿Cómo los cambios tecnológicos influyen en el periodismo?

AS: Creo que sólo el cambio tecnológico hace cambiar al periodismo. El periodismo nunca cambia por sí solo, cambia porque tiene que hacerlo. En el siglo XIX, el cambio tecnológico dentro de la industria de las imprentas generó más cantidad de periódicos en la calle, y por lo tanto, los periódicos tuvieron más influencia en la opinión pública. Luego, la tecnología del espectro electromagnético, la televisión y la radio, generaron un vínculo entre el periodismo y el mundo de la entretención. El periodismo en radio necesitó una gramática nueva, una manera nueva de describir las noticias y entregarlas. Lo mismo ocurrió con la televisión y ahora con la digitalidad, que está cambiando la forma en que el periodismo se hace.

 

LJR: ¿Cómo es actualmente la dinámica entre los tres polos de su libro: periodistas, medios y poder político?

AS: Todas las partes se han precarizado. Los medios han sido precarizados por lo digital. En los últimos cinco o seis años, 2000 periodistas han dejado de pertenecer a medios de comunicación en Chile. Hay menos salas de redacción, menos periodistas, y todos trabajan desde sus casas. Las redacciones están desapareciendo. Los índices de inversión publicitaria han caído, y eso implica que los periodistas están más precarizados. Hay menos periodistas viejos, lo cual es importante porque mantienen la tradición cultural y la pueden traspasar en una sala de redacción. El poder político también está precarizado por las amenazas que tiene la democracia, como el populismo y la polarización. No es un tiempo fácil para los tres vértices del triángulo.

 

LJR: ¿Qué caracteriza al periodismo en Chile en sus mejores momentos?

AS: Hay experiencias muy buenas. La experiencia de la dictadura, en términos periodísticos, tiene ejemplos brillantes de periodismo de investigación sobre el dictador, como el trabajo de Mónica González y Patricia Verdugo. En términos más institucionales, los años 60 fueron muy interesantes porque todas las posiciones políticas del país tenían su medio de comunicación, con grados de credibilidad y prácticas profesionales. Era un periodismo que hacía periodismo, no solo propaganda.

 

LJR: ¿Y qué caracteriza a los peores momentos del periodismo en Chile?

AS: Hay algunas características del periodismo que fueron muy complejas. Hasta los años 50, era una profesión muy masculina, muy ligada a la vida nocturna, al alcohol, a las trasnochadas, a la prostitución y a las drogas. Era una profesión difícil para una mujer. Las barreras de entrada para las mujeres empezaron a caer recién con la aparición de las escuelas universitarias. Antes había mujeres en el periodismo, pero eran absolutamente la excepción, porque era un mundo muy difícil para una mujer en el contexto cultural de las mujeres chilenas del siglo XIX y la primera mitad del XX. Era una barrera muy, muy compleja.

Como momentos, yo creo que la polarización de la Unidad Popular es, sin duda, destacable. Había habido polarización antes, como en la década de 1830, el periodo inmediatamente posterior a la independencia. Se puede decir que eran diarios polarizados, pero no tenían la exigencia de ser profesionales. En los 70, sí había un deber ser periodístico, una deontología periodística que estaba ahí, y los medios sabían en ese momento que el periodismo que practicaban no estaba de acuerdo con la deontología periodística vigente.

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