El siguiente texto es el testimonio de Marcela Turati, de la Red de Periodistas de a Pie, una de las organizadores de la inédita manifestación en México en protesta por la violencia contra periodistas en ese país.
El relato está organizado en tres partes:
* La marcha en Ciudad de México
* Las protestas en otras ciudades
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Queremos compartirles la importancia que tuvo para nosotros el sábado 7 de agosto, ese día histórico en México, porque los periodistas salimos a las calles a manifestarnos en el [Distrito Federal] y en diez ciudades del país para exigir que cesen los ataques al gremio y la impunidad, todos bajo el mismo grito: “Ni uno más”.
LA MARCHA EN CIUDAD DE MÉXICO
La movilización defeña comenzó pasado el mediodía en la glorieta del Ángel de la Independencia con el pase de lista de los 64 periodistas muertos y 12 desaparecidos en una década, y la petición de hacer silencio a su nombre.
“Es una marcha donde los periodistas mexicanos hemos renunciado a la palabra porque la palabra está en riesgo”, explicó al inicio la periodista Elia Baltazar, quien fue nombrada vocera por el comité organizador conformado por periodistas treintañeros que desde las 10 de la mañana, en un café cercano, preparaban las cartulinas con las que caminaríamos.
Del Ángel arrancó el contingente, entre el que destacaba un hombre con unas cadenas alrededor de los labios y varios comunicadores amordazados que cargaban cartulinas con frases como "porque no queremos ser la nota", "por tu derecho a saber y mi derecho a informar", "me da rabia el silencio", "no queremos elegir entre la nota o la vida" o "nunca más un periodista en zona de guerra sin seguro social y seguro de vida".
Aunque la marcha iba a ser en silencio los periodistas demostramos que no sabemos quedarnos callados y pronto la caminata se convirtió en un festejo donde nos reconocimos todos como pares, como tripulantes del mismo barco; todos con la misma indignación por lo que estamos viviendo y la difícil situación que viven muchos como nosotros.
Ahí estábamos caminando juntos por Paseo de la Reforma los que nos oponemos a que la única opción para salir a trabajar sea usando chalecos blindados. Los que no queremos más redacciones secuestradas y obligadas a aplicarse la silenciadora mordaza. Los que no queremos que ninguno de los nuestros quede en medio de esta guerra y sea obligado a hacer propaganda de alguno de los bandos. Los que nos oponemos a que se extiendan las zonas de silencio que hay en varias regiones del país, donde se vive bajo la ley del silencio o el plomo. Quienes no queremos volver a saber de compañeros que piden asilo político ni encontrar sordera e impunidad cuando denunciamos las agresiones en su contra. Ni trabajar en las ‘zonas de guerra’ sin las condiciones laborales básicas para hacer un trabajo profesional. Ni vivir bajo el imperio del miedo, venga éste de donde venga. Ni decidir todos los días entre “la nota o la vida”.
Los asistentes comentaban asombrados que la marcha era inédita porque venció la histórica desunión del gremio, convocó a todas las generaciones de periodistas. Trabajadores de todos los eslabones de la prensa estaban presentes (desde las “vacas sagradas” y los que salen en televisión hasta la tropa) y hubo gente de todas las empresas (La Jornada, Proceso, Milenio, Reforma, Canal 11, El Universal, Televisa, La Prensa, TV Azteca, Emeequis, Excélsior, Contralínea, Canal 11, Notimex, televisoras por cable, radios comunitarias y muchos más).
Echamos de menos, eso sí, a los dueños de los medios de comunicación.
Un hecho importante es que asistieron muchos reporteros del periódico Reforma que —por primera vez— tuvieron autorización de sus jefes para salir a manifestarse a las calles a condición de no dar declaraciones y hacerlo a título personal (ese medio se ha caracterizado por desautorizar las manifestaciones aunque sean a título personal y su postura desde su fundación era inamovible).Y ahí estaban los de Reforma, indignados como todos.
El padrino de la marcha, si se le puede llamar así, fue el periodista Miguel Ángel Granados Chapa, quien fue el primero que creyó en el movimiento. A pesar de que su salud desde hace tiempo es muy frágil, acompañó al contingente al principio y al final, dijo en las entrevistas que este podría ser el inicio de una toma de conciencia colectiva y lamentó que nos convocara la emergencia.
El maestro propuso cambiar el rumbo y pasar por la Procuraduría General de la República, para echarle en cara su inutilidad a la hora de investigar los crímenes contra los compañeros, pero la ruta establecida no pudo ser cambiada.
Caminando junto a los reporteros, camarógrafos y fotógrafos estuvieron Ricardo Rocha, Ricardo Alemán, Humberto Musacchio, Rossana Fuentes-Beráin, Gabriela Warketin, Katia D’Artigues, Sara Lovera, Pepe Reveles, Pepe Cárdenas, Alberto Bello, Martha Anaya, Froylán López Narváez, por mencionar algunos de los famosos, además de representantes de todas las organizaciones: la Red de Periodistas de a Pie, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), el Centro de Periodismo y Ética Pública (CEPET), Reporteros sin Fronteras, la Fundación Manuel Buendía, Prensa y Democracia, Artículo 19, Fundalex, el Sindicato de Trabajadores de La Jornada, la Comisión de Derechos Humanos de Ciudad de México y la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC), entre otras.
Visto a la distancia, la unión se logró gracias a que la convocatoria no llevaba membretes de organización alguna y surgió del grupo de reporteros de los de la red de a pie que se hizo llamar #Losqueremosvivos, y que ganó la confianza por lanzar una iniciativa anónima, alejada de los protagonismos, surgida de la urgencia del secuestro de los cuatro colegas en Durango, a quienes sus captores querían obligar a transmitir unos narcovideos.
La idea de la movilización surgió de una conversación que inició un par de periodistas en Facebook a raíz de la toma de rehenes de los cuatro periodistas que cubrían la protesta del penal de Durango. La conversación catártica pronto incluyó a más integrantes que pasaron a la propuesta de organizar una marcha, y a la iniciativa se fueron sumando otros reporteros que se pusieron de acuerdo por correo electrónico.
La movilización fue exitosa por lo mismo: gracias a que se apoyó en las redes sociales —principalmente Twitter y Facebook— porque todos de antemano sabíamos que muchos otros como nosotros también iban a asistir y todos los días confirmábamos nuestra asistencia en público.
Las periodistas Elia Baltazar y Daniela Pastrana recorrieron días antes decenas de foros de radio y televisión para explicar las razones de la marcha y discutir las condiciones de trabajo del gremio y los riesgos que enfrentamos. Ellas fueron muy generosas y valientes porque prestaron su voz y dieron la cara por todos aquellos que no podían darla porque las empresas los “boletinan” o los meten a la “lista negra” de periodistas problemáticos.
A la marcha se sumaron reporteros llegados de varios estados, corresponsales extranjeros, familias de periodistas, muchos ciudadanos anónimos —desde campesinos de Xochimilco, estudiantes contrarios a la estrategia de seguridad hasta profesionistas preocupados por el silenciamiento de la prensa—, algunos funcionarios y jefes de prensa de dependencias gubernamentales, además de integrantes de organizaciones sociales de derechos humanos que sintieron la necesidad de arropar al contingente y que querían corresponder a la cobertura que siempre se ha dado a sus actividades.
Como dijo Lucha Castro, la abogada defensora de las mujeres desaparecidas y muertas en Ciudad Juárez: “No podíamos no estar, si con ustedes hemos llorado, si ustedes nos han acompañado, si gracias a ustedes visibilizamos los asesinatos y masacres contra las mujeres”.
O como expresaron los integrantes de la organización Familia Pasta de Conchos (surgida a raíz del accidente en el que murieron 67 mineros): “Nadie tiene que morir haciendo su trabajo, ni los mineros ni los periodistas que hacen un trabajo tan peligroso como el de los mineros y que igual que los mineros lo hacen sin seguro social, sin prestaciones, poniendo la vida”.
Los activistas de organizaciones de derechos humanos que desde el principio apoyaron la convocatoria y se convirtieron en aliados se reían todo el tiempo de nuestra inexperiencia para cargar mantas, para organizar al contingente, para tomar las calles, y decían burlones: “Ahora si van a saber lo que se siente salir a marchar”.
Lo más curioso de ese día fue aquello de entrevistarnos entre colegas, de que muchos íbamos a marchar y a cubrir la marcha al mismo tiempo (como bien dijo un corresponsal parafraseando el refrán popular de “no se puede estar en la procesión y tocar las campanas”: nosotros sí estábamos en la procesión y repicando).
Hubo varios que tuvieron que pedirle a otros que les detuvieran por un momento la cartulina que cargaban para poder tomar una foto para su reportaje, o momentos en las que dos colegas iban caminando a la vez de que se iban entrevistando.
El periodista Pablo César Carrillo, quien marchó ese mismo día en el estado de Guanajuato, con 21 colegas, describió bien en su columna: “El mismo reportero que fue a gritar, fue a cubrir. El mismo fotógrafo que tomó la foto, quería salir en ella. Yo no sabía si gritar o apuntar, si argumentar o grabar, si tomar la foto o estar adentro de la foto. La protesta fue un éxito. En [la capital] eran más de 700 [...]. En León fuimos 22 periodistas. Fue una manifestación sencilla, afuera de la [Procuraduría General de la República]”.
ARMADOS DE LIBRETA Y PLUMA
Algunos reporteros —lo mismo de deportes, temas indígenas o policiacos— contaron en el camino a otros periodistas las amenazas que han sufrido, ya sea de los narcos, políticos locales, caciques, policías, empresarios o paramilitares, y el miedo que alojan en el cuerpo.
Hubo sólo una mancha en el recorrido: en la glorieta a Colón aguardaba una manta que atacaba a los periodistas Ciro Gómez Leyva, Pedro Ferriz, Carlos Marín y Pablo Hiriart, a los que tachaba de “peligrosos seudoperiodistas”. Sin embargo, de manera espontánea la fotógrafa Grace Navarro y la periodista Ana Ávila, apoyadas por Rossana Fuentes, desactivaron la provocación e hicieron malabares para retirar la manta.
Durante el trayecto comenzaron a llegar mensajes de los colegas de Chiapas, de Oaxaca, de Juárez, de Tijuana, de Hermosillo, de Torreón, que preguntaban cómo iba todo por acá o que informaban cómo les estaba yendo en sus estados. Algunos de ellos, días antes, habían mandado correos para contar su adhesión a la iniciativa, para compartir las amenazas de muerte que han recibido, para denunciar el silenciamiento en el que viven.
Después mandaron fotos de sus manifestaciones desde las 'zonas de guerra', las silenciadas.
—¡Qué huevos de éstos de salir a marchar! —comentó una reportera de radio defeña cuando supo que en el norte también habían salido a las calles.
El momento más emocionante, en el que se hicieron nudo las gargantas, fue cuando el contingente llegó a la Secretaría de Gobernación (Ministerio del Interior), donde se colocó una manta con los nombres de los caídos, se dispusieron en el piso las fotos de los periodistas que nos hacen falta, a los que extrañamos, y se colocaron manchadas de rojo con nuestros instrumentos de trabajo —máquinas de escribir, cámaras, libretas— y una cruz.
Ahí estaban las fotos de las locutoras indígenas Teresa Martínez y Felícitas Bautista, de Armando “El Choco” Rodríguez, de Alfredo Jiménez Mota, de María Esther Aguilar Casimbe, de Eliseo Barrón y de medio centenar más, presentes desde la ausencia.
En ese lugar se pasó lista a nombre de los ausentes y los periodistas comenzamos a corear, con una indignación profunda surgida desde lo más hondo de la impotencia: “Ni uno más, ni uno más, ni uno más...”. Y a ese grito le siguió el silencio.
No había que decir más.
Ésa fue la manera que encontramos para honrar a nuestros compañeros mucho, muchísimo tiempo después de que comenzaron los asesinatos y las desapariciones en los estados. Ésa fue nuestra manera de decir que sí nos importan y que no queremos que esto siga ocurriendo. Que si callan a uno nos callan a todos.
La policía calculó que la asistencia fue de 1.200 personas; nosotros sentíamos que éramos muchos más, que éramos un chingo, que éramos uno solo y que estábamos todos los que teníamos que estar.
Cuando la manifestación acabó, y comenzamos a abrazarnos, a despedirnos, a decirnos que qué chingón, que habíamos hecho historia, que por fin rompimos la desconfianza, desde una esquina se abría paso una canción cuya letra decía:
Cuando muere un periodista es una luz que se apaga
Que vivan los periodistas, su trabajo es muy valioso,
Los tenemos que cuidar, que por abrirnos los ojos, los tenemos que cuidar...
Era la voz del inconfundible Andrés Contreras, el llamado “Juglar de los Caminos”, el hombre que con un diablito de mercado transporta por toda la república una grabadora y una caja con los discos compactos con sus composiciones, con las que acompaña desde hace una década toda marcha que se precie de serla.
Aunque “el juglar” ha acompañado miles de manifestaciones y sufrido la suerte de los manifestantes —porque ha sido encarcelado 50 veces, ha olfateado los gases lacrimógenos y recibido golpizas policiacas—, esta marcha le parecía distinta.
“No había visto que el periodismo en exclusivo se manifestara”, dijo sorprendido, mientras la grabadora continuaba con la letra:
Únicamente anda armado, con su pluma y su libreta,
el periodista no carga pistola ni metralleta,
en un mundo demente desafía la adversidad,
con su pluma y su libreta, armado va de verdad…
De ahí muchos nos fuimos a la Cantina Trasatlántica y a los bares cercanos para beber, comer unos tacos, intercambiar impresiones e improvisar respuestas para la pregunta que todos rumiábamos en la cabeza: “¿Y qué sigue? ¿Qué más? ‘Ahora ¿pa’dónde?”.
Ahí los veteranos que en la década de los ochenta salieron a las calles para exigir el esclarecimiento del asesinato del columnista Manuel Buendía, hace 25 años, recordaban aquellos tiempos de cerrazón y decían que esta manifestación era distinta, además de que superó a la anterior en número y convocó gente de las más distintas ideologías bajo el mismo grito.
También estábamos la nueva generación, la que Gómez Leyva definió en una columna como la generación de los periodistas de la guerra, los “corresponsales en tierra propia”.
DESDE LOS ESTADOS
Nos fuimos enterando por mensajes de celular que al mismo tiempo en Oaxaca capital 100 reporteros protestaron con pancartas enfrente de la Catedral Metropolitana, en las que se leía “alto a la violencia en contra de periodistas”, “ni una agresión más contra los periodistas” y “en Oaxaca los periodistas nos queremos vivos”. (En ese estado dos comunicadoras indígenas fueron asesinadas en 2008, recientemente una corresponsal fue baleada en la capital mientras cubría una marcha, otro corresponsal fue secuestrado y obligado a exiliarse, y un camarógrafo extranjero murió asesinado.)
En Monterrey los colegas caminaron del Palacio de Gobierno al monumento a la Libertad de Expresión, cerca de la Macroplaza. En Hidalgo, medio centenar de comunicadores y directores de medios caminaron por las calles de Pachuca. En Chiapas una treintena de periodistas se manifestaron al pie del Monumento de la Libertad, en la capital. En León acudieron 22. En Morelia (Michoacán), caminaron de la Plaza Melchor Ocampo al Centro Histórico. En Ciudad Juárez, donde la nueva amenaza es recibir granadazos o ser alcanzado por artefactos explosivos, 100 colegas marcharon a la Procuraduría General de la República.
En Tijuana, 50 editores, fotógrafos, camarógrafos y reporteros de la crónica roja de esa ciudad y de San Diego, California, se concentraron en el faro de Playas de Tijuana —elegido porque para algunos es donde inicia la patria y para otros el último rincón de Latinoamérica— y colocaron sus plumas, cámaras y libretas en el piso; se cubrieron el rostro con la imagen del periodista censurado del logotipo de la convocatoria de la campaña “Los queremos vivos” y guardaron un minuto de silencio.
“Sin importar el miedo de ser vistos por los delincuentes, por primera vez todos los reporteros de la nota roja en Tijuana se reunieron y se unieron a la manifestación que se celebró en varias ciudades del país. El riesgo de ser ubicados por el crimen organizado era latente. Sin embargo, los periodistas manifestaron estar hartos de los crímenes en contra de los comunicadores y es por eso que se unieron al repudio general. El trabajar en esta fuente le ha cambiado la vida todos los periodistas del norte, en su forma de ser, a donde salen, es un sacrificio que aceptaron, pero lo que ya no están dispuestos a soportar es un asesinato más”, escribió un periodista local sobre la manifestación, quien, como muchos ha recibido amenazas de muerte por su trabajo que no puede compartir con su familia.
En Hermosillo, 200 colegas suscribieron un manifiesto en el que expresaron lo siguiente: “Hace cinco años, los periodistas de Sonora suscribimos un manifiesto a propósito de la desaparición de Alfredo Jiménez y del asesinato de Miriam Denise, en el que se leía ‘hemos venido a preguntarle a todos si la vida de un periodistas es el precio que hay que pagar por escribir el relato de estos días’ [...] A cinco años estamos de vuelta para preguntar por nuestros muertos, por nuestros desaparecidos, por nuestras garantías. Hoy llegamos aquí una vez más unidos por lo que nos hermana, la exigencia de justicia y de respeto. Los periodistas no somos candidatos a prisioneros de guerra. No nos seduce la idea de pasar a la historia como víctimas colaterales [...] Somos periodistas y hemos de contar los que sucede. Somos, si se quiere, una plaga molesta. Una nube diversa de gustos y voluntades. De aficiones, simpatías y desapegos, iguales y diferentes pero juntos en la tarea que hemos elegido”.
Los periodistas también se manifestaron en Chihuahua, Sinaloa, Xalapa, Acayucan y Torreón. Otros, como los colegas de Tamaulipas, no pudieron darse el lujo ni de intentarlo.
VOCES SIN MEMBRETES
En el Distrito Federal, al final de la marcha, de camino a la cantina, al automóvil o al metro se escucharon comentarios que ayudan a entender lo que para todos significó esa manifestación espontánea, urgente, inédita, cargada de dolor, de rabia y de esperanza.
En la calle se abrieron paso voces (sin membretes, como indicaba la convocatoria) como las que siguen:
* “Cuando arrancó la marcha me puse a llorar. Tengo 17 años de ser tropa como todos, es emocionante hacer algo conjunto, hacer algo porque siempre los reporteros de los estados han sido ninguneados, han trabajado desprotegidos, ninguno usa un escudo, por eso es bueno que se visibilice, que se hable de ellos” (Cecilia González, corresponsal).
* “En esta marcha silenciosa que se convirtió en fiesta, un 35 por ciento de los participantes eran reporteros. Había también funcionarios, jefes de prensa, gente solidaria y uno que otro ultra. Hubo folclor. Antes se hacían reuniones en el monumento a Zarco, e iban pocos, no llegaban a 50; ésta fue plural, vino gente de todos los medios, ahora no sólo se aparecieron los medios que tienen sindicato como siempre lo habíamos visto, ahora vimos gente de Excélsior, de La Prensa, de Milenio, de El Universal, del Sol de México, de Reforma, de todos lados” (Humberto Ríos Navarrete, cronista).
* “Para ser una primera marcha de periodistas convocada por periodistas fue un éxito. Algo bastante significativo que después de tanto tiempo y tantos asesinatos los reporteros, fotógrafos, camarógrafos hayan decidido salir a la calle. El caso de los 4 reporteros secuestrados fue la gota que derramó el vaso porque ya había muchos antes. Esto fue algo inédito, que haya acudido tanto reportero significa que cada vez son más sensibles a la situación. Estas marchas tendrían que ocurrir siempre que se mata o desaparece a un periodista, porque siempre las organizaciones internacionales se preguntan qué pasa en México que los periodistas no reaccionan” (Balbina Flores, Reporteros Sin Fronteras).
* “Mi mamá es periodista. ¡Cuídenla!” (letrero que cargaba Artemisa, “la celulita” en su carreola).
* “Quería chillar cuando se pusieron a gritar ‘ni uno más, ni uno más’, todos los gueyes de todos los lados. Yo no pienso como muchos de estos c******s que vinieron, pero el pedo es que estamos en el mismo barco, si le parten la madre a uno nos la parten a todos. Tenemos que defender el periodismo aunque algunos hagan un periodismo de m****a, aunque no concuerde con la forma en que algunos lo hacen, pero hay que defender la libertad de expresión y desearle larga vida al periodismo mexicano.
Lo que más valor es que logramos romper la inercia de desconfianza dentro del gremio, porque hubo gente de Proceso, Reforma, La Jornada, Televisa, el Once, que creyeron que era un asunto nuestro, que compete a los periodistas” (Luis Guillermo Hernández, reportero de televisión, quien tuvo la idea de convocar a una marcha).
* “Me parece interesante porque es la única vez que recuerdo que los periodistas se unan por una causa común, propia, y las figuras que vinieron se pusieron a la altura. Hubiera sido padre que vinieran más” (Rocío Bolaños, televisión).
* “A todos nos toca la violencia, en plazas como Tamaulipas o Monterrey, donde a la gente le gusta mucho el béisbol, sabemos de compañeros a los que los obligan a publicar notas de hijos de narcos que quieren que se destaquen en los diarios, privilegiando información sin valor para servir a intereses de unos pocos” (Ricardo Thomas, reportero de deportes).
* “Si bien la situación en el norte es lamentable, es importante voltear a ver al sur del país donde los que están atentando contra la libertad de expresión aparentemente son del crimen organizado, pero sobre todo lo vemos con los poderes fácticos, los líderes de movimientos, los caciques, los paramilitares” (Patricia Briceño, corresponsal llegada desde Oaxaca).
* “¿Y los dueños, dónde están? Si se han unido para sacar iniciativas unidas como teletones y otras cosas, ¿por qué no pueden unirse para sacar iniciativas que protejan a sus trabajadores, de lo que ellos viven, de lo que les deja ganancias? Aunque los que estamos aquí somos de distintos medios, somos competencia y tenemos diferencias, estamos por un objetivo, decir: ‘Ya estuvo, queremos seguir contando historias, pero no vamos a poder si siguen levantando o asesinando periodistas, queremos ir a hacer historias y regresar con vida, pero nos comenzamos a censurar porque tenemos miedo’” (Alejandro Almazán, cronista)
* “El narco se te atraviesa en cualquier tema, hasta cuando haces reportajes sobre los pueblos indígenas. Cuando estábamos en una comunidad de Sonora entrevistando llegó una camioneta, se bajaron dos tipos con dos ametralladoras y se colocaron detrás de mí, dijeron ‘buenas tardes’. Vi cómo mi entrevistado bajó la cabeza y los ocho de mi equipo, y no sabes si callar o seguir preguntando, intentas actuar normal, pero no sabes si vas a salir vivo; ese acoso es terrible. El miedo es terrible, como si te incrustaran sereno, rocío en la piel, se te eriza” (Mardonio Carballo, periodista de radio, televisión y prensa escrita).
* “Llegamos tarde, pero no podemos lamentarnos, tenemos mucho por hacer" (Ricardo Rocha, conductor).
* “Es muy simbólico que esté presente gente del corporativo Reforma, como ex trabajadora de Reforma sé lo que significa. Aquí hay periodistas de todos los medios, las generaciones y todos los niveles porque nos unió algo: el derecho a informar y a estar informados. Hay una conciencia de que hay un mínimo común básico compartido por todos, desde los mismos empresarios hasta los trabajadores de la calle: tenemos derechos a informar y a recibir información” (Ivonne Melgar, columnista y reportera multimedia).
* “Es una marcha muy valiente, muy plural donde por hoy nos quitamos el bozal. Era intergeneracional, multimedia y después de todo lo que escribimos no había que decir nada, sólo guardar silencio. Mostramos un filón de que nos da vergüenza este país, y nos autocensuramos muchas veces, otras veces no tenemos espacios dónde publicar. Éste no será el principio de nada como gremio, más que decir basta” (Sara Lovera, fundadora de una agencia de noticias y periodista independiente).
* “Me han amenazado varias veces. La última vez fue en el Estado de México, cuando regresaba de hacer un reportaje de La Familia, dos camionetas me detuvieron en el carro, en la autopista México-Puebla, se bajaron cinco cuates, me pusieron una pistola en la cabeza y me dijeron: ‘Le bajas de huevos o te partimos la madre’. Ésa fue la peor. Otra fue en Nuevo Laredo, fueron Los Zetas. Te preguntan adónde vas, a qué fin y te dicen ‘aquí no se habla de esto’, y si se habla hasta ahí llegaste. Así como han matado a esos periodistas, nos puede pasar a nosotros, más cuando tienes amenazas de muerte. Por eso teníamos que venir, más ahora que nadie nos respeta, en lar marchas te andan madreando, buscando cualquier pretexto para insultarte, para golpearte, y tenemos que poner un alto a la impunidad” (Raúl Flores, reportero de televisión).
* “En mi periódico publicamos la convocatoria a la marcha y el gobierno nos castigó retirándonos publicidad” (anónima, directiva de un diario del interior del país).
* “Espero que haya un principio de unificación, aunque sea mínimo, para tratar de protegernos de este desmadre de la guerra del narco que se va a seguir radicalizando sin regreso” (Jorge Medellín, reportero y bloguero).
* “Lo importante en ésta fue una suma, no hubo membretes, esto lo distingue de las otras, y también que las nuevas tecnologías están refrendando la participación social” (Omar Raúl Martínez, presidente de la Fundación Manuel Buendía).
* “[Para protegernos] lo primero que tratamos de hacer nosotros siempre [en el periódico Noroeste, de Sinaloa] es de dejar claro es que todo se podía publicar, la duda no era qué sino cómo. Lo otro es que se viera como una acción del medio de comunicación y no como un asunto personal del reportero, por eso rotábamos a los reporteros por distintas fuentes para que no lo tomaran como personal de parte de alguno, y eso tenía sus pros y sus contras. También en algunas notas que no firmaban los reporteros veíamos que no eran tan rigurosos como las que sí llevaban su firma. Dejábamos claro que quien se metía con uno se metía con todos […] Un día le amenazaron a un reportero, Ismael Bojórquez (que luego fundó el valiente semanario Río12). Después de meditarlo lo envió un mes a hacer un trabajo periodístico trascendente en otra zona del país, para que regresara con una medalla. Y lo logró. Entrevistó al Subcomandante Marcos, en Chiapas, y el periódico desplegó su entrevista. El mensaje fue claro: ‘No anda escondiéndose, anda trabajando y su trabajo es muy valioso para nosotros’. Lo que cuento no pretende ser una receta, cada medio tienen que aplicar sus medidas de seguridad según sus circunstancias” (Manuel Clouthier, político y ex director de Noroeste, de Sinaloa).
* “Me preguntaba si esta marcha hará historia. En realidad es una muestra de enojo, desesperación, ira porque se nos acumuló y de todos modos no encontramos respuesta institucional. Me parece triste que tengamos que ir a la calle a exigir los derechos, cuando lo que tendríamos que estar haciendo es escribiendo para informar.
Lo que tendrá que seguir es que en delante aprovechemos la atmósfera de solidaridad para empezar a construir mecanismos propios para nuestra defensa y ser interlocutores con quienes no nos hacen caso, los gobernantes, los legisladores y los patrones” (Rogelio Hernández, veterano desde 1974 de las agrupaciones en defensa de los derechos de los periodistas)
* “No sé si el éxito de la convocatoria se debe, además de la indignación general (por lo muertos y por las condiciones laborales en general, por los despidos y reducciones de prestaciones), a la convocatoria anónima, sin protagonismos, y a que, a diferencia de los dueños y directivos que se la han pasado peleándose y que tiene intereses comerciales definidos, los periodistas sí nos hemos estado organizando desde hace varios años, hemos organizando y tomando cursos de capacitación, hemos buscado salidas a nuestro trabajo en libros y discusiones de café... Es decir, aquí hubo un trabajo previo de muchas redes de periodistas que se activaron para la difusión y organización. Fue fundamental en el resultado final” (Daniela Pastrana, corresponsal).
* “Ya salimos, dimos la cara, nos prometimos juntos, mejores, más profesionales. Ahora habrá que cumplirlo. Recién recuperado nuestro derecho a hablar, a manifestarnos y protestar, también necesitamos recuperar nuestra capacidad para proponer, para imaginarnos mejores prácticas, para hacernos de nuevas herramientas, de estrategias más efectivas que nos permitan llevar adelante nuestra labor, sortear la violencia y combatir el silencio, la impunidad, la corrupción. No hay que esperar que nos digan qué hacer. En solitario, en pequeños grupos, en organizaciones o redes, y hasta entre amigos, hemos compartido ideas, discutido posibilidades, soñado soluciones. Hace falta trasladarlas al papel. Reflexionarlas. Compilarlas. Trabajarlas. Compartirlas. Discutirlas. Y, por último, empujarlas allí donde debamos. Juntos [...] Ahora hace falta construir los espacios de reunión, encontrar nuestros ámbitos naturales para actuar, para participar y construir. Comencemos entonces por pensar, por imaginar juntos el periodismo que queremos y las condiciones que merecemos. Hay que empezar, entonces, por proponer para actuar. Porque de aquí en adelante, no podemos volver a ser los mismos” (Elia Baltazar, periodista, bloguera y editora).
La esperanza se sigue reflejando en las redes sociales, en los mensajes que seguimos recibiendo en nuestros correos electrónicos, en las columnas que siguen publicando los diarios sobre el papel de la prensa en estos momentos.
Y desde el sábado en eso estamos todos pensando: ¿Y ahora qué sigue?
Por Marcela Turati
Nota del editor: Esta historia fue publicada originalmente en el blog Periodismo en las Américas del Centro Knight, el predecesor de LatAm Journalism Review.