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Editor de la revista brasileña Época defiende cobertura nacional de la investigación por corrupción en caso ‘Lava Jato’

Desde cuando se desencadenó en marzo de 2014, la Operación Lavado de Autos (Operação Lava Jato) y sus secuelas han dominado la agenda política en Brasil. Considerada por la Policía Federal como la mayor investigación de corrupción jamás realizada en el país, su cobertura ha significado un desafío incluso para los periodistas más experimentados como el jefe de redacción de la revista ÉpocaDiego Escosteguy.

A pesar de haber trabajo en algunos de los principales medios de comunicación de Brasil, como Estadão de São Paulo y Veja, y de su experiencia cubriendo casos de corrupción a nivel federal así como temas complejos como el terremoto de Haití o la guerra en Libia, Escosteguy no es inmune a la perplejidad causada por esta operación, sus dimensiones e implicaciones.

“A medida que el caso fue evolucionando, el desafío fue aumentando debido a que fue exigiendo una memoria cada vez mayor de parte de los periodistas así como una atención prolongada, en medio de otras coberturas y de una crisis en el periodismo con redacciones más magras”, explicó en una conversación con el Centro Knight para el Periodismo en las Américas.

A pesar de las críticas que la prensa ha recibido y la creciente polarización del debate político, él cree que el tono de la cobertura ha sido honesto y que los reporteros han hecho un esfuerzo consciente para llevar a la audiencia toda la información que sea de su interés.

En esta entrevista, evalúa la cobertura periodística de la Operación Lava Jato y cuenta cómo ha liderado la redacción de Época para reportar sobre el caso con serenidad buscando “iluminar al lector sin convertirse en un mecanógrafo del poder”.

Centro Knight: Usted es uno de los periodistas que ha estado en primera línea durante la cobertura de la Operación Lava Jato. ¿Hay algo especial acerca de la cobertura de este caso?

Diego Escosteguy: Para aquellos que ya habían estado siguiendo las revelaciones de corrupción a nivel federal, como mi equipo, dos cosas ayudaron a entender lo que podría ser esta Operación y cómo cubrirla no sólo dando vistazos, sino también ofreciendo un contexto para los lectores. La primera fue el conocimiento de los antecedentes, incluso en ausencia de la prueba en un primer momento de que había una trama de corrupción que involucraba a Petrobras [una sociedad de economía mixta petrolera multinacional en Brasil], un esquema que no había nacido en el actual gobierno [del Partido de los Trabajadores (PT por sus siglas en portugués)], pero que se había vuelto más sofisticado. La segunda fue darse cuenta, también por el trabajo periodístico de los últimos años, que había una nueva generación de fiscales, jefes de policía y jueces con una mentalidad diferente, que había aprendido de los errores de las operaciones anteriores en la obtención de pruebas sólidas en crímenes de cuello blanco, organizaciones criminales y corrupción, y que se ha beneficiado de la madurez del aparato institucional. Para aquellos que estaban al tanto, estas cosas permitieron vislumbrar el potencial de la Operación Lava Jato.

CK: ¿Pero su cobertura requiere un trabajo diferente por parte del reportero?

DE: Lo que diferencia la cobertura de la Operación Lava Jato para los periodistas es el desafío por su complejidad y tamaño. Y este reto es triple. El primero es reportar la evidencia obtenida en la operación, obtener noticias exclusivas y realizar investigaciones propias. El segundo es cubrir de una manera crítica y atenta para garantizar que, a pesar de la gravedad de los hechos y la prominencia de los cargos, los principios constitucionales no sean vulnerados, y estar atentos a las críticas de los abogados relacionados con abusos. Esto requiere un conocimiento jurídico, técnico y una atención crítica todo el tiempo. Y el tercero es la capacidad de analizar todos los hechos, las investigaciones y sus repercusiones políticas y económicas, posibles errores y contextualizar al lector.

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CK: Mucha gente cuestionó el papel de la prensa en la difusión de las grabaciones realizadas por el juez Sergio Moro cuyo objetivo era el expresidente [Luiz Inacio] Lula [da Silva]. ¿Cómo evalúa la cobertura en este caso?

DE: Hago mi evaluación basado en la evidencia caso, con conocimiento directo de las pruebas y respetando a los que piensan diferente. La divulgación de las grabaciones telefónicas atendió, según el juez Sergio Moro, al interés público y al principio de publicidad. En su opinión y en la del Ministerio Público, se estaba organizando un complot para bloquear la ley y que necesitaba ser conocido antes de que fuera consumado. En una democracia madura, se espera que la prensa, al ponderar los diferentes principios constitucionales, siempre tenga una afinidad especial con el principio de publicidad, que es nuestra razón de ser [...] Sin embargo, es importante aclarar los matices del caso. Esto no significa que la Suprema Corte no pueda cuestionar o encontrar como errónea la actitud del juez Sergio Moro de revelar las conversaciones telefónicas. No es papel del periodismo de juzgar, la justicia decidirá si las grabaciones se pueden utilizar como prueba. Como periodista, no hay que perder de vista que el contenido de las grabaciones es de interés público y que esto sobrepasa la conveniencia o no para cualquier persona de su divulgación.

CK: También hubo críticas al papel de la prensa en la cobertura de las manifestaciones. Una de las imágenes que circularon cuestionando esta cobertura mostraba dos portadas del diario O Globo sobre las manifestaciones a favor y en contra del gobierno. ¿Cree que existe un sesgo ideológico en los medios al momento de retratar las manifestaciones?

DE: Los profesionales de los medios han hecho un esfuerzo consciente para cubrir las protestas de la mejor manera posible, tanto las a favor como la en contra del gobierno. Esto a pesar de las dificultades de esa cobertura porque muchos manifestantes detestan a la prensa y hay hostilidad hacia el trabajo de los periodistas. Ahora, me parece que cualquier crítica a la forma en que la prensa presenta las manifestaciones es válida porque es un momento de gran tensión y polarización. También hay un problema de base científica porque tenemos investigaciones realizadas solo en São Paulo, desafortunadamente no hay encuestas nacionales que nos permita tener una mejor base para afirmar sobre el perfil de los manifestantes y qué es lo que quieren, entonces los periodistas se enfrentan a la dificultad de falta de datos para cubrir las manifestaciones. Esta cobertura de protestas callejeras son un desafío para la prensa mundial, con movimientos como la Primavera Árabe u Occupy Wall Street. La prensa intenta buscar la uniformidad y utilizar un poco el sentido común, y, a veces cae en la simplificación lo que lleva a errores. Por eso es importante contar con mecanismos de autocorreción, estar atentos y tratar de comprender si la caracterización fue correcta, equilibrada y justa.

CK: Usted mismo fue amenazado en Twitter por sus comentarios sobre una decisión judicial. ¿Cómo reacciona en medio de estos ataques?

DE: He referido las amenazas a las autoridades, no es la primera vez soy objeto de éstas. Es un ambiente de polarización, las personas muchas veces se informan superficialmente en las redes, prestando atención a los rumores y versiones, y sufriendo un poco por la falta de un filtro cualificado, que en otro tiempo era la prensa. En mi caso, trato de mantener la calma, y ​​mi trabajo está sujeto a críticas como cualquier otro trabajo público. Pero hay dos cosas graves. Las amenazas físicas son intolerables pues no sólo me afectan a mí en concreto, sino a toda la prensa, ya que es una forma de intimidación al trabajo periodístico. Y otra es la distorsión de lo dicho o de lo que la prensa hace. Es una lástima ver alterado el significado de lo que usted ha escrito con un propósito político. Pero por otro lado usted debe tener claro que las personas tienen derecho a criticar, a expresarse y que vivimos un momento de transición, eso espero, hacia una convivencia ciudadana en las redes más consciente y civilizada respecto a las opiniones divergentes. Espero que no nos embarcamos en un entorno como el estadounidense, que está muy intoxicado por esta dinámica que hemos visto.

CK: ¿Qué lecciones cree que la prensa brasileña ha tomado de la cobertura de esta operación y de la crisis política?

DE: Aunque todavía hay más crisis por delante y tenemos más lecciones por aprender, lo que hemos aprendido es que es necesario contar cada vez más y más con profesionales que entiendan la ley brasileña, entiendan qué es un Estado Democrático de Derecho, cómo cuestiones políticas y procesos judiciales pueden afectar al país y que presten atención a la complejidad de los temas del mundo contemporáneo. Los periodistas, tenemos que actualizarnos constantemente en herramientas de cálculo conceptuales con las fuentes y el uso de datos con el fin de entender los matices de las principales cuestiones en debate como la Operación Lava Jato y la crisis política. Necesitamos transmitir, en un mundo fragmentado, un relato fiel a lo que está sucediendo y explicando el contexto para la audiencia. Hoy en día disponemos de instrumentos científicos en varias áreas que nos permiten ir más a fondo, explicar más al lector y todavía estamos aprendiendo estas herramientas, el método científico del periodismo basado en los datos, el uso de las ciencias sociales y jurídicas. Necesitamos un pensamiento crítico cada vez más afinado para hacer frente a los acontecimientos contemporáneos y ser útil para el público que desea comprenderlos. El periodismo no puede ser el primer borrador de la historia, es algo más modesto, pero para seguir siendo relevante necesitamos luchar mucho y especializarnos en herramientas adecuadas para ser interlocutores privilegiados, sobre todo entre el poder público y los ciudadanos. Tenemos que prepararnos aún más para manejar casos complejos.

 

[Lea la entrevista completa en portugués aquí]

Nota del editor: Esta historia fue publicada originalmente en el blog Periodismo en las Américas del Centro Knight, el predecesor de LatAm Journalism Review.

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