A Alejandro Astesiano lo detuvo la Policía de Uruguay a fines de septiembre de 2022. El entonces Jefe de Seguridad del actual presidente Luis Lacalle Pou, falsificaba documentación para obtener pasaportes a ciudadanos rusos que no tenían vínculo con Uruguay. A partir de ese momento, y durante meses, fue portada de los diarios y principal noticia de los portales web. Incluso llegó a la prensa internacional como la BBC News o CNN. A medida que se fueron filtrando a la prensa sus chats de Whatsapp, se hicieron públicos sus antecedentes penales, otros delitos que estaba cometiendo, y su amplia red de contactos e influencias. Una búsqueda en internet permite ver que la cantidad de información que generó la prensa uruguaya en torno al caso Astesiano es abrumadora. Aquí algunas pistas para entender los dilemas de esta cobertura amplia y compleja.
En un conversatorio que se desarrolló en la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República en Montevideo el pasado 28 de marzo se expusieron los criterios y dilemas periodísticos en el caso Astesiano. Allí estuvieron presentes cuatro editores de algunos de los principales medios de prensa escrita del país: Guillermo Draper del Semanario Búsqueda, Lucas Silva de La Diaria, Martín Natalevich de El Observador y Rosario Touriño del Semanario Brecha. Los editores hablaron sobre el mapeo de chats de Whatsapp de Astesiano, y el ataque que recibió la prensa por parte del gobierno uruguayo los últimos meses.
“Los primeros chats de Astesiano los conocemos cuando la fiscal a cargo hace la primera conferencia de prensa [sobre el caso]”, dijo Silva. Él contó que el primer medio en hacer pública esa información fue el diario uruguayo El País, por lo que desde La Diaria tuvieron que “mapear quién tenía acceso al resto de la información y trabajar para conseguirla. Más que recibir la información, la fuimos a buscar”. Para el 16 de noviembre de 2022, ya tenían acceso a la carpeta investigativa con 1.300 diálogos por Whatsapp de Astesiano con ministros, dirigentes políticos, diplomáticos, jefes de Policía y empresarios.
En El Observador accedieron a 843 archivos de texto con conversaciones de Astesiano por Whatsapp el 1 de diciembre de 2022. Más tarde accedieron a una segunda tanda. Natalevich contó que, ni bien recibieron la información, armaron un grupo de trabajo de seis periodistas y tres editores para procesar los datos. “Queríamos leerlo rápido y leerlo todo”. Por eso se dividieron los chats y armaron un Excel con los contactos, nombres, números de teléfono, qué relevancia tenía el chat, y observaciones para trabajar el material en grupo. “Esto fue bastante efectivo para trabajar, así teníamos la imagen del bosque completo”, dijo el editor.
Como La Diaria corría con ventaja en la publicación sobre el caso, Natalevich explicó que en su medio se preocuparon por “hacer una cobertura que los diferenciara del resto de los medios”. Y agregó: “Elegimos contar quién era Astesiano, con quiénes se movía, cómo actuaba, y por qué era un personaje relevante”. Así fue como publicaron este artículo de la periodista Carolina Delisa que demuestra el vínculo que tenía Astesiano con la familia del presidente y el poder que ostentaba a través de sus mensajes de Whatsapp. Los artículos que surgieron del procesamiento de datos de esa primera tanda de chats los fueron publicando entre el 8 y el 14 de diciembre.
En Búsqueda también accedieron al material más tarde que La Diaria, lo que para Draper significó una “frustración personal”. Para ellos, acceder a estos chats “era muy importante”. Si bien él reconoció que como periodista “siempre se quiere tener la primicia, cuando se reparte la información la labor es más rica”.
Por otra parte, Touriño explicó que en Brecha no contaron la cantidad de archivos que recibieron, simplemente se encontraron “con una carpeta enorme”. Frente al desafío de procesar todos esos datos, se juntó con otro periodista con el que estuvo varios días hasta las 3 de la mañana revisando los chats de Whatsapp. Luego se sumaron al equipo otros colegas.
“Ya viendo lo que había publicado La Diaria, decidimos primero trabajar el perfil de los militares que se vinculaban con Astesiano, algo que no habían hecho otros medios”. Los militares a los que se refiere la editora dirigen Vertical Skies, una empresa que le pidió a Astesiano las fichas personales de dos políticos de la oposición. “Verificamos cuál era la sociedad anónima de Vertical Skies. Vimos las otras licitaciones de esta sociedad, vimos que tenían conexión con otros actores políticos, y vimos que el grupo de influencia de Astesiano era muy vasto”, detalló.
Astesiano era el Jefe de Seguridad del presidente e integraba una organización que delinquía para facilitar documentación falsa a personas extranjeras. A través de la investigación de la Fiscalía, se supo que algunas de las reuniones de esta organización se hacían en el piso cuarto de la Torre Ejecutiva, allí donde trabaja el presidente. Además de este delito, a Astesiano se le condenó a cuatro años y medio de prisión por tráfico de influencias, revelación de secreto y conjunción de interés personal y público.
Para los editores es importante que esto no se olvide. Porque al comienzo, una de las estrategias del gobierno para bajar el perfil público del caso fue declarar que Astesiano era un simple “custodia” (o guardaespaldas) del presidente, mientras que este aseguraba que la reputación de Astesiano era “intachable”.
Luego, el gobierno empezó a atacar a los medios. En más de una oportunidad, el presidente Lacalle Pou dijo que algunos “medios de prensa claramente tienen una vinculación política”. En otra ocasión, uno de sus ministros declaró que se está filtrando información del caso Astesiano “en cuentagotas” y con “inteligencia” para beneficiar a la oposición. Otro ministro cuestionó la actitud de la prensa de decidir “cuándo sale uno y cuándo sale otro chat y mensajes”. La Asociación de la Prensa Uruguaya (APU) expresó su preocupación por las declaraciones del presidente debido a que estigmatizan a los medios de comunicación.
Frente a estas acusaciones, Silva dijo que en La Diaria fueron trabajando y publicando el material a partir de la disponibilidad que tenían. “Estamos muy precarizados y en el multiempleo, íbamos haciendo lo que podíamos”. Para Natalevich, la razón de ir publicando de a poco y en diferentes días es de “economía editorial”: “Si publicás todas las notas juntas, se pierden entre ellas”. En su caso, Draper hizo hincapié en la importancia de “trabajar y procesar la información, e irla publicando cuando el tema está en caliente” en la agenda pública. Lo mismo consideró Touriño, ella medía el “interés público” para saber cuándo y qué publicar.
Los editores coinciden en que publicar las conversaciones que mantenía Astesiano a través de Whatsapp “en bruto”, sin procesar la información, nunca fue una opción. “Hubo material que quedó fuera porque no tenía sentido hacerlo público, había material privado. Hubiera sido suicida publicar todo en bruto”, dijo Silva. Para él, lo que sucede con el gobierno actual “es una disputa del control del relato. Esto de que todos los días la prensa sacó una noticia nueva, esto funciona así en el resto del mundo. Es el equilibrio de poder. Podemos decir que goteo de información eran las conferencias de prensa diarias [que daba el presidente durante la pandemia por COVID-19]”.
Mientras la prensa iba procesando los chats de Astesiano a los que habían accedido, hicieron pública una conversación que tuvo con el subdirector ejecutivo de la Policía. Allí Astesiano le solicitó datos específicos sobre un vuelo personal de la expareja del presidente, Lorena Ponce de León. La separación entre el presidente y la exprimera dama se confirmó en mayo de 2022 y, según los medios, este hecho ocurrió en julio del mismo año.
El suceso fue tomado por la mayoría de los medios nacionales, menos por uno: El Observador. La dirección del diario decidió no hacer pública esa información por tratarse de “cuestiones personales” que “vulneran la privacidad de las personas”. A pesar de esta decisión, los periodistas del diario, incluido Natalevich, tuvieron el artículo pronto, por lo que decidieron unilateralmente publicar una copia del texto en sus cuentas de redes sociales. “Para nosotros era relevante periodísticamente que el Jefe de Seguridad del presidente investigue a personas a sus espaldas y sin su consentimiento. Por eso lo publicamos de la manera en que pudimos”, dijo Natalevich en el conversatorio.
En su momento, según un artículo de La Diaria, organizaciones sociales como el Centro de Archivo y Acceso a la Información Pública y Amnistía Internacional definieron la actitud de la dirección de El Observador como “lamentable”, “un episodio preocupante”, y que “debilita el debate público”. Incluso, desde APU calificaron al hecho como de “censura”, y dejaron en claro que hubo llamadas desde el gobierno para que esa información no se publicara.
Para Draper, en la interna de los medios “son permanentes las discusiones sobre si publicar algo que es de la vida privada de las personas o no. Este caso puntual tiene el condimento que es la vida privada de personas muy públicas, igualmente había mucho material de la vida privada que no se publicó”. En su caso, Touriño reafirmó que si “el presidente usa su seguridad para seguir a su exesposa, la gente lo tiene que saber, tiene interés público”.
Sobre las presiones que reciben los medios y los periodistas mientras ejercen el oficio, los editores coincidieron en que son constantes. “Presiones hay todos los días. Forma parte del juego y hay que saber lidiar con eso, estamos acostumbrados”, dijo Natalevich. Luego, el editor aseguró que las presiones vienen del “poder en su más amplia expresión”. Según Touriño, “este es un gobierno que está haciendo llamadas a los medios por parte de asesores muy cercanos al presidente”. Y agregó: “Por ejemplo, no querían que esto se viera como el caso Astesiano, tenía que ser el caso de los pasaportes. Eso buscaba que no se vinculara a Astesiano. Nunca vi un caso de censura como este”.
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Florencia Pagola es una periodista independiente de Uruguay. Investiga y escribe sobre derechos humanos y libertad de expresión en América Latina.