Este año se cumplen ocho años del asesinato del periodista mexicano Javier Valdez, reconocido internacionalmente por su valiente cobertura del crimen organizado, la violencia y la corrupción en el estado de Sinaloa, uno de los epicentros del narcotráfico en México.
Valdez fue ultimado a tiros a plena luz del día el 15 de mayo de 2017 en la ciudad de Culiacán, a unas cuadras de la redacción de Ríodoce, el semanario que cofundó en 2003. Desde entonces, la situación para el periodismo en Sinaloa ha ido de mal en peor.
La violencia en ese estado escaló significativamente en julio de 2024, luego de que autoridades de Estados Unidos detuvieron a Ismael “El Mayo” Zambada, líder histórico del Cártel de Sinaloa. La captura generó una fractura interna en el cártel entre la facción ligada a Zambada y el bando liderado por los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Esta ruptura desató una ola de enfrentamientos armados, ejecuciones y episodios de violencia en la vía pública que han convertido a Sinaloa en un campo de batalla entre los grupos rivales. El endurecimiento de la estrategia de seguridad implementado por la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, tras tomar el poder y ante presiones de su homólogo estadounidense, Donald Trump, ha incrementado la tensión en el estado.
En este contexto de violencia recrudecida y amenazas constantes, ejercer el periodismo en Sinaloa es más que nunca una labor de muy alto riesgo. El colega y amigo de Valdez, y también cofundador de Ríodoce, Ismael Bojórquez, reflexionó en entrevista con LatAm Journalism Review (LJR) sobre cómo el legado de Valdez sigue marcando el trabajo del semanario en condiciones para informar cada vez más adversas.
Bojórquez habla del impacto que ha tenido la reciente ola de violencia sobre la libertad de prensa en el estado, de la autocensura y de otros desafíos que enfrenta hoy el periodismo local ante el poder del crimen organizado y la insuficiente acción de las autoridades.
* La entrevista ha sido editada para fines de extensión y claridad.
1. A casi una década de la trágica partida de Javier Valdez, ¿cómo se hace presente su legado en la redacción de Ríodoce?
Ismael Bojórquez (IB). Javier Valdez será siempre una presencia indeleble en Ríodoce. Fue fundador junto con nosotros del semanario y ayudó mucho a crear el alma de Ríodoce.
Nunca hemos dejado de exigir que quienes urdieron su asesinato sean castigados. Siempre lo estamos recordando con amor y reconocimiento a lo que hicimos juntos.
2. ¿Cómo describiría las condiciones actuales para ejercer el periodismo en Sinaloa, tras las detenciones el año pasado de líderes del narcotráfico y el inicio de la presidencia de Claudia Sheinbaum?
IB. Siempre ha sido difícil la cobertura de noticias en Sinaloa y más los trabajos de investigación porque prácticamente todas las esferas de la vida social, política, cultural –y no se diga económica– están permeadas por el narcotráfico.
Pero sí, desde que empezó la guerra al interior del Cártel de Sinaloa, hemos tenido que tomar medidas para minimizar los riesgos: nunca llegamos antes que la policía a un evento, porque ya ha ocurrido que compañeros reporteros han sido agredidos por los pistoleros, los han amenazado y les han quitado el equipo de trabajo, cámaras y teléfonos celulares. Esto lo hemos convenido de manera informal con los otros medios.
La gente se sigue informando a través de los medios pero también hay una comunicación muy nutrida en cuentas particulares de las redes sociales, muchas de las cuales suben información falsa, a veces de manera dolosa. Hemos detectado que muchas de esas cuentas que tuvieron actividad al principio de la guerra luego desaparecieron porque sus dueños fueron amenazados; también la misma gente ha sabido detectar cuáles cuentas manejan información falsa y dejan de seguirse.
3. En un contexto en el que muchas redacciones del país han optado por la autocensura como mecanismo de protección, ¿cómo ha logrado Ríodoce mantener su línea editorial sin comprometer la seguridad de su equipo?
IB. También en Ríodoce tenemos autocensura; en realidad estamos haciendo un periodismo de sobrevivencia, no publicamos nunca la totalidad de lo que conocemos. Matizamos, pero siempre tratamos de publicar lo máximo posible sin que implique un riesgo mayor para nuestros reporteros.
4. ¿Qué tipo de apoyo o protección considera que debería fortalecerse –ya sea desde el Estado, organizaciones civiles o el propio gremio periodístico– para que los periodistas de Sinaloa puedan ejercer con mayor libertad?
IB. La verdad es que no hay manera de que alguien externo a nuestras redacciones nos proteja. El gobierno no se protege ni a sí mismo. Prueba de ello es que han matado a muchos policías en este periodo y las mismas fuerzas federales han sido objeto de ataques de los grupos en pugna.
La protección debe salir de las propias empresas periodísticas, sobre todo con medidas de precaución a la hora de andar en el campo y también en la forma como se presentan las noticias.
5. ¿Qué lecciones le ha dejado ejercer periodismo en uno de los estados más complejos de México? ¿Qué consejos daría a las nuevas generaciones de periodistas que desean cubrir temas sensibles desde lo local?
IB. La primera lección es que no hay nota que valga la vida de un compañero. Hacer periodismo en una entidad como Sinaloa es como caminar por un terreno minado porque nunca sabes cuánto te va a explotar una granada o te vas a topar con una bala. La agresión puede venir de un narco, pero también de un político.
El gran problema de estos contextos es que hay mucha impunidad. Más del 95 por ciento* de las agresiones a periodistas –dicho por el propio Gobierno– no se castiga. Y entonces si alguien decide hacerte daño puede tener la seguridad de que no será castigado.
La otra lección es que en temas del narco debes saber siempre qué vas a investigar, cómo, hasta dónde. Y luego cómo la vas a presentar a tus lectores sin que pongas en riesgo a los compañeros o que el riesgo sea siempre el mínimo.
*Nota del editor: El Gobierno mexicano ha difundido en años recientes índices de impunidad en delitos contra periodistas que oscilan entre el 90 y el 99.75 por ciento.