Durante dos días y medio, el periodista cubano José Luis Tan caminó entre lodo, montañas, ríos y una selva que no da tregua. Cada paso, bajo la lluvia persistente del Tapón del Darién –una franja inhóspita de 160 km que separa Colombia de Panamá– era un recordatorio cruel: huía de una dictadura que preferiría verlo muerto antes que libre.
“El régimen cubano es tan cruel e inhumano que no importa si usted muere, para ellos es una alegría”, dijo Tan a LatAm Journalism Review (LJR). “Antes de salir le dije a un amigo ‘si me pasa cualquier cosa en este recorrido, en la selva o dondequiera que yo haya estado en esta travesía, es culpa de la dictadura cubana’. Son los verdaderos culpables de que uno arriesgue su vida”.
Tan, conocido en Cuba por su crítica abierta al régimen, se encontraba siguiendo una ruta que han tomado multitudes de migrantes en su intento por llegar a Estados Unidos. Pero es un camino que relativamente pocos cubanos —que pueden volar legalmente a Nicaragua—, y aún menos periodistas, han recorrido y documentado de primera mano.
Tras un intento fallido de escapar a Nicaragua, el periodista José Luis Tan tomó un vuelo a Guyana en diciembre de 2024. (Foto: Cortesía José Luis Tan)
Tan ejercía la profesión en medios como Cubanet, Yucabyte y Diario de Cuba, aunque en años recientes había ganado notoriedad por sus publicaciones críticas al régimen cubano en redes sociales. También gestionaba una red comunitaria de altruismo que ayudaba a personas en su provincia natal de Camagüey, principalmente niños, ancianos y enfermos –“personas olvidadas por el régimen”, en sus propias palabras–.
Esas actividades fueron suficientes para convertirlo en objetivo del Departamento de Seguridad del Estado cubano. Por meses sufrió interrogatorios, amenazas, vigilancia y actos vandálicos en su casa. Cuando su madre y su hermano menor comenzaron a ser acosados, supo que debía irse, dijo.
Tan se planteó el objetivo de llegar a Estados Unidos para solicitar asilo político, pero no sabía que se vería orillado a emprender una travesía extrema para lograrlo.
El 25 de diciembre de 2024, intentó viajar a Nicaragua, pero en el aeropuerto de La Habana le dijeron, sin más explicación, que no tenía autorizado el ingreso a ese país. Tan cree que la dictadura cubana estuvo detrás de esa restricción de las autoridades nicaragüenses, dijo.
Unos días después, gracias a que una seguidora de su trabajo en redes sociales le compró el vuelo, Tan logró salir a Guyana, el único país continental de América a donde los cubanos pueden ingresar sin visa, además de Nicaragua. Tras ser desnudado e inspeccionado antes de abordar, un funcionario del gobierno en el aeropuerto de La Habana le dio su despedida: “Si regresas, vas preso”.
Tres meses vivió escondido en Georgetown, Guyana, vigilado y amenazado. Dijo que a pese a estar a casi 3 mil kilómetros de Cuba, siguió recibiendo mensajes intimidatorios en redes sociales. En una ocasión, un sujeto en motocicleta le aventó el vehículo y lo golpeó en una pierna con la llanta. A los pocos días, dijo, vio al mismo sujeto en motocicleta dos o tres veces pasando cerca de su alojamiento. En otra ocasión, un hombre con acento cubano lo abordó al bajar del transporte público para advertirle que se callara porque sabía dónde vivía.
Tan descartó que estos ataques hayan sido casualidades o casos aislados, dijo. Estaba seguro de que fueron parte del patrón de hostigamiento que enfrentó en Cuba. “En Guyana, donde hay amplia presencia de cubanos, sin dudas la Seguridad del Estado debe tener colaboradores y operaciones en el país”, dijo en un post en Facebook tras los incidentes.
Entonces Tan tomó la decisión de emprender una ruta a Estados Unidos poco común para un cubano: cruzar Sudamérica hasta México por tierra, atravesando la selva del Darién. El flujo de cubanos en general por ese tramo ha disminuido drásticamente desde 2022, cuando Nicaragua eliminó el requisito de visado para Cuba. Menos de 600 cubanos atravesaron la selva del Darién en 2024, de acuerdo con autoridades migratorias de Panamá, frente, por ejemplo, a más de 300 mil venezolanos.
Sin nada más que pensar, Tan se puso en contacto con “coyotes” que se dedican a organizar esas peligrosas travesías.
Comenzó en abril, dijo. De Guyana pasó a Brasil. De ahí atravesó la selva del Amazonas en autobús hasta llegar a Bolivia. Luego pasó por Perú, Ecuador y Colombia. En la frontera con Panamá se unió a un grupo de migrantes. No recuerda las nacionalidades, pero sabe que había muchos venezolanos e indios. Y con ellos se adentró en la selva.
“Las lomas son muy difíciles. Además los caminos de las lomas son pedacitos chiquiticos y cuando miras para abajo tienes un barranco”, dijo. “Entonces si te resbalas, te matas”.
La ropa empapada por la lluvia terminó por obligarlo a abandonar todo su equipaje. Seis semanas después de salir de Guyana, Tan llegó a México con solo dos camisetas, dos shorts y un bóxer y medio.
“La mitad del bóxer lo tuve que usar como papel sanitario. Entonces quedé con un bóxer nada más, y ese mismo bóxer lo lavaba y me lo ponía mojado”, contó.
Tan terminó con afecciones en la piel y en las venas de las piernas, tras recorrer la selva en pantalones cortos. (Foto: Cortesía José Luis Tan)
Las consecuencias físicas del viaje fueron inmediatas: linfangitis en una pierna, dermatitis alérgica y agotamiento extremo. En su paso por la selva, durmió en campamentos improvisados. Durante las caminatas, descansaba por pausas de apenas 20 minutos a lo largo del día. Era más la sed y el cansancio que las ganas de comer la comida enlatada que llevaba consigo.
“Llegué con la dignidad y el valor íntegros. La dictadura no me doblegó, ni me va a doblegar”, dijo.
El 28 de mayo llegó a Ciudad de México. Ha hecho algunos amigos y ha recorrido la metrópoli, publicando en sus redes sociales fotos de anaqueles de supermercado llenos, contrastándolas con la realidad de Cuba. Dijo que planea solicitar el reconocimiento como refugiado ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados para poder establecerse legalmente en ese país.
Sigue firme en su decisión de llegar a Estados Unidos, pero va a esperar un tiempo en México para observar cómo evolucionan las políticas migratorias del presidente Trump y evaluar sus opciones para solicitar protección.
Mientras, Tan desea encontrar un trabajo, ya sea en el periodismo o en algo relacionado con su otra área de expertise, las redes sociales. También ha comenzado a escribir un libro de crónicas de todo lo que pasó, como una forma de denuncia, dijo, para que el mundo sepa “hasta qué punto es capaz de llegar el régimen cubano”.
“La dictadura me la puso difícil, pero no imposible”, dijo. “[Este viaje] Me ha dado más fuerza para seguir denunciando y para seguir luchando para liberar a mi pueblo, a mi Cuba, de esas manos inhumanas, represivas y sangrientas que es la dictadura cubana”.