Cubrir la fuente económica no suele ser vista como una que represente especial peligro. Sin embargo, para la periodista salvadoreña Mariana Belloso la convirtió en un objetivo de ataques directos del presidente Nayib Bukele desde su primer año de mandato en 2019.
Los ataques que también vivieron otras periodistas tenían una carga misógina y de violencia sexual. Incluso, tras meses de investigación de estos hechos y otros ataques a la prensa de El Salvador, en 2020 la Asamblea Legislativa emitió un informe que daba cuenta que en el país se violaba la libertad de expresión y de prensa.
A pesar de este informe, la situación no cambió. Entre 2020 y 2022, Belloso junto a otras mujeres periodistas enfrentaron una campaña de hostigamiento digital liderado con la etiqueta #malqueridas, un término con alto contenido misógino y sexual, que solían ir acompañadas de montajes e incluso amenazas de violación.
“Para mí es súper importante denunciar la violencia en redes sociales porque esta acarrea otro tipo de violencias. En mi caso me espantaron a mis fuentes, mis fuentes no querían hablar conmigo”, dijo Belloso, ahora en el exilio en Estados Unidos, a LatAm Journalism Review (LJR). “Los periodistas solo tenemos dos cosas: nuestro nombre, que es nuestra credibilidad, y nuestras fuentes. Si te atacan tu credibilidad y si te atacan tus fuentes, te están dejando sin herramientas para hacer bien tu trabajo. Y eso me estaba pasando a mí”.
Los ataques de violencia basada en género son un patrón entre las mujeres periodistas forzadas al exilio, según lo detalla el informe “La Mochila Invisible,” realizada bajo el proyecto Space for Freedom de la organización para el desarrollo de medios DW Akademie. Para el informe, publicado el pasado junio, fueron entrevistadas en condición de anonimato 13 mujeres periodistas exiliadas de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua. LJR no las entrevistó para este reportaje.
“Hay una sensación de aislamiento posterior a la ruptura que provoca el exilio”, dijo a LJR Édgar López, periodista y coautor del informe. “No es solamente una ruptura que tiene que ver con los distanciamientos del entorno laboral, sino también a estas mujeres se les quiebra la identidad como personas periodistas”.
La eliminación de esta identidad sucede no por sus trabajos, sino por ser mujeres: se juzga su apariencia física, su estatus civil o si tienen o no hijos, dijo López.
Belloso identifica el factor diferencial en los ataques a mujeres periodistas.
“Es muy, muy, muy raro que veas que en línea amenacen a un periodista hombre con que lo van a violar. En cambio, a nosotras es una de las cosas que más nos dicen. O que nos regresemos a la casa o que busquemos marido o que vayamos a cuidar a nuestros hijos”, dijo Belloso. “Te descalifican como persona, como ser humano y eso tiene luego consecuencias en la parte profesional”.
Belloso decidió exiliarse, dijo, por ataques que repercutían en sus hijas, obstáculos para realizar su trabajo y tras haber sido notificada que su celular había sido infectado con el software de espionaje Pegasus.
Al tratarse de ataques en el espacio digital, las mujeres periodistas suelen seguir enfrentándolos incluso cuando ya han salido de sus países e incluso cuando han dejado de practicar el periodismo.
Según López, estos ataques a mujeres periodistas le extienden la sensación de que no están seguras en ningún lado y le siguen cerrando oportunidades laborales.
“El periodismo en estos tiempos requiere del espacio digital para trascender, para que se conozca el resultado del trabajo”, dijo López. “Estas mujeres están perdiendo el espacio natural en la era digital para ser periodistas”.
“Los ataques en línea no son una cosa de juego, no son una cosa leve, son cosas que perjudican vidas”, dijo Belloso. “Están sacando periodistas talentosas del entorno y están perjudicando a nuestras sociedades porque son voces que se están callando”.
Este, no obstante, no es el único tipo de violencia basada en género que enfrentan las mujeres periodistas mientras se encuentran en el exilio.
Aunque Marianela, quien pidió ser identificada por un pseudónimo por temor a represalias inclusive en el exilio, logró encontrar una oportunidad con un medio nicaragüense desde el exterior, su vida profesional y sus dinámicas han cambiado completamente. Exiliada hace más de un año por cuenta de la persecución que el régimen Ortega-Murillo tiene en contra de la prensa independiente del país, ha tenido que enfrentar esta violencia.
Lo ha vivido postulando a oportunidades profesionales como en procesos burocráticos propios del exilio. Debido a que su esposo también es periodista, en varias oportunidades le han dicho que no postule ella a proyectos o becas periodísticas, sino que lo haga su esposo como jefe del núcleo familiar. Incluso en la entrevista para recibir el asilo, recuerda que a su esposo le preguntaron los detalles de lo vivido mientras a ella le pidieron firmar la declaración de él.
“Siento que hay una invisibilización de mi persona”, dijo Marianela a LJR.
Marianela dijo que recibe constantes cuestionamientos sobre su capacidad para hacer pagos, como la seguridad social, o sobre porqué puede verse bien arreglada si es refugiada.
“Hasta el tema del cuidado personal se ve violentado en el exilio porque la sociedad lo que quiere es un rostro de la desgracia. Que la mujer no se pueda ver superada o saliendo adelante, sino que quieren o creen que la mujer en el exilio debe reflejar que está en una mala situación”, dijo.
A esto se suma que las mujeres periodistas suelen migrar con su núcleo familiar, incluyendo hijos, padres u otros familiares, haciendo que las necesidades de sostenibilidad en el país de refugio sean mayores.
Según el informe “La Mochila Invisible”, debido a esta falta de oportunidades o a un pago menor que el de hombres periodistas, las mujeres periodistas en exilio se ven forzadas a asumir roles de género como lo son labores del hogar o del cuidado de otras personas.
“Podemos encontrar a periodistas muy, muy calificadas asumiendo estos roles”, dijo López.
Aunque Marianela ha logrado seguir ejerciendo como periodista, sí considera que en muchas ocasiones su carga doméstica supera la laboral. Las condiciones de exilio, dijo, no les han permitido tener ayuda adicional como por ejemplo una persona para el cuidado de sus hijos.
“El tema del trabajo se ve relegado por nuevas tareas domésticas en el exilio”, dijo Marianela.
El informe “La Mochila Invisible” no solamente retrata los desafíos de las mujeres periodistas en el exilio, sino que ofrece una serie de recomendaciones para que las respuestas a estos retos tengan perspectiva de género.
Marianela, por ejemplo, sugiere que haya programas con enfoque en el tema de maternidad, así como en el empoderamiento y crecimiento de las mujeres periodistas.
Para lograr soluciones que tengan una perspectiva de género, dijo López, muchas de estas soluciones deben nacer desde las mismas mujeres, como ejercicios de sororidad.
“Cualquier red de apoyo debe tener perspectiva de género y debe entender, por ejemplo, lo útil que es el fomento de la sororidad”, dijo López. “Y la sororidad no se decreta, se teje. Se teje como la reunión de un montón de tejedoras para construir una colcha, y el reconocimiento de una en la otra para la construcción colectiva y para el avanzar todas juntas y que ninguna se quede atrás”.
Belloso coincide en la necesidad de tener un factor diferencial, pero hace especialmente un llamado para que quienes dan recursos al periodismo tomen en cuenta el fenómeno del exilio.
“Es necesario que quienes están buscando colocar recursos para apoyar el periodismo se den cuenta de que tienen que poner recursos en apoyar el periodismo en el exilio porque si no, están ganando poderes criminales, poderes políticos que están expulsando a estos periodistas”, dijo Belloso. “Entonces, si no apoyamos a que esta gente siga haciendo periodismo, ellos ya ganaron”.