Esta historia fue publicada originalmente por la Red Global de Periodismo Investigativo (GIJN, por sus siglas en inglés) bajo una licencia CC BY-NC 4.0 y ha sido republicada aquí con permiso.
Drones que vuelan frente a la ventana del hogar del director, automóviles sospechosos siguiendo a los periodistas, amenazas de muerte, cuatro auditorías financieras, falsas acusaciones criminales e interceptaciones telefónicas. Los editores de El Faro, una de las principales organizaciones periodísticas de El Salvador y de la región, dicen que todo esto hace parte de una reciente ola de ataques desatada sobre este periódico digital.
Desde 1998, El Faro ha librado una valiente batalla a favor de que el poder rinda cuentas a la ciudadanía, en este país centroamericano de 6,5 millones de habitantes, que comparte frontera con Guatemala y Honduras. El Salvador sobrelleva unos tercos niveles de pobreza, una historia de conflictos civiles, tenaces pandillas criminales y la tasa per cápita de homicidios más alta en el mundo.
Sin embargo, tras décadas de investigar a organizaciones criminales, la corrupción durante varios gobiernos y las prácticas ilegales de las fuerzas de seguridad, una de sus más grandes amenazas es ahora el presidente de El Salvador desde el 2019: Nayib Bukele. Bukele expulsó de El Salvador a Daniel Lizárraga, editor de El Faro de nacionalidad mexicana, le negó un permiso de trabajo a Roman Olivier Gressier, periodista estadounidense de El Faro English, y dijo que el reconocido periódico digital, ganador de numerosos premios, era un “panfleto” sin “un ápice de credibilidad”.
Algunos medios describen a Bukele, de 39 años, como el “presidente millenial”. Hace ruedas de prensa llevando chaqueta de cuero y una gorra puesta al revés, e hizo de su país el primero donde Bitcoin se puede usar junto a la moneda oficial, el dólar estadounidense.
Al tiempo que Bukele cultiva una imagen juvenil y a la moda, y aparece con frecuencia en escenarios internacionales –anunció que Bitcoin sería la segunda moneda oficial de El Salvador durante una conferencia en Miami– sus críticos dicen que en casa ha tomado un fuerte giro hacia el autoritarismo. Usó la mayoría parlamentaria para eliminar la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, debilitando así a uno de los pocos cuerpos capaces de oponerse a sus mandatos, reemplazó al fiscal general con alguien que El Faro sostiene es un simpatizante del gobierno, y según quienes le hacen oposición, ha intimidado a la rama judicial para que siga la línea del gobierno.
“Yo no tengo confianza ya en las instituciones del Estado para proteger nuestros derechos o para hacer debida justicia”, dice Carlos Dada, fundador y director de El Faro. “El Ministro de Trabajo amenazó a jueces en Twitter, no por un caso nuestro, sino por otro, con que si no lo resolvía como él decía, iba a someter a los jueces a investigación. Esto te da una idea de cómo están las cosas ahora en El Salvador”.
Durante los años anteriores a su presidencia, Bukele alabó las investigaciones de El Faro contra sus opositores políticos. Su actitud cambió cuando, en septiembre de 2020, el periódico publicó una investigación en la que afirmaba que miembros de la administración de Bukele hicieron acuerdos políticos con la Mara Salvatrucha (MS-13), la pandilla criminal más grande y temida de El Salvador.
“Casi en tanto llegó a la presidencia, Bukele comenzó una serie de reuniones y de encuentros con líderes de la MS-13, cuya relación venía cultivando desde que era alcalde de la capital, San Salvador”, explica Carlos Martínez, un galardonado periodista y uno de los principales investigadores de El Faro, que hizo parte del equipo que trabajó en este reportaje.
El Faro obtuvo los registros oficiales de entrada a las prisiones de máxima seguridad de El Salvador. Según el reportaje, en varias ocasiones un miembro del gobierno de Bukele entró a la prisión junto con hombres que llevaban el rostro cubierto, para tener reuniones con líderes presos de la MS-13.
Más tarde adquirieron memorandos de inteligencia internos de la prisión, en los que se decía que los visitantes incógnitos eran miembros de alto rango de la MS-13, que se reunían con sus líderes presos. Finalmente, el equipo obtuvo una transcripción de lo que se dijo en las reuniones. Una fuente confidencial dentro de la comunidad de inteligencia le dio todos estos documentos oficiales a El Faro.
El equipo de investigación de El Faro publicó que Bukele hizo una serie de concesiones a la pandilla, para ganar apoyo electoral en el territorio de MS-13 y reducir la tasa de homicidios del país.
El gobierno lo negó todo y el presidente Bukele atacó al periódico en Twitter, pero la historia llegó a los titulares internacionales. Diez horas después de que publicaron la investigación, el gobierno hizo una invitación abierta a todos los periodistas, para que fueran a cualquier prisión mencionada en el artículo y les hicieran entrevistas a los reos, que según el gobierno, negarían la versión de El Faro.
Sin embargo, El Faro ha defendido su investigación documentada con firmeza, y Martínez dice que, desde entonces, el presidente realiza pruebas de polígrafo frecuentes a los empleados del palacio presidencial, y les pregunta si tienen algún contacto con periodistas de El Faro.
La investigación demostró que, a pesar de la enorme popularidad de Bukele –que en ese momento llegaba a 92% según las encuestas-, El Faro mantendría una independencia absoluta con respecto a cualquier movimiento político, y seguiría enfrentando con la verdad al poder.
Iluminar el camino para los periodistas
El Faro fue el primer periódico digital de América Latina. Lo fundaron Carlos Dada, un periodista, y Jorge Simán, un empresario, tras los acuerdos de paz de 1992 que dieron fin a doce años de guerra civil en El Salvador.
“En ese momento todavía era la cola de lo que yo llamo la luna de miel tras los acuerdos de paz”, recuerda Dada. “Había un cambio generacional en las redacciones y también en varios espacios del discurso público. La generación de la guerra abría paso a la redacción de la posguerra”.
El Faro, que es propiedad de la empresa Trípode S.A. de C.V., comenzó como un periódico digital por sus limitaciones financieras. El objetivo inicial de los fundadores era migrar a una versión impresa, pero esto jamás sucedió. El enfoque temprano en lo digital terminó siendo una bendición, y le permitió al equipo concentrarse en el contenido periodístico y los aspectos administrativos.
Una de las claves del éxito de El Faro es sus equipos investigativos, creados para ahondar en historias importantes de interés humano y en las dinámicas de crimen regional. Los reporteros se enfocan en un tema en particular durante años, dándoles tiempo para hallar material a profundidad y reunir fuentes importantes.
En 2008, dice Martínez, “tuvimos un equipo en México cuyo único mandato era retratar la ruta de los migrantes indocumentados centroamericanos que atraviesan México para llegar a los Estados Unidos. Normalmente los ojos se habían puesto en los migrantes que llegan a Estados Unidos, pero nunca se había explicado la cruel travesía de los centroamericanos a través de México. Ese modelo nos funcionó tan bien que el periódico nos pidió a un grupo de reporteros que creáramos una sección cuyo mandato era tratar de explicar los resortes de la desatada violencia que había en el triángulo norte de América Central: Guatemala, Honduras y El Salvador”.
Luego de una serie de guerras civiles devastadoras, El Salvador y sus vecinos centroamericanos tuvieron un corto periodo de calma, antes que las bandas criminales entraran a ocupar los espacios donde el Estado se ausentó por incapacidad o desinterés. En las barriadas urbanas, el crimen organizado fue un poder paralelo brutal, que superó las capacidades del Estado.
El proyecto sobre la violencia se diseñó para observar lo que sucedía con distintos componentes del tema: crimen organizado, cárceles, pandillas y la normalización de la violencia. El equipo se llamó Sala Negra y entre 2010 y 2016 hizo el trabajo más comprehensivo hasta el momento sobre pandillas centroamericanas. Por primera vez, los periodistas pudieron narrar este fenómeno desde la perspectiva de los pandilleros, ganándose su confianza y entrevistándolos.
“Con la mirada sostenida en determinados fragmentos de la realidad conseguimos explicar el origen de las pandillas, la manera cómo habían evolucionado y las políticas públicas que las permearon”, dice Martínez. “Conseguimos penetrar estas estructuras criminales y conseguir sus propios relatos sobre sí mismos. Conseguimos explicar sus conflictos internos y explicar los efectos que produce el paso de narcóticos en la región. Se destapó y se descubrió la existencia de carteles centroamericanos que no se conocían; se explicó, además, cómo la violencia en la región había sido utilizada por los políticos y por los gobiernos como una fábrica de votos”.
Los métodos de investigación de Sala Negra, y El Faro en general, la mayor parte de las veces son clásicos y efectivos, y parten de las técnicas de inmersión periodística en un área específica. Su modelo trata de darles a los periodistas las herramientas necesarias para responder a preguntas complejas. Construyen una relación fuerte con sus fuentes y presentan las investigaciones en un estilo narrativo para conectar mejor con la audiencia.
Marcela Turati, una reconocida periodista mexicana que ha ganado premios por su trabajo sobre desaparición forzada, ha seguido de cerca el trabajo de El Faro. El estilo narrativo del equipo, dice ella, es “impresionante, y al mismo tiempo muy riguroso. Esta es una de sus características principales”.
Expansión
La larga lista de premios que han recibido El Faro y sus periodistas incluyen algunos de los más prestigiosos en Estados Unidos y el mundo de habla hispana. Entre ellos el Premio Maria Moors Cabot, el Premio Hillman, el Premio Ortega y Gasset y el Premio Rey de España.
Para resaltar el trabajo de equipo que hace este medio de comunicación, la Fundación Gabo, que apoya y promueve el periodismo en América Latina y España, le otorgó al equipo el Premio 2016 de Reconocimiento a la Excelencia Periodística. Fue la primera vez que el premio se le dio a toda una organización.
Este trabajo colaborativo ha sido fundamental para el éxito de El Faro. Los proyectos investigativos son diseñados por equipos de entre cinco y diez personas, que se ponen de acuerdo en los temas que cubrirán y buscan instituciones que financien su trabajo. Además de los artículos que cuelgan en línea, los equipos también producen libros, documentales y podcast. Recientemente lanzaron “Imperdonable”, un documental coproducido con La Jaula Abierta sobre diversidad sexual entre los miembros de pandillas presos en El Salvador.
“En ningún caso y ninguna circunstancia se les pregunta a las fuentes de financiamiento qué quieren que hagamos”, explica Martínez. “Una vez hemos que decidido lo que queremos hacer, nosotros buscamos a quien esté interesado en financiar esos proyectos”. Los donantes que figuran en su página web son Open Society Foundations, Heinrich Böll Stiftung San Salvador, Free Press Unlimited y The Fund for Global Human Rights. El Faro también es un miembro de la Global Investigative Journalism Network (Red Global de Periodismo de Investigación).
El Faro también busca apoyo mediante una campaña de recaudación de fondos (crowdfunding) que alude a cómo su estilo “incómodo” de periodismo investigativo no le tiene miedo a investigar la corrupción. La campaña es similar a una suscripción, y quienes la apoyen pueden hacer donaciones de 2 a 20 dólares mensuales, o pueden hacer una sola donación.
La forma cómo se hizo un nombre en la región es un elemento clave para el éxito de El Faro. Martínez está diseñando el más reciente proyecto de investigación del equipo, y aunque no puede dar más detalles, dice que el trabajo abarcará varios países.
El Faro también organiza el Foro Centroamericano de Periodismo, un evento anual que reúne algunos de los mejores periodistas del mundo para entrenar y compartir experiencias con los de la región. El Faro ha producido trabajo colaborativo con otros medios de comunicación del mundo, entre ellos una investigación sobre la frontera sur de México (junto con el periódico español El País), y un reportaje sobre refugiados centroamericanos (con Univisión, una de las principales cadenas de habla hispana en Estados Unidos).
La última expansión tuvo lugar el año pasado cuando El Faro lanzó una edición en inglés para ampliar su alcance en Estados Unidos. Un equipo de periodistas nativos de habla inglesa trabaja en historias relacionadas con Centroamérica bajo el liderazgo de José Luis Sanz en Washington, D.C.
“El Faro se mueve por un criterio de buscar relevancia e impacto en el debate público, y lo cierto es que en eso Estados Unidos es muy importante”, dice Sanz, quien añade que el 20% de los lectores del periódico están en Estados Unidos.
Otras innovaciones incluyen un nuevo comité, dirigido por la periodista María Luz Nóchez, que está evaluando las políticas de inclusión y diversidad de El Faro, y entrenando a periodistas para que escriban desde una perspectiva sensible a temas de género.
Entre las historias que surgieron como resultado del ejercicio está una sobre cómo el 90% de los casos de violación infantil en El Salvador quedan impunes, y les ganó a Nóchez y Laura Aguirre el Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación COLPIN 2017.
“Ahora ya existe el género como un tópico de las líneas de cobertura”, dice Nóchez. “Aunque antes se había hecho trabajo, por ejemplo, en torno a la violencia sobre la mujer, ha sido más presente de 2016 en adelante”.
La tormenta que se viene
“Me entusiasma mucho que nos estamos consolidando más como un medio centroamericano y no solo salvadoreño”, dice Dada, aunque admite que a causa de las presiones sobre El Faro, “el futuro es incierto”.
Hay motivos para estar preocupados. Por fuera de El Salvador, el clima en la región también es cada vez más hostil hacia los medios. Mientras Bukele aumenta sus ataques a la libertad de prensa en El Salvador, el presidente de izquierda Daniel Ortega, de Nicaragua, ha hecho que periodistas deban exiliarse. México es el país más peligroso para la prensa en el hemisferio occidental, y según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), los reporteros enfrentan una “compleja red de grupos criminales narcotraficantes y corrupción oficial enquistada”. En América Latina, periodistas de Ecuador, Venezuela, Bolivia y Cuba han enfrentado acoso judicial, expulsión y prisión.
“Los riesgos que habíamos recibido eran contra nuestra integridad física, que van con los riesgos de este trabajo; ahora lo que están tratando de hacer es asfixiarnos y tratar de impedirnos hacer nuestro trabajo”, señala Dada. “Estos riesgos son de otra naturaleza, aunque la Corte Interamericana de Derechos Humanos está investigando amenazas que recibimos de un coche bomba”.
En febrero de 2021, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que hace parte de la Organización de Estados Americanos, le ordenó al Estado de El Salvador aplicar medidas de protección para los a los 34 periodistas y administradores que hacen parte del equipo de El Faro. El 23 de junio, Dada le dijo a una audiencia de la CIDH que el gobierno aún no les había otorgado ninguna de las medidas de protección.
“Es imposible ahora mismo pensar que nos vamos a callar o que vamos a dejar de hacer nuestra chamba [trabajo]”, dice Martínez. “Creo que hay colegas en otras latitudes que han que tenido que afrontar valladares más oscuros, más peligrosos, más prolongados, y aún así se han mantenido erre que erre con el dedo en el renglón, en el entendido que el oficio periodístico no es accesorio: es fundamental y es un pilar imprescindible en la construcción de sociedades correctas, decentes y justas, y en esa medida entendemos nosotros el trabajo que hacemos”.