El investigador argentino Pablo J. Boczkowski se dedicó en los últimos años a entender lo que significa, para el individuo y para las sociedades, vivir en un periodo de “salto cualitativo en la cantidad de información”. Boczkowski no usa expresiones como “exceso de información”, que ya carga un significado negativo, sino el término “abundancia”, para describir el momento actual.
El resultado de años de estudio y de encuestas, realizadas en Argentina entre 2016 y 2017, que incluye 158 entrevistas a profundidad y una investigación presencial con 700 personas, es presentado en el libro “Abundance: On the Experience of Living in a World of Information Plenty” (Abundancia: la experiencia de vivir en un mundo de bastante información), que fue editado por la Oxford University Press. El libro será lanzado el 1 de mayo, pero ya se puede encargar en el sitio de la editorial, en formato digital o impreso.
En entrevista con LatAm Journalism Review (LJR), Boczkowski, profesor del departamento de estudios de la comunicación de la Universidad de Northwestern, rechaza los supuestos efectos distópicos del aumento de la oferta de información y hace un análisis histórico para mostrar que eso preocupa a la sociedad desde “la Grecia y la Roma antigua”. Asimismo, dijo que vivimos en un periodo de “devaluación de las noticias y una revaluación del entretenimiento" o “de pobreza de los hechos y una riqueza de las ficciones”.
Además de tener el título Hamad Bin Khalifa Al-Thani en Northwestern, Boczkowski es doctor en psicología, fundador del Center for Latinx Digital Media y cofundador del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad en Argentina.
LatAm Journalism Review: ¿Cuál es el objetivo del libro y sus principales hallazgos?
Pablo Boczkowski: El libro es un estudio acerca de cómo es la experiencia de vivir en una sociedad que, en este momento histórico, está atravesando un crecimiento muy importante en la cantidad de información disponible. [...] La manera en que yo encaré el proyecto es: hay muchísima más información que antes, pero esto no significa que va a haber necesariamente determinadas consecuencias. Sino que, entre la gran cantidad de información y la experiencia de la gente, hay factores que están entremedio. Esos factores son de dos tipos: tienen que ver con la estructura socioeconómica de la sociedad y sociodemográficas: la edad, género, clase social, nivel educativo. Y por otro lado tienen que ver con la cultura de la sociedad, cuáles son los valores, los sistemas de interpretaciones etc. Eso es un poco como yo me planteé, para salir de la visión más tecnológicamente determinista que dice que, porque hay mucha información va a pasar determinada cosa. Porque depende de la cultura y la estructura de la sociedad.
Uno de los findings del libro más importantes es que, en la estructura del acceso y del uso de la información, hoy en día, la edad tiene un rol mucho más importante que la clase social o el género. Cuando se trata de las pantallas que usamos, como la laptop, el móvil, de las redes sociales y del entretenimiento, la edad tiene una influencia más fuerte, tanto quienes usan, como cuán frecuentemente se usa. Ahora, cuando se tratan de las noticias, ahí el estatus socioeconómico sigue teniendo un rol más fuerte que la edad. Pero si uno piensa que la abundancia informativa es algo que abarca no solamente las noticias, sino el entretenimiento y también el uso de la tecnología, sumando todos los efectos, la edad tiene un rol de organizar la experiencia informativa, más fuerte que el estatus socioeconómico.
Y esto es un hallazgo muy importante, porque la edad es algo que dota la sociedad de un estado de transformación permanente. Todos los días todos envejecemos. Sin embargo la clase social es algo que para la mayor parte de la gente no cambia a lo largo de su vida. Entonces si pensamos que la edad es el gran organizador estructural de la experiencia de la abundancia informativa, eso significa que es una experiencia marcada por el movimiento y el cambio, que es lo que genera esta cierta sensación de vértigo, en la cual uno tiene la sensación de que hay, de alguna manera, una desestabilización de la vida cotidiana.
LJR: Y, ¿por qué la clase social es más determinante para el consumo de noticias que la edad? ¿Es por que tenemos que pagar para acceder a ciertas noticias?
PB: No, porque se correlaciona con el nivel educativo, que es uno de los grandes factores de disposición a informarse. Nadie paga por noticias. Eso de pagar, olvídalo. Hoy en día, en un país como Argentina y/o en Estados Unidos, el medio dominante es la televisión, pero de lejos. En las entrevistas eso es clarísimo. Primero televisión, después radio y ahí después los medios digitales y las redes. Pero los medios de radiodifusión no van a crecer, en cambio es de esperar, sobre todo entre los jóvenes, que el uso de las redes para informarse va a crecer.
LJR: Y contabas de los otros hallazgos del libro…
PB: Un segundo hallazgo es que una de las cosas que cambia mucho [con la abundancia de información] es la sociabilidad, la forma cómo nos relacionamos con los otros y qué esperamos de las relaciones sociales. Lo que hay realmente es una reconstitución del vínculo social, una cierta idea de que siempre tenemos que estar disponibles a la mirada del otro, a través de las redes, y esperamos que nuestras relaciones sociales también siempre estén disponibles.
LJR: ¿Qué quiere decir esta reconstitución del vínculo social?
PB: Que esperamos de las personas con las cuales nos relacionamos cosas bastante distintas de lo que esperábamos antes. Esperamos que estén siempre atentos y que la vida de ellos esté siempre disponible hacia nosotros. Y no es que estemos más solos, como dicen algunos colegas, sino que en realidad el gran desafío hoy en día es cómo gestionar la sociabilidad, no la soledad. Eso tiene que ver con el aumento de la sociabilidad en grupos que ya estaban establecidos, como en los casos de grupos de WhatsApp. No es que la gente está sola, está quizás demasiado acompañada. En inglés se dice solitude, que no es lo mismo que soledad. Solitude es poder estar con uno mismo de alguna manera, en que uno no se siente solo, pero está sin la intervención y la presencia de los demás, ese es el gran desafío contemporáneo.
LJR: ¿Y el tercer hallazgo?
PB: El tercer hallazgo importante es que hay muchísima diferencia de experiencia informativa con respecto al tipo de contenido mediático. La manera en que la abundancia de información entra en la vida cotidiana es distinta para los hechos que para las ficciones, para las noticias que para el entretenimiento. En el caso de las noticias está asociada con una gran devaluación experiencial. O sea, a la gente le otorga muy poco valor a las noticias en sus prácticas informativas cotidianas, pero al mismo tiempo ha revalorizado fuertemente el contenido de ficción. Dispone de muchísimo tiempo para consumir ficción y le importa mucho, sobretodo la ficción serializada en servicio de streaming. Por ejemplo: la visita promedio a un top 50 US daily news website dura menos de 150 segundos, la visita en su totalidad. La semana que se estrena un thriller popular en Netflix, el usuario medio le dedica 150 minutos por día.
Entonces hay, por un lado, una sociedad que estructura su experiencia informativa mayormente alrededor de la edad, y por ende, está en permanente movimiento y cambio, yo digo que es un unsettling society, que no está asentada. Por otro lado, hay una reconstitución de la sociabilidad y hay un efecto opuesto entre las noticias y el entretenimiento. Hay una devaluación de las noticias y una revaluación del entretenimiento. Como lo digo en el libro, jugando con Adam Smith, hay una pobreza de los hechos y una riqueza de las ficciones.
LJR: En este contexto de devaluación de los hechos y de abundancia de información, en el que los individuos ya están distraídos y exhaustos, ¿qué debe hacer el periodismo profesional?
PB: Ha cambiado mucho cómo la gente consume las noticias. Hace un cuarto de siglo, cuando empieza el mundo online, la persona se sentaba para leer el diario o se sentaba para ver las noticias en la televisión, y no hacía otra cosa. La mayor parte de las maneras de informarse eran primarias. Era la actividad primaria a que se dedicaba el foco de atención. Hoy en día, y surge mucho con la abundancia informativa, la gente se informa de una manera secundaria o derivada, esto es, cada vez menos se sienta a leer el diario y, cuando se está informando por la televisión, lo hace mientras prepara la comida o está mirando las redes sociales con el otro ojo. Las maneras de recepción son distintas y es eso lo que devalúa la noticia. No es que la gente diga las noticias no me importan, es que las maneras en que las consumen demuestran que no importan. Se enteran de las noticias en las redes, pero no van a las redes para enterarse de las noticias. Además, como la credibilidad [de los medios] es muy baja, la gente incluso dice: ‘las noticias no me importan’.
La primera cosa que los medios tienen que hacer, creo, es adaptarse a las prácticas de consumo. No ofrecer cosas a la gente que están basadas sobre una imagen del lector que no tiene nada que ver con la realidad. Estudios muestran que, para los jóvenes, el promedio de duración de una pantalla de computadora es 12 segundos. ¿Cuánta información se puede transmitir en 12 segundos? Entonces, ¿cuánto vale la pena escribir historias larguísimas que nadie va a leer? La gente que entrevistamos para esta investigación raramente concluye la lectura de una nota. Si lee, lee el primer párrafo, o el título y la bajada.
LJR: En ese sentido, ¿la abundancia de información quiere decir que las personas están mejor informadas o no?
PB: Están distintamente informadas. Creo que hoy en día la gente sabe menos de más cosas. Antes sabía más de menos cosas. Porque ahora no hay que buscar la información, la información está en el ambiente que nos rodea. Hay un poco en WhatsApp, Facebook... claro, uno no sabe mucho de cada cosa, pero tiene una idea de más cosas.
LJR: Como doctor en psicología, ¿cómo ves el impacto de la abundancia informativa para los individuos, en términos de formación, capacidad cognitiva y efectos emocionales?
PB: Para entender un poco el contexto actual hay que tener primero una mirada histórica. Esta no es la primera etapa en la historia de la humanidad en la cual hay preocupación acerca de cuáles son los impactos del incremento de la información disponible en los individuos y en la sociedad. Hay registros de que ya en la Grecia y en la Roma Antigua…
LJR: [Risas] Qué interesante…
PB: Sí, sí, yo empiezo el libro con Séneca. Él tiene una frase que la abundancia de libros es una distracción. Hay un debate muy fuerte en la Roma antigua entre Séneca y Plínio, que decía lo opuesto: que siempre hay algo bueno que uno puede sacar de cada libro. Y para Séneca era: ‘no, demasiados libros’. Es un debate que recurre en distintos momentos, que no es continuo, porque tiene que ver con momentos en los cuales hay cambios tecnológicos y sociales, que hacen que haya mucha más información disponible. Lo mismo pasó en la Edad Media y sobre todo muy fuertemente a partir del iluminismo. Y siempre lo mismo, destacadísimos filósofos.
Las investigaciones históricas muestran que las sociedades generan una serie de prácticas, rutinas y mecanismos para lidiar con con el aumento importante de información. Hay una historiadora en Harvard, Ann M. Blair, que tiene un libro maravilloso acerca de cómo la sociedad en la Edad Media lidiaba con la gran cantidad de manuscritos. Y después qué pasa cuando viene la imprenta y eso se multiplica enormemente. Porque antes de la imprenta, habían muy pocos que tenían acceso a los textos, eran una gran élite. Cuando se imprimen los textos, que ahora para nosotros nos parece bárbaro que todo el mundo tenga acceso a libros, pero en ese momento un montón de gente dijo: ‘no, eso va a hacer que la sociedad sea terrible’.
Lo que muestra Ann M. Blair es que la gran parte de los sistemas de gestión de la información que aún existen hoy en día surgieron en su momento como una respuesta social frente al gran incremento de la información. La universidad como la conocemos hoy en día, la idea de disciplinas, fue una respuesta del sistema educativo alemán para lidiar con el gran incremento de información. Y uno podría decir que los grandes avances científicos, de los cuales disfrutamos hoy en día, tienen que ver con el rol de las disciplinas académicas, la biología, la química, la física, que si bien existían antes, no estaban desarrolladas como hoy en día.
LJR: Es un discurso que existe hace muchos años entonces…
PB: Hace más de dos mil años que en distintos momentos históricos, la sociedad se preocupa de ese tema. Es muy común que cuando están pasando por un quiebre, un salto cualitativo en la cantidad de información, como eso desestabiliza mucho y lleva a una sensación de vértigo, la respuesta original es decir: eso es malo, hay que bajarlo. Lo que yo llamo de default discourse of deficit. Lo que yo propongo es una alternativa, una evaluación emergente. Donde no necesariamente la abundancia de información lleve a que todo sea bueno, sino pensar que si es bueno o es malo va a depender de las características de una persona o grupo social.
Por ejemplo, es muy interesante ver que uno asocia el uso del teléfono celular, del WhatsApp, con las gentes más jóvenes. Pero las personas mayores que viven solas cuentan, en las entrevistas, que están todo el tiempo con el teléfono celular al lado, hasta cuando van al baño. Y lo hacen para sentirse más seguros, porque saben que si les pasa algo aprietan un botón. [...] Lo mismo pasa con los medios de comunicación. Hay muchos temas que, históricamente, los medios no han cubierto. Por ejemplo, la violencia de género, que en América Latina es una epidemia. Los medios más prestigiosos en general no han cubierto estos temas y cuando lo cubren, lo hacen como un marco episódico, como un incidente, sin un anclaje sistémico o estructural en la misoginia de la vida cotidiana. Si uno mira movimientos sociales como “Ni una menos” en Argentina, gran parte de las activistas se organiza y se comunica es a través de las redes, de la abundancia informativa, porque no pueden transmitir su mensaje por los grandes medios. Entonces me preguntas: ¿Eso es muy malo? Quizás es muy bueno.
LJR: ¿Y qué hay de distinto en el momento de abundancia informativa actual?
PB: La abundancia informativa hoy en día, a diferencia de los siglos anteriores, ha bajado las barreras de acceso no solo al consumo de la información, sino a la producción de la información. Hoy los medios de comunicación están en manos de pocos, pero esta abundancia que tenemos ahora, en que todos tenemos redes y celulares, es lo que nos hace más posible que podamos ser emisores de mensajes, no solo receptores. Y eso cambia mucho el juego.
Ahora, claro, es muy difícil hacer lo que yo llamo despegarse al teléfono, es cierto. Hay mucho doomscrolling, mucho binge watching, y la gente en las entrevistas dicen que les cuesta despegarse y eso les resulta malo. Entonces no es que todo sea bueno y emancipatorio.
Lo que se ve es que mucha gente tiene estrategias para despegarse, cuando va al psicólogo, a la misa, cuando se encuentra con su pareja a la noche después de todo el día de trabajo. Eso no significa que las redes y las compañías de dispositivos móviles no tengan un montón de recursos destinados a hacer que sus productos sean muy difíciles de dejar de lado, pero eso pasa con todos los productos. Lo mismo con un texto de García Márquez, y a mí no me parece mal que sea un gran escritor. Hay algunas novelas que son muy difíciles de dejar de leer y nadie se queja de que eso es adictivo. Lo que yo hago en el libro es cuestionar eso y no tratar de tener un discurso distópico, tampoco es un discurso que todo es una maravilla.