Otorgar el Premio Mundial de Libertad de Prensa Unesco-Guillermo Cano 2020 a la periodista colombiana Jineth Bedoya Lima tuvo un significado especial para la prensa en su país. Fue la primera vez que el premio, creado en 1997 en honor a un periodista colombiano que fue asesinado por narcotraficantes, volvía a casa.
Bedoya Lima ha dedicado más de 20 años de vida periodística a cubrir el conflicto armado colombiano y ha luchado por la libertad de prensa en el país porque, entre otras cosas, aprendió del mismo Guillermo Cano a “defender a toda costa el derecho que tiene la gente a ser informada”, según le dijo al Centro Knight en una entrevista.
“El coraje y el compromiso de Jineth Bedoya Lima, doblemente expuesta a riesgos inaceptables como mujer y como periodista, inspiran un profundo respeto”, dijo Audrey Azoulay, directora general de la Unesco en un comunicado “Necesitamos el trabajo de periodistas profesionales e independientes”.
Bedoya Lima es de esas periodistas que necesita pocas presentaciones. Ella estaba destinada al periodismo, como señaló un perfil hecho por el diario El Espectador, periódico al que Bedoya llegó en 1999 para trabajar como redactora judicial. “Eran los días del proceso de paz del gobierno de Andrés Pastrana en la región del Caguán, pero también de la arremetida del paramilitarismo en todo el país, con un capítulo impune de su incursión en Bogotá”, señaló el diario.
Precisamente por este último tema, Bedoya comenzó a investigar el mundo de las cárceles y del control paramilitar de ellas. Las amenazas llegaron por cuenta de estas investigaciones y posteriormente el 25 de mayo de 2000 fue víctima de secuestro, tortura y violencia sexual por miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia. Un crimen que sigue en la impunidad, solamente tres hombres han sido condenados, pero ningún autor intelectual ha sido identificado.
De este episodio salió adelante, como lo ha dicho muchas veces, “gracias al periodismo”. En 2002 pasó al diario El Tiempo donde actualmente es subeditora general. Pero también dedica otra parte de su vida a su campaña “No es hora de callar” creada en 2009 para incentivar a que mujeres víctimas de violencia, especialmente del conflicto armado, denuncien.
Su labor periodística y su lucha contra la impunidad, no sólo en su crimen, sino incluso de los de otras mujeres víctimas de la violencia sexual, ha sido largamente reconocido. En su haber cuenta con premios como el Premio a la Valentía en el Periodismo de la International Women’s Media Foundation (IWMF), Premio International Women of Courage entregado por el Departamento de Estado de Estados Unidos y el Premio Internacional de Libertad de Prensa en Canadá en 2016 entre otros.
“Al adjudicar el Premio Mundial de Libertad de Prensa UNESCO-Guillermo Cano a Jineth Bedoya Lima, el jurado reconoce y apoya su excepcional coraje y su incansable compromiso para revelar temas de fundamental importancia para la sociedad”, dijo Giselle Khoury, presidente del jurado en un comunicado. “El jurado quiso sumarse a la enérgica denuncia de la Sra. Bedoya Lima contra la creciente violencia que padecen las mujeres periodistas en América Latina y en otras muchas partes del mundo y a sus esfuerzos por invertir esta alarmante tendencia mundial”.
Y es que Bedoya con sus premios anteriores como con este, no se cansa de recalcar que sirven para reconocer el trabajo de las mujeres periodistas.
“Si bien es cierto que recae en los hombros de una persona, en sí lo que hace es reconocer el trabajo que hacen las mujeres desde el periodismo”, dijo. “Creo que eso es muy importante decirlo porque nuestra situación como comunicadoras es muy diferente a la de los hombres. Las mujeres periodistas tienen que enfrentar discriminación, estigmatización, acoso, desventajas muchas veces con las fuentes, entonces es un trabajo loable, y no solamente aquí en América Latina sino en el mundo. Y yo sí resalto mucho el trabajo que hacen las mujeres periodistas latinoamericanas porque no son tiempos fáciles, porque el narcotráfico nos ha llevado a un estado de zozobra en muchos países de América Latina y aún así las mujeres tienen la valentía de seguir informando arriesgando su propia identidad”.
El Centro Knight habló con ella a propósito de su reciente premio y del trabajo que viene para ella ahora como ganadora de este reconocimiento.
Centro Knight: Es la primera vez que este premio llega a Colombia. De hecho, la señora Ana María Busquets de Cano dice que desde que se creó la Fundación querían que el premio llegara al país. ¿Cree que tendrá un impacto para Colombia y para el periodismo del país?
Jineth Bedoya: Indudablemente. Me siento muy honrada de ser la primera periodista que recibe la distinción Guillermo Cano, primero porque creo que él nos dejó un legado de compromiso con la verdad, con el periodismo ético, con la responsabilidad social y con el defender a toda costa el derecho que tiene la gente a ser informada y a ser acompañada a través de la información. Entonces ser el primer periodista que recibe esta distinción es un gran honor, pero sobre todo es una gran responsabilidad. E indudablemente para Colombia tiene un significado muy importante pero sobre todo va a tener una repercusión muy importante porque el mandato del premio no es solamente ser reconocido como alguien que ha trabajado por la libertad de expresión sino que recibe la misión de trabajar para que la libertad de expresión sea una realidad para cientos de periodistas hombres y mujeres.
Y en Colombia tenemos unas regiones donde la gente comunica prácticamente con las uñas, sin recursos económicos, en medio de las amenazas, en medio de la intimidación, con una pauta oficial que es selectiva a la hora de entregar recursos, pero también con unas dinámicas de corrupción donde lamentablemente en algunos casos hay funcionarios públicos vinculados y donde hay agentes del Estado vinculados y entonces la responsabilidad es muy grande. Por eso, el premio para Colombia tiene un gran impacto y se viene un año de mucho trabajo para que lo que significa el premio puede hacerse realidad en muchos lugares de Colombia […] viene mucho trabajo para la libertad de expresión en Colombia y en América Latina.
CK: Precisamente sobre esto, ¿qué tanta responsabilidad le genera este premio? ¿Tiene una idea cómo será ese año de trabajo?
JB: Sí es una gran responsabilidad. Creo que he estado en estas 24 horas después del anuncio del premio en dos estados muy opuestos: desde la felicidad absoluta por recibir uno de los premios más importante de periodismo a nivel mundial, pero, por el otro lado, el susto, el miedo que da asumir esta responsabilidad porque mucha gente empieza a verte como referente de qué es lo que vas a hacer para que mi voz también sea válida. Y allí es donde está la carga, en el buen sentido de la palabra, de qué realmente debemos hacer para que el premio tenga un significado pero sobre todo tenga un impacto en Colombia.
Todo esto está muy reciente, pero Unesco sí se ha encargado de decirme ‘bueno, vamos a tener unos días para pensar qué es lo que quiere hacer, Ud. cómo quiere manejarlo y qué impacto quiere darle’. Y creo que ya estoy pensando un poco en eso, obviamente de la mano de la Fundación para la Libertad de Prensa que hace un trabajo extraordinario en Colombia, pero, sin lugar a dudas, lo primero va a ser poder tener una radiografía actualizada del impacto en la prensa con esta nueva crisis del COVID-19 y todo lo que nos ha traído. […] Vamos a centrarnos mucho en eso, en revisar cómo está en este momento la prensa regional y cómo va a quedar golpeada la prensa a nivel nacional después de que empecemos a superar la crisis o en medio de esta crisis por el coronavirus.
CK: ¿Esto quiere decir que será una especie de proyecto personal y tal vez local?
JB: No es tan local porque algo que sí ha llamado la atención la Unesco es que precisamente el premio llega después de muchos años nuevamente a América Latina y quieren hacer un énfasis muy importante en cómo está la libertad de prensa en la región. Esto que digo es lo que yo pienso inicialmente para Colombia porque es mi objetivo número uno, pero sí viene una mirada muy regional y sobre todo una mirada muy con enfoque de género porque el premio ha resaltado eso. Ha resaltado el trabajo que estoy haciendo en el tema de género y cómo visibilizar la violencia contra las mujeres y creo que hay muy poco trabajo sobre la labor que cumplen las mujeres periodistas en América Latina. Ayer en medio de la rueda de prensa una colega de Honduras preguntaba precisamente sobre eso porque la situación que les ha tocado enfrentar, sobre todo al cubrir la delincuencia organizada y el narcotráfico, ha tenido un impacto mucho más fuerte para las mujeres y creo que esta también es una de las metas, y que con Unesco compartimos esa idea de poder darle una mirada regional al trabajo de las mujeres periodistas.
CK: Ud. también habló un poco sobre las condiciones del periodismo en Colombia porque precisamente este premio reconoce el trabajo hecho en este tema. ¿Cómo evalúa la libertad de prensa en el país, cuál es la principal amenaza?
JB: Nosotros tenemos como dos vectores en este momento. Uno que sigue siendo el conflicto armado. Si bien es cierto que se logró un acuerdo de paz con uno de los actores del conflicto armado – que fue la guerrilla de las Farc – todavía tenemos otros grupos que siguen causando daño. Además tenemos los residuos de la antigua guerrilla y el reacomodamiento de organizaciones criminales que están generando muchísimo daño en las regiones y en lugares donde el Estado nunca ha hecho presencia y que obviamente en esta coyuntura se están aprovechando para poder llenar esos espacios que la guerrilla de las Farc dejó.
Y esa es una de las preocupaciones más grandes que tenemos porque en medio de ese reacomodamiento muchos periodistas han sido nuevamente amenazados. Llevamos muchos años sin saber qué es esa organización que se autodenomina Águilas Negras, pero que en realidad no sabemos si son personas que hacen parte de la inteligencia estatal que escudándose en esa organización – que todavía no se sabe si existe o no existe – generan zozobra sobre todo en regiones donde el acompañamiento a los medios de comunicación es muy débil, donde la democracia es muy débil.
A eso se suma las amenazas y asesinatos de líderes sociales y hay que recordar que muchos de estos líderes sociales son periodistas también, son gente que se dedica a la comunicación, que tienen sus propios medios para comunicar en sus comunidades, en sus veredas, en sus localidades, y eso es una parte.
Pero la otra parte, que está muy relacionada con la misma situación social que está viviendo el país y se puede resumir en el diagnóstico en las protestas, las marchas y los paros que se presentaron en Colombia desde inicios de noviembre del año pasado y que se extendieron hasta enero de este año. La prensa lamentablemente quedó en medio de esa confrontación social con muchas agresiones, intimidaciones, violencia contra los periodistas que van desde que dañen sus cámaras y sus herramientas de trabajo, hasta la intimidación y señalamiento por supuestamente tomar partido de uno u otro lado.
Esos dos vectores son los que más nos preocupa a nivel nacional porque cuando esto pase, porque algún día pasará, el estallido social va a seguir. Y más después de esta emergencia: el hambre, la crisis social que va a generar como coletazo todo el problema del coronavirus se va a ver reflejado en esa protesta, y en esa crisis social y lamentablemente la prensa va a volver a quedar ahí en medio.
CK: Sobre este último tema en muchas ocasiones la prensa encuentra en la misma ciudadanía oposición en su lucha por la libertad de expresión. ¿Qué podrían hacer medios y periodistas para ganarse un aliado?
JB: El problema en Colombia, y no solamente en nuestro país sino en otros países de la región, es que la confrontación política permeó todas las esferas de la sociedad. Llegó a todos los sectores y esa confrontación política ha generado unas grandes divisiones, unas polarizaciones muy fuertes y la prensa no está ajena a eso. Hoy en Colombia es muy difícil dar una discusión de altura sobre temas políticos o sobre temas económicos, sobre temas sociales o de seguridad porque inmediatamente al periodista se le encasilla en el lado A o en el lado B.
Y la misma rabia que carga la gente, y la misma situación de tener que tomar partido por alguno de los bandos lleva a que al periodista se le califique de bueno o malo dependiendo de lo que informe. Es muy difícil poder llegar a un término medio cuando hay tanto odio y tanta rabia reflejada en esa polarización.
Entonces decirle al periodista ‘usted tiene que hacer A o B’ es casi que botar semillas en medio del desierto, porque la misma polarización lleva a que, así se haga un buen trabajo, alguno de los lados lo encasille en una u otra orilla.
Lo que yo creo es que los periodistas no podemos perder el norte de a quién nos debemos. Y nosotros nos debemos a la gente, a nuestro lectores, a quienes nos siguen pero sobre todos a esos que no tienen la posibilidad de voz, de tener voz. Y yo creo que cuando se cubren temas sociales, el hecho no es que el periodista esté de un lado o de otro, el hecho es que el periodista sepa reflejar y mostrar con total veracidad lo que tiene en frente. Que no se limite simplemente al relato escueto, que indague un poco más. Y eso nosotros lo hemos perdido un poco. El indagar e investigar creo que nos da herramientas de peso para tener la autoridad a la hora de informar. Eso sería lo que yo le recomendaría a los periodistas en medio de este tipo de crisis donde así lo hagamos bien, nos van a señalar, pero el mejor camino para hacerlo bien es indagar, investigar, confrontar y tener todas la voces. Esas son las normas básicas del periodismo y lo han sido siempre y en este momento no debe ser la excepción.
CK: Ud. ha sido clara en que también hace activismo con su campaña, ¿por esto también ha sido acusada de tomar partido?
JB: Sí ha habido momentos. Yo creo que he recibido más críticas de los mismos periodistas en el tema de hacer activismo que de parte de la gente. Porque la gente termina sintiendo que esa persona que tiene acceso a un medio de comunicación y que tiene la posibilidad de llegarle a mucha gente termina siendo mi camino de escape para poder contar lo que me está afectando y lo que me está aquejando.
Pero en el caso de los periodistas sí hay mucha resistencia a creer que uno puede hacer activismo desde el periodismo.
Cuando yo hice parte de la delegación de víctimas en el proceso de paz con las Farc en La Habana hubo un sector que rechazó mi participación porque decían que yo iba a La Habana a lavar los pecados de la guerrilla cuando fue totalmente lo contrario. Decidí ir para poderle decir de frente a la guerrilla lo que no eran ellos capaces de contarle al país. Pero algunas personas no lo tomaron así. Es muy difícil cuando los temas que uno toca o a los temas que uno se enfrenta tienen implicaciones políticas y sociales con heridas de mucho tiempo atrás que están abiertas y que han sido imposibles de sanar.
Pero yo sigo creyendo y lo sostengo, creo que es parte de la bandera de mi trabajo, y es que el periodismo y el activismo sí son compatibles cuando se hacen por una causa social y cuando se hace para transformar la vida de alguien.
Por eso yo hago lo hago, por eso tengo una campaña y por eso le dedico la mitad de mi tiempo a mi trabajo como periodista y la otra mitad a mover una campaña que lo que quiere es visibilizar un tema del que nadie ha querido hablar desde siempre.
CK: Sus colegas y amigos señalan que hablar de Jineth Bedoya es hablar de la lucha contra la impunidad. Han sido 20 años en esa lucha, tal vez con más obstáculos que victorias, ¿dónde encuentra la fuerza para continuar en ella?
JB: Poder darle voz a alguien creo que es la mejor recompensa a denunciar, así no encuentre uno las respuestas que quiere. Cuando uno se encamina y se embarca en esta lucha de la justicia todos los días te estás haciendo preguntas de por qué, dónde está, quién lo hizo, por qué lo hizo, qué lo motivó, y todos los días esperas respuestas pero el común denominador es que las respuestas nunca llegan. Y en medio de eso poder empezar a sacar voces que digan ‘yo voy a denunciar, y voy a decir, y voy a contar, eso me va a hacer sentir mejor’ creo que es un aliciente para hacer este trabajo porque al final no hay respuestas de la justicia, pero sí hay respuestas de la humanidad, sí hay respuestas de las personas como tal, de decir ‘bueno, yo a mi victimario no lo puedo ver en la cárcel, pero pude hablar y eso me descargó para tener fuerzas y para poder seguir haciendo mi trabajo, sacar adelante a mis hijos, mantener a mi familia, desarrollarme como profesional, o realizarme como ama de casa o hacer un trabajo y un proyecto de emprendimiento’.
El hablar permite muchas cosas, así la justicia no esté ahí de frente. Y eso me ha pasado a mí. O sea son 20 años en los que han sido más las tristezas luchando para encontrar justicia que los logros y las respuestas. Pero al final cuando uno se da cuenta que ya el trabajo no es por uno sino por la gente que uno se va encontrando en el camino eso le tiene que dar a uno fuerza. Y eso yo lo he hecho a través del periodismo así que es como un complemento. Es entender que darle voz a muchas personas a través del trabajo que uno hace termina siendo su verdadera justicia.
Y además quiero verlo así porque de lo contrario seguramente ya no estaría, porque termina uno enfrascándose en el dolor y en la zozobra que lo lleva a un estado de depresión y de no futuro que es imposible seguir. Hay que tratar de encontrar lo mejor, lo mejor de la peor situación que uno pueda afrontar.