"Es necesario que la lente mágica
enriquezca la visión humana
y de la realidad de cada cosa
se extraiga una realidad más seca
para que podamos penetrar profundamente
en el puro enigma de las imágenes".
Eso escribió Carlos Drummond de Andrade, uno de los mayores poetas brasileños, en unos versos dedicados a Evandro Teixeira, uno de los mayores fotoperiodistas del país, fallecido a los 88 años el lunes 4 de noviembre en Río de Janeiro, tras luchar contra la leucemia durante más de 10 años.
Durante más de siete décadas de trabajo profesional, casi 47 de ellas en el desaparecido Jornal do Brasil, Teixeira documentó la vida pública brasileña con lo mejor que el periodismo puede ofrecer: audacia, urgencia, apego a la realidad, desafío a todo tipo de autoritarismo, compromiso democrático, cuidado, celo y creatividad.
La parte más conocida de su obra son las fotografías que tomó durante la dictadura militar en Brasil, de 1964 a 1985, de soldados y tanques en las calles, de manifestantes contra el régimen, entre bastidores del poder y de la vida cotidiana en medio de la agitación política.
Su trabajo, sin embargo, va mucho más allá de estos registros. Teixeira fotografió también innumerables personalidades de la vida cultural brasileña y mundial, ciudadanos anónimos en momentos fortuitos y poéticos, acontecimientos históricos en otros países, tragedias urbanas, deportes y moda, entre otros. Su muerte tuvo gran repercusión en los principales periódicos y medios de comunicación de Brasil, que lo aclamaron unánimemente como una referencia ineludible en la historia del fotoperiodismo brasileño.
En una entrevista concedida a LatAm Journalism Review (LJR) en 2023, Teixeira atribuyó su éxito a unos pocos elementos clave: suerte, esfuerzo y coraje. “Lo que más me ayudó en mi carrera fue la suerte, además de las ganas de hacer el trabajo”, dijo Teixeira. “Siempre creí que sería capaz de hacer que los trabajos funcionaran, y nunca tuve ningún respeto por los actos de locura de los que estaban a cargo”.
Hijo de un agricultor y un ama de casa, Teixeira nació en Irajuba, un pueblo del interior de Bahía, un estado en el noreste de Brasil. Sus primeras fotografías las tomó con la cámara del hermano de su madre, con la que registró a familiares y animales de granja.
En 1950, a los 15 años, se trasladó a Jequié, donde compró su primera cámara y trabajó como becario en el Jornal de Jequié. Después se trasladó a estudiar a Ipiaú, donde trabajó como becario en el periódico Rio Novo y se compró una Polaroid; más tarde adoptaría Leica como su marca preferida de por vida.
En 1954, Teixeira se trasladó a Salvador, la capital del estado, donde trabajó como becario en el periódico Diário de Notícias, que pertenecía al grupo Diários Associados, entonces uno de los mayores medios de comunicación de Brasil. En Salvador, Teixeira aprendió algo que considera decisivo en su carrera: un curso de fotografía por correspondencia con el fotoperiodista José Medeiros, ofrecido por la revista A Cigarra.
“El proceso fue muy didáctico. Aprendí a hacer buenas fotografías en ese curso por correspondencia”, dijo Teixeira sobre en una entrevista de 2012 con Paulo César Boni.
Bajo la influencia de su amigo Manoel Pinto, conocido como Mapin, Teixeira se trasladó a Río de Janeiro a finales de 1957. La ciudad era entonces la capital cultural de Brasil y vivía los llamados Años Dorados, a raíz de la creación del Bossa Nova. Al año siguiente de su llegada, empezó a fotografiar para Diário da Noite y O Jornal, dos publicaciones del grupo Diários Associados.
En 1961, dimitió y pasó a trabajar para el semanario O Mundo Ilustrado, dirigido por Joel Silveira, uno de los reporteros más reputados de Brasil. Allí permaneció diez meses, y tuvo la oportunidad de cubrir el Mundial de Chile, en el que ganó Brasil. A finales de ese año, se trasladó al Jornal do Brasil, donde permaneció hasta el final de la versión impresa del periódico, en 2010.
El Jornal do Brasil al que llegó Teixeira era entonces el diario más prestigioso de Brasil. En él escribieron algunos de los más grandes escritores y periodistas de Brasil, como Carlos Drummond de Andrade, Otto Lara Resende y Barbosa Lima Sobrinho. En 1959, el diario experimentó una profunda renovación gráfica que dio prioridad a la fotografía en sus portadas y páginas.
En una entrevista con Paulo César Boni, Teixeira recordó el ambiente de trabajo que encontró en JB:
“La fotografía era la élite del periódico. Para que te hagas una idea, en JB el fotógrafo ganaba más que el reportero de texto”, dijo. “Tenías la libertad de salir a la calle, establecer tu propia agenda, crear tus propias historias y reportajes fotográficos, y todo ello sin flash ni medidor de luz. El flash estaba prohibido en el Jornal do Brasil. Alberto Ferreira, que era uno de los mejores editores de fotos de Brasil, lo prohibió”.
El día del golpe militar que derrocó al presidente democráticamente elegido João Goulart, el 31 de marzo de 1964, Teixeira tomó algunas de sus fotos más famosas. El fotógrafo de JB fue el único periodista que entró en el Fuerte de Copacabana, donde se alojaba el general Castelo Branco, que se convertiría en el primer dictador del régimen.
Según Boni, Teixeira jugaba al voleibol en la playa los domingos con un capitán del ejército llamado Lemos. Su amigo le llamó el día del golpe y le invitó a unirse al fuerte sin identificarse.
“Acepté en el acto. Me advirtió que él entraría sin problemas porque todo el mundo le conocía, pero que a mí me podían prohibir la entrada. Y si eso pasaba, no podría hacer nada”, dijo Teixeira. “Decidí arriesgarme. A la entrada del fuerte, el centinela saludó y Lemos respondió saludando y yo le imité. Entramos”.
Aquella noche, bajo una intensa lluvia, Teixeira tomó una foto en la que poco se ve, aparte de la silueta de los soldados, un cañón y las bayonetas. La imagen se consideraría más tarde un presagio del oscuro periodo en el que estaba entrando Brasil.
Otra imagen histórica, quizá la más famosa de Teixeira, es la de un estudiante perseguido por dos policías con porras en la mano el 21 de junio de 1968, el llamado Viernes Sangriento, cuando la policía reprimió brutalmente una manifestación estudiantil. A día de hoy no se sabe quién era el joven golpeado, con las gafas al aire, capturado en un momento de urgencia.
También hay registros más sutiles y poéticos, como “Libélulas y bayonetas”, de 1968, en la que los insectos se posan sobre las armas puntiagudas de los fusiles. La foto fue tomada tras la inauguración de una exposición de armas utilizadas en la Guerra del Paraguay (1864-1870) en presencia del entonces presidente Costa e Silva.
La imagen ilustró la portada del diario al día siguiente, mientras que las fotos de la exposición aparecían en pequeño en el centro del periódico. La elección editorial enfureció al presidente, que convocó al fotógrafo para una reunión cara a cara. Teixeira pasó entonces una noche en la cárcel.
Esa fue sólo una de las varias detenciones de Teixeira durante la dictadura militar. Otra detención se debió a una fotografía tomada a un general en pijama durante una visita a su casa. “Durante la dictadura era eso: detenciones, palizas y equipos rotos o incautados. Me pegaron varias veces, me detuvieron varias veces. Pero, afortunadamente, nunca me confiscaron ni rompieron el material”, contó Teixeira a Boni.
Muchas de esas imágenes sólo pudieron publicarse porque el Jornal do Brasil era entonces una publicación influyente y poderosa, al mando de periodistas con el valor y el espacio necesarios para desafiar la censura vigente en el país.
Bajo la dirección de Alberto Dines, la publicación era la principal voz entre los grandes periódicos brasileños que denunciaban las arbitrariedades y la violencia cometidas por el régimen militar. Según Teixeira, el ex director, fallecido en 2018, “era un tipo duro. No se dejaba intimidar. Y estaba muy abierto a hablar con periodistas y fotógrafos, era muy abierto”, dijo Teixeira a LJR el año pasado.
Según Teixeira, en la década de 1970 había 35 fotógrafos permanentes en el periódico, un número considerado alto para la media actual en una gran redacción brasileña.
“El periódico tenía poder. Podíamos viajar a donde quisiéramos”, dijo el fotógrafo. Algunos de estos viajes dieron lugar a fotografías históricas: Teixeira fue, por ejemplo, el único fotógrafo brasileño que viajó a Chile inmediatamente después del golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973.
Allí fue el único fotógrafo del mundo que entró en el hospital donde yacía el cuerpo del poeta Pablo Neruda, envenenado por la dictadura. También fotografió a presos políticos y el funeral del escritor, que se convirtió en un acto de protesta contra la naciente dictadura. “Hoy en día, probablemente utilizarían fotos de agencias de noticias. Pero es diferente cuando el periódico utiliza a sus propios profesionales, que tienen una visión desde dentro”, dijo.
Más allá de la política, Teixeira hizo retratos impactantes de muchas de las principales personalidades brasileñas del siglo 20, como Pelé, Ayrton Senna, la cantante Leila Diniz, los poetas Carlos Drummond de Andrade y Vinicius de Moraes y el compositor Tom Jobim, entre otros. Publicó siete libros, el más importante de ellos dedicado al centenario de la Guerra de Canudos, en 1997.
Su colección de más de 150 mil fotografías fue donada al Instituto Moreira Salles (IMS), que el año pasado organizó una exposición basada en las fotos tomadas en Chile. Las fotos siguen siendo objeto de estudio y exposiciones en Brasil y en el extranjero. En 2008, Teixeira fue uno de los dos únicos brasileños que participaron en una exposición en la Galería Leica, en Nueva York, que reunió a 40 fotógrafos internacionales.
“Teixeira fue alguien que, en su proceso de trabajo, siempre apostó por el periodismo como testimonio, por estar presente en el lugar de los hechos, con una audacia y una osadía que le llevaron a no aceptar límites en su compromiso con la información de calidad”, dijo a LJR Sérgio Burgi, coordinador de fotografía del IMS.
Teixeira también recibió decenas de premios, como los concedidos por la UNESCO y la Sociedad Interamericana de Prensa. El fotógrafo deja dos hijas, Carina y Adryana, y tres nietas.