Por Alejandro Martínez
El mes pasado, Donna DeCesare, galardonada fotoperiodista y profesora de la Universidad de Texas en Austin, lanzó su libro bilingüe Unsettled/Desasosiego: Children in a World of Gangs. El libro es a su vez una autobiografía y una colección de fotografías que documentan el impacto de las guerras civiles y las pandillas juveniles en Centroamérica y los Estados Unidos.
Sus fotografías, tomadas entre 1987 y 2009, capturan con gran empatía el traumatismo y la resiliencia de décadas de inestabilidad en Centroamérica, la evolución y propagación de la cultura de las pandillas desde las calles de Los Angeles a las ciudades de El Salvador, y las conmovedoras vidas de niños y adolescentes desfavorecidos tratando de encontrar su lugar en un mundo lleno de violencia.
Unsettled/Desasosiego ha aparecido en publicaciones como Mother Jones, La Opinión, BBC Mundo y el New York Times. Más recientemente, las fotografías de DeCesare fueron incluidas en la exposición itinerante "War/Photography".
DeCesare habló recientemente con el Centro Knight para el Periodismo en las Américas sobre sus fotografías y trabajo durante esos años.
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Centro Knight: En este libro presenta sus fotografías de las pandillas en Centroamérica y Estados Unidos, pero dice que el libro es acerca de usted. ¿Cómo es eso?
Donna DeCesare: Este es el trabajo al que le he dedicado mi vida, y que reúne mis experiencias en las calles como joven fotógrafa, pero revelo mucho sobre mí misma en los casos que decidí contar. Yo era una joven fotógrafa de guerra cuando fui a El Salvador, y desde el principio tomé decisiones que me pusieron en estrecha comunión con las personas.
KC: Puede mostrar una imagen que capture eso?
DD: Por ejemplo, Adela. Tengo una foto de ella en el primer capítulo.
Esa no es su arma, pero ella era parte de la guerrilla, era una niña combatiente. Quien está a su lado es su hijo.
Ella era mi empleada doméstica. La contraté porque una monja que visité me dijo que ella necesitaba trabajar, y aunque yo no quería contratar a una empleada, no podía alquilar una casa sin contar con una. Sabes, había una parte de mí, la periodista, que cuestionaba la decisión de contratar a alguien que había sido una niña combatiente de la guerrilla.
Pero yo confié en ella. Ella era muy honesta y respetuosa. Le ayudé con su educación, y más tarde le concedieron asilo político en Canadá.
En ese sentido, el libro es sobre mí. En este libro revelo detalles sobre mi relación con las personas que conocí, y también algo sobre mi proceso de trabajo.
KC: ¿Qué está pasando en esta foto?
DD: Es una foto muy interesante como etnografía visual; es algo que apreciarían aquellos que estudian la cultura de los niños de la calle.
En primer lugar, se trata de una imagen de 1993, año en que muchos jóvenes comenzaron a ser deportados desde Los Angeles. Así, la llegada al país de la primera ola de deportados y pandillas influenciadas por los EE.UU. estaba apenas comenzando.
Y estos niños estaban en una protesta que se tornó violenta, algo que sucedía en El Salvador todo el tiempo. Alguien empezó a quemar un neumático y todos los niños se acercaron, convirtiéndose en parte de la escena.
Lo que me pareció realmente interesante fue que ellos cubrían sus rostros con sus camisas, creando una especie de máscara, de la misma forma que lo hacían los estudiantes que protestaban en 1980, en El Salvador, porque eran objetivos militares.
Ellos están utilizando una especie de estrategia visual y el simbolismo de los años de la guerra, pero cuando nos fijamos en sus pantalones, los usan un poco más abajo, mostrando la parte superior de sus interiores. Ese es el estilo de los jóvenes deportados.
KC: ¿Puede hablarnos sobre cómo accedió a estos círculos de pandillas y el grado de peligro que ello implica?
DD: En cualquier situación que logres entrar hay riesgos. Para mí es cuestión de manejar tus miedos, de estar dispuesto a asumir riesgos. Creo que cuando eres honesto con la gente, esa es la mejor manera.
KC: ¿Cómo aplica eso a esta imagen, por ejemplo?
Cuando estaba en el proceso de conocer a estos jóvenes, lógicamente lo primero que ellos pensaron fue que yo era policía. ¿Alguien con una cámara quiere tomar fotos? "Oh, Dios mío, probablemente es la policía". Eso era lo último que ellos querrían.
Así que tenía que demostrarles que no era un oficial de policía. ¿Cómo pruebas eso? Yo pude mostrarles mi carné de prensa, mis fotos publicadas en revistas como Newsweek, con mi firma, pude mostrarles que estuve en El Salvador durante la guerra y había fotografiado al ejército y a la guerrilla. Ellos dijeron "¡wow!" Y quisieron saber más sobre mí. Cuando sintieron curiosidad acerca de mí, fui honesta con ellos, fui honesta acerca de por qué estaba interesada en ellos, y ellos se abrieron conmigo. Yo también estaba pensando en cómo haría las imágenes. Las fotografías pueden sugerir cosas que difieren de una persona a otra. Yo elegiría ciertos ángulos y utilizaría la profundidad de campo para ocultar identidades al tiempo que revelo algo sobre las situaciones de violencia potencial en las que estos jóvenes se encuentran.
La otra cosa que me gustaría decir es que siempre fui clara y honesta sobre mi reacción a esta experiencia. Una vez estaba tomando una foto de una iniciación de pandillas.
Cuando los niños son iniciados en las pandillas, el hecho demora alrededor de unos 30 segundos, un grupo de pandilleros los reciben con golpes y patadas, lo cual forma parte del ritual. Vale la pena señalar que tanto los militares salvadoreños como los guatemaltecos también tenían, y tienen, rituales de iniciación violentos para los soldados jóvenes.
Yo tomé la foto pero me estremeció. Entonces uno de los niños que estaba a mi lado me preguntó: "no fue lo máximo?" Y yo le dije: "¿sabes, yo tomo fotos pero realmente no creo que sea algo bueno. Siento pesar por el chico que estaban golpeando".
Y él dijo: "Donna, pero si no te gusta la violencia, ¿por qué gustas de nosotros?" Eso es lo que me preguntó. Y yo le dije: "porque eso no es la única cosa que veo, veo mucho más. La violencia es una parte de sus vidas, pero pueden elegir no dejar que la violencia defina quienes son".
Sentí que la conversación que tuvimos allí fue tan importante como la imagen que tomé. Estar allí conviviendo con ellos y hablando de una manera honesta y sin juicios, conseguir ser un punto de referencia para un mundo diferente es una forma diferente de ver las cosas a las que ellos no estaban expuestos.
Mis fotos no pueden cambiar el mundo, no pueden detener a la pandillas, pero por las experiencias que tuve en campo con algunos de los niños que sobrevivieron .... sé que hice una enorme diferencia en sus vidas.
Nota del editor: Esta historia fue publicada originalmente en el blog Periodismo en las Américas del Centro Knight, el predecesor de LatAm Journalism Review.