“… Ha llegado la madre de la enfermedad, y en cada pueblo que pasa, va dejando muerte, llanto y tristeza. Busca nuestras vidas en lugares públicos donde mucha gente se reúne sin tener cuidado. Se llama coronavirus. Vamos a pararlo juntos, vamos a vencerlo, por eso, evita estar en lugares con mucha gente, quédate en casa, usa mascarilla, lávate las manos con jabón. El coronavirus no va a vencernos. Vamos a salvarnos todos, o no habrá salvación…”.
Este spot radial, que formó parte de una serie de seis entregas similares de carácter preventivo, fue producido a mediados del año pasado, en pleno auge de la pandemia, por Radio Ucamara, término que fusiona los nombres de los ríos Ucayali y Marañón que forman el Río Amazonas.
La radio comunitaria que se inició hace 29 años es dirigida, producida y conducida por comunicadores, ciudadanos del pueblo originario kukama. Los comunicadores que en la ciudad de Nauta, Loreto –región nororiental de la amazonía peruana–, se las ingenian para que la radio sea escuchada, con las limitaciones de sus 500 watts de alcance, en comunidades indígenas cerca a la zona de frontera con Ecuador que inclusive están a 18 días de viaje por río.
Según datos del Ministerio de Salud, Perú registra poco más de 45 mil fallecidos por COVID-19, 1.152 de ellos corresponden a la región Loreto. Un reporte reciente sobre el impacto de la COVID-19 señala que hasta el 21 de diciembre de 2020, en Perú han fallecido 3.126 indígenas.
La deficiencia de servicios de salud, falta de personal, medicinas, sumado a las limitaciones en planificación, presupuesto, transporte y conectividad digital, ha significado que miles de pobladores en comunidades alejadas de las ciudades queden al margen de la información sobre la pandemia de la COVID-19. Asimismo, la falta de producción de contenidos ha significado que las comunidades y los ciudadanos reciban muy poca o nula cobertura de las corporaciones radiales de amplia llegada desde Lima, la capital.
Carlos Rivadeneyra, docente de la Universidad de Lima y excoordinador regional de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC – ALC), es preciso en fundamentar que las radios que no son grandes corporaciones atraviesan una emergencia aguda. Muchas han cerrado, transmiten menos horas, no es posible trabajar en la cabina física por la COVID-19, además de no haber políticas gubernamentales fuertes que apoyen a dichos medios, más allá de atender la documentación de sus permisos al día, según Rivadeneyra.
A pesar de que muchas emisoras comunitarias dejaron de transmitir durante la pandemia, Radio Ucamara, desde los 98.7 F.M, siguió con su misión de revitalizar y recuperar la lengua y cultura kukama. Desde el encierro, siendo imposible que sus comunicadores se desplacen, logró informar, canalizar apoyo, orientar y realizar campañas a partir de los saberes ancestrales y las tradiciones propias de las comunidades, para vencer el reto de la distancia social y geográfica.
Un espacio en donde tu palabra cuenta
Leonardo Tello Imaina, hijo de padre kukama y madre achuar, lleva 19 años haciendo radio.
“… A mí me llevó a estar en este medio de las comunicaciones, el ver el caso de unos hermanos, pescadores en el río que fueron asesinados, protegiendo su territorio, que luchaban tanto por la amazonía”, dijo. “La comunicación aquí adentro no bastaba, teníamos que empezar a mirar que solo con nuestros ojos no era suficiente, necesitábamos los ojos de otras personas, para sentir que allí, a pesar del dolor, debíamos transformar y hacer sentir la vida; es allí donde me veo como comunicador”.
Luego de terminar de planificar las acciones que se tomarán en la emisora relacionadas con la pandemia, el director de Radio Ucamara recuerda los orígenes de la radio y los retos y momentos vividos, a casi un año de declarada la pandemia.
“… Casi todas las radios cerraron iniciada la cuarentena, quedaron algunas con música, pero no más, a nosotros nos llamaban del Río Corrientes los achuar, que se habían contagiado con la llegada del alcalde de otra localidad, Trompeteros, [que] los había contagiado. El apu (dirigente) de la comunidad nos llamó a decirnos lo que pasaba”, dijo Tello Imaina a LatAm Journalism Review (LJR). “Así, nos comunicamos con la Defensoría del Pueblo, la policía, la Dirección Regional de Salud, para que desplieguen brigadas frente a lo que sucedía. Aprendimos, el reto era gestionar la atención inmediata a la población”.
Los achuar no pensaron que un medio de comunicación iría allí a reportear, debido a la distancia, pero Radio Ucamara envió a un corresponsal a la entrada del río.
“Ya teníamos una idea de lo que pasaba día a día”, dijo Tello Imaina.
Antes de iniciada la pandemia, el equipo de Radio Ucamara estaba conformado por 12 personas. Seis eran “ancianos y ancianas sabios kukamas” que dejaron de participar en las producciones radiales, spot, videos, por el evidente riesgo. Posteriormente, de los seis que quedaban, tres se enfermaron y los tres que quedaban tuvieron que seguir produciendo para la radio durante dos meses.
Desde el inicio, al ver que era imposible salir y desplazarse, desde Ucamara empezaron a llamar a las comunidades hasta lograr armar una red de 21 personas, pobladores de una diversidad de comunidades distantes unas de otras, hasta zonas de frontera. Todos ellos, hombres, mujeres, jóvenes, se convirtieron en corresponsales. Nunca habían hecho un reporte de noticias, era la primera vez.
La radio pudo conseguir un aporte para recargar celulares con 3 dólares a la semana, lo que les permitía reportear y comunicarse con sus familias. De 6 a 9 am, todos los días, Radio Ucamara priorizaba la transmisión de reportes desde las comunidades, además de entrevistas, o interactuaba con medios nacionales e internacionales.
Tello Imaina recuerda que pese al clima desafiante de la selva y las limitaciones de la distancia de señal, solo en tres oportunidades se cortó la señal de los corresponsales, o enviaron sus audios a través de grabaciones de WhatsApp. La transmisión siempre se realizaba en vivo y en directo. La mayoría de ellos reporteaba desde celulares de baja gama. A pesar de ello, compartían los programas o spots en idioma achuar en los altavoces, bocinas, altoparlantes de sus comunidades o desde radios en sus propias casas.
Durante la pandemia, los contenidos se centraron en desarrollar historias a partir de los relatos y vivencias sobre temas preventivos contra el coronavirus. Al hablar el mismo lenguaje y narrar desde la memoria, la empatía y el conocimiento mutuo, la comunicación se volvió potente al punto de no necesitar mucha explicación, pues los reporteros y entrevistados estaban viviendo la misma experiencia. Ahora tocaba contar cómo las comunidades estaban preparando sus medicinas, cómo las estaban tomando, cómo se venían recuperando, y esto se sabía por la participación de las familias. Esa fue la campaña para aislar a los malos espíritus y la muerte.
“El aporte de Ucamara es ‘vamos a trabajar’, que un pueblo se autorepresente con orgullo, con alegría. Es mostrar las cuestiones propias de los pueblos, que se sientan orgullosos. Si no trabajamos eso, lo que hacemos es marginar a un pueblo, ponerlo en el disparadero, eso hunde, nadie pone oídos a una radio que no revitaliza”, declaró Tello Imaina.
Durante este segundo rebrote de la COVID-19, Radio Ucamara apuesta por seguir consolidando formatos que beneficien a los corresponsales. En muchos pueblos, solo hay una o dos horas de energía eléctrica, que además es de alto costo. Pese a las limitaciones de presupuesto, se abastecerán de un generador eléctrico y batería solar que permitirán cargar 20 celulares para que los corresponsales se sigan comunicando.
La producción de 10 tutoriales en video, de 10 a 15 minutos, también facilitará a los corresponsales el poder recoger información de los relatos que hablan de las epidemias o ampliar y actualizar información sobre los escenarios de violencia que vive la amazonía (derrames de petróleo, monocultivos, temas que no se están desarrollando en profundidad).
Radio Ucamara es parte de un proyecto de la iglesia católica, en ella tiene una obra social, que no tiene un carácter evangelizador. La gestión y el desarrollo de los contenidos están a cargo del equipo que trabaja en la emisora. La agenda y el origen son participativos, educativos e informativos respecto de la identidad indígena.
Dentro de esa misma línea, el enfoque para hablar de salud, es revitalizar el conocimiento de los pueblos. Sin embargo, durante esta crisis sanitaria, se ha visto que la ciencia ha desacreditado el conocimiento milenario de los pueblos, de acuerdo con Tello Imaina. La ciencia habla de reforzar el sistema inmunológico y en punto de encuentro entre la ciencia y los saberes ancestrales es que las plantas pueden curar, otras minimizan enfermedades; no se debe pensar como si fueran un antibiótico, es todo un proceso, dijo. Es abrir una propuesta distinta a la medicina tradicional.
Contando las experiencias de epidemias pasadas
“…Cuando yo empecé, la radio se había creado para representar a los más vulnerables. En Nauta, en la periferia, a nosotros nos decían ‘Ucamara es una radio de indios, de cholos’, porque cuando empezamos, tocábamos los temas de la interculturalidad, espiritualidad, la lengua, la identidad. No ha sido fácil hablar en la población…”, dijo Rita Muñoz Ramírez a LJR.
Hace 13 años, Muñoz Ramírez, una mujer kukama, comunicadora y conductora de un programa, empezó en la radio conduciendo un programa informativo. Cuenta que no sabía prender una grabadora, tampoco hacer un guion ni editar.
Hoy, reflexiona sobre los cambios personales y aprendizajes que le ha dado pertenecer a Radio Ucamara: conoce su región, valora más a cada persona, ha aprendido a escuchar el sentir de la gente, a buscar ser más sencilla y tener empatía.
En este tiempo de crisis sanitaria, reflexiona sobre el diálogo que ha tenido con los oyentes.
Según Muñoz Ramírez, los kukumas dijeron, “porque tenemos que reconciliarnos con las plantas tradicionales, son ‘nuestras medicinales’ que hemos dejado de usar porque nos hemos acostumbrado a las pastillas, a las inyecciones; nuestra amazonía es una farmacia de todo, es importante poder administrarla con responsabilidad y respeto…”.
Muñoz Ramírez difundió desde la radio reportajes y entrevistas que, en plena pandemia, narran lo vivido por pobladores adultos kukamas o lo recogido en los relatos orales de sus generaciones, que han vivido otras crisis sanitarias como la viruela y el cólera. Esto ha contribuido a activar y mostrar el nivel de organización y trabajo que los pobladores y promotores locales realizaron hace décadas. Visibilizar estos testimonios ayudó a que Ucamara realice un spot radial que permita refrescar a los kukamas el nivel de impacto de las crisis sanitarias pasadas y lo que significa ahora protegerse.
El spot, con un fondo musical muy sensible, narraba: “La viruela llegaba en canoas largas con sus crías, vestían de blanco, encapuchados. Cuando la comunidad se percataba de su llegada, huían despavoridos; si tenían enfermos, los abandonaban, no llevaban consigo gallinas ni perros ni nada que los delatara...En el pasado, nuestros ancestros huían de las epidemias para no morir, se aislaban en el bosque. Nos toca ahora aislarnos, protegernos, quedarnos en nuestras casas. El coronavirus no va a vencernos”.
Pese a todos los esfuerzos de la radio, debido a la deficiencia de conectividad en la zona, un problema latente en el país, Muñoz Ramírez cuenta cómo los pobladores de sectores de cuencas muy alejadas, como el Chambira o el Urituyacu, distantes a cinco días viajando por lancha, podían enviar sus reportes a la emisora, pero no podían interactuar, no podían escuchar lo que estaban viviendo o cómo se estaban organizando frente a la COVID-19 otras comunidades.
A pesar de todo, Ucamara sigue apostando porque esta realidad cambie, quizá con la conectividad.
“Yo le he soñado a mi madre que me enseñaba cómo curarme y así me sané”
Marilez Tello, 42 años, empezó en Radio Ucamara conduciendo el programa “manos de mamá”. De origen achuar y con estudios en enfermería, la conductora tenía gran acogida entre sus oyentes, que eran sobre todo mamás mujeres que llamaban a la radio para recibir consejos en torno a la salud. Por ejemplo, cómo curar una diarrea en sus bebés, cómo diagnosticar qué síntomas corresponden a qué enfermedad, qué cuidados e higiene se debe dar a los pequeños. También se desplazaba a la periferia de Nauta para realizar entrevistas.
Destaca el rol que han tenido las mujeres en el proyecto de Ucamara: desde que comenzó, los programas eran conducidos por mujeres, quienes además participaban en la línea editorial. Al ver las otras emisoras, en donde sobre todo eran hombres los que conducían los programas, y evidentemente, era la voz y mirada del varón la que pesaba se referían a ellas como personas no preparadas, improvisadas y que debían irse a la cocina a lavar platos.
Ella le contó a LJR que recuerda la solidaridad mostrada por la emisora hacia los pobladores sin recursos económicos, en plena pandemia. Esta acción fue posible por la coordinación entre la radio, los corresponsales de comunidades y los dirigentes.
“Aquí en Nauta, en zonas aledañas, se suma la pobreza a la pandemia. Pero, a pesar de la distancia y la pobreza –pues no tiene servicios básicos ni agua potable– la comunidad de San Pedro, en la zona del río Marañón, se organizó para donar aquí en Nauta racimos de plátano, sacos de yuca, verduras como ají dulce, tomate y traer raciones de pescado. Vinieron en un bote, navegando, al mediodía. El apu, acompañado de dos moradores más, llegaron a Nauta. Se dirigieron a la radio, dijeron ‘somos de tal comunidad, queremos regalar racimos de plátano, yuca, a la gente’”.
Para Tello, Ucamara - la radio comunitaria donde labora desde hace 14 años - se ha identificado, acercado, informado y mostrado matices a las comunidades, contando también valores, pues no todo es desgracia. Las acciones de la organización y la historia de estas vivencias muestran la vida misma más allá de las fronteras.
La radio comunitaria Ucamara ha invertido sus años, esfuerzo y dedicación a la riqueza de la vida en estos tiempos de crisis sanitaria en un país en donde recién el martes 10 de febrero, ha empezado a aplicar sus primeras mil vacunas, a parte de sus 33 millones de pobladores.