Con asistentes de 85 países, un destacado grupo de periodistas de ciencia, científicos y otros expertos compartió consejos y recomendaciones sobre cómo cubrir mejor la pandemia de COVID-19 y combatir la desinformación que existe alrededor de vacunas, variantes y tratamientos.
El seminario web "Variantes, vacunas y medicamentos: Lo que los periodistas deben saber para mejorar la cobertura de COVID-19", organizado por el Centro Knight para el Periodismo en las Américas de la Universidad de Texas, en alianza con la UNESCO, financiado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Programa de Múltiples Donantes sobre Libertad de Expresión y Seguridad de los Periodistas de la UNESCO, se transmitió en vivo el jueves 27 de enero a través de Zoom y YouTube.
La transmisión en Zoom, originalmente en inglés con interpretación simultánea en otros cuatro idiomas, fue vista por 770 asistentes de 85 países.
Las grabaciones del seminario web están disponibles en el canal de YouTube del Centro Knight en inglés, español, francés, portugués y árabe. Toda la información sobre el evento, incluyendo el programa y los datos de los panelistas, está disponible en inglés, español, francés, portugués y árabe en el sitio JournalismCourses.org del Centro Knight.
Los tres paneles que conformaron el seminario fueron moderados por Deborah Blum, directora del Programa Knight de Periodismo Científico del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés)
En la sesión de apertura, Gabby Stern, directora de comunicaciones de la OMS, planteó una serie de preguntas que, según dijo, le hubiera gustado hacerse a sí misma cuando era reportera y que los periodistas de hoy deberían hacerse al cubrir la pandemia por COVID-19:
1. ¿Vale la pena ir en búsqueda de esta historia y publicarla lo antes posible o me estoy apresurando a publicar algo porque me siento presionado a producir algo y ponerle mi nombre y/o porque otro medio de comunicación publicó esa historia y mis editores o yo queremos tenerla también?
2. ¿Tengo la misión de encontrar un tipo específico de conflicto o falla, y producir una historia con una mini exclusiva, en vez de entrar en el proceso de investigar con los ojos y el intelecto bien abiertos a lo que podría encontrar o no encontrar?
3. ¿Esta situación es real e importante, o estoy cayendo en la incriminación de una fuente o fuentes que actúan de mala fe y que podrían estar usándome para desprestigiar o dañar a las personas a las que estoy cubriendo?
4. ¿Tengo una verdadera comprensión de las dinámicas de poder y las estructuras de incentivos que están en juego aquí, en términos de mi rol y relación con mis fuentes, así como con las personas a las que estoy cubriendo?
5. ¿He dedicado suficiente tiempo y capacidad mental para comprender a las personas que estoy cubriendo, más allá de sus declaraciones públicas y otras cosas fáciles de entender?
6. ¿He trabajado duro para estar detrás de escena, dentro de las salas de juntas y los pasillos para entender quién vigila a quién?
7. ¿He dedicado el tiempo necesario para comprender los roles, las estructuras de gobierno, las autoridades legales, el apalancamiento y/o las restricciones que empoderan o limitan a las personas e instituciones que estoy cubriendo?
“Estas son preguntas que pocos reporteros se hacen al escribir sobre la pandemia o sobre la política. Y el resultado de eso son artículos que son llamativos y geniales, pero básicamente son baratijas alegres, dizque primicias que encandilan a otros reporteros a perder horas en abismos sin importancia e incluso dañinos, cuando podrían estar haciendo aportes genuinamente valiosos a un mundo en apuros”, dijo Stern.
Miedo, desconfianza y desinformación
El primer panel, “Desinformación y datos en evolución”, presentó a Davey Alba, reportera de The New York Times especializada en desinformación en internet, de Estados Unidos; Mandi Smallhorne, presidenta de la Asociación de Periodistas de Ciencia de Sudáfrica y vicepresidenta de la Federación Mundial de Periodistas de Ciencia; Jane Qiu, periodista científica independiente de medios como Nature, The Lancet y National Geographic, de China; y Federico Kukso, autor y periodista científico independiente, miembro del consejo de la Federación Mundial de Periodistas de Ciencia, de Argentina.
Los oradores hablaron sobre los daños reales que han causado la desinformación y la diseminación de noticias falsas, que incluso han costado vidas durante la pandemia de COVID-19.
La desinformación alrededor de las vacunas, por ejemplo, ha alimentado los miedos de miles de personas que han optado por no vacunarse. Eso es un asunto que los periodistas deben tratar con cuidado para evitar contribuir al crecimiento de esos miedos, dijo Alba, quien agregó que los contenidos engañosos sobre COVID-19 que desde 2020 han inundado las redes sociales han tenido un alto impacto en las decisiones que toman los usuarios.
“Sabemos que estas cosas se hacen virales, encuentran una audiencia y llegan a cantidades enormes de personas. También sabemos, desde un punto de vista más anecdótico, que cuando la gente llega a los hospitales con COVID y se rehúsan a vacunarse, de lo que hablan es de las mentiras que han visto en internet”, dijo Alba. “Hay evidencia anecdótica muy poderosa que indica que la gente está creyendo en algunas de las cosas que ven en línea y eso es un factor en la vacunación, y eso es algo que dicen todos los expertos en desinformación con los que he hablado”.
Eso, en opinión de Smallhorne, tiene que ver con la desconfianza que muchas personas tienen hacia la comunidad científica. En África, esa desconfianza se debe en gran parte a acciones que gobiernos y empresas farmacéuticas han llevado a cabo en el pasado, como hacer pruebas de vacunas contra la polio o el VIH sin el conocimiento de la gente, lo cual ha hecho que la gente desconfíe de la ciencia occidental.
Según Smallhorne, los periodistas deben enfocar sus coberturas en tratar de dilucidar cuáles son las razones detrás de esos miedos y esa desconfianza que hacen a los lectores creer en la información falsa que ven en línea.
“Ciertamente, algo que aprendí como periodista en este tiempo y creo que todos deberían aprenderlo, es a no ver a estas personas y pensar ‘son unos idiotas por creer en esas cosas’, sino mirarlos y preguntarse ‘¿qué te hace creer en eso, qué está alimentando en ti, por qué no te agrada la gente inteligente, qué hay en tu historia y en tu pasado que hace que la gente inteligente te sea tan repulsiva, qué hay en el pasado de los kenianos que los hace sentir menos confianza en la ciencia médica?”, dijo.
En América Latina, la desconfianza y los miedos que facilitan la creencia en noticias falsas tiene que ver con que la ciencia no forma parte importante de las agendas de los gobiernos ni de los medios de comunicación, según Kukso.
Esto se suma al hecho de que los periódicos de la región pocas veces contratan a periodistas científicos. Por tanto, no es raro que esos medios caigan en lo que Kukso llamó “el hype”: exagerar la información o no darle su justa dimensión, como ha ocurrido en América Latina con temas como el uso de la hidroxicloroquina, las vacunas o los tratamientos de plasma de convalecientes.
“El mes pasado cuando empezó a haber muchos contagios en América Latina, mucha gente empezó a decir que las vacunas no estaban funcionando, principalmente porque los medios de comunicación tienden a describir las vacunas como escudos que te protegen del virus”, dijo Kukso.
El periodista recomendó tratar de ser más moderado en la información que se publica, ser cuidadoso de las fuentes y evitar las exageraciones.
“Tomen en cuenta que detrás de los comunicados de prensa hay grandes compañías”, dijo. “Todos queremos escuchar o leer noticias de que algún medicamento o algún tratamiento terminará con esta pandemia para siempre, pero creo que al final, eso termina por erosionar la confianza de la gente en la ciencia”.
La confusión alrededor de las variantes
Uno de los temas que más desinformación ha generado durante la pandemia es el de las variantes del SARS CoV-2. El segundo panel del seminario web, “Mutaciones y Variantes”, estuvo conformado por las científicas Purvi Parikh, alergóloga e inmunóloga del instituto Allergy and Asthma Associates of Murray Hill, en Estados Unidos; y Angela Rasmussen, viróloga en la Organización de Vacunas y Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Saskatchewan, en Canadá; así como por el periodista de ciencia de la revista Science Magazine en Alemania, Kai Kupferschmidt.
El objetivo del panel fue ayudar a que los asistentes profundizaran en sus conocimientos sobre las mutaciones que sufre el virus del COVID-19, las variantes que aparecen y las diferencias entre ellas.
Los panelistas coincidieron en que los periodistas deben partir de la idea de que es normal que un virus ARN como el SARS CoV-2 mute en diferentes variantes y que no es de sorprender que nuevas formas de este virus seguirán apareciendo en el futuro.
Los orígenes exactos tanto del virus como de sus variantes son todavía desconocidos, por lo que los medios deben poner especial cuidado en las palabras que eligen para explicar este tema y evitar contribuir a la desinformación.
Un ejemplo de información engañosa al respecto es el argumento de que la repartición equitativa de vacunas es una forma de detener la aparición de nuevas variantes. Si bien está comprobado que aplicar vacunas equitativamente reduciría la tasa de letalidad del virus, se ha visto que también en países con altas tasas de vacunación han surgido nuevas variantes, explicó Kai Kupferschmidt.
“Mientras no sepamos cómo evolucionan estas variantes, siento que nos estamos excediendo si decimos que sabemos cómo evitar que evolucionen. Este es uno de esos ejemplos donde contamos las historias y no entendemos por qué las contamos”, dijo Kupferschmidt. “A veces usamos este argumento para abogar por el acceso equitativo a las vacunas [...] pero no significa que sea cierto y creo que a largo plazo, perdemos mucha credibilidad en todos estos debates”.
Otro ejemplo frecuente de términos que transmiten un mensaje incorrecto es decir que la variante Ómicron es menos peligrosa que las anteriores. Si bien se ha visto que las personas vacunadas tienen menos probabilidad de llegar a los hospitales tras infectarse con Ómicron, decir que esta variante genera una enfermedad más “leve” no es una verdad absoluta, dijo Purvi Parikh.
“Incluso la palabra ‘leve’ me da escalofríos a veces porque es incorrecta. Transmite el mensaje erróneo al público en general de que [Ómicron] no es algo que deba tomarse con seriedad”, explicó la científica.
Kupferschmidt dijo que la forma en que se habla de las vacunas, su distribución y sus características afecta la narrativa alrededor del tema, y que la resistencia a recibir las inmunizaciones puede tener varios motivos y por tanto es un tema que debe abordarse con mucho cuidado.
Como ejemplo, mencionó que la forma en la que se habló de los efectos secundarios de la vacuna de AstraZeneca en algunos países de Europa provocó que se creara una narrativa de que se estaba donando un producto de baja calidad a países de menores ingresos, cuando esa vacuna ha demostrado ser efectiva.
Para Kupferschmidt, los periodistas deben esforzarse en llevar información de calidad sobre las vacunas a la gente para combatir la polarización que se ha generado al respecto.
“Debemos trabajar en contrarrestar esta polarización porque me preocupa que, incluso para otras vacunas, pero sobre todo para las vacunas contra el coronavirus, la polarización va a hacer casi imposible que podamos usar esas vacunas de la mejor manera posible y que la gente las vea de una forma racional”, dijo.
Medicamentos y vacunas
En el tercer y último panel, “Vacunas y medicamentos”, un grupo de editores y expertos ofreció un contexto global sobre los nuevos desarrollos médicos para combatir el SARS CoV-2. Los oradores fueron Margaret Harris, vocera sobre el COVID-19 de la OMS; Akin Jimoh, editor de Nature Africa, en Nigeria; Amy Maxmen, reportera senior de Nature, en Estados Unidos; Josh Michaud, subdirector de salud global de la Kaiser Family Foundation, en Estados Unidos; y Mohammed Yahia, editor ejecutivo de Nature Research in the Middle East, de Egipto.
Este último habló de las consecuencias que ha tenido la mala comunicación alrededor de las vacunas contra el COVID-19 en Egipto, tanto de medios como de autoridades. Dijo que incluso algunos miembros de la comunidad médica han externado en redes sociales sus dudas sobre las vacunas y sus efectos secundarios, lo cual ha contribuido a la formación de un discurso antivacunas.
“Eso creó una especie de miedo entre la población, de modo que cuando la disponibilidad [de vacunas] mejoró, mucha gente estaba dudosa de aplicarse esas vacunas”, dijo Yahia. “Históricamente nunca ha habido un movimiento antivacunas como tal en Egipto, la gente toma las vacunas de la infancia con mucha seriedad, todos se las ponen y todos creen en su efectividad. [...] Pero con esta vacuna en particular fue simplemente diferente, la gente no quería ponérsela debido a toda la comunicación a su alrededor”.
Los periodistas deben saber elegir las fuentes de información correctas sobre el COVID-19 y hacer responsables a políticos y autoridades de salud por el tipo de información que distribuyen, dijo Akin Jimoh, quien agregó que en Nigeria, lo que dijeron políticos que desconocían sobre el COVID-19 causaron un daño irreparable en términos de desinformación.
“Cuando abordamos el COVID, tenemos que buscar a quienes entiendan mejor el COVID, porque cuando haces que el gobierno rinda cuentas, también lo debes hacer con la comunidad científica”, dijo el periodista. “En varios países, los políticos fueron los primeros en hablar sobre COVID, como en el caso del ex presidente de Estados Unidos”.
Jimoh contó que los medios de su país hicieron un buen papel al cubrir el surgimiento del VIH en los noventa, pese a que también se trataba de un virus desconocido y existía mucha información falsa respecto a supuestas curas, incluso proveniente de instituciones científicas y de gobierno.
“Los medios nos lanzamos contra esas instituciones en la forma en la que abordamos la situación, haciendo responsable a la comunidad científica, al ministerio de salud, haciéndolos rendir cuentas por el tipo de información que teníamos”, dijo el editor. “Cuando llegó el VIH, no teníamos redes sociales. Teníamos que recurrir a los recursos que teníamos como periodistas, ir a las publicaciones científicas para escribir las historias”.
Pero pese a toda la información engañosa y confusa que existe alrededor del tema, los periodistas deben estar conscientes que sí existe un problema de distribución de vacunas y de logística para aplicarlas y también deben buscar que las autoridades rindan cuentas por ello.
“Siento que todos los asuntos que se han discutido aquí sobre desinformación y cómo los medios al parecer inflan a veces cualquier cosa a cambio de unos clics -lo cual ha sido desastroso-, el suministro es todavía un problema, hay que ser claros”, dijo Amy Maxmen. “En Nigeria, un 2 por ciento de la gente está completamente vacunada, y no es porque haya suficientes vacunas para que todos se apliquen dos dosis y un refuerzo y simplemente nadie las quiere. Hay un problema de logística y también una enorme escasez de suministro”.
Para la reportera, los medios deben cuestionar a los gobiernos sobre por qué no se manufacturan más vacunas para los países en desarrollo.
Al respecto, Josh Michaud agregó que, mientras que en 2021 las historias iban enfocadas principalmente en la falta de vacunas, en 2022 la narrativa podría ser diferente. Si bien se prevé que haya más y nuevas vacunas, también crecerá la demanda ante la aparición de nuevas variantes.
“El reto es más complejo porque ahora tenemos que poner más atención al aspecto de la distribución y a los retos que los otros panelistas han mencionado al respecto, tenemos que combatir la resistencia [a las vacunas] y a la desinformación”, dijo Michaud.
Margaret Harris destacó el trabajo que ha hecho la OMS en la distribución, no solo de vacunas, sino también de otros suministros para combatir el COVID-19, como pruebas, equipo de protección y oxígeno. También mencionó que el sólido sistema de distribución de vacunas que tiene la UNICEF ha contribuido a un mejor funcionamiento, en términos de logística, del sistema COVAX (COVID-19 Vaccines Global Access), la alianza global para apoyar el desarrollo, la fabricación y la distribución de vacunas contra el COVID-19 lanzada en abril de 2020 por la OMS, la Comisión Europea y Francia.
“Estamos mucho más contentos de ver hasta dónde hemos llegado, pero todavía no podemos sentarnos y relajarnos. Ahora que está llegando el suministro, también debemos asegurarnos de que los países reciban una buena advertencia previa y estén listos para usar cada vacuna que reciban”, dijo.