En marzo de 2014, un grupo de periodistas se reunió en São Paulo para fundar un medio digital que se dedicara exclusivamente a la cobertura de seguridad pública y derechos humanos en Brasil. De allí nació Ponte Jornalismo, que desde entonces se ha convertido en referencia en el tema en el país. Cinco años después, el sitio busca consolidar su operación de manera más sostenible para continuar haciendo periodismo de impacto.
En el país con la tercera mayor población carcelaria del mundo (40% de ella formada por presos provisionales, sin condena judicial) y donde la policía mató en promedio a 16 personas por día en 2018, Ponte dedica especial atención a la violencia estatal. Esta es “la gran historia de Brasil”, según Fausto Salvadori, cofundador y editor del sitio.
“No se puede hablar de Brasil en el siglo XXI sin hablar de la violencia del Estado, que es absurda. Es como si estuviera en Sudáfrica en los años 1980 y no hablara de apartheid, o en la Alemania de los años 1940 y no hablara de los campos de concentración”, dijo Salvadori al Centro Knight. “Ponte surgió de esa idea de que existe una realidad absurda y la gente no está hablando de ella, la gente ignoran esos hechos, y eso necesita ser traído al centro del debate”.
Ponte se propuso entonces hacer periodismo sobre seguridad pública de manera distinta de lo que entonces se llamaba “periodismo policial”.
“No por nada se llamaba periodismo policial, pues mucho de ese periodismo era ‘uña y carne’ con la policía”, comentó. “Parte significativa de esa cobertura es tradicionalmente hecha por periodistas que corren de cerca con la policía y que se confunden en una relación de periodista y relaciones públicas de la policía”.
Ponte, a su vez, se concentra en informar de los abusos de la policía y otros brazos del Estado, como el sistema de justicia, con especial atención a las asimetrías de raza, clase y género en las cuestiones de seguridad pública y derechos humanos.
“En el noticiario sobre crímenes, se privilegia mucho la clase social de los involucrados”, dijo Salvadori sobre la cobertura tradicional sobre el tema. “Si el crimen ocurre en Jardins [barrio rico de São Paulo], él tiene una repercusión. Si ocurre en la periferia de São Paulo, la repercusión es diez veces menor. La clase social de la víctima implica directamente el tipo de enfoque que se va a hacer. Eso es una cosa que siempre ha molestado mucho a la gente que trabajaba en esos medios”.
Otro cofundador de Ponte, el periodista André Caramante, ya era para 2014 una de las principales referencias en la cobertura de seguridad pública en el país. En 2012, él y su familia tuvieron que dejar Brasil temporalmente debido a amenazas de muerte que recibieron después de la publicación de un artículo Caramante en el diario Folha de S. Paulo, donde él trabajaba. El artículo afirmaba que un exjefe de Rota, unidad de élite de la Policía Militar de São Pablo, y entonces candidato a concejal “predicaba la violencia” contra sospechosos de crímenes en su página en Facebook. A la publicación del texto le siguió una ola de acoso en línea y amenazas al periodista. (El entonces candidato a concejal hoy ejerce su segundo mandato como diputado estatal en São Paulo.)
Un tiempo después de volver a Brasil y después de 15 años de trabajo en el grupo Folha, en febrero de 2014, Caramante fue despedido. “Después de esa dimisión, percibí que debíamos hacer algo [sobre el tema de seguridad pública], porque con la posibilidad de las nuevas tecnologías, hacer periodismo hoy es mucho más posible de lo que lo fue un día”, dijo Caramante, quien hoy es consejero editorial de Ponte, al Centro Knight.
Ya en marzo, menos de un mes después de su salida de Folha, Caramante, Salvadori y otros periodistas comenzaban a colocar Ponte en pie. Entre ellos estaban Natalia Viana y Marina Amaral, codirectoras de Agência Pública, un medio periodístico investigativo. Pública actuó como incubadora del nuevo sitio, dando apoyo editorial y cediendo computadoras y espacio en su redacción para Ponte en sus primeros seis meses de existencia, contó Salvadori.
“Agência Pública tiene una enorme satisfacción de haber ayudado en el lanzamiento de la iniciativa”, dijo Viana al Centro Knight. Para ella, Ponte “es uno de los proyectos más importantes del periodismo independiente que apareció en Brasil en los últimos años”. “Hace un periodismo de calidad y cubre asuntos que nadie cubre, de manera noticiosa e investigativa al mismo tiempo, y más importante, incansable. Ellos siguen historias que los periódicos dejan de seguir, por falta de personal o interés”.
En mayo de 2014, el sitio Ponte aún no existía, pero el primer reportaje del medio fue publicado en un blog en el sitio del diario O Estado de São Paulo, firmado por Caramante y el periodista Bruno Paes Manso, entonces reportero de Estadão y también cofundador de Ponte. El artículo se trataba de un adolescente negro y de clase baja detenido por un robo a pesar de que las evidencias apuntaban a su inocencia. Horas después de la publicación del reportaje, el adolescente fue liberado.
“Ese fue el bautismo de fuego de Ponte: antes de que el sitio siquiera existiera ya habíamos comenzando sacando a gente de la cárcel”, comentó Salvadori.
Esta tendencia se repitió algunas veces desde entonces, como explicaron los miembros de Ponte al Centro Knight: otros dos hombres – negros y pobres – fueron liberados después de que los reportajes del Ponte hicieran referencia a inconsistencias en las investigaciones y procedimientos que los llevaron a la cárcel. Y, en un caso que ganó destaque nacional, el trabajo de Ponte ayudó a dar visibilidad a la prisión de Rafael Braga, exrecolector de latas – también negro, también pobre – quien fue la única persona condenadada judicialmente en el contexto de las manifestaciones de junio de 2013.
“Fuimos el primer medio en entrevistarlo y el primero en informar su segunda detención. Y la cobertura que hicimos, al lado de otros medios, tuvo peso en la decisión de la justicia, absolutamente rara, de permitir que él fuera a su casa para tratarse temas de salud”, afirmó Salvadori.
Otra cobertura significativa de Ponte fue la de la detención de 18 jóvenes que estaban camino a una manifestación en São Paulo en septiembre de 2016. El sitio se dio cuenta que había un espía del Ejército brasileño infiltrado en el grupo de manifestantes y que él habría pasado dos años monitoreando movimientos sociales en São Paulo. La información tuvo repercusión nacional y fue replicada por otros medios de comunicación.
“Cuando hacemos un reportaje que ayuda a soltar a una persona que estaba presa injustamente es más importante que causar impacto en la otra punta [de la cobertura periodística]”, dijo Caramante. “Pero también es muy bueno cuando un reportaje de Ponte es reproducido nacionalmente, cuando Ponte es citado por alguna primicia, cuando los medios tradicionales siguen los reportajes de Ponte. Eso es muy bueno, es señal de que lo que hemos hecho ha encontrado eco por ahí”.
La mayor parte de las 10 personas que forman el equipo del sitio tienen otros empleos además de Ponte. Esto es porque la receta del sitio todavía no permite la remuneración integral de todo el equipo y de los colaboradores externos.
En los tres primeros años de Ponte, reporteros y editores actuaban de manera voluntaria, produciendo contenido para el sitio en las horas vacantes, dijo Salvadori.
“Consideramos que no íbamos a conseguir financiamiento para este trabajo si íbamos detrás de los inversionistas solamente con la idea de hacer un medio que denuncie la violencia de Estado y reporte sobre crímenes cometidos por policías que involucre a personas negras, mujeres y gente pobre en las periferias. Creímos mejor hacer algo, tener algo listo, y a partir de ahí correr detrás de financiamiento”, explicó.
Entonces en 2017, Ponte lanzó su primera campaña de financiamiento colectivo, que recaudó R $74.000 en 60 días (cerca de US $19.100), según el sitio. En la campaña se involucraron nombres bien conocidos de la cultura y de los movimientos sociales brasileños, como el cantante y compositor Chico Buarque, la científica social Silvia Ramos y el delegado Orlando Zaccone, jefe de la Policía Civil de Río de Janeiro.
A partir de esa campaña, “una cosa fue llevando a otra”, dijo Antonio Junião, ilustrador y editor del sitio, al Centro Knight. “Logramos financiación de la Open Society y otras fundaciones empezaron a buscarnos porque oyeron hablar de nuestro trabajo”.
Estas fundaciones financian proyectos específicos, como dos que están siendo coordinados por Junião en el momento: una serie de video reportajes sobre exreclusos del sistema penitenciario brasileño que planea ser lanzado en 2020, y una plataforma de monitoreo de homicidios perpetrados por la policía en el Estado de São Paulo, que debe ser lanzada al comienzo del segundo semestre de este año.
Además del financiamiento de las fundaciones, Ponte tiene desde febrero de 2018 una campaña recurrente de financiamiento colectivo llamada “Construa Ponte” (Construya Ponte). La campaña tiene actualmente 299 apoyos fijos, cuyo valor total de contribución está en R $ 5.526 por mes (cerca de US $1.400).
“El principal desafío de Ponte hoy es que pueda mantenerse vivo y tener estructura para seguir trabajando”, dijo Junião. “Hacer periodismo no es barato. Conseguimos incentivos puntuales para seguir adelante, pero nuestro desafío mayor es conseguir que la población entienda que nuestro medio es importante y por eso necesita sobrevivir”.
Para ello, Ponte necesita ampliar su público más allá de quien apoya la línea editorial del sitio, subrayó Caramante. “Ponte necesita conseguir atraer a personas que tal vez estén totalmente en contra del periodismo que practicamos. Necesitamos intentar lenguajes diferentes, hablar con los más jóvenes, hablar con señoras y señores que adoran los programas periodísticos policiales convencionales”, dijo.
En ese sentido, hacer uso del muro de pago (paywall), restringiendo el acceso al contenido Ponte sólo a quienes los apoyen, está fuera de discusión, afirmó Salvadori.
“Queremos que nuestro trabajo sea visto por el mayor número posible de personas. Nuestros reportajes son incómodos. Ponte nació para exponer una realidad que la gente no quiere ver. Entonces [un desafío es] hacer que la gente vea eso que no quiere ver”, dijo.
Por su conexión con movimientos sociales, su compromiso con la defensa de los derechos humanos y sus denuncias de los abusos del Estado, ¿es Ponte un medio periodístico activista?
María Teresa Cruz, editora y reportera de Ponte, considera que el sitio es un medio periodístico, pero no activista. “Sin embargo, Ponte tiene un lado: el lado de quien fue violado por el Estado”, afirmó.
“El activismo es súper importante, incluso nosotros tenemos grupos activistas como socios, pero no me gusta poner a Ponte en ese lugar, porque creo que perjudica a la parte periodística. Por ejemplo, si tengo que denunciar un error cometido del lado que teóricamente, por mi visión del mundo, sea más parecido al mío, ¿no voy a denunciar? El activismo lo hace, nosotros no”, dijo ella.
Caramante, a su vez, tiene una visión que concilia las dos esferas. “Nuestra bandera es el periodismo. Entonces sí, somos activistas, pero del periodismo. Practicamos lo que entendemos como buen periodismo: tenemos una conducta periodística, apreciamos por otro lado no exponer a las personas de manera que consideramos injusta. Somos sí, activistas del periodismo”.