Por Moreno Osório, publicado originalmente por Headline and Farol Jornalismo
El 1 de enero de 2019, durante la toma de posesión del presidente Jair Bolsonaro, los periodistas que cubrían el evento en Brasilia tuvieron un día de perros, en palabras de la periodista de Folha de S.Paulo Mônica Bergamo. Poco sabíamos que sería el primero de muchos. Los siguientes (casi) cuatro años fueron agotadores, peligrosos y con mucho, pero mucho trabajo. En este periodo el periodismo brasileño avanzó mucho, aunque bajo fuertes ataques. Pero las circunstancias también expusieron nuevos y viejos dilemas con los que la profesión aún tendrá que lidiar.
Esta es la percepción de los expertos escuchados por Headline y Farol Jornalismo, sobre el periodismo brasileño en los años de Bolsonaro y las elecciones de 2022.
Rogério Christofoletti, profesor del Departamento de Periodismo de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) y uno de los principales investigadores del Observatorio de Ética Periodística (ObjETHOS), cree que se aprendió mucho en estos cuatro años. Pero no tenía por qué ser a través de la violencia y el daño a la salud mental y física de los profesionales. “No necesitábamos pasar por eso”, dijo. “Necesitábamos aprender de otra manera. No fue bueno. Fue malo, este gobierno fue terrible para el periodismo”.
Esta no es solo la percepción de Christofoletti. La Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación (Abraji) sigue y registra casos de violencia contra periodistas desde 2013, pero en los últimos años ha prestado más atención al tema. El año pasado publicó la primera edición de un informe anual de seguimiento de las agresiones a periodistas. El documento expresaba una “situación preocupante que necesita la atención de las autoridades políticas, los medios de comunicación y la sociedad brasileña”. En agosto de este año, Abraji informó que los casos de violencia grave contra periodistas aumentaron un 69,2% en 2022 en comparación con el año anterior.
“El gobierno de Bolsonaro fue desastroso para el ejercicio del periodismo. En administraciones pasadas, tuvimos situaciones de conflicto, pero esto es parte del juego. Lo que hemos notado en los últimos cuatro años es un conflicto exacerbado, estratégico y a propósito para desacreditar a la prensa. Esto fue diferente a otras administraciones”, dijo Katia Brembatti, presidenta de Abraji. Añadió que los periodistas tienen que ser respetuosos con el presidente, pero el presidente también tiene que ser respetuoso con la prensa y entender el papel del periodismo y de los periodistas en una sociedad democrática.
Como sabemos, este no fue el caso de Bolsonaro. El resultado fue, además del número de agresiones que ha ido creciendo año tras año, problemas de salud mental, autocensura y, a menudo, una sensación, por parte de los profesionales, de no sentirse aceptados y comprendidos por la propia sociedad, dijo Brembatti. “Lo cual es muy triste”, dijo.
En otras palabras, fue un periodo de fragilidad y agotamiento.
Cuando se oyó el ruido de una lata que se abría durante la emisión del recuento de votos de la segunda vuelta en TV Globo, el presentador William Bonner explicó a los espectadores, de forma relajada, que había abierto una lata de agua, y no otra cosa. Su colega Renata Lo Prete lo confirmó entre risas. El episodio, que se hizo viral en las redes sociales, ilustra el final de una jornada -en cuanto a las elecciones de 2022 y el gobierno de Bolsonaro- que resultó ser un alivio para los periodistas. En los días siguientes, los rostros de los presentadores y comentaristas de las cadenas de televisión parecían más tranquilos.
La pregunta es si esta tranquilidad durará. Hemos vivido, a lo largo de los años de Bolsonaro, un ambiente atípico de presión, dijo Taís Seibt, doctora en Comunicación y profesora de la Escuela de Industria Creativa de Unisinos y Gerente de Educación de Fiquem Sabendo. “Atípico hasta entonces, porque queda la duda de si esto no será la 'nueva normalidad', por usar un término de la pandemia”, dijo. Si tenemos en cuenta las agresiones sufridas por los periodistas que cubren los bloqueos y manifestaciones antidemocráticas en todo el país en protesta por la derrota de Bolsonaro, este estado de tensión permanente parece haber llegado para quedarse.
El ambiente hostil para el periodismo, por otro lado, ha contribuido a algunos efectos secundarios positivos. La unidad dentro de la profesión, por ejemplo. Christofoletti observa que los periodistas no están, en general, unidos. De hecho, son muy competitivos. “En varios momentos los periodistas se han unido para defender a sus colegas, para defender a los medios de comunicación”, dijo. La hostilidad sirvió para reforzar los lazos entre los profesionales de los medios de comunicación, así como para poner de relieve los valores a los que sirve el periodismo y su papel en la sociedad.
Esta unidad apareció no sólo en la defensa de los colegas o de la profesión, sino también en su práctica. Dos grandes ejemplos de cómo la colaboración en el periodismo ha progresado en los años de Bolsonaro son el proyecto de fact checking Comprova y un consorcio de medios de comunicación creado para cubrir la pandemia al enfrentarse a un apagón de datos y al fracaso del gobierno federal.
Ambos estudiosos ven el ejercicio del periodismo como una institución que opera en la sociedad y depende de la democracia, al tiempo que actúa para mantenerla. “En 2022, el periodismo trató de jugar más como una institución. Una institución preocupada por mantener la democracia y dependiente de ella. Hubo una fuerte simbiosis entre esas dos partes. Y en 2018 [cuando Bolsonaro fue elegido], no la hubo”, analiza Christofoletti.
Según él, las propias instituciones del Estado no fueron muy activas ese año. Comparó el discurso del juez supremo Alexandre de Moraes [que fue presidente del Tribunal Electoral en 2022] justo después de la segunda vuelta de este año con el de la jueza suprema Rosa Weber, que fue presidenta del Tribunal Electoral en 2018.
Christofoletti cree que Rosa Weber fue muy blanda. Cree que la Corte Electoral fue más fuerte y combativa en 2022. También lo fue el periodismo. “Incluso vimos titulares de [los periódicos] Folha de S.Paulo y Estadão que decían 'Bolsonaro miente', 'Bolsonaro distorsiona'. Esto era imposible de imaginar en 2018”. Christofoletti dijo que estos ejemplos ilustran un progreso acelerado.
“Es muy complicado cubrir el poder. Y es muy complicado cubrirlo normalmente durante un gobierno anormal. Un gobierno que no acepta seguir las liturgias, que no cumple los pactos de trabajo o que mantiene su posición como agente público”, dijo. Según el investigador, el gobierno de Bolsonaro fue consecuente en este sentido: declaró a la prensa como enemiga en el primer día de 2019 y sólo fue comprensivo con los que estaban alineados con ellos.
Rafiza Varão, doctora en Teorías y Tecnologías de la Comunicación y profesora de Ética y Periodismo en el Departamento de Periodismo de la Universidad de Brasilia (UnB), coincide en que sí hubo un aprendizaje del periodismo en estos cuatro años.
Pero tiene algunas reservas.
Por ejemplo, Varão recuerda que en las elecciones de 2018, la cobertura periodística estuvo muy centrada en aparentar que seguía los estrictos principios que históricamente han regido el periodismo: objetividad, neutralidad [e] imparcialidad.
Pero como subraya Eugênio Bucci, periodista y profesor de la Escuela de Comunicación y Artes de la Universidad de São Paulo (USP), en ese momento el candidato Jair Bolsonaro ya dejaba claro que no estaba dispuesto a jugar en el campo democrático. Lo demostró cuando defendió a los torturadores de la dictadura militar, el golpe militar de 1964 y los mecanismos para inhibir o censurar a la prensa, por ejemplo.
Con el paso del tiempo, quedó claro que Bolsonaro no podía situarse -primero como candidato y luego como figura pública- en el campo democrático. Y entonces los periodistas se dieron cuenta de que algunas prácticas y posiciones consolidadas en el ejercicio del periodismo tendrían que ser revisadas. Esto culminó con las elecciones de 2022.
Sin embargo, el periodismo ha caído en algunas trampas.
El periodismo declarativo es una de ellas, señala Rafiza Varão, cuya investigación aborda el periodismo desde el punto de vista de la ética. Para los que no están en el campo, el periodismo declarativo es una práctica cuestionable, aunque muy común, que consiste en reproducir simplemente las declaraciones de sus fuentes -especialmente de fuentes oficiales- de forma acrítica, sin contexto y sin considerar si el contenido es verdadero y de interés público.
Varão señala que las redes sociales están ocupando el lugar de las entrevistas en la práctica de este tipo de periodismo. El auge y el dominio de estas plataformas en nuestra vida cotidiana ha llevado a los actores políticos -especialmente a los de extrema derecha- a utilizar estos canales como medio de acceso directo a sus votantes. El resultado, para la política, es una campaña electoral permanente. Y la evaluación de Varão es que el periodismo se convirtió en “un lugar privilegiado de la palabra” para estos actores, amplificando esas declaraciones en diversos productos periodísticos. Llama la atención sobre el papel de la televisión en esta construcción.
“El periodismo [televisivo] no sólo difunde capturas de pantalla del discurso [del actor público], lo que está escrito, sino que también lee [el contenido del discurso] a los que están viendo la televisión. Así que refuerza ese material [publicado en las redes sociales] de innumerables maneras. Y ese material se coloca estratégicamente", dijo Varão. “Quien lo produce espera que resuene en los medios tradicionales y también en otras redes sociales. Así que, en el caso del periodismo declarativo que proviene de las redes sociales, el periodismo brasileño todavía se encuentra en un punto muerto”.
El resultado, según la investigadora, es que el periodismo acaba careciendo de capacidad de discernimiento, de saber cuándo está siendo instrumentalizado por esas figuras públicas.
“Cuando el propio discurso se convierte en noticia, muchas veces lo que acaba ocurriendo es que los periodistas acabamos siendo utilizados por la fuente. Y los actores políticos en las redes sociales se ponen en posición de ser una fuente permanente. Más aún cuando se trata de fuentes oficiales. Esto nos crea una trampa”, dijo.
Según algunos expertos, la búsqueda ciega de los valores básicos del periodismo también ha puesto de manifiesto otra debilidad de la práctica periodística en los últimos años: la falsa equivalencia, o la falsa simetría.
Christofoletti subraya que se trata de una cuestión que el periodismo aún no ha conseguido resolver. No por falta de intentos, sino porque es realmente difícil. ¿Por qué?
“Porque la falsa equivalencia afecta a un aspecto que es crucial dentro de nuestra profesión, que es buscar el equilibrio, la equidistancia. Busco una distancia en la que me acerque lo suficiente a mi fuente para extraer información, pero tengo que mantener la distancia suficiente para ser crítico con ella. Es muy complicado establecer esto”, dijo.
Para Varão, el problema de la falsa equivalencia se ha agudizado con la aceleración de los procesos periodísticos. Dice que la instantaneidad no deja lugar a la reflexión y quita el espacio a la explicación. Y no se trata de explicar las cosas a la audiencia. Se trata de una explicación previa, la que deben tener los propios periodistas para cubrir un determinado acontecimiento.
“Muchas veces, los periodistas no saben explicarse las cosas y acaban siendo superficiales. La falsa simetría viene mucho de esa superficialidad donde no se explica las cosas. Si pensamos desde el punto de vista de la ética periodística, esto es un problema muy grave. Porque también somos responsables de la construcción de la democracia”, dijo Varão.
“Somos un espacio fundamental para que la gente entienda cuáles son sus derechos, para que la democracia esté representada, para que la libertad de expresión esté presente y para que el derecho a la información sea respetado también. Así que cuando los periodistas no pueden explicarse cuál es su responsabilidad, todo el trabajo se ve comprometido”.
Varão ve un aumento, en los últimos años, de un periodismo “que no se explica a sí mismo lo que está pasando”. “No es que se equivoque en la información sobre el hecho en sí, sino que se equivoca porque no entiende el hecho”, dijo.
Pensemos, por ejemplo, en un corte de tráfico en una gran ciudad como consecuencia de una manifestación contra el hambre. Un reportero que observa el acontecimiento sólo desde el punto de vista del derecho a entrar y salir, aunque pueda hacerlo con precisión, puede no entender lo que está ocurriendo si ignora las razones de la manifestación. Al optar por registrar el tamaño del atasco y recoger los testimonios de los conductores en lugar de buscar las razones del bloqueo, el periodista no se “explicará" el acontecimiento.
Según Christofoletti, el editorial publicado por Folha de S.Paulo el 29 de octubre, un día antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, es otro ejemplo del dilema de la falsa equivalencia. Aunque señalaba que las de Lula y Bolsonaro eran dos candidaturas presidenciales muy diferentes, el artículo afirmaba que Folha se mantendría imparcial. “Pero no se trata de ser parcial. Esto es muy hipócrita por parte de Folha de S.Paulo, porque en otras ocasiones Folha ha tomado posiciones muy claras”, dijo.
Según él, como Folha tiene un cuerpo de editorialistas, el texto debe haber pasado por muchas manos, y al final fue reticente. Seibt dijo que el editorial establece incluso las diferencias entre Lula y Bolsonaro, pero “no pone el pie en el suelo”. “Creo que fue una expectativa frustrada”, dijo.
En una reciente entrevista con el medio digital Nexo, Eugênio Bucci afirmó que ciertos sectores de la prensa siguen creyendo que existe un “punto equidistante entre el fascismo y la democracia”. “Y eso es un error, es una ilusión óptica. Entre el fascismo y la democracia, el periodismo tiene el deber de ponerse del lado de la democracia”, dijo.
Por otro lado, Bucci cree que, a diferencia de 2018, la prensa tuvo una postura más madura, crítica y sólida frente a Bolsonaro en 2022. “El lado del periodismo no es un lado partidista. Es un lado del paradigma de la organización del Estado y de la sociedad. Está del lado de la República y del lado de la democracia. Esto no puede tomarse a la ligera”, dijo el profesor.
Fabiana Moraes, profesora e investigadora de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE), cree que los problemas del periodismo -especialmente del periodismo mainstream, representado por las empresas de comunicación tradicionales- van más allá de cuestiones específicas, como el periodismo declarativo o la falsa equivalencia. Cree que al dudar en tratar a Bolsonaro como una figura única, el periodismo ha contribuido a erosionar el ambiente democrático brasileño.
Fabiana Moraes entiende que no es fácil cambiar la forma de cubrir a un presidente. Pero el intento de cubrir a Bolsonaro como a presidentes anteriores terminó por normalizarlo.
“Él [Bolsonaro] casi pedía 'No me traten con normalidad'. Creo que un hito para el periodismo brasileño fue cuando puso a un comediante en el 'cercadinho' [zona vallada frente al Palacio Presidencial reservada a periodistas y a partidarios de Bolsonaro], vestido como el presidente, para que respondiera a las preguntas de los periodistas por él, y para que lanzara plátanos a los periodistas”, dice. Moraes añade que “la institución del 'cercadinho'” necesita ser reevaluada, porque “tal vez sea un símbolo de este intento de normalización”.
Fueron las mujeres periodistas, según Moraes, las que comenzaron a cambiar el tono y a poner a Bolsonaro en un lugar más específico. “Lo sentí cuando empezaron a decir, tanto a Bolsonaro como a las personas vinculadas a él, 'voy a terminar de hablar y lo retomas' [cuando las interrumpían]. En cierto modo, esto ocurría por la cuestión de género, pero también por la figura de autoridad del periodista”, dijo. Para la investigadora, la postura y los testimonios de las mujeres periodistas -sobre todo las de la prensa tradicional- representan un punto de inflexión en la forma en que el periodismo profesional comenzó a tratar al presidente.
Moraes también señala otros avances en este periodo. La forma en que el periodismo aborda el racismo y las cuestiones de género, por ejemplo, ya no tiene un carácter activista. “La prensa ha asimilado un poco mejor estos temas. Creo que hay más voluntad de entender algunos temas de una manera más compleja en el periodismo. No colocar estos temas en cajas específicas y entender cómo tienen tentáculos y provocan efectos en diferentes ámbitos sociales”, dijo.
Pero la investigadora también recuerda que fue necesario el episodio de George Floyd, en Estados Unidos, para cambiar algunos engranajes de la cobertura periodística aquí en Brasil. Cita una frase de la periodista Helaine Martins, creadora del proyecto “Entreviste un Negro”, fallecida en 2021. Moraes cuenta que una vez le preguntó a Martins si los periodistas pedían esta base de datos. “Me dijo que en cinco años de Entreviste un Negro, el momento en que fue más solicitado fue cuando George Floyd fue asesinado [por agentes de policía en Minneapolis en mayo de 2020, lo que provocó manifestaciones masivas contra la violencia policial hacia los negros en Estados Unidos]. Creo que este episodio dice mucho sobre cómo normalizamos el asesinato de negros en Brasil”, dijo Moraes.
No se puede analizar el periodismo de los últimos cuatro años en Brasil sin mirar el trabajo de las agencias de fact checking. Aunque a veces podemos ser pesimistas sobre los resultados de este tipo de práctica profesional -después de todo, la cantidad de desinformación siempre será mucho mayor que la capacidad del periodismo para comprobarla-, los expertos escuchados para este reportaje están de acuerdo: es mejor tener fact checking que no tenerlo.
Christofoletti dijo que el fact checking ha avanzado mucho en los años de Bolsonaro y que estas agencias especializadas vienen cumpliendo un rol de visibilizar, contar y destacar las mentiras del presidente saliente de Brasil. En un futuro próximo, dijo, no será posible pensar en el periodismo sin agencias de fact checking.
Seibt, cuya tesis doctoral analiza la práctica del fact checking en Brasil, también tiene la sensación de que estamos arando en el desierto. Pero todo sería peor sin fact checking.
“Para quienes buscan información verificada, es importante que haya profesionales que miren y sigan las tendencias de la viralización para poder producir contenidos y dar respuesta a quienes los buscan. Si no tuviéramos esta asociación con las plataformas [de redes sociales], sería peor”, cree. “Intento suavizar un poco esta impresión de que estamos arando en el desierto diciendo que, bueno, es necesario. No es la única salida [a la desinformación], nunca lo será”.
*Este artículo fue escrito originalmente en portugués y fue traducido a español por Katherine Pennacchio.