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Carlos Dada: investigar el poder y el crimen en pleno retroceso democrático en El Salvador

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  • 4 noviembre, 2022

*Por David Maas, publicado originalmente por IJNet.

Carlos Dada nunca quiso ser noticia.

Para él, los lazos entre el gobierno de El Salvador y las pandillas del país son las noticias que merecen ser contadas. También los viajes de pesadilla que muchos salvadoreños emprenden para emigrar a Estados Unidos y la corrupción generalizada.

Dada y su equipo de El Faro han iluminado rincones oscuros de su país y la región circundante desde que cofundó el medio —el primero netamente digital de América Latina— junto al empresario Jorge Simán en 1998. Por ello, está en la mira de un gobierno salvadoreño cada vez más autoritario.

“No es ideal que ningún periodista se convierta en la noticia. Nosotros escribimos historias. Investigamos. No somos las historias”, dice Dada. Sin embargo, el pasado mes de enero se reveló que la actual administración de Nayib Bukele vigiló a los periodistas de El Faro con el programa espía Pegasus durante más de un año, entre junio de 2020 y noviembre de 2021. “De repente, nos convertimos en la noticia. Y eso exigió muchos recursos”.

Dada y su equipo ya habían sido vigilados antes, y sus conversaciones intervenidas. Pero las revelaciones de Pegasus fueron demasiado lejos. “Darse cuenta de que la gente que quiere hacerte daño tiene fotos de tus seres queridos, de tu familia, de tus conversaciones con tu familia [...] Ya ni siquiera necesitaban seguirnos. Tenían nuestra geolocalización. Tenían nuestros chats”, cuenta Dada. “Tenían todo. Cruzaron una línea”.

El periodismo

Durante la sangrienta guerra civil de El Salvador, que duró 12 años y dejó 75.000 muertos, Dada vivió con su familia en el exilio en México. Tras la guerra, que terminó en 1992, empezó a pasar los veranos en su país natal, antes de regresar definitivamente en 1997.

Carlos Dada

Carlos Dada (Foto: Víctor Peña)

Mientras el país se adentraba en su futuro de posguerra, Dada y Simán vislumbraron el papel fundamental que podría desempeñar un nuevo medio de comunicación. “Era obvio que la era en la que el país estaba entrando necesitaba un nuevo tipo de medio”, dice Dada. Los dos fundaron El Faro un año después.

Desde entonces, El Faro se ha hecho un lugar debido a sus reconocidas investigaciones y su estilo narrativo. El medio, que informa en español e inglés, también ha publicado libros, documentales y podcasts.

Entre los trabajos más conocidos de Dada se encuentran su investigación sobre el asesinato del arzobispo Óscar Arnulfo Romero, cuya muerte supuso un punto de inflexión en el descenso de El Salvador hacia la guerra civil, y su inmersión en la conspiración detrás del asesinato de seis sacerdotes jesuitas en 1989. En 2021, Dada reveló los vínculos entre los narcotraficantes y los líderes políticos de Honduras.

Junto a los periodistas de El Faro que se encuentran en México, Dada también ha conducido reportajes en profundidad sobre las sombrías realidades de las rutas migratorias de El Salvador a Estados Unidos. “Entendimos muy rápidamente que este era un mundo que no habíamos visto antes y que millones de salvadoreños conocían”, recuerda Dada. “Cambió nuestra perspectiva de por qué tanta gente estaba dispuesta a pasar por esta pesadilla, por este infierno, para huir del país”.

Las represalias

El espionaje vía Pegasus es un ejemplo de la vigilancia sobre Dada y sus colegas por hacer su trabajo. La intimidación también ha sido habitual. “En todos estos años hemos recibido todo tipo de amenazas. Amenazas de los narcotraficantes. Amenazas de la policía. Amenazas de las bandas. Amenazas de los políticos. Amenazas de antiguos criminales de guerra”, señala Dada.

El presidente salvadoreño, Bukele, acusó públicamente a Dada de lavado de dinero, una táctica vista en otros países autoritarios como la vecina Guatemala, que utilizó acusaciones similares para detener al periodista José Rubén Zamora. Bukele y sus partidarios también impulsan la violencia en redes sociales contra periodistas de El Faro y sus fuentes.

Man standing in front of microphone in the open and pointing at the crowd

Presidente de El Salvador, Nayib Bukele. (Foto: Carlos Barrera/El Faro)

“Nunca nos enfrentamos a una situación como la actual, en la que las amenazas vienen de todo un régimen”, dice Dada. “Cuando una persona o grupo tan poderoso te declara su enemigo, significa que puede utilizar toda la institucionalidad del Estado contra ti. No hay mucho con qué defenderse. Han demostrado una y otra vez lo mucho que quieren silenciarnos”.

En abril de este año, El Salvador aprobó una ley que criminaliza la cobertura de las pandillas con una pena de hasta 15 años de prisión. Se conoce coloquialmente como la “Ley El Faro”, señala Dada: una represalia por sus investigaciones sobre las negociaciones entre los principales partidos políticos del país y las pandillas para obtener apoyo electoral. La ley ha llevado a la redacción de El Faro a un semiexilio, con periodistas que entran y salen regularmente del país.

“Decidimos que no queremos quedarnos callados”, dice Dada. “Seguimos publicando, pero cada vez que publicamos algo sobre las pandillas tenemos que sacar a un periodista del país, a veces durante meses”.

La motivación

Dada es el ganador del Premio Knight Trailblazer 2022 del Centro Internacional para Periodistas (ICFJ). Al aceptarlo, espera llamar la atención sobre el trabajo de colegas de El Salvador y América Central que tienen menos plataforma que él.

“Es un momento en el que tenemos que alertar sobre la situación de nuestros compañeros en Centroamérica, especialmente de aquellos que son mucho menos visibles”, dice.

A Dada no le han faltado elogios a nivel internacional a lo largo de los años. Y, sin embargo, es difícil no ponerse cínico: en toda Centroamérica, la democracia se está debilitando en favor del autoritarismo, y los medios de comunicación independientes están en el punto de mira.

Ante el retroceso democrático y la creciente inseguridad en El Salvador, Dada repite una frase de Óscar Martínez, director ejecutivo de El Faro: “Con nuestro trabajo, les hacemos la vida un poco más difícil a esos desgraciados, y creo que eso es suficiente”.

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