En junio de 2020, cuando algunos países aún estaban en cuarentena por el COVID-19, un grupo de 14 mujeres periodistas se reunieron virtualmente al sentir la necesidad de tener un espacio en donde compartir recursos, oportunidades y debatir también sobre la incorporación de una perspectiva de género al relato periodístico en los medios de comunicación en Venezuela.
Ese fue el surgimiento oficial de la Red de Periodistas Venezolanas que actualmente es un grupo diverso de más de 150 mujeres periodistas, dentro y fuera de Venezuela.
En esa primera reunión, cuando se empezó a debatir sobre qué temas eran importantes para las asistentes, surgió la conversación del acoso laboral.
“Curiosamente, todas las periodistas tenían una o dos historias que contar a pesar de ser, en muchos casos, de generaciones distintas. Entonces pensamos que para poder resolver este problema había que medirlo”, dijo la periodista Maye Primera el pasado 25 de noviembre en la presentación de linforme “Acoso sexual contra periodistas en Venezuela”, la primera publicación realizada por la red. Primera fue la encargada de editar la investigación.
El principal hallazgo que obtuvo La Red de Periodistas Venezolanas con el informe es que el 45 por ciento de las encuestadas afirmaron haber sufrido acoso, hostigamiento o agresión de carácter sexual en el ámbito laboral. Sin embargo, muchas de las periodistas que contestaron “no” a la pregunta relacionada, posteriormente confirmaron con otras respuestas que en efecto sí habían sufrido acoso.
Para el informe, que se publicó en alianza con la organización Medianálisis, se encuestó de forma anónima a 111 mujeres periodistas de todo el país de diferentes edades, cargos y medios. En su mayoría mujeres entre 25 y 35 años, trabajadoras de medios digitales. La Red de Periodistas Venezolanas para la realización de la encuesta se inspiró en un instrumento para medir el acoso en las redacciones mexicanas, llamado Acoso Data, creado por el colectivo de Las Periodistas Unidas Mexicanas (PUM).
“Nos acercamos a ellas para traer esa experiencia a Venezuela. Creemos que el acoso no es un tema de conversación aún en el país”, dijo Primera durante la presentación virtual.
LatAm Journalism Review (LJR) entrevistó a Estefanía Reyes, una de las redactoras e investigadoras del informe sobre las aspiraciones de la red con esta publicación.
“En principio queríamos ponerle nombre a un malestar que hemos sentido la mayoría de las mujeres periodistas. En segundo lugar, demostrar que no nos pasa a una o dos, sino que es un problema sistemático y generalizado. Y, reconociendo ambas cosas, incidir para generar políticas de Estado y empresariales que conduzcan a espacios de trabajo seguros para las periodistas, sobre todo, pero también para las mujeres en todos los gremios”, dijo Reyes.
El acoso como forma de censura
Más de la mitad de las encuestadas reconocieron haber recibido comentarios sexuales sobre su persona o en doble sentido que les incomoden, miradas lascivas y les han hecho sentir incómodas con comentarios sobre su vestimenta o sobre cómo lucen.
También casi una cuarta parte ha recibido llamadas telefónicas, mensajes o correos con connotaciones sexuales sin tu consentimiento o les han pedido que se vistan “femenina" o “atractiva" para determinados eventos o reuniones.
“Las siguientes cifras confirman que las formas de acoso de tipo verbal son las más frecuentes y, por tanto, también las más normalizadas. Mientras que aquellas formas de acoso que involucran agresiones físicas o peticiones más explícitas son menos frecuentes”, según el informe.
En la investigación también se incluye a reporteras gráficas. Según el informe, el 100 por ciento de las fotorreporteras que participaron en la encuesta afirmaron haber sufrido más de una situación de acoso, hostigamiento o agresión de carácter sexual en el espacio laboral. En muchos de los casos, estas situaciones eran frecuentes.
Las razones, estima el informe, podrían deberse a que el fotoperiodismo es un campo mayoritariamente integrado por hombres. Por lo tanto, las mujeres fotógrafas deben abrirse paso y convivir en entornos gobernados por dinámicas de poder masculinas. De igual manera, tienden a pasar más tiempo en la calle, muchas veces en situaciones de conflicto, donde el riesgo es mayor.
El informe también destaca cómo el acoso puede afectar el desempeño en el trabajo y modificar el estilo de vida de las afectadas.
El 42 por ciento de las encuestadas que sufrieron acoso decidieron tomar medidas de protección como: dejar de cubrir ciertas instituciones frente a las amenazas de colectivos y funcionarios que las acosaban, hostigaban o agredían sexualmente; inhibirse de ir a ciertos lugares o perseguir algún tipo de información por temor a insinuaciones sexuales no solicitadas de sus fuentes; cambiar su vestuario a prendas más masculinas para no llamar la atención; fingir que tienen pareja como estrategia disuasoria; cambiar de fuente o renunciar a sus puestos de trabajo.
“Nosotras vemos el acoso como una forma de censura también y una censura que se ejerce desde muchos flancos: Estado, gobierno, lugar de trabajo, etc. Es un tipo de comportamiento que está normalizado. El hecho de que algunas colegas dejen de cubrir ciertas fuentes o dejen de trabajar en ciertos sitios o tengan que asumir una actitud permanente de defensa porque no se sienten cómodas es censura y afecta el derecho de las audiencias a contar con estas voces”, dijo Maye Primera en relación al tema.
Dificultad para reconocer el acoso
La Red de Periodistas de Venezuela describe el acoso laboral como cualquier comportamiento verbal, no verbal o físico de naturaleza sexual u otro comportamiento basado en el sexo, que afecta la dignidad de las mujeres y de los hombres, el cual es no deseado, irrazonable y ofensivo para la persona destinataria y termina afectando su trabajo.
Sin embargo, para muchas encuestadas no es fácil reconocer los límites del acoso.
Las creadoras del informe aseguran que, aunque el resultado de la encuesta arroja que el 45 por ciento de las periodistas han sido objeto de algún tipo de acoso, el número en realidad es mayor porque muchas de las periodistas que contestaron “no” a la pregunta ‘¿En Venezuela, has vivido o estás viviendo alguna situación de acoso, hostigamiento o agresión de carácter sexual en el ámbito laboral (dentro o fuera de las instalaciones de la empresa)?’, luego confirmaron con respuestas a otras preguntas que en realidad sí habían sufrido acoso.
Por lo tanto, afirman que el acoso sexual es una constante para más de la mitad de las periodistas en Venezuela.
“Es difícil reconocer el acoso porque es una característica intrínseca en la manera en que los hombres han aprendido históricamente a relacionarse con las mujeres y viceversa. Es una práctica arraigada en la desigualdad de poder en términos de género y está tan normalizada que incluso a las mujeres nos cuesta reconocerla como una forma de violencia. Entre otras cosas porque, de hacerlo, somos tildadas de exageradas, de conflictivas o de problemáticas en el contexto laboral”, dijo Reyes.
Falta de protocolos
En Venezuela a finales de abril de 2021, a partir del movimiento #YoSíTeCreo, un fenómeno similar al #MeToo estadounidense, algunos medios comenzaron a crear protocolos ante abusos/acosos en las redacciones. Sin embargo, no es un denominador común.
Según Reyes, hay mucha renuencia por parte de la directiva de los medios de atender este tema de manera significativa y con la urgencia que merece.
“Creo que en parte responde al miedo de abrir una caja de Pandora porque, aunque no lo reconozcan abiertamente, saben que esta es una realidad presente en todas las salas de redacción. En segundo lugar, también hay un temor de que en un contexto autoritario de criminalización contra los medios independientes, se use este tema como un instrumento más de persecución”, dijo la periodista.
La Red de Periodistas Venezolanas, luego de la presentación de este informe, espera articular esfuerzos para que todas las salas de redacción y empresas de medios en el país tengan un protocolo contra el acoso, diseñado con una perspectiva de género, como primer paso para construir una cultura de tolerancia cero al acoso y al sexismo.