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Extractos del discurso de Alfredo Corchado, galardonado con el Premio Lovejoy en la Universidad de Colby

Gracias.

Es realmente un honor y un privilegio estar con ustedes en esta tarde maravillosa, sin duda muy memorable para aceptar el Premio Elijah Lovejoy. Es genial estar en Maine en mi estación favorita del año, el otoño, y sobre todo aquí en este magnífico campus de la Universidad de Colby.

Estoy feliz de estar entre tantos amigos, nuevos y viejos. Gracias Esteban, Bárbara, Mike, Monique Pride, Rebecca, Rosental Alves, Nick y Jesus —quien dice ser el único mexicano en la Universidad de Colby— y June, un estimado colega del Centro David Rockefeller de Harvard y hace tiempo corresponsal que ha cubierto Colombia y Centroamérica.

Y es un gran honor recibir el premio un año después que Paul Salopek, un periodista al que he admirado desde que los dos empezamos nuestra carrera en El Paso, Texas.

No se puede ganar un premio como éste sin el apoyo de instituciones como el Dallas Morning News. Hace dos años, yo era un becario Nieman en Harvard; poco después de regresar a México, recibí una oferta para escribir un libro, con el título tentativo de Medianoche en México, lo que significaría más tiempo fuera del trabajo. Algo preocupado, me senté con mis editores, Bob Mong, George Rodríguez y Tim Connolly, y les dije: “Miren si no quieren dejarme ir, lo entiendo”.

Por supuesto que no, dijeron. Es un libro importante y una historia importante. Escríbelo y estaremos allí para respaldarte, palabras de consuelo que en estos tiempos difíciles en nuestra industria uno no espera oír más. De nuevo, gracias al Dallas Morning News.

Gracias a la Universidad de Colby. Acepto el premio en nombre del amor que siento por mi profesión y el enorme respeto y admiración que tengo por los reportes desde la línea de fuego, especialmente mis colegas en mi aproblemado país, México; colegas que han elegido defender la libertad de expresión en lugar de ceder ante el poder del silencio.

Gracias a los jueces. Al darme este reconocimiento están reconociendo también una de las historias más importantes e incomprendidas de nuestro tiempo.

Acepto el premio en la memoria de los más de 60 periodistas mexicanos han sido asesinados y decenas más que han desaparecido desde el año 2000, más de 30 en los últimos cuatro años. Los muertos incluyen 9 sólo este año, uno de ellos en Ciudad Juárez —la capital del asesinato de México— hace poco más de una semana.

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[Le dedico el premio también] a Rosental Alves, de la Universidad de Texas en Austin, por su visión. A principios de este año reunió a 13 periodistas de México y 13 de Estados Unidos para tender puentes. Por dos días hablamos sobre cómo hacer nuestros trabajos y mantenernos a salvo. Fue una manera de construir puentes de confianza entre nosotros. Gracias, Rosental. Lo que iniciaste aquí es algo verdaderamente revolucionario y estamos agradecidos. Gracias desde ambos lados de la frontera.

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¿Cómo las situación se ha vuelto tan mala en México? Las respuestasson complejas. La demanda por drogas en Estados Unidos, el atractivo del dinero fácil, la amplia disponibilidad de armas, especialmente de alto poder, contrabandeadas desde Estados Unidos.

Y en el lado mexicano, se hizo caso omiso de la realidad: la corrupción, la complicidad y la codicia. Durante demasiado tiempo, ambos países se acusaron mutuamente y mientras hacían eso, México descendió lentamente en la oscuridad. La corrupción creció como un cáncer dentro del gobierno.

Hoy en día, el conflicto mexicano es en realidad una guerra interior. Se trata de un país que trata de redefinirse, convertirse en una nación donde rige el Estado de Derecho, pero sin un camino claro, o mandato. Pocos pueden cuestionar si el presidente Calderón tuvo otra opción que tomar sobre la delincuencia organizada, que había llegado a las altas esferas del poder. Pero si no tenía la estrategia correcta, y las personas adecuadas es una pregunta que lo acecharán a él, a México y a nosotros por décadas.

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Mi mayor preocupación es que México aún tiene que tocar fondo y nadie sabe dónde está ese fondo o cómo luce.

[...]

Nunca olvidaré el día del funeral [de 13 adolescentes asesinados por error por sicarios en Ciudad Juárez en febrero de 2010], la vista de una docena de coches fúnebres en la calle, la vista de los ataúdes, los lamentos de padres, amigos, hermanos y hermanas. “Estoy agradecido de que ese día estaba lloviendo porque estaba tan furioso que fui capaz ocultar mis lágrimas con las gotas de lluvia. Y fue en esa mañana triste, gris y lluviosa que rompí mi silencio y encontré mi voz otra vez.

Gracias…

Nota del editor: Esta historia fue publicada originalmente en el blog Periodismo en las Américas del Centro Knight, el predecesor de LatAm Journalism Review.

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