La pandemia del COVID-19 ha transformado las rutinas y prácticas profesionales de las mujeres periodistas en Colombia y Venezuela, imponiendo más jornadas laborales diarias e intensificando el uso de las tecnologías de la información y la comunicación, pero sin el correspondiente aumento salarial. Esta es una de las conclusiones de un estudio realizado por investigadores de la Universidad Francisco de Paula Santander, en Cúcuta, en la frontera entre Colombia y Venezuela.
Para el estudio se entrevistó a 110 profesionales de ambos países, a través de un cuestionario en línea, para identificar el impacto en su labor periodística de la emergencia sanitaria declarada en el primer semestre de 2020. La profesora Gladys Adriana Espinel-Rubio, una de las autoras del estudio, dijo a LatAm Journalism Review (LJR) que desde hace unos cinco años, miembros del Grupo de Investigación en Comunicación y Medios (GICOM) de la universidad han estado explorando “las historias de vida de las mujeres periodistas, qué las influye para convertirse en líderes de opinión y cómo su vida personal dificulta o ayuda a su desarrollo profesional”.
Espinel-Rubio agregó: “También nos preocupa la precariedad salarial y el impacto de los medios sociales y digitales (como las empresas periodísticas) que, en zonas marginales como la nuestra, no cuentan con los recursos económicos suficientes para garantizar salarios dignos. Hombres y mujeres se ven afectados por igual, pero las mujeres están expuestas a otras situaciones de desigualdad”.
La investigación se centró en Colombia y Venezuela por la ubicación de la universidad y el grupo de investigación, en el umbral entre ambos países. “Hemos sido testigos directos del éxodo venezolano y sabemos que la situación política y social también ha afectado a los periodistas en el ejercicio de su labor”, dijo la profesora.
La situación actual de Venezuela se reflejó en que la mitad de los periodistas del país que respondieron la encuesta dijeron vivir y ejercer su profesión en el extranjero. Según Espinel-Rubio, en Venezuela “no se dan las condiciones en cuanto a libertad de expresión ni salarios. Esto, por supuesto, repercute en el derecho a la información de los ciudadanos venezolanos, en el control social y en la defensa de los derechos que pueden ser promovidos a través de los medios de comunicación”.
Más trabajo, mismo salario
La mayoría de las encuestadas dijo trabajar en medios en línea (57 por ciento), seguidos de radio (41 por ciento) y periódicos (37 por ciento). Quienes trabajan en periódicos dijeron que trabajan tanto en versión impresa como digital.
Los resultados de la encuesta apuntan a una crisis de cuidados exacerbada por la pandemia: el 42 por ciento de las mujeres periodistas encuestadas dijo ser responsable de al menos un niño, una persona mayor o una persona con discapacidad; y el 79 por ciento dijo haber sido presionada por su familia para dejar el trabajo o cambiar de trabajo.
“A pesar de la creencia normalizada en el equilibrio de género en las redacciones, lo cierto es que las mujeres periodistas enfrentan restricciones a la hora de gestionar las demandas familiares y laborales, debido a los horarios y actividades inherentes a la profesión”, según el estudio.
La carga de trabajo aumentó para un 76 por ciento de las encuestadas. Para casi un tercio de ellas, el aumento significó de una a tres horas adicionales al día, mientras que los otros dos tercios informaron pasar más de tres horas adicionales que cuando trabajaban antes de la pandemia.
Además, “tuvieron que desarrollar otras habilidades para lidiar con los nuevos lenguajes mediáticos. Entonces este proceso, que ya venía cambiando, se aceleró”, dijo Espinel-Rubio. Según el estudio, hubo “un aumento en la cantidad de fuentes a cubrir al tiempo que se sumaron tareas como hacer videos, tomar fotografías y crear infografías, entre las actividades más relevantes y comunes”.
Al comenzar a trabajar desde casa -una medida reportada por el 83 por ciento de las encuestadas debido a la pandemia-, las periodistas debieron apropiarse de tecnologías de la información y la comunicación que antes no necesariamente dominaban.
Al ser consultadas sobre las habilidades que debieron aprender para realizar sus actividades, el 90 por ciento de ellas dijo “el uso de diferentes plataformas con sus respectivas aplicaciones”, además del diseño gráfico y de sitios web. También se mencionaron la edición de audio y video, el soporte técnico de equipos de transmisión, el diseño de estrategias y campañas virtuales o la cobertura en vivo.
Todas las encuestadas dijeron que se volvieron más activas en las redes sociales durante la pandemia, intensificando el uso de estas herramientas para la comunicación personal y profesional y también para compartir “quejas de los ciudadanos o expresar posiciones políticas”. “De esta forma, dan mayor visibilidad a sus voces y crean espacios para generar opinión pública, los cuales les son restringidos en el ejercicio de su labor periodística”, según el artículo.
En cuanto a los cuidados para protegerse del COVID-19, el 70 por ciento dijo no haber recibido ninguna información de sus empleadores sobre la enfermedad y sus implicaciones en el trabajo, y el 60 por ciento dijo no haber recibido ningún equipo de protección como mascarillas y gel desinfectante para manos. Cuando se les preguntó si tenían miedo de contraer la enfermedad en el ejercicio de su trabajo, el 57 por ciento dijo que sí.
Al reflexionar sobre sus condiciones laborales bajo el COVID-19, el 30 por ciento de ellas dijo que había considerado renunciar, mientras que el otro 70 por ciento dijo que renunciar no era una opción viable. Solo el 9 por ciento dijo que se benefició de bonos adicionales por su desempeño laboral durante la pandemia.
La profesora Espinel-Rubio dijo que era “bastante pesimista” sobre las posibles acciones de las organizaciones periodísticas y entidades estatales para mejorar las condiciones laborales de las mujeres periodistas en los contextos analizados por la investigación. “Las transformaciones en la profesión son enormes y se ha empobrecido cada día más. En este momento no vislumbro soluciones a un problema estructural agudizado por el mercado”, dijo.
El artículo concluye considerando que, al trabajar desde una oficina en casa en lugar de en la redacción, “donde aprenden sobre prácticas y tensiones relacionadas con los horarios, los procesos organizativos de las empresas de medios y las relaciones con los editores y jefes”, las periodistas están “enfrentando el surgimiento de una nuevo ecosistema relacional al que ya se enfrentaban los freelancers, por ejemplo”.
“El proceso de producción de la información sufrirá transformaciones que llevarán al límite la ética periodística. Estamos ante uno de los cambios más significativos del periodismo moderno. ¿Será el periodismo post-COVID-19 un proceso en el que la individualidad en la producción de información (propia de las rutinas laborales) adquirirá un nuevo significado? ¿Donde quizás haya más polarización, menos consenso, pero también menos tensiones organizativas?”, cuestiona el artículo.