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La prensa en México tiene el gran reto de aprender a contar mejor la desaparición de personas, dice la periodista Marcela Turati

El municipio de San Fernando, en el estado de Tamaulipas, a 150 kilómetros de la frontera norte de México, fue escenario de dos crudos hechos de violencia la década pasada. El primero, en agosto de 2010, fue la masacre de 72 migrantes, la mayoría mexicanos y centroamericanos, quienes fueron bajados de los autobuses en los que se dirigían a intentar cruzar a Estados Unidos para luego ser maniatados y asesinados.

El segundo fue el hallazgo, en 2011, de 47 fosas clandestinas con casi 200 cadáveres, lo cual disio indicios de que la masacre de un año antes no había sido un hecho aislado.

Aunque el gobierno de México reconoció los hechos y culpó al cártel de Los Zetas, periodistas y organizaciones han denunciado que las autoridades no solo omitieron investigar posibles complicidades de funcionarios, sino que volvieron a “ocultar” muchos de los cadáveres con procedimientos forenses deficientes, la entrega incorrecta de cuerpos y el ocultamiento de información, lo que impidió a familiares identificar a seres queridos desaparecidos.

Mexican journalist Marcela Turati

Marcela Turati enfrentó miedo, obstáculos emocionales y supuesto espionaje durante su investigación sobre la violencia en San Fernando, en el estado de Tamaulipas. (Foto: Mary Kang/Knight Center)

Ambos hechos representaron un parteaguas en la carrera de la periodista mexicana Marcela Turati, quien en 2011 fue enviada por la revista Proceso, donde trabajaba como reportera, a cubrir el hallazgo de las fosas.

Al llegar a San Fernando se topó con un horror que la marcó de por vida, pero también con una serie de injusticias e irregularidades que la prensa no estaba cubriendo a profundidad y se convirtieron en una especie de obsesión profesional para la periodista.

Más de 12 años después y tras cientos de horas siguiendo pistas, haciendo decenas de entrevistas y reportajes, y produciendo varios proyectos colaborativos, Turati lanzó en 2023 "San Fernando: Última Parada", un libro que presenta un relato coral sobre esos hechos de horror a los que dedicó más de una década de su carrera.

La periodista compartió con LatAm Journalism Review (LJR) parte de su experiencia y aprendizajes en la realización de su proyecto editorial, en un país donde, dice, la prensa tiene el desafío de aprender a cubrir y a contar mejor las historias de desaparición de personas y crimen organizado, temas en los que México ostenta números récord.

La entrevista ha sido editada para fines de extensión y claridad

LJR: ¿Qué crees que la prensa ha hecho mal en su cobertura de la desaparición de personas en México?

Marcela Turati: Yo no le echaría la culpa a la prensa. Sí, tenemos 111 mil personas desaparecidas, tenemos medios de comunicación que no se interesan por ese tema porque no les da clics, porque mucha gente no quiere enterarse. Entonces tenemos un reto muy grande, que es cómo lo contamos. Tenemos una falta de formación de periodistas también. Nos quedamos muchas veces en la anécdota y cuesta trabajo encontrar un enfoque más social, porque son más impactantes las notas con testimonios que las notas que te cuentan cómo opera el sistema.

Yo siempre pensé que en San Fernando no había periodistas, pero obvio que sí había, pero ya fueron muchos años de estar silenciados. Los periodistas también estaban bajo amenaza, como mucha gente. Entrevistar a gente en una zona silenciada es muy complicado. Tener cualquier información es muy peligroso.

Entonces yo no pondría la carga de que el tema está mal cubierto en los periodistas, porque tienen muchos trabajos. Los que yo veo que siguen dedicados al tema de desaparición son periodistas que le apuestan, que en sus ratos libres le sacan tiempo porque necesitan que las familias sean escuchadas.

LJR. ¿Por qué decidiste hacer un libro de esta compleja investigación de 12 años?

MT. Hubo cosas [de la investigación] que me guardaba, que no podía publicar en la revista Proceso, cosas que eran muy crueles o muy duras de explicar para el lector. En cuatro páginas no puedes contar la crueldad con la que fueron asesinadas esas personas, porque no fueron matadas a balazos, fueron muy duras sus torturas. Esa fue una de las cosas que preferí no publicar en Proceso, porque me parecía que en un reportaje solo iba a horrorizar a la gente, pero nadie iba a entender nada.

También tenía muchas entrevistas, pero con personas a las que no podía ni nombrar y para las que seguía siendo peligroso hablar, entonces empecé a coleccionar y coleccionar información. Llegó un momento en que dije: “es que todo esto no se puede publicar así, suelto”. Tenía muchas cosas y dije: “voy a empezar a hacer un libro”.

Pensaba: “¿cómo le doy una estructura narrativa?” Eso me detuvo mucho. Pero ya en un momento dije: “esto tiene que ser un relato coral”. Ya tenía tanto tiempo, tantos testimonios, que dije: “esto no lo puede contar un solo personaje”. Hay muchos pasajes, son 12 años, son diferentes locaciones, no todo ocurrió en un sitio. Entonces empecé a hacer un collage por temas, como capas de cebolla.

El libro es un coro de voces, hay monólogos también. Yo no más pongo una introducción y la gente lee lo que cada uno en San Fernando vivió. O lo que le pasa a las familias de víctimas que buscan a sus familiares y todo lo que vivieron en sus búsquedas.

Cover of the book "San Fernando: Última Parada", by Mexican journalist Marcela Turati

"San Fernando: Última Parada" es un relato de múltiples voces sobre las masacres de migrantes en el estado de Tamaulipas. (Foto: Cortesía Penguin Random House)

LJR. ¿Cómo recopilaste esos testimonios?

MT. Trabajaba en la revista Proceso, entonces le daba seguimiento al tema si sabía que venían familiares de los migrantes masacrados, o si sabía que alguna organización había contactado a algunas de las familias de las personas encontradas en las fosas. Yo estaba en [la organización de periodistas de investigación] Periodistas de a Pie y había convocado a fundar un colectivo que se llama Más de 72 para hacer investigaciones y dar seguimiento a esas noticias. Hicimos una primera investigación sobre cómo fue la masacre de los 72 y empezamos a ver que el gobierno mentía, que había inventado cosas que no nos cuadraban e hicimos un sitio web de todos estos hechos.

Luego yo hice una segunda parte con unos alumnos. Les pedía que cada quien tomara una línea temática sobre las fosas e investigáramos. Este seguimiento fue tan obsesivo, que tuve que pedir varias becas, una de ellas para procesar unas fichas forenses que una fuente anónima me dio en 2013, dos años después de [el hallazgo de] las fosas. Recibí información también de gente que se dio cuenta que habían cremado varios de los cadáveres que yo estaba siguiendo. Luego pude, gracias a una beca con otros dos colegas, ir en sentido contrario a la Ruta del Migrante para ir pueblo por pueblo preguntando por sobrevivientes, gente que tuviera información o que supiera más sobre qué había pasado en esos viajes. Ahí empecé a notar irregularidades, que se había hecho muy mal trabajo forense, que la Procuraduría General de la República había perdido cuerpos, que había entregado cuerpos incorrectos, que había desaparecido cuerpos que sí estaban identificados y nunca le había avisado a sus familiares.

También de alguna manera me asocié con el National Security Archive en Washington, que desclasificaron unos cables y que me dieron la información. También aquí por [el Instituto Nacional de] Transparencia en México. Fueron muchos años de pedir información y aprovechar cuando las familias de las víctimas venían a México, o que yo podía ir a Honduras, a Guatemala, o a El Salvador, o a Guanajuato, a Michoacán, o incluso entrar a Tamaulipas, para pedir a todo el mundo que tuviera algo de información que me dijeran algo. Y de ahí, una pista me llevaba a otra persona, a otra, a otra hasta que pude hacer este libro.

En Más de 72 preguntamos a la gente en redes si tenía más información. Así me empezó a escribir gente de Tamaulipas que ya no tenía miedo para contarme, invitarme a ir. También revisando los documentos, sacando los nombres de los funcionarios que firmaban, o testigos, todo tipo de personas, los rastreaba hasta convencerlos que me dieran entrevista para entender no sólo desde las víctimas, sino también entender desde el gobierno qué había pasado en estos casos y por qué no previnieron, por qué ocultaron los cuerpos.

LJR. Estuviste entre los periodistas que fueron espiados con el spyware Pegasus*. ¿Cómo afectó esto tu investigación?

MT. No fue nada más ese espionaje, fueron dos. Cuando publiqué en Proceso un reportaje donde mencionaba que había cuerpos que sí habían sido identificados por la PGR, pero que la PGR no se los había devuelto a sus familiares y los habían sepultado, o que habían incinerado cuerpos de personas y que habían sido entregados de manera incorrecta, ese reportaje desencadenó que la PGR me investigara. Pidieron todas mis llamadas de seis meses atrás y pidieron al área de investigación de la Policía Federal todas las geolocalizaciones de cuando viajé, y con quién hablé. Analizaron cuántas de mis llamadas habían sido con víctimas o con defensores de derechos humanos, y además me rastrearon. Fueron a casas donde yo fui. Ellos querían saber quién me pasó la información que yo había publicado. Ese fue el primer espionaje. Y para hacerlo sin orden de un juez, inventaron una carpeta de investigación, que [decía que] yo era sospechosa de secuestro y delincuencia organizada en esas fosas. ¡Yo estaba en la carpeta de investigación del mismo caso que yo investigaba! Todavía estoy.

En 2016 y 2017 fue lo de Pegasus, cuando sale mi nombre en las listas [de personas supuestamente espiadas]. Supongo que eso fue por el caso [de la desaparición de 43 estudiantes en] Ayotzinapa.

Yo sí notaba cosas muy raras, notaba llamadas raras. Llegaba gente a darme información falsa, o que yo sentía que suplantaban información. Venía gente a decirme que tenía familiares desaparecidos y yo descubría que no, que era mentira. Llegaba gente que me decían que eran zetas, que me querían llevar a enseñarme dónde tenían una fosa. También le robaron el disco duro a mi computadora, tenía problemas con el internet de mi casa. Nos dimos cuenta que la IP de mi casa tenía bloqueadas páginas como la del Ejército, que no podíamos ver ciertas páginas.

Fue muy complicado porque yo no sabía bien qué estaba pasando. Tampoco sabía por cuál de los casos. Eso fue un aprendizaje: no tener al mismo tiempo investigaciones peligrosas abiertas, porque luego es bien difícil saber, de todo lo que te pasa, quiénes son los actores, o quiénes pueden estar detrás. Pero para mí era claro que era el Ejército** en el caso Ayotzinapa y la PGR en el caso de las fosas.

[Notas del editor:

*El nombre de Turati apareció en una lista de periodistas y otras personas que pudieron haber sido víctimas del spyware Pegasus. Así lo reportó un consorcio que incluía a la organización de periodismo de investigación sin fines de lucro Forbidden Stories. Tras la publicación de la lista, NSO Group, fabricante de Pegasus, negó las acusaciones.

**El Presidente Andrés Manuel López Obrador ha negado que el Ejército haya espiado a periodistas.]

LJR. ¿Tuviste miedo?

MT. Siempre fue complicado. Yo no quería ni transcribir cosas porque me daba miedo que estuvieran monitoréandome. Por eso también cargaba muchos discos duros y libretas porque no me animaba a transcribirlas. Sentía que hasta que fuera el momento de que ya pudiera escribirlo las podía transcribir, pero antes no. Entonces eso lo complicó todavía más. Fue emocionalmente muy duro.

Me detuvo mucho la parte del miedo, el miedo a que a la gente le pasara algo, el miedo a que yo revelara alguna identidad, el miedo a que me quitaran mis archivos, miedo del gobierno, y mi propio miedo de que quería seguir investigando. También entrar a San Fernando siempre me daba mucho miedo, pero aún así entraba a recopilar testimonios.

Cover of a special issue of Mexico's Proceso magazine on the killings in the city of San Fernando, Tamaulipas.

Previo al lanzamiento de su libro, Turati publicó en la revista Proceso numerosos reportajes sobre el asesinato de migrantes y el hallazgo de fosas clandestinas en Tamaulipas. (Foto: Proceso)

LJR. ¿Cómo fue ese impacto emocional en ti con esta investigación?

MT. El tema de cubrir fosas, ver fotos de cuerpos, conocer a las familias, ver expedientes, ver fotos de cadáveres destrozados, estar todo el tiempo en eso se me hizo muy complicado emocionalmente. Hubo muchos momentos de no querer saber de la investigación, de no querer saber si lo quería publicar o si ya lo olvidaba. Hasta que se me ocurrió mandar la propuesta del libro para el premio Javier Valdez Cárdenas. Entonces, como gané, eso me dejó claro que tenía que terminarlo.

Pero yo decidí que el libro no iba a ser sobre lo que me pasó. Aunque sí hago reflexiones sobre el silencio, sobre la zona silenciada, sobre la dificultad de encontrar una verdad en un lugar donde desaparecieron piezas, donde la autoridad no quiere que sepas, donde te persigue, donde destruye pruebas y construye pruebas falsas.

LJR. Imagino que no es fácil soltar un tema por el cual, como has dicho, tuviste una obsesión. ¿Qué sigue para ti como periodista?

MT. Quiero seguir llegando a diferentes familias y viendo cómo pueden usar el libro para la causa de la verdad, para pedir justicia.

Por otro lado, hice un ritual de cierre. Para mí son importantes los rituales, eso aprendí también en esta cobertura. Lo que me causaba obsesión, lo que me había habitado eran las fotos de estos jóvenes asesinados, de sus cuerpos. Entonces de alguna manera hice un ritual, hablando con ellos, diciéndoles que ya cumplí, que este era mi objetivo, y que espero que tengan justicia. Y emocionalmente siento que de alguna manera estoy cerrando, entregándoselos a sus familiares, presentándolo.

Es tiempo de seguir hablándolo, presentándolo, porque el libro tiene muchas claves para entender lo que estamos viviendo hoy en México. No es una historia del pasado, sino que muchas cosas siguen ocurriendo.

Lo que sigue también es tomarme un tiempo de silencio, de descanso para poder “resetearme” y cambiar de tema. Tomarme un tiempo y luego ya seguir.

Consejos para investigar desapariciones

Los talleres que imparten Marcela Turati y su equipo como parte del proyecto A dónde van los desaparecidos tienen como objetivo no solo capacitar  a reporteros en cómo cubrir y contar mejor las desapariciones de personas, sino también crear una red de periodistas, proporcionar acompañamiento y ayudarles a mitigar riesgos.

Turati compartió cinco consejos principales que los periodistas pueden aplicar a la hora de abordar el tema de las desapariciones en una investigación periodística.

1. Dar seguimiento a las pistas

“Desde que entras al primer caso, [debes] conservar la información, fijarte en todo. Siempre quedarte con teléfonos, con nombres, por si puedes seguir la pista. Siempre tratar de darle una continuidad”.

2. Establecer una estrategia de seguridad en equipo

“Siempre hay que tratar de que te monitoreen, de que tengas un equipo con el que estés trabajando, con los que te coordinas y te organizas para poder establecer un esquema de seguridad”.

“Si vas a sacar información para ver si hay gente que te contacta, cuidar que no sea una trampa. Tienes que estar atento a las medidas de seguridad, a ver si vas a contactar a estas personas”.

3. Mantenerse alerta sobre el tema durante otras coberturas

“En cada viaje, hacer tu trabajo normal del día a día, pero también seguir avanzando el otro tema, tenerlo siempre en la mente en cualquier lugar. De repente me encontré gente que por alguna razón sabía [sobre mi investigación] y fue gracias a que lo mencioné que, en Estados Unidos y en otros países, encontré muchas nuevas fuentes que no había pensado”.

4. Abordar el problema a gran escala 

“Yo siempre digo ‘a mí no me interesaba tanto si el líder de la banda era un personaje u otro. A mí me interesa entender cómo funciona todo el sistema’. Me interesa entender más bien sociológicamente cómo se instala el terror o cómo opera la Procuraduría”.

“Para mí es muy importante sacar las mecánicas de la violencia, que no se quede en anécdotas y en eso del horror, sino que cada historia tenga también algo revelador de cómo operan estas lógicas de violencia, sin dejar de ver qué es lo que hace el Estado, qué le correspondería hacer”.

5. Señalar las faltas de las autoridades

“Historias sobre narcos o sobre terror hay muchas, pero nos toca estar poniéndole la lupa a la respuesta que debería dar el Estado, y checar e investigar por qué no se dio y por qué la gente quedó en el desamparo. Y luego también [debemos señalar] las actitudes criminales de los que tenían que identificar los cuerpos y no lo hicieron”.

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