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Libro sobre resistencia en México muestra esfuerzo colectivo por contar historias más allá de la tragedia

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  • 5 diciembre, 2012

Por Alejandro Martínez

La organización mexicana Periodistas de a Pie presentó el 2 de diciembre en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara su más reciente esfuerzo colectivo, Entre las Cenizas: Historias de Vida en Tiempos de Muerte. Según la organización, el libro se enfoca en “historias de resistencia, solidaridad y esperanza protagonizadas por mujeres y hombres anónimos quienes sufrieron la violencia desatada durante la guerra en México contra el narcotráfico”.

Sin embargo, dijo la periodista de la revista Proceso y co-fundadora de la organización, Marcela Turati, el libro no solo busca inspirar a los mexicanos sumidos en la desesperanza, sino también a otros periodistas que buscan contar historias más allá de la tragedia.

“Entre las Cenizas busca saldar una de las deudas del periodismo mexicano que se concentró en mostrar el horror paralizante de la llamada narcoviolencia y a los hacedores de la guerra como protagonistas”, indicó la organización en un comunicado de prensa.

Además de reunir 10 crónicas de algunos de los periodistas más destacados en el tema de los derechos humanos en México (Thelma Gómez Durán, Daniela Pastrana, Elia Baltazar, John Gibler, Lydiette Carrión, Vanessa Job, Alberto Nájar, Luis Guillermo Hernández, Daniela Rea y Turati), Entre las Cenizas es un ejemplo de reflexión sobre la labor periodística en una zona de conflicto, y de los méritos del trabajo colectivo en guiar y fortalecer un proyecto.

Turati habló recientemente con el Centro Knight sobre el desafío de armar el libro y de buscar, en equipo, un nuevo lente para cubrir la violencia en México.

Entre las Cenizas tendrá tiraje limitado pero puede ser descargado gratuitamente en la página del libro, donde también se pueden ver los 10 videos que acompañan cada historia.

Centro Knight: Platícanos por qué decidieron enfocarse en este tema.

Marcela Turati: Sabemos que la gente quiere leer estas historias. La gente está cansada de leer del narcotráfico desde el horror. A muchos periodistas nos pasa que escuchábamos a la gente decir, ya no leo, ya apago la tele, y eso es muy preocupante. Queríamos lograr que la gente no sienta repulsión, que quiera leerlo y enterarse de lo que ha pasado. Tampoco son historias rosas pero sí historias de la gente que se está organizando.

Mucha gente muy desesperanzada nos preguntaba, qué podemos hacer, quiero hacer algo pero no sé por dónde empezar. Nosotros nos preguntamos, ¿cómo contamos lo que está ocurriendo pero desde otras miradas? Pensando en esa pregunta buscamos ejemplos de quién ya está haciendo algo.

No le decimos a la gente exactamente, haz algo como ellos, pero sí ofrecemos 10 historias en las que, a pesar de las amenazas y el horror, la gente hizo algo para cambiar la historia y está dando la pelea.

CK: Todos los participantes del proyecto han trabajado antes en documentar algunas de los efectos más brutales de la guerra contra el narcotráfico. Dado el tono tan distinto de este libro, ¿qué representó este proyecto para ustedes como periodistas?

MT: Para nosotros como reporteros es un respiro después de un sexenio de haber cubierto las cosas más horribles, de no entender, de sentir que no hay esperanza, que ya no hay un futuro. También para nosotros esto fue como oxígeno. Dijimos: ‘vamos hacer esto y contarlo desde otra clave y veamos qué pasa’. Y fue muy difícil. Parece un libro sencillo pero tiene varios trucos y secretos.

CK: ¿Como cuáles?

MT: Como un guioncito que hicimos con las cosas en las que teníamos que fijarnos para educar la mirada y acertar en dónde la íbamos a posicionar.

De entrada dijimos que queríamos experiencias de gente que se hubiera organizado para pedir justicia por sus muertos, sus desaparecidos, o para defender su territorio contra narcotraficantes, o que ayudan a otros que la pasan muy mal como en el caso de los migrantes.

Queríamos evitar la tendencia de enfocarnos en el héroe solitario; nosotros queríamos esfuerzos colectivos. Había reporteros muy enamorados de una experiencia y corríamos el riesgo de hacer propaganda por eso pedimos ver también los retos, lo difícil que es organizarse con otros. No queríamos dar la idea de que todo esto es sencillo.

Otros de nosotros a veces se acercaban a esas experiencias, se desilusionaban y decían ‘sólo lograron eso, esa experiencia es muy chiquita, su método quizás no sea el mejor’. Como periodistas somos impacientes, queremos notas súper espectaculares. Pero teníamos que limitarnos a escribir lo que vimos sin exaltar ni demeritar. Cuando pasaba eso preguntábamos ¿en qué momento te decepcionaste de esa historia? ¿Qué te decepcionó? ¿Qué pensabas encontrar? ¿Qué no encontraste? ¿Tú crees que se pueda escribir desde otra clave? ¿Qué parte de lo que viste rescatas? Fue un aprendizaje para nosotros.

CK: ¿Fue más fácil llevar a cabo este proyecto entre varios compañeros?

MT: Sí. Cuando regresaban los autores de haber reporteado la experiencia que habían elegido cronicar nos reuníamos para tallerear los textos y discutir en grupos. ¿Por qué elegiste esta parte? ¿Por qué no te fijaste en esto? Ahí empezamos a cuestionarnos por qué escribimos lo que escribimos. Y hablábamos y hablábamos el texto, dábamos ideas sobre cómo mejorarlo, hasta que nos gustara a todos.

También nos fijamos como meta lo narrativo, queríamos que fuera muy bien escrito, con imágenes, personas, escenas, que no fuera discurso nada más. Y lograr que los 10 textos nos gustaran a todos, buenos de calidad y que en lo narrativo ninguno demeritara, eso fue muy complicado. Pero se logró.

CK: Parece que el libro fue un caso exitoso de periodismo colectivo.

MT: Si, dice mucho. Primero, pudimos lograr financiamiento. El Sindicato de Prensa de Noruega nos dio un financiamiento que nos alcanzó para los viajes y para  pagar el texto a cada uno y a los fotógrafos. Las editoriales no pagan nada, nos daba mucho coraje, cualquier editorial te da un cacahuate por un libro. Queríamos ser bien pagados, lo equivalente a lo que pagan un reportaje en una revista narrativa. Buscamos una editorial que lo editara, imprimiera y distribuyera (Sur+) pero también que nos diera la oportunidad de subirlo al internet para que la gente que no tenga dinero tenga acceso al libro. Eso nos importaba muchísimo, que las víctimas se apropiaran del libro y lo hicieran suyo. Para nosotros fue importantísimo encontrar financiamiento para organizarnos, tenerlo a tiempo, armar por primera vez un libro con una editorial, y lo otro, hacerlo en equipo y no salir peleados. Cada quien tenía un trabajo y salió bien.

CK: ¿Sientes que las historias que lograron capturar podrán servir como buenos modelos para que otros periodistas busquen reportear más notas desde este ángulo?

MT: Si, es importante hacerlo, pero es muy difícil. Yo y los amigos que participan en el libro buscábamos visibilizar a la gente que se organiza, pero a veces es difícil encontrarla.

Hay que conocer el proceso de la violencia e ir midiendo los pulsos ciudadanos. Tienes que conocer bien el terreno, y esperar. A veces ocurre que pones en riesgo a la gente cuando anuncias que se están organizando. Eso puede ser motivo para que los amenacen. Tienes que esperar que la experiencia madure, que haya pasado por sus primeros retos y constatar si sobrevivió y cómo.

Sería lo deseable que fuera un modelo, pero no siempre se puede. Lo importante es no perder de vista, cuando vamos a reportear, que hay otros enfoques posibles y buscar estas historias y perseguirlas hasta lograrlas, porque son importantes para la salud del periodismo en general y la salud mental y emocional de los lectores.

CK: En tu libro anterior Fuego Cruzado tú abordaste como autora individual el tema del costo humano de los últimos seis años de conflicto. Para ti como co-editora y contribuidora, ¿sientes que este trabajo sobre la resistencia fue el siguiente paso en contar el lado humano de este periodo de violencia?

MT: Para mí era como la deuda que yo sentía que tenía. Mi libro fue muy duro, tocó mucho dolor, el horror, y en ese tiempo sólo se veía la destrucción, era incipiente la resistencia. No digo que me equivoqué porque había que hacerlo y ser la conciencia incómoda, pero también, con el paso de los años, tanta noticia todos los días de destrucción, genera una apatía tremenda, un blindaje en los lectores y nos preguntábamos ‘¿Cómo podemos seguir denunciando lo mismo sin que la gente sienta que es la misma noticia que ya leyó? ¿Cómo hacer para que vuelvan a leerte? ¿Qué ángulos y recursos narrativos usas para seguir atrapando al lector? Porque la violencia no ha parado y empeora.

Para mí era el pendiente que tenía de contar y experimentar si se puede hacer esto que llamamos a veces periodismo de esperanza, periodismo que busca cambios, periodismo de posibilidades, o que unos llaman periodismo de paz y otros preventivo. Me dije ‘vamos intentando, vamos a hacer esto para ver qué sale’. El libro fue muy experimental, nos gusta mucho, nosotras en la Red queremos seguir contando este tipo de historias. También nos interesa que los periodistas que lo lean nos digan si les gustaría hacer algo así.

Descargue Entre las Cenizas gratuitamente aquí.

Nota del editor: Esta historia fue publicada originalmente en el blog Periodismo en las Américas del Centro Knight, el predecesor de LatAm Journalism Review.

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