El Tapón del Darién, una densa selva que conecta Colombia y Panamá, se ha convertido en una ruta mortal para los migrantes que intentan llegar a Estados Unidos. Familias enteras, incluidos niños pequeños y bebés, se enfrentan en su viaje a la naturaleza implacable y al peligro constante de la violencia.
Un número récord de migrantes - 520.000 - pasaron por la zona en 2023. Casi 280.000 han cruzado este año hasta el 7 de octubre, según el Ministerio de Seguridad panameño.
Mientras que las noticias sobre el Darién suelen llegar a los consumidores de todo el mundo a través de corresponsales extranjeros de grandes medios de comunicación, periodistas de Panamá y Colombia especializados en migración están realizando reportajes críticos sobre la región.
José Guarnizo, cofundador y director general del sitio de noticias colombiano Vorágine, ha sido testigo de la tragedia humana en El Darién desde 2009. Dice que lo que le motiva no es sólo documentar los peligros físicos de la selva, sino también captar las historias de quienes la atraviesan.
Con 18 años de experiencia cubriendo derechos humanos y migración, ha vuelto al Darién una y otra vez, encontrando cada año nuevas voces, nuevos rostros y nuevas tragedias.
“Lo que me importa es captar a los personajes de la mejor manera posible. Quiero conocer sus historias e intento acompañarles en los viajes en la medida de lo posible”, dijo Guarnizo a LatAm Journalism Review (LJR).
En el 2023, publicó un reportaje especial sobre “las personas más vulnerables” que realizan la travesía: los bebés del Darién.
“Cada año, el Darién se cobra vidas”, dijo. “Madres desesperadas, niños que no sobreviven a la travesía, familias que quedan separadas en un terreno donde la vida vale poco”.
A pesar de los riesgos, Guarnizo siempre encuentra a alguien dispuesto a compartir su historia. Lo más importante, dice, es “generar confianza”.
“Preguntar primero qué necesitan en ese momento y en qué puedo ayudarles, y hacerlo de forma genuina. A partir de ahí, se construye la confianza”, dijo Guarnizo.
Esa conexión es lo que le impulsa a volver a la selva, una y otra vez, aunque admite que no siempre es fácil dejar atrás a la gente que se encuentra por el camino.
“Incluso a veces te cuesta desprenderte de la gente”, dijo Guarnizo.
Grisel Bethancourt, periodista de investigación panameña con más de 20 años de experiencia, ha sido testigo de los cambios radicales del Darién.
Lo que antes era una tranquila región de comunidades indígenas es ahora un paso obligado para miles de migrantes cada día, una zona donde la migración y el narcotráfico han alterado profundamente la vida de los locales.
Bethancourt empezó a cubrir el Darién desde otra perspectiva: los derechos de los niños nacidos de guerrilleros que no eran reconocidos como panameños.
Pronto, sin embargo, su enfoque se amplió para comprender cómo el flujo masivo de migrantes estaba afectando a las comunidades indígenas.
Uno de los lugares que más la marcó fue Bajo Chiquito, una pequeña aldea indígena en medio de la selva.
“Lo que antes era un pequeño pueblo con casas de madera ahora tiene estructuras de cemento de varios pisos”, dijo Bethancourt a LJR.
Su reportaje muestra la transformación de esta comunidad, donde las tradiciones ancestrales han sido sustituidas por una economía basada en el negocio de la migración. En su artículo, cuenta cómo la artesanía se sustituyó por la gestión de restaurantes, tiendas de servicios de internet y oficinas de cambio de divisas.
“Las comunidades indígenas han dejado atrás muchas de sus costumbres, y todo se mueve por dinero”, dijo Bethancourt. “Ver cómo los jóvenes han abandonado la agricultura y la pesca por la ropa moderna y los aparatos electrónicos que ahora controlan sus vidas”.
Bethancourt recuerda las noches en la selva, cuando la oscuridad se llena de actividad ilegal.
“La falta de intervención de las autoridades panameñas ha perpetuado la pobreza extrema”, dijo.
El tráfico de drogas y la prostitución prosperan bajo la luz de la luna, y los delincuentes locales controlan la economía, según el reportaje de Bethancourt. Los migrantes, exhaustos y a menudo despojados de todo, llegan a estos pueblos en busca de ayuda, pero se enfrentan a nuevas luchas por sobrevivir.
Tanto Guarnizo como Bethancourt han experimentado los riesgos y el desgaste emocional de cubrir el Darién.
“No pude dormir la primera noche. El dolor de ver a la gente destrozada por el cansancio, los pies hinchados, los niños que llegaban solos sin sus padres... eso te marca para siempre”, dijo Bethancourt.
Guarnizo dijo que sus viajes por el Darién suelen durar un día y medio. Él no cruza la frontera, sólo acompaña a los migrantes hasta allí y regresa a casa. Señala los riesgos que se corren en la zona de migración, como robos y acoso.
Sin embargo, aseguró, “una historia no vale la vida de nadie”.
Sabe que caminar por esas selvas es peligroso, pero también que esas historias hay que contarlas.
En medio de tanta oscuridad, ambos periodistas encuentran un punto de luz. Guarnizo habla de la fuerza y la esperanza que persisten entre los migrantes.
“Incluso en las historias más duras encuentras algo positivo, porque no todo es blanco o negro”, dijo Guarnizo.
Y Bethancourt, a pesar de los retos, ve su trabajo en el Darién como una de las oportunidades más significativas de su carrera.
“Los periodistas tenemos muchas oportunidades, pero esta ha sido una de las más importantes para demostrar el rigor y la calidad del periodismo en Panamá”, dijo.
*Desiree Márquez es una estudiante bilingüe de último año de Periodismo en la Universidad de Texas en Austin. Originaria de la región fronteriza entre Juárez y El Paso, le apasiona contar historias y le entusiasma contribuir con sus habilidades de redacción y comunicación en diversas plataformas.