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“Veo mi trabajo como análogo a la antropología forense”, dice el fotoperiodista Stephen Ferry, ganador del Maria Moors Cabot 2020

El fotoperiodista estadounidense Stephen Ferry, que vive y trabaja en Colombia, fue uno de los ganadores del premio Maria Moors Cabot 2020, anunciado este 15 de julio. En el anuncio de los ganadores, Ferry es descrito como un reportero gráfico “con la paciencia de un antropólogo y una gran humanidad”, que se ha dedicado durante más de tres décadas a proyectos que se han convertido en “modelos de fotoperiodismo inmersivo”.

Stephen Ferry

Stephen Ferry (Photo: Romana Vysatova)

En una entrevista con LatAm Journalism Review, Ferry dijo que considera su trabajo “análogo a la antropología forense”, en el sentido de revelar violaciones de derechos humanos que los criminales buscan ocultar. También habla sobre el ritmo de su trabajo, la inmersión y las formas de encontrar fondos para este tipo de proyectos. Ferry también dijo que ve un “boom creativo” en el medio fotográfico y documental en América Latina.

El reportero gráfico es profesor de la Fundación Gabo – antes Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano –  y su trabajo ha aparecido en varias publicaciones como The New Yorker, The New York Times, GEO, TIME, National Geographic, entre otras.

LJR: ¿Qué significa para usted el premio Maria Moors Cabot? ¿Cómo se siente tras recibirlo?

SF: Aunque no pienso mucho en los premios de periodismo, siempre consideré importante el premio Cabot porque veía la calidad de los colegas que lo habían ganado. Recuerdo hace décadas, cuando Alma Guillermoprieto y Susan Meiselas ganaron este premio, quienes tuvieron una gran influencia en mi propio camino, pensaba en el honor que sería compartir esa distinción. También estoy feliz de ser reconocido como reportero gráfico. Es genial que la profesión entienda el valor de nuestro trabajo y vea el fotoperiodismo como algo tan importante como otras formas de periodismo.

LJR: ¿Qué significa para Ud. ser fotoperiodista en Colombia (y en otros países donde trabaja) y el tipo de periodismo que hace?

SF: Colombia es un lugar particularmente desafiante para trabajar como fotoperiodista porque hay muchas suposiciones por ahí. Para hacer justicia a las complejidades del país y, en particular, para informar sobre el conflicto armado interno de Colombia, terminas nadando contra la corriente. La suposición generalizada es que la raíz de la violencia social y política de Colombia es el narcotráfico. Esta idea simplista probablemente dice más sobre las prioridades de la política exterior de Estados Unidos que sobre la realidad. Las raíces del conflicto son más antiguas que el narcotráfico y son extremadamente complejas. Para lidiar con esto, trabajé para encontrar un vocabulario visual que reflejara esta complejidad y ambigüedad y no dependiera de las ideas recibidas.

Lo mismo podría decirse de mi trabajo sobre la minería de oro. Los observadores y las partes interesadas a menudo usan lenguaje escrito y visual para retratar a los pequeños mineros de una manera estigmatizante. La minería de oro es un tema muy controvertido, y lleva tiempo ir más allá de ciertas categorías, como “minería ilegal”, que pueden oscurecer más de lo que revelan. Una buena fotografía consiste en prestar atención a los detalles en lugar de ilustrar ideas preconcebidas. Quizás una de las razones por las que me gusta trabajar en Colombia es que me reta a trabajar contra la corriente.

LJR: Cuando piensa en todas las personas que ha fotografiado y en todas las historias que ha cubierto, ¿cuáles diría que fueron las más interesantes o de las que aprendió más?

SF: Veo el trabajo como un proceso colaborativo. Por ejemplo, cuando cubrí la exhumación de la masacre de El Mozote en El Salvador en 1993, aprendí mucho de la ONG Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) que realizó las investigaciones. Los antropólogos hacen visible la evidencia que los asesinos han escondido para evitar el conocimiento público de sus crímenes. Cuando se revelan los huesos, es posible que la sociedad busque justicia, que los miembros de la familia descubran lo que sucedió y lloren por sus muertos, y que el público descubra la verdad de lo que sucedió. Desde entonces, veo mi trabajo como fotógrafo como análogo a la antropología forense, al menos en lo que respecta a cuestiones de derechos humanos. Lo que aprendí trabajando junto al EAAF en El Salvador ha influido en mi trabajo hasta el día de hoy, especialmente porque la antropología forense juega un papel clave en el proceso de paz en Colombia, como lo hizo en El Salvador.

En 2002, comencé a trabajar en un artículo sobre las culturas ancestrales de la Sierra Nevada de Santa Marta, en el norte de Colombia, en una misión para National Geographic. Este trabajo sólo fue posible gracias a la colaboración con organizaciones indígenas de montaña cuando acordamos que compartiría los resultados de mi trabajo como propiedad colectiva de los pueblos indígenas. Afortunadamente, más tarde pude ayudar a las organizaciones indígenas a formar un equipo de documentalistas indígenas, bajo el liderazgo del director y fotógrafo Arhuaco Amado Villafaña, y desde entonces hemos trabajado juntos en proyectos. Esa fue una gran lección para mí sobre la importancia de reconocer mi propia ignorancia y trabajar en colaboración, en lugar de sólo intentar entrar, tomar algunas fotos exóticas y salir.

Durante más de diez años cubriendo el conflicto armado interno de Colombia aprendí una y otra vez la importancia de colaborar. Quizás debido a que los periodistas colombianos trabajan en circunstancias tan difíciles, existe una gran solidaridad entre los colegas, lo que hace que el trabajo sea infinitamente más rico y, por supuesto, ofrece una medida de protección. Desde mis primeras visitas a Colombia, cuando me invitaron a impartir talleres en la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano [ahora Fundación Gabo], fundada por Gabriel García Márquez, sentí este espíritu de cooperación y apoyo mutuo característico del periodismo en Colombia.

LJR: Como profesor, ¿cómo ve a la próxima generación de reporteros gráficos? ¿Y qué consejo le da a sus alumnos?

SF: Soy cautelosamente optimista sobre el futuro del fotoperiodismo en América Latina. Por un lado, la profesión sigue siendo gran parte machista, que tiene muchas barreras de entrada para las mujeres. El sexismo sigue rampante en muchos departamentos de fotografía. Por otro lado, muchas mujeres están desafiando esta situación y cada vez más se ve a las mujeres fotógrafas ganando reconocimiento por su valor. También hay organizaciones importantes que están trabajando para aumentar la diversidad de género y racial en el campo.

La ecuación económica es difícil. Al igual que en Estados Unidos, el capital está altamente concentrado en el negocio de las noticias y el pago para los fotógrafos, como para los periodistas, es absurdamente bajo. Hay menos publicaciones que en el pasado y las prioridades de los editores siguen cambiando hacia contenido que les cuesta poco o nada adquirir. Lo que ha cambiado para mejor es que los medios internacionales ahora contratan y pagan a los fotógrafos locales al mismo ritmo que a los extranjeros, y hay muchos más latinoamericanos que trabajan con publicaciones estadounidenses y europeas que antes.

Actualmente, se está realizando un increíble trabajo fotográfico en toda América Latina, quizás más en una vena documental en profundidad que en el fotoperiodismo per se. En este sentido, América Latina está experimentando una especie de auge creativo y existe un diálogo entre fotógrafos documentales, escritores y editores de libros que es muy emocionante. Con un grupo de fotógrafos, ayudé a fundar OjoRojo, un espacio comunitario en Bogotá, que se dedica a promover una conversación creativa entre reporteros gráficos, fotógrafos documentales y el público. Hay una serie de iniciativas como OjoRojo en toda América Latina que hablan de este momento creativo.

Mi consejo en general para los estudiantes de fotoperiodismo es buscar colaboraciones con organizaciones sociales, grupos de la sociedad civil, escritores, científicos, artistas, diseñadores gráficos, etc. Cada vez más, los periodistas independientes realizan el fotoperiodismo a medida que se recortan los presupuestos, el personal disminuye y cierran publicaciones. En estas condiciones, a menudo es demasiado difícil y demasiado solitario trabajar completamente por su cuenta. Aunque ciertamente hay un papel para proyectos altamente individuales, en general, creo que hoy en día uno funciona mejor trabajando en proyectos con otras personas. Un gran ejemplo de ese tipo de colaboración sería El Faro en El Salvador.

LJR: En un momento en que todo parece hecho para el consumo inmediato, incluidas las noticias, Ud. se dedica al fotoperiodismo inmersivo. ¿Por qué le gusta este tipo de trabajo y cuál es la importancia? 

SF: Quizás sólo soy lento por naturaleza. Ciertamente respeto a los colegas que hacen un excelente trabajo de noticias puntuales y pueden archivar desde el campo usando su teléfono celular para editar y escribir subtítulos y listo. Hay muchos enfoques válidos para el trabajo.

En general, mi proceso es comenzar a trabajar en una historia, y luego se me mete en la piel y empiezo a buscar nuevas asignaciones o subvenciones para financiar el regreso y obsesionarme con eso. Debido a que lleva tiempo encontrar los recursos, el ritmo puede ser frustrante, pero termina teniendo una visión más longitudinal de lo que hubiera tenido de otra manera. Por ejemplo, Violentology: A Manual of the Colombian Conflict (Violentología: un manual del conflicto colombiano) tardó más de doce años en completarse, pero al final el libro cubre el periodo desde el vértice de las Farc hasta la ofensiva paramilitar que casi se apoderó de Colombia hasta el comienzo del proceso de paz. Del mismo modo, La Batea analiza la extracción de oro durante un periodo de cinco años, y sucedió mucho durante ese tiempo para lograr una comprensión más matizada de la historia. Mientras estoy construyendo el trabajo más amplio, busco distribuir y publicar partes de él en forma de ensayo como una forma de financiar el proyecto y mantenerme actualizado.

 

Este artículo fue escrito originalmente en portugués y traducido por Silvia Higuera.

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