Por Alejandro Martínez
El cierre de la revista Vanguardia en Ecuador a finales de junio no solo representó la perdida de una de las pocas voces críticas en el país – también fue un golpe devastador a la moral de la profesión.
La revista súbitamente anunció su cierre dos semanas después de que la Asamblea Nacional aprobó la controversial Ley Orgánica de Comunicación, la cual creó nuevos organismos y figuras legales para sancionar a los medios críticos.
En su editorial final, “La Censura de Vanguardia”, los directores del medio se despiden de sus lectores y escribieron que los numerosos limites, controles y sanciones que establece la ley eran algo que “no toleraremos jamás, sería indigno y contrario a los valores que defendemos”.
Sin embargo, el equipo editorial de la revista aun no está listo para ceder. Inmediatamente después del cierre de Vanguardia, la mayoría de los miembros de la antigua redacción se unieron para empezar desde cero un nuevo medio que continuará la misión de la revista. Ante el difícil panorama mediático de Ecuador, algunos piensan que esto es justamente lo que necesita el periodismo del país: un símbolo de resistencia.
La revista Vanguardia, el único medio impreso que restaba en Ecuador dedicado al periodismo investigativo según la ONG Fundamedios, era conocida por sus reportajes sobre corrupción pública que le ganaron la ira y las represalias del gobierno.
La revista publicó notas sobre temas de alto impacto como las acusaciones de corrupción en contra del ex presidente del Banco Central de Ecuador, Pedro Delgado, quien también es un primo del presidente Rafael Correa. Debido a sus constantes críticas al gobierno, la revista sufrió embargos, robos, multas, acosos burocráticos e incluso la destrucción a sus archivos por orden judicial, según la última editorial de la revista.
La decisión del presidente de la revista Francisco Vivanco de cerrar el medio tomó a la redacción por sorpresa. Según el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ), la edición final de Vanguardia solo se publicó en línea porque la orden para imprimir los ejemplares fue cancelada. El New York Times reportó que los periodistas trabajaban en la última edición mientras les cambiaban las chapas de las puertas. Los trabajadores de la redacción, quienes siguen en una disputa laboral con los ejecutivos de la revista, se quedaron sin trabajo de un día para otro.
“Imagínate, fue muy abrupto”, dijo el ex director de Vanguardia Juan Carlos Calderón en entrevista con el Centro Knight para el Periodismo en las Américas. “Primero, de la noche a la mañana un proyecto por el que luchaste terminó, segundo, el desempleo, y tercero, el más grave, un medio que respondía al interés y derecho (a estar informado) de un público estaba privando a ese público de ese derecho. Al final del día el que ganó fue el gobierno, porque Vanguardia fue una piedra en su zapato”.
Calderón dijo entender que la revista tenía problemas económicos y que hubiera sido un reto continuar operando en el marco de la nueva ley de comunicaciones, pero desde un principio el equipo editorial expresó su desacuerdo con la decisión de cerrar el medio, y no perdió tiempo en planear el siguiente paso. Calderón dijo que el equipo inmediatamente acordó continuar trabajando juntos en un nuevo proyecto.
La mayor parte de la plantilla de la redacción permaneció junta, la cual incluye dos fotógrafos, tres diseñadores y siete periodistas, incluyendo a Calderón. Otros periodistas investigativos también se han incorporado.
“ Yo creo que empezar de cero es complejo pero confió mucho en la capacidad de mis compañeros. Creo que tenemos una gran ventaja en que seguimos trabajando juntos”, dijo Calderón.
Los ex-Vanguardia aún no ha decidido cómo se llamará el nuevo medio pero ya tiene claro como operará: en vez de crear una nueva revista, los periodistas formarán una agencia de noticias en una plataforma digital que venderá sus notas a medios nacionales e internacionales. Se enfocará en cubrir corrupción, abusos de poder y derechos humanos, y buscará un modelo económico que combine aportaciones comerciales con donaciones y otras formas de apoyo. El desafío ahora es atraer el capital semilla que permita sostener el proyecto en sus primeros años de existencia.
Por el momento el equipo han recibido apoyo de la ONG Fundamedios, la cual les abrió un espacio en sus oficinas para seguir trabajando en las investigaciones que dejaron inconclusas en Vanguardia. La organización ha recabado recursos para apoyar a los periodistas económicamente hasta por tres meses, y recientemente les rentó un espacio para utilizar como su nueva base de operaciones.
“En conversaciones dentro del consejo directivo nos dimos cuenta que era indispensable no dejar morir el espíritu de Vanguardia, porque en definitiva era la señal de que los periodistas en el Ecuador se estaban silenciando”, dijo el director de Fundamedios César Ricaurte.
Ricaurte llamó la creación del nuevo medio un “símbolo de resistencia periodística” ante el actual clima de hostilidad contra la prensa.
“Evidentemente estamos en una situación en el que el ejercicio de periodismo se convierte en un acto de irreverencia ante el poder”, dijo. “Hacer buen periodismo ante la nueva ley de comunicación es muy complicado. Tienes que ser definitivamente rebelde ante los actos de poder para seguir haciendo periodismo”.
Según el Comité para la Protección de Periodistas, la administración del presidente Rafael Correa se ha caracterizado por hostigamientos, demandas y cadenas nacionales desacreditando a los medios para atacar a los medios privados y los críticos del gobierno.
El más reciente golpe contra los medios críticos fue la aprobación de la ley de comunicación, la cual ha sido duramente criticada por abrir las puertas a castigos arbitrarios contra las voces críticas.
Por una parte la ley establece derechos laborales para los comunicadores y llama a democratizar el espacio mediático con la distribución equitativa de frecuencias en el espacio radioeléctrico entre medios privados, públicos y comunitarios.
Por otra, la ley crea sanciones contra el “linchamiento mediático”, el cual el texto define como “la difusión de información concertada y reiterativa [...] destinada a desprestigiar a una persona natural o jurídica o reducir su credibilidad pública”. Muchos temen que esta nueva figura legal se utilice para castigar a cualquier medio que dé seguimiento a temas incómodos.
También ha creado una serie de organismos reguladores que tendrán amplios poderes para vigilar, auditar y sancionar a los medios, incluyendo la habilidad de definir sus propios reglamentos.
A más de un mes desde que pasó la ley, Ricaurte dijo que ya se están cumpliendo sus peores pronósticos. Todos los integrantes del nuevo Consejo de Regulación tienen fuertes vínculos con el oficialismo, por ejemplo, y augura que la primera persona en ser nombrada para dirigir la Superintendencia de la Comunicación no operará con independencia de la presidencia.
Sin embargo, a pesar del desventajoso escenario para los periodistas en Ecuador, Calderón dice sentirse optimista y entusiasmado con el nuevo proyecto de su equipo.
“Creo que el optimismo es un mal necesario, es algo que nos tiene que acompañar en este proceso”, dijo. “Si no estamos dispuestos a pelear por lo que creemos entonces es mejor cambiar de oficio".
“Lo que estoy viendo es un panorama en el que ni no resistimos y luchamos vamos a dejar para las generaciones siguientes un periodismo distinto la que estábamos haciendo. Lo peor que puede hacer un medio es la autocensura y la capitulación”.
Nota del editor: Esta historia fue publicada originalmente en el blog Periodismo en las Américas del Centro Knight, el predecesor de LatAm Journalism Review.