Hay un dicho popular brasileño que dice “O combinado não sai caro”. Algo como que mantener su palabra no cuesta nada. Esta es una regla de oro en proyectos de colaboración entre periodistas, especialmente cuando se hace entre diferentes medios o incluso entre diferentes países.
Esta es la lección principal de la sesión “La urgencia de la colaboración periodística”, celebrada durante el Festival 3i de Periodismo Innovador, Independiente e Inspirador que tuvo lugar en Río de Janeiro los días 18, 19 y 20 de octubre.
“Hay historias que ni siquiera los mejores reporteros pueden hacer solos. Es imposible”, dijo el periodista José Roberto de Toledo, editor ejecutivo del sitio web de la revista Piauí, sobre la colaboración internacional para la investigación de los llamados Papeles de Panamá (Panama Papers). “Había 400 periodistas de 100 medios en 80 países [que hablaban] 25 idiomas diferentes”.
De ellos, 96 eran periodistas de América Latina.
En 2016, Toledo estaba trabajando para el Estadão de S. Paulo, uno de los dos medios brasileños que tenían acceso a datos filtrados de la entonces firma Mossack Fonseca, una firma de abogados con sede en Panamá, acerca de las actividades inscritas en paraísos fiscales (empresas offshore) creadas por la firma para que pudieran ser usadas para ocultar patrimonio y evitar el pago de impuestos.
La colaboración en este caso fue imprescindible. El personal del periódico alemán Süddeutsche Zeitung, que recibió los documentos filtrados de una fuente anónima, no hubiera podido analizar el material por sí solo. “Cuarenta años de registros y mensajes, 11.5 millones de archivos secretos, 2.6 terabytes de datos. Es difícil de imaginar en términos de volumen. [Son] 470 millones de palabras, [equivalente a] 600.000 biblias, que se apilan hasta dos colinas del Everest”, compara Toledo.
Correspondió entonces al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) organizar la investigación, que se desarrolló durante un año sin ninguna filtración de información. Para Toledo, el mérito del éxito recae en el ICIJ que estableció un sistema de trabajo que lo evitó. “Se encontraron 210.000 empresas offshore, incorporadas en 21 paraísos fiscales diferentes. [...] Y entre los beneficiarios de estos offshores había 140 políticos de 50 países”, recuerda el periodista.
Pero la colaboración periodística no siempre funciona así de bien. En 2010, cuando Wikileaks obtuvo acceso a documentos secretos producidos por diplomáticos estadounidenses en todo el mundo, Julian Assange, el fundador del sitio, buscó a El País, Le Monde, Der Spiegel, The Guardian y The New York Times.
“El intento de Julian Assange de controlar el proceso y la falta de diálogo entre las partes llevaron a problemas de relación muy serios antes y después”, recordó la periodista brasileña Natalia Viana, una de las colaboradoras de Wikileaks, durante el Festival 3i. “Eran salas de redacción acostumbradas a la primicia. Recuerdo a Julian Assange y su asistente diciendo ‘no publiquen, no pueden publicar’. Hacer que publicaran todas [las redacciones] al mismo tiempo fue una tensión extraordinaria”.
Desde 2011, Viana dirige Agência Pública, un sitio de periodismo investigativo, de la cual es una de las cofundadoras. Al igual que otros medios nativos digitales, Pública se enfoca en la colaboración con otros medios. Ella cree, sin embargo, que todavía hay “un largo camino por recorrer antes de que la colaboración se interiorice en las redacciones grandes y pequeñas”.
“Recientemente, una asociación entre Agência Pública y un gran medio de comunicación terminó desmoronándose porque el medio encontró una primicia en la investigación y decidió publicar sin nuestro consentimiento y el diálogo necesario”, dijo Viana. “Para que una colaboración funcione, debe haber paciencia, acuerdos verbales y escritos, flexibilidad porque hay problemas que suceden”.
En el caso de los Panama Papers, el hecho de que fue una investigación colaborativa internacional pudo haber protegido a los periodistas de las presiones dentro de sus propias empresas, según la evaluación de Toledo. Él recuerda que Estadão ingresó a la investigación en el tramo final, después de que otro medio desistió.
Sin embargo, se produjo un punto muerto cuando entre los nombres de la lista de Mossack Fonseca estaba el de uno de los accionistas del periódico y el presidente de la junta directiva del Grupo Estado. “[Cada] uno tenía una empresa offshore. Ayudó mucho que si hubiera decidido no ublicar, el otro medio brasileño que era miembro del consorcio publicaría de manera similar y sería una vergüenza aún mayor”, dijo Toledo.
La periodista colombiana María Teresa Ronderos, quien ahora dirige el recientemente creado Centro Latinoamericano de Periodismo Investigativo (CLIP), recuerda que cuando comenzó a trabajar en colaboraciones internacionales a través del ICIJ, uno de los desafíos era buscar la igualdad entre los periodistas participantes.
“Al principio, los periodistas de medios de los Estados Unidos, de Europa, de alguna manera sentían que ellos tenían mejor nivel. Y miraban con un poco de desdén a las colaboraciones de periodistas de África, Asia y América Latina, porque ellos estaban acostumbrados a que en estos países ellos tenían fixers [...] fue muy difícil hacerles entender que no éramos fixers, que esta era una colaboración de iguales, y que teníamos que publicar juntos y participar y tomarse en serio la investigación”, dijo la periodista durante el Festival 3i Festival. “El caso del agua, por ejemplo, de los dueños de agua, yo tuve que hacer 17 versiones de una historia porque había un canadiense que le parecía que yo me estaba inventando todo, que no había nada cierto”.
La colaboración no solo extiende la profundidad de la cobertura y el alcance, sino que también puede proporcionar una mayor seguridad a los periodistas que investigan crímenes cometidos por los poderosos. Una de las investigaciones ya coordinadas por el CLIP es el Proyecto Miroslava, que investiga la muerte de la periodista mexicana Miroslava Breach, asesinada el 23 de marzo de 2017 después de informar sobre los vínculos entre las bandas de narcotraficantes y sus conexiones políticas.
“Lo que hicimos fue a traer algunos investigadores de otros países y además ayudarlos en toda la idea de protección y seguridad. [Era] peligroso para ellos que publicaran esa historia en México solos. El efecto del Proyecto Miroslava fue enorme. Editoriales en el New York Times, Washignton Post. Hubo más 45 medios mexicanos. Por supuesto la presión al gobierno para que resuelva este caso es enorme”, explicó Ronderos.
Además de la seguridad, también se necesita colaboración para dar cuenta de las nuevas dinámicas sociales y las nuevas tecnologías, según Toledo. “El crimen es cada vez más transnacional, por lo que el periodismo también debe serlo. El periodismo debe trabajar entre ellos y con profesionales con habilidades complementarias, como desarrolladores y abogados, porque ellos tienen conocimiento de algo que no dominamos”, dijo el periodista.
En Brasil, la primicia más impactante del año, que todavía produce nuevas historias, es la serie Vaza-Jato. Primero fue publicada por The Intercept Brasil, que luego se asoció con otros medios de comunicación para analizar el contenido de los mensajes intercambiados entre los miembros de la Fuerza de Tarea Lava-Jato a través de la aplicación Telegram. Los mensajes muestran decisiones y relaciones tomadas detrás de bastidores entre miembros de la fiscalía y el poder judicial, sobre todo el exjuez Sergio Moro, quien actualmente es ministro de justicia. Según el periodista Glenn Greenwald, fundador de The Intercept, las filtraciones como esta deberían ser cada vez más comunes.
“La innovación más brillante de Julian Assange, de Wikileaks, es que se dieron cuenta antes que todos que el futuro del periodismo se basará en las enormes filtraciones digitales. Porque ahora las instituciones más poderosas guardan sus secretos en formatos digitales. Por un lado, es más conveniente para ellos, pero por el otro crea una vulnerabilidad porque es mucho más fácil filtrar grandes cantidades de información de lo que sería en papel”, dijo Greenwald durante el Festival 3i.
Para Ronderos, un medio pequeño, como Intercept, se beneficia de las colaboraciones no solo para informar sino también para amplificar el impacto. “Hoy en internet tenemos una enorme abundancia de información. Y para un solo medio hacerse ver, hacerse escuchar, es muy difícil. Esta es una manera de que la gente rápidamente identifique ‘¡ah!, este es buen periodismo’. Porque está avalado por muchísimos nombres. Hace que los ciudadanos puedan engancharse con información buena”.