En una atípica decisión, el jurado del Premio Vladimir Herzog de Periodismo y Derechos Humanos excluyó el trabajo “Culturas en conflicto” de los finalistas en la categoría de fotoperiodismo. El motivo: un reclamo formal de la Asociación Hutukara Yanomami (HAY, por sus siglas en portugués), que alegaba que la fotografía violaba los derechos de imagen de los indígenas retratados. Luego de más de una hora de discusión sobre libertad de prensa, ética periodística y derechos de los pueblos indígenas, el jurado decidió por 10 votos contra 1 descalificar el trabajo.
La foto de Joédson Alves, de la Agencia EFE, muestra a una mujer Yanomami con una mascarilla protectora contra el COVID-19 en las manos. Estas habían sido distribuidas por representantes del gobierno brasileño. La imagen fue reproducida en varias publicaciones alrededor del mundo y se hizo viral en las redes sociales.
“La descalificación me puso en una situación de violador de derechos humanos, a la que me niego ser asignado. Yo era los ojos de la sociedad en la violación del gobierno, es decir, sobre los pueblos indígenas”, dijo Alves a LatAm Journalism Review. “La foto fue inscrita en un concurso sobre defensa de derechos humanos porque pensé que la imagen hacía justamente eso: ¿dónde están los derechos humanos de esas personas cuando lo máximo que las autoridades públicas creen que se merecen es una mascarilla simple, que no cumple con los protocolos de certificación y que no puede ser usada por aquel grupo?”.
La fotografía fue tomada a principios de julio durante una misión médica de las Fuerzas Armadas en un pueblo de Roraima, estado en el extremo norte de Brasil. Alves estaba entre los periodistas de varios medios invitados a seguir el trabajo. Poco después de la misión, los líderes Yanomamis se habían quejado porque no habían sido previamente consultados sobre el viaje y la actuación de los periodistas.
“No quiero que vengan extranjeros y le tomen fotos a mis hijos. La gente de lejos tomó fotos y no queremos eso (...) No queremos ser propaganda del gobierno”, dice el líder indígena Paraná Yanomami en un video difundido por Red Pro-Yanomami.
“El reclamo de que tendría que tener una autorización del líder indígena es legítimo, pero no fue la realidad que encontré. El representante que estaba en el lugar solo pidió evitar a los niños, lo cual acepté de inmediato”, dijo Alves. “Estaba haciendo mi trabajo correctamente identificado, había dado negativo para COVID (incluso iba ultra protegido con overoles, guantes, mascarilla certificada), a plena luz del día, frente a todos, en un grupo grande de periodistas y reporteros visuales que hicieron las mismas escenas que yo presencié”.
La fotografía había sido elegida inicialmente por un jurado técnico, pero una vez que se dio a conocer la lista de finalistas, el trabajo fue cuestionado por HAY. “No me gusta el uso de la imagen Yanomami en el proceso de la competencia de derechos humanos. Estamos en contra. Queremos revocar este premio porque no nos consultaron, no lo autorizamos. En prime lugar, respetar la cultura Yanomami. [...] Hoy en día, tenemos un protocolo de consulta Yanomami y Ye’kwana”, dijo el vicepresidente de HAY, Dario Vitório Kopenawa Yanomami, en un video enviado a los organizadores.
En una carta también enviada al Instituto Vladimir Herzog, Kopenawa dice que “el registro, transmisión y comercialización de la imagen del pueblo Yanomami sin su consulta y consentimiento termina reproduciendo estereotipos con los que no queremos ser identificados”.
En la segunda fase del premio y con la queja ya formulada, la exclusión fue determinada por un jurado compuesto por representantes de organizaciones como la Federación Nacional de Periodistas (Fenaj), la Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación (Abraji), la Arquidiócesis de São Paulo y el Colegio de Abogados de la Brasil, entre otros.
“No es el profesional el que está siendo juzgado, sino las circunstancias en las que se produjo la imagen (...) La entrada a ese territorio debió haberse deliberado antes. La foto es de una calidad increíble, tiene un valor enorme. Pero el procedimiento estuvo mal desde el principio, ya que no hubo consentimiento de la población indígena”, dijo a LatAm Journalism Review el jurado Leonardo Medeiros, coordinador de comunicación de la ONG Conectas Human Rights.
Fue Medeiros quien planteó el tema durante la reunión de jurados y propuso la descalificación de la pieza. En conversación con LJR él refutó la sugerencia de que la decisión significaría censura o afectaría la libertad de expresión: “hay un gran desconocimiento entre los profesionales de la prensa sobre cómo abordar la cuestión indígena. Una visión casi colonialista”.
El único voto en contra de la descalificación de la imagen provino de Ricardo Carvalho, representante de la Asociación Brasileña de Prensa (ABI). Sugirió mantener la foto en juego y aquellos que tenían reservas al respecto simplemente eligieran otro trabajo ganador.
“Creo que la comisión [de jueces] está censurando un trabajo escogido libremente por el jurado [de la primera fase]. (...) Si pides autorización, se acabó el momento, se acabó el reportaje”, dijo Carvalho durante el debate en vivo. “Esta foto es un momento dramático en la política pandémica indígena del país. (...) El rostro de la mujer indígena parece representar todo lo que viven estas poblaciones bajo el gobierno de Bolsonaro”.
En la misma línea, el fotógrafo Renatto D’Sousa, miembro del jurado que eligió a los finalistas en la categoría, dijo estar sorprendido por la descalificación. Con más de 30 años en el fotoperiodismo y una carrera premiada, consideró la decisión “muy fuerte”, sobre todo por el valor periodístico de la imagen.
“La foto habla más de lo que habla el texto. La mujer indígena que mira la mascarilla [pensando], ‘¿qué es esto, cómo lo voy a usar?’ [...] El mundo vio lo inadecuado de la política gubernamental para los pueblos indígenas”, dijo D’Sousa a LJR. “La foto de Joédson es genial. [La necesidad de autorización] hace inviable el trabajo. Dentro de un rato, el general dice ‘no queremos’, el obispo dice ‘no queremos’. ¿Y no hay nada más ahí?”.
Cambios de regulación
Ante el caso, el comité organizador del Premio Vladimir Herzog de Periodismo y Derechos Humanos está considerando incluir en el reglamento de la próxima edición el requisito de acreditar que las fotografías registradas cuentan con la autorización de las personas retratadas.
“Sugerimos que sería fundamental para las fotos ingresadas, una condición era tener la autorización de todo el mundo presente en la foto”, dijo a LJR Giuliano Galli, coordinador de Periodismo y Libertad de Expresión del Instituto Vladimir Herzog. “El derecho a la libertad de expresión, periodístico, no puede anular otros derechos.
Las fotos se hacen al aire libre y no hay obstáculo [para pedir autorización]. Puedes equilibrar [esto con] el momento decisivo, la habilidad del fotógrafo”.
Galli fue uno de los jurados que votó para descalificar la foto, al igual que Paulo Zocchi, presidente de la Unión de Periodistas Profesionales del Estado de São Paulo. Él dijo que la comisión de jueces se aseguró de que la entrada ganadora fuera autorizada por las personas representadas en las imágenes: Yan Boechat ganó con una serie de fotografías de personas velando a sus familiares víctimas de COVID-19 dentro de sus propios hogares.
“Yan decía en la inscripción que parte de su trabajo era convencer a la gente [para que se dejaran fotografiar]. [...] El fotógrafo va al campo, tiene la obligación de ir allí y hablar con los indígenas y conseguir que autoricen la fotografía. Es la obligación de la persona”, dijo Zocchi a LJR. “Tenemos que reflexionar sobre cómo incluir esto en el reglamento [el próximo año]”.
Las imágenes que recientemente ganaron la categoría de fotoperiodismo del Vladimir Herzog indican que el requisito de pedir autorización como condición para la inscripción es una misión difícil, como en los casos de 2018, 2017 y 2016.
Lo mismo puede decirse de la foto ganadora en 2008, que muestra cuando una mujer indígena embarazada, con un niño en su regazo, es agredida por la policía militar de Amazonas. La foto, de autoría de Luiz Vasconcelos y publicada en el diario A Crítica, de Manaos, recorrió el mundo y mostró la violencia en el trato del Estado hacia los pueblos indígenas.
Este artículo fue escrito originalmente en portugués y traducido por Silvia Higuera.