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El libro “Máquinas de mentir”, de un periodista uruguayo, analiza las llamadas fake news y la posverdad

Daniel Mazzone fue uno de los primeros periodistas y profesores sudamericanos en plantear un cambio de percepción sobre la desinformación: la necesidad de establecer un nuevo contrato de comunicación entre los medios y la sociedad digital en el cual los periodistas asuman una nueva actitud y formas de combatirla. En su libro Máquinas de Mentir (2018), el investigador de medios y plataformas digitales analiza los nuevos fenómenos de comunicación que hoy enfrenta la sociedad por el exceso de textos que circulan y que generan mentiras. Mazzone fue catedrático de Periodismo Digital y Coordinador Académico de Periodismo en la Universidad ORT Uruguay. LatAm Journalism Review (LJR) lo entrevistó sobre el nuevo papel de los periodistas.

Man in a navy coat speaking on a microphone while man listens

El periodista uruguayo Daniel Mazzone, autor de “Máquinas de Mentir”. (Foto: Cortesía Facultad de Comunicación y Diseño, Universidad ORT Uruguay)

LJR: En el libro Máquinas de Mentir planteas que las fake news no deberían ser llamadas como tal y que la verdad son propuestas y versiones que los medios entregan a la sociedad. ¿Puedes contarnos más sobre esa perspectiva?  

Daniel Mazzone: El periodismo ofrece centenares de propuestas que nadie puede decir de manera determinante “esta es la verdad absoluta” o “esta otra lo es”. Son propuestas cotidianas que la sociedad absorbe y termina tomando sus propias decisiones. En ese sentido, un ejemplo es Odebrecht, uno de los casos más representativos de corrupción en América Latina. Fue abordado de diferentes maneras. Cuesta decir “la verdad oficial sobre este tema es ésta” y sentenciarla. El periodismo elabora y reelabora nuevas versiones que se van perfeccionando y que luego la sociedad legitima.

Lo que yo veo como error es que tratamos a la desinformación como si formara parte de ese discurso de la información. La desinformación es la falsificación de los hechos. Un discurso en sí mismo y distorsionador de la realidad que inventa una realidad y nos lleva a discutir una agenda que se centra en desmentir afirmaciones, corremos a verificar noticias y así se desvía toda la atención pública y periodística de la verdadera agenda y de los problemas a tratar para la sociedad de nuestros países. La llamada desinformación, la estamos encarando mal, nos estamos perdiendo en ella. Nuestra labor como periodistas es entregar a la sociedad diferentes propuestas de verdad y luego la sociedad las valida. Es un ida y vuelta.

LJR: En tu libro deconstruyes el concepto de posverdad aplicado al periodismo. ¿De qué va eso?

DM: El término “post-truth” (posverdad) pretende caracterizar la situación en la cual mentiras flagrantes se viralizaron a partir de las posibilidades inéditas de las redes reticulares, para finalmente declararse como falsedades. El daño que hizo en unas pocas horas la mentira viral es infinitamente mayor que el modesto desmentido. La verdad es la verdad que se amasa cotidianamente en las sociedades abiertas, democráticas en donde la gente plebiscita a los medios, analiza, lee, concluye. Hoy algo profundo está en juego y es la credibilidad de un milenario sistema de comunicación occidental. La verdad es un acuerdo al que llegamos en términos colectivos y la construye fundamentalmente el periodismo. Sin libertad no podríamos hacer eso. Las noticias son un género periodístico que genera muchas decisiones intermedias, es un proceso profesional complejo con editores, marcas de medios, e inhabilita que alguien haga eso para transmitir información falsa. Nos desvía totalmente la atención decir que hay noticias falsas y correr detrás de ellas.

LJR: ¿El periodismo pierde calidad de producción en esa tarea permanente por desmentir y comprobar noticias falsas?

DM: Claro. Y hay ejemplos. Los que fueron más lejos en ese camino son el New York Times y Washington Post cuando contabilizaron las mentiras de Donald Trump, ¡eran varias decenas por día! El problema es que el periodismo no ha entendido el problema y la magnitud. No encontramos aliados para combatir la falsificación de los hechos. El periodismo no puede solo. La política y la comunicación política son la gran fuente de provisión de falsificaciones. Nosotros, periodistas, estamos ante la disyuntiva de que hay que dar a los falsificadores de hechos las mismas posibilidades que a quienes hablan de hechos válidos y entonces se les pasa a dar una entidad de “fuente”. Eso nos lleva a amplificar la falsificación de esa fuente. Todavía los medios norteamericanos se están preguntando: ¿hay que cubrir a Trump en todos los hechos y dichos que produce si sabemos que miente? Esta política de falsificar los hechos tiene que ser considerada como delictiva, en la medida que conduce a la sociedad a escuchar un discurso que no es honesto, a considerar situaciones y alteraciones de los hechos que van a llevar a la sociedad a tomar malas decisiones. Tiene que haber actualización de las normas que permitan que la democracia pueda desprenderse de estos sujetos para los cuales no hay freno en la democracia tradicional.

LJR: ¿Quiénes serían los actores sociales aliados al periodismo que pueden ayudar a combatir la desinformación?

DM: La política debería ser aliada del periodismo, debería ser aliada de la industria de la información que hoy está sola, la están castigando de todos lados, sobre todo las plataformas digitales que le quitaron su rol fundamental de financiamiento. Hoy el periodismo tradicional está tratando de sobrevivir como puede, se cierran medios, ¿cuántas sociedades y comunidades se quedaron sin medios? Hoy discutimos sobre los peligros de la Inteligencia Artificial pero la falsificación de los hechos es más grave porque potencia los problemas de la desinformación si no la resolvemos.

Book cover with text in Spanish

Portada de “Máquinas de mentir” de Daniel Mazzone.

LJR: Hablas de la importancia de hacer en esta era de las plataformas digitales una renovación de contrato entre la sociedad y el periodismo, un pacto que se perdió debido a la circulación excesiva de textos. ¿Cómo sería hoy la renovación de ese contrato de comunicación?

DM: Hoy estamos sin contrato. Históricamente, el contrato de comunicación editorial en la sociedad industrial tenía cuatro pilares básicos: la ciudad, la industria, la democracia y los medios. Pero a inicios de siglo XXI, con la era digital ese pacto entró en crisis. Hoy las plataformas digitales desplazan a los medios, la moderación del discurso público y la conversación pública dejó de estar en manos de periodistas. Las plataformas digitales pasaron a distribuir notas e información en medio de una inundación de textos sideral. La información se distribuye en las plataformas. Los medios tenían compromiso cercano y central con la democracia e instituciones, las plataformas no tienen ese compromiso, sólo se comprometen con sus accionistas. Es un problema gravitante. El periodismo tiene que volver a ser el moderador de la conversación pública, rescatar ese papel y cumplirlo a rajatablas porque en la medida que no lo haga vamos a seguir a la deriva.

LJR: Y esas plataformas compiten con los profesionales del periodismo.

DM: Eso es lo que quieren. Las plataformas convocaron a que los medios publicaran noticias directamente en ellos para quedarse con sus audiencias pero no necesariamente les interesan los contenidos. Por eso insisto: el periodismo tiene que decirle a los periodistas que no publiquen directo en las plataformas porque lo que quieren las plataformas es quedarse con las audiencias que ustedes generan. Los únicos que pueden recanalizar y generar información son los medios de comunicación.

LJR: ¿Cómo imaginas un nuevo contrato entre los medios y las plataformas?

DM: Hay movimientos claros en la sociedad electrónica para volver a refundar un nuevo contrato de comunicación. Por ejemplo, las multas que imponen los organismos regulatorios a las plataformas digitales, la ley de servicios digitales de Europa que las obliga a hacerse cargo del discurso de odio y publicaciones engañosas. Los intentos de Australia, Canadá y Francia para que las plataformas paguen a los medios por las noticias que utilizan en sus feeds de noticias. Hay intentos que todavía no han cuajado de manera orgánica. Estamos en una batalla.

LJR: ¿Cómo podemos restablecer el contrato de comunicación entre periodismo y sociedad en nuestra región?

DM: Conversando con la sociedad. Recientemente, en Catamarca, una provincia de Argentina, organizamos encuentros de periodistas frente al público. Hablamos de periodismo y justicia, sociedad, desinformación. Estamos buscando construir redes. O sea, que el periodismo se anime a abrir la puerta y mostrarle al destinatario, a la gente nuestras dificultades, lo que vivimos. América Latina tiene que tener una voz para hablar en el mundo, no podemos seguir siendo caja de resonancia de EE.UU y Europa.

LJR: En tu libro Máquinas de Mentir, te dedicas también a analizar el fact-checking como prevención y no como remediación. ¿Cómo la ves hoy?

DM: Cuando yo escribí ese capítulo, los fact-checkers irrumpían. Era el año 2018. No podemos venderle a la sociedad que ahora hacemos fact-checking. Siempre lo hicimos. Y ahora pareciera se le puso nombre y función, como si lo escrito debiera someterse a una verificación de verdad. No podemos delegar en la sociedad la cuestión de si lo que publicamos es verdad o no. A la gente le tenemos que decir “lo que te estoy dando es cierto y está ratificado por nosotros, periodistas”. No puede haber dudas sobre algo publicado porque entonces les estamos diciendo que no crean en nada. Es como si una compañía aérea vendiera un pasaje y te dijera que el vuelo sale pero no se sabe si llega.

LJR: Hablemos un poco de formación universitaria en el periodismo. En esta nueva realidad de plataformas digitales, hubo readaptaciones constantes de programas de estudio. En tu experiencia de profesor universitario, ¿qué cambiarías en esos programas?

DM: En las universidades necesitamos un marco teórico para las escuelas de comunicación donde se estudie más a Mac Luhan, fundador de los estudios sobre medios. Tenemos que empezar a entender a la comunicación e investigarla de forma multidisciplinaria, el periodismo debe abocarse a entender la sociedad. Y, por otro lado, dejar de hablar de periodismo digital que es un anacronismo. Hoy la sociedad es digital. A la territorialidad en la que ya veníamos funcionando desde la época industrial, se agregó la ciber espacialidad. No es que la sociedad ahora sea ciberespacial. Es territorial y ciberespacial, las dos cosas a la vez. Todo es digital y también escribimos a mano con el bolígrafo. No se pierde nada, todo se va agregando. Somos una maquinaria milenaria de acumular y no se pierde lo que hemos logrado. Por eso hoy la Inteligencia Artificial es un pasito más, pero nada más. Van a venir nuevos pasos hasta el infinito y seguiremos agregando y resignificando.

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