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Ganadora del premio Cabot Mary Beth Sheridan dice que su gran lección fue aprender a “verificar dos veces cada dato” aunque la historia suene muy buena

Uno de los premios internacionales de periodismo más prestigiosos y antiguos, el Maria Moors Cabot que otorga la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, entregará este año los galardones y menciones honrosas a mujeres periodistas de Brasil, México, Honduras y Estados Unidos.

La actual corresponsal para México y Centroamérica del diario estadounidense The Washington Post, Mary Beth Sheridan, recibirá el 12 de octubre junto a sus premiadas colegas latinoamericanas, este reconocimiento a su labor como periodista y su contribución a un mejor entendimiento de la realidad interamericana.

Mary Beth Sheridan

Mary Beth Sheridan en Ciudad Juarez, Chihuahua, México. (Foto: Michael Robinson Chavez/The Washington Post)

Sheridan trabajó anteriormente como corresponsal extranjera en Bogotá para el Miami Herald, y en México para Los Angeles Times. Desde 2018, regresó a México como corresponsal de The Post.

De acuerdo con The Washington Post, su mejor reportaje el pasado año fue “Losing Control” (Perdiendo el control). En esa cobertura, Sheridan muestra cómo la violencia del crimen organizado está transformando México.

En una reciente cobertura en ese país, se dio cuenta de que “se ha vuelto casi imposible para los periodistas locales escribir sobre lo que está sucediendo”, dijo a LatAm Journalism Review (LJR).

La veterana corresponsal considera un honor el sumarse a la larga fila de mentores, colegas y personas que la inspiraron en su trabajo antes de ganar el Premio Cabot.

“Los ganadores latinoamericanos del premio han inspirado mi trabajo; ellos son verdaderos héroes de la transición democrática en la región”, agregó.

A continuación, la entrevista de LJR con Sheridan.

LatAm Journalism Review: ¿Cuándo y por qué decidió entrar al periodismo?

Mary Beth Sheridan: Entré al periodismo en gran parte por accidente. Cuando era pequeña, me encantaba dibujar; entré al periódico de mi escuela secundaria con la esperanza de ser dibujante. No era muy buena en eso. Pero podía escribir. Me convertí en editora del periódico y luego gané una beca de la cadena de periódicos Scripps-Howard para la universidad. Para renovar mi beca todos los años, tuve que seguir trabajando en periodismo; me convertí en editora de noticias del periódico universitario y escribí para los semanarios locales.

Cuando terminé la universidad, decidí irme a España, a intentar emprender una carrera como corresponsal en el extranjero. (Había pasado mi tercer año en Inglaterra y había descubierto la vida en el extranjero). Conseguí un trabajo a tiempo parcial en Associated Press en Madrid y me enamoré del oficio. Sentí que AP realmente informaba al mundo, ¡y me divertí mucho! Ese fue el comienzo de los que serían ocho años con AP, y luego una larga carrera como reportera y editora.

LJR: Este año, todos los Premios Cabot han sido para mujeres. ¿Con qué desafíos ha lidiado como mujer haciendo periodismo en América Latina?

MBS: En su mayoría, la gente que he entrevistado me ha tomado en serio; entendieron que representaba a un periódico importante, sin importar mi género.

Aún así, en la década de 1990, recuerdo haber sido ignorada a veces cuando estaba en pequeños grupos de políticos o periodistas hombres. Aunque insultante, eso ocasionalmente resultó ser una ventaja. La gente se olvidaba de que yo estaba allí y hablaba con más libertad a mi alrededor de lo que lo habría hecho de otra manera. Así que pude obtener más información.

De hecho, creo que ser una periodista mujer puede ser una ventaja. Las personas a veces ven a las mujeres como más cuidadosas o menos amenazantes y se abren más

LJR: ¿Cuál es la mayor equivocación que ha cometido en su carrera, qué ha aprendido de ello y de qué manera ha influido en su trabajo?

MBS: En 2005, mientras cubría la inmigración en Washington. Hice una cobertura sobre cómo la intensificación del control de seguridad posterior al 11 de septiembre estaba provocando retrasos interminables para los solicitantes árabes y musulmanes de tarjetas de residencia y pasaportes estadounidenses. Tenía el panorama general definido, pero necesitaba un caso para ilustrar el problema.

Un refugiado iraquí llamó con la historia perfecta: estaba ansioso por volver a casa y trabajar como traductor para el ejército estadounidense en un momento crítico de la guerra, pero su solicitud de inmigración no progresaba. Llamé a un portavoz de inmigración de Estados Unidos para preguntar sobre el caso, y nunca me devolvió la llamada; supuse que era porque las autoridades no podían comentar, según las leyes sobre privacidad.

La historia se publicó y, de repente, el portavoz llamó. Resultó que la solicitud del hombre se había retrasado porque había cometido un delito. Estaba horrorizada por mi error. Eso me enseñó a verificar siempre todos los datos de un artículo y a desconfiar de mi propia tentación de creer que una historia realmente buena, es una historia "demasiado buena para verificar".

LJR: ¿Cuál es la historia más interesante que ha cubierto recientemente?

MBS: Escribí una historia a principios de junio sobre la extraordinaria violencia en las elecciones locales mexicanas, una señal de los crecientes esfuerzos de los grupos del crimen organizado para controlar el territorio. Pasé cinco días en Taxco, una encantadora ciudad colonial minera de plata en el estado de Guerrero que había visitado por última vez hace 20 años. Hoy, un grupo delictivo ha asumido un control silencioso pero firme de la ciudad: extorsionando a taxistas, estableciendo reglas para algunos comerciantes, dominando a la policía. El viaje me permitió comprender la relación simbiótica entre los grupos criminales y los políticos. También me di cuenta de que se había vuelto casi imposible para los periodistas locales escribir sobre lo que está sucediendo. Un reportero local que denunció la corrupción fue asesinado a tiros afuera de su casa hace unos años. Me sorprendió la transformación de la ciudad y la profundidad con la que los grupos delictivos han penetrado incluso en los lugares turísticos más bonitos.

LJR: En años recientes, la situación de los medios en la región se ha tornado cada vez más complicada. ¿Cuál es su visión del futuro cercano del periodismo en México y Centroamérica?

MBS: Me ha inspirado mucho el surgimiento de excelentes sitios de periodismo independiente como El Faro en El Salvador, Animal Político y Quinto Elemento Lab en México. A pesar de las difíciles condiciones (la economía, el peligro, la opacidad del gobierno y la mano dura), esos periodistas han hecho un trabajo realmente bueno.

Aún así, hay muchas tendencias preocupantes.

Muchas organizaciones de noticias siguen dependiendo de la publicidad gubernamental y están sujetas a presiones oficiales. Han luchado por encontrar un modelo de negocio exitoso que no dependa de la financiación del gobierno. Eso ha sido especialmente difícil en un momento de crisis económica y transformación digital.

En países como El Salvador y Nicaragua, hay un aumento de las represalias del gobierno contra medios y periodistas críticos. En México, el presidente ha demonizado a los periodistas y las organizaciones de noticias con los que no está de acuerdo.

Y los grupos del crimen organizado han silenciado a los medios y han matado a un número alarmante de periodistas. Lamentablemente, no veo que eso cambie pronto.

LJR: ¿Qué consejo le daría a los periodistas jóvenes? 

MBS: Que sigan luchando. No se rindan. El buen periodismo es difícil, pero es muy gratificante. Sigan buscando formas de mejorar: de ser mejores periodistas, mejores escritores, periodistas más creativos.

Sean implacables en la búsqueda de la calidad: verifiquen tres veces sus datos, sin comprometer nunca la ética. Estén dispuestos a experimentar con ideas y formas de presentar las historias, y si una historia no despega de inmediato, no se desanimen. Sigan intentándolo.

LJR: ¿Qué significa recibir este premio para usted?

MBS: Sentí la inspiración de cubrir América Latina desde la universidad, cuando leía sobre los conflictos en Centroamérica y nacía en mí una fascinación hacia la región. Mis héroes eran personas como Julia Preston y Stephen Kinzer y Alma Guillermoprieto y Alan Riding. Todos fueron ganadores del Premio Cabot.

Luego tuve la suerte de trabajar para editores reconocidos por su cobertura de América Latina, como Juan Tamayo y Don Bohning. Fueron ganadores del Cabot. Uno de mis mentores más importantes cuando era un joven periodista fue Bill Montalbano, galardonado con Cabot. Muchos de mis queridos colegas han ganado el Cabot. Los ganadores latinoamericanos del premio han inspirado mi trabajo; son verdaderos héroes de la transición democrática en la región.

Sumarme a esa distinguida fraternidad/hermandad es un honor extraordinario.

*Nota editorial: Rosental Alves preside el Consejo del Premio Cabot y es fundador y director del Centro Knight para el Periodismo en las Américas que publica LatAm Journalism Review.

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