Desde el brasileño Euclides da Cunha hasta la peruana Gabriela Wienner, pasando por el colombiano Gabriel García Márquez, la argentina Leila Guerrero, la mexicana Alma Guillermoprieto y por decenas de otros nombres más, América Latina es la casa de grandes narradores de historias que llevan elementos de la literatura a sus textos periodísticos.
El “ornitorrinco de la prosa”, la crónica, es uno de los formatos del periodismo narrativo más presentes en la región. La definición zoológica es del periodista y escritor mexicano Juan Villoro, para quien la crónica es “un animal cuyo equilibrio biológico depende de no ser como los siete animales distintos que podría ser” y de los cuales toma elementos para constituirse: la novela, el reportaje, el cuento, la entrevista, el teatro, el ensayo y la autobiografía.
“Es un género en el que la escritura tiene ambición estética y la investigación tiene profundidad”, dijo al Centro Knight el periodista colombiano Alberto Salcedo Ramos, especialista en el formato e instructor de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).
Según Salcedo Ramos, la crónica no sustituye a la noticia, cuya finalidad es informar sobre un hecho tan pronto sucede.
“Poco después, cuando el mero registro no cumple ninguna función porque el público ya conoce el suceso, lo que sigue es descubrir en él algunas historias que nos ayuden a explicarlo. Por eso yo digo que la crónica es el rostro humano de la noticia. Cuando tú lees con atención una noticia, descubres en ella posibles historias para hacer crónicas, y si lees una crónica que está bien hecha vas a encontrar en ella noticias, informaciones que no se sabían”, relató.
En la primera década de los años 2000, la crónica periodística se volvió prominente en varios medios de América Latina, como en las revistas Etiqueta Negra (Perú, 2002), Gatopardo (México, 2006) y piauí (Brasil, 2006). A fines de 2010, con el periodismo revirado por la omnipresencia de las redes sociales, los nuevos medios exclusivamente digitales volvieron su atención al género y lo acercaron a un público más familiarizado con las pantallas que con el papel.
Es el caso de Escritura Crónica, fundado por la periodista argentina Agustina Grasso en 2012. Nacido como un blog personal de la autora y transformado en un sitio web, el medio empezó a recibir colaboraciones de otros periodistas hace dos años.
“Empezaron a llegar un montón de crónicas del estilo del sitio, como crónicas más cotidianas, también de derechos humanos, de denuncias”, dijo Grasso al Centro Knight. “Terminé un poco repensando el sitio y relanzándolo como el ‘Netflix de la crónica’, porque justamente era eso, historias diversas bajo el hashtag #SomosHistorias. Realmente yo siento eso, que el mundo está lleno de historias diferentes y que todos juntos somos como una especie de mar de historias”, contó.
En el mar de historias de Escritura Crónica hay textos sobre narradoras argentinas que cubrieron la Copa Mundial de Fútbol en Rusia; mujeres que lucharon en la Guerra de las Malvinas; vendedoras de té en las calles de Sudán, en África; y el perfil de un doble argentino del cantante Luis Miguel.
Los textos llegan de varias partes del mundo, comentó Grasso, y son trabajados por el equipo que hoy cuenta con cuatro periodistas y una diseñadora. El tamaño de los textos y la periodicidad de publicación son pensados para el mundo de las redes.
“Tenemos un promedio de cinco mil caracteres por crónica, que son mucho más cortas de lo que suelen ser las crónicas más tradicionales”, dijo la periodista. “Sabemos que la gente hoy en día no está leyendo textos muy largos, también por eso quisimos que sean textos con sentido y cortos, para que la gente realmente los pueda leer. Estamos publicando un promedio de dos crónicas por mes. También buscamos que no haya tanta saturación de contenido porque realmente hoy en día se está viviendo una sobreinformación y no queremos aportar a eso”.
En este ambiente de “sobreinformación”, Escritura Crónica busca llevar este género periodístico a la actualidad de las redes sociales. La idea es hacer uso de las posibilidades de cada una, no solo con la finalidad de incrementar el número de clics, sino también de desdoblar las potencialidades de la crónica. El perfil de Instagram, por ejemplo, tiene una serie de historias que presentan cada crónica que se lanza. La más reciente, sobre la relación de las mujeres con el volante, tuvo una historia que le preguntaba a los seguidores sobre lo que sentían al conducir, y reprodujo algunas de las respuestas recibidas.
Grasso también destaca la importancia de la ubicación de la imagen en las redes sociales.
“No es lo mismo un texto presentado así, de manera llana, que uno con unas ilustraciones copadas, con animaciones o con gif. También esa es la idea, pero siempre sin perder la rigurosidad tanto en la escritura en cuanto a contenido”, dijo la periodista.
Además de las adiciones para redes sociales, los textos publicados en Escritura Crónica deben tener “escenas, diálogos, un personaje principal, un hilo conductor, una buena introducción, un conflicto y un desenlace que te deje pensando”, además de un tema “que le llame la atención y le abra la cabeza” a la persona que los lee. “Cada historia debe tener un tema universal de fondo. Así yo puedo contar la historia de una refugiada del Congo, a su vez que el tema universal de fondo que hay ahí es la resiliencia, por ejemplo”, explicó Grasso.
Daniel Wizenberg, uno de los fundadores de la revista Late, tiene definiciones parecidas a las de Agustina Grasso sobre lo que necesita una buena crónica. Citando al peruano Julio Villanueva Chang, fundador y editor de la revista Etiqueta Negra, el periodista argentino dice que “el texto tiene que conmover”.
“Para poder conmover, el texto tiene que tener que ver con la mayor cantidad de gente posible”, contó Wizenberg al Centro Knight. “Lo que tiene que apuntar es a problemas que vayan mucho más allá de un nicho o de un pequeño sector y que no cuenten la historia por la historia en sí, sino por lo que esa historia enseña y muestra a cualquiera, desde una abuela hasta su nieto, desde un fontanero hasta un abogado”.
La revista Late, fundada en marzo de 2017 por el argentino y cinco periodistas de Chile, Cuba, México, Colombia y Ecuador, se formó con el objetivo de contar el mundo con una voz latinoamericana. Además de los reportajes sobre la región, como los textos sobre los trabajadores del cultivo de mate en Argentina o la alianza entre un colectivo de personas transgénero y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) por la paz del país, traen historias de lugares tan distantes de este pedazo del mundo como del Sahara Occidental y de Irán.
Wizenberg cree que la crónica es la “estructura emblema” de lo que convencionalmente se llama periodismo narrativo o literario.
“Estamos inspirados en grandes maestros, que fueron grandes literatos también, y que utilizaron la crónica no solamente para escribir ficción sino no ficción. Y contemporáneamente también, muy buenos maestros que utilizan la crónica para hacer buen periodismo, es decir, para hacer un relato entretenido que conmueva pero que además tenga fuentes, chequeo de datos, rigurosidad conceptual”, dijo.
El periodista considera que el formato “se ha vuelto a poner de moda” también por el contexto general de relativa precarización y desvalorización del periodismo tradicional y por las posibilidades ofrecidas por el ambiente digital, también a raíz de una proliferación de iniciativas periodísticas independientes como la propia Late.
“Una buena crónica necesita no ser molestada por la cantidad de caracteres. En ese sentido el digital ofrece la chance de desarrollarse”, explicó Wizenberg. “Si hablamos de la crónica en tanto de reportaje, yo creo que eso tiene que ver con dar una versión entretenida de una pieza periodística que permita una lectura que fluya a través de diferentes formatos en una misma narración”.
A diferencia de la fundadora de Escritura Crónica, el fundador de revista Late piensa que se trata de un “preconcepto” la idea de que las personas no leen en el entorno digital. Y las redes sociales tienen un papel en esto.
“Como sucedía con el papel, el hecho de que lean o no lean está determinado por la calidad del trabajo y por la efectividad de su difusión”, dijo Wizenberg. “Las redes sociales lo que hacen es ser una herramienta de difusión que de todos modos no va a funcionar si el texto no tiene un buen título y un buen comienzo. Creo que si se dan estas tres condiciones, la gente sí está dispuesta a leer y a tomarse el tiempo. Y creo que si además acompañamos como decía de la crónica, del reportaje, de otros formatos, como infografía, video, podcast y muchas herramientas multimedia que amenicen el recorrido del texto, bueno, vamos a multiplicar todavía más las chances de que la gente se quede hasta el final”.
También en Argentina nació, en junio de 2017, Angular. Una plataforma de periodismo narrativo que busca trabajar sobre “la dignidad y la identidad de las personas”, según dijo el periodista Migue Roth, uno de sus tres fundadores, al Centro Knight.
“Desde un comienzo supimos que no iríamos tras la noticia del momento; que nos importa un periodismo de largo aliento, la carrera de fondo si se quiere, de resistencia, de cross-country, más que la de velocidad”, dijo Roth. La idea era buscar “historias que suelen quedar relegadas de la agenda mass-media, temas y voces ignoradas o directamente silenciadas”. Entre ellas están la reconstrucción de Nepal después del terremoto de 2015 o la población que vive en la calle en Santiago, capital de Chile.
Roth ve un “carácter anfibio” en el periodismo narrativo que lo torna atractivo y eficiente para contar las historias que les interesa en Angular.
“Entiendo la crónica como una manera de decir, de pronunciar, de mostrar; como una forma abierta de contar; no sé si es la mejor, sí sé que esa plasticidad permite jugar con el lenguaje, incorporar y probar alternativas de decir. A veces funciona tan bien que hace la historia fluir, y carga las tintas de manera que el lector percibe todos los matices, los sabores, los olores y sensaciones que tiene esa historia”, dijo.
Para el fundador y editor de Angular, la crónica contrasta con el ambiente de los medios digitales que tenemos hoy.
“Las redes sociales tienen la capacidad de hacer masivo un contenido con la misma facilidad que provocan su caducidad. Y es lamentable que la mayoría de medios respondan a ese paradigma, casi por inercia”, resaltó Roth. “La crónica periodística es, de alguna manera, una insistencia ante la velocidad y un antídoto contra la infoxicación”.
Además de dedicarse al periodismo narrativo, estas tres iniciativas también comparten un modelo de negocio que consta de consultorías para organizaciones y cursos en línea y presenciales de formación periodística. Ellas también usan la publicidad como una fuente de ingresos.
“Sabíamos que entraríamos a terreno rústico, árido —que estaríamos secos, en otras palabras”, dijo Migue Roth. La primera apuesta fue el financiamiento colectivo para construir el sitio de Angular, y después “aplicar a grants/becas/subsidios y oportunidades que surgen para medios alternativos —que son poquísimas—. Aspiramos obtener el apoyo de alguna entidad que nos permita invertir en la plataforma y pagar colaboraciones”.
Angular y Escritura Crónica se definen como espacios autogestionados que buscan tener solvencia para sus colaboradores. Ya la revista Late cuenta con presupuesto y, según Daniel Wizenberg, publica más o menos historias dependiendo de cuánto puede pagar a sus colaboradores.
“Por eso tratamos de publicar una sola vez por semana una buena historia antes que llenar de contenido por llenar”, afirmó.
Para Wizenberg, el dinero es un desafío para la producción de crónicas periodísticas también para los medios con fuentes de ingresos más robustas.
“La mayoría, sobretodo en Latinoamérica, pero en España también, paga mal por un trabajo que lleva muchísimo tiempo, a veces meses”, dijo. “No se puede construir una buena crónica cobrando lo que se cobra en el mercado latinoamericano, y ese es un gran limitante, no solamente para el género de la crónica sino para cualquier trabajo periodístico”, añadió.
Una posible solución es la “multiplicación”, según el fundador de Late, y se relaciona con los esfuerzos de las tres iniciativas en la formación de periodistas y en la promoción del periodismo narrativo.
“La multiplicación de reporteros y reporteras, la multiplicación de audiencias, la reproducción de la comunidad, la multiplicación de las fuentes de ingreso, de los suscriptores, de las fuentes de ingresos que estamos comenzando a probar”, explicó Wizenberg. “La apuesta de cada día está en la reproducción, que cada nota se reproduzca y se comparta la mayor cantidad de veces posible, no solamente en las redes sociales, sino en el relato cotidiano; que se reproduzca también en otros idiomas, como hemos hecho con varias crónicas que han sido reproducidas en medios internacionales”, concluyó.