Los acontecimientos políticos en Bolivia de noviembre de 2019, cuando el presidente Evo Morales renunció y salió del país en medio de acusaciones de hacer fraude electoral para ganar un cuarto mandato, provocaron una profunda división en la sociedad que persiste hasta la actualidad.
Mientras que una parte de los bolivianos cree que existió el fraude de Morales para perpetuarse en el poder, otra parte considera que el mandatario fue víctima de un golpe de Estado planificado por la oposición.
En medio de esa polarización, el discurso de odio ha emergido en redes sociales como una herramienta para alimentar la desinformación y agudizar la división social en Bolivia. Ante ese escenario, dos organizaciones de fact-checking buscan fomentar el diálogo, la reflexión y la cultura de paz a través de una iniciativa de monitoreo y verificación del discurso de odio.
Se trata de Repartiendo Verdades, una iniciativa de la organización sin fines de lucro especializada en fact-checking Bolivia Verifica, con mentoría y apoyo de Proyecto Desconfío, la sección de verificación de hechos de la organización de periodismo de datos Datos Concepción, de Argentina. La iniciativa consiste en utilizar la verificación de hechos para desarrollar artículos y piezas gráficas que después se distribuyen a través de WhatsApp con el fin de desmentir publicaciones en redes sociales que utilizan el discurso de odio para crear confusión alrededor de poblaciones o colectivos vulnerables.
“Bolivia es una sociedad bastante polarizada en este momento, en lo político y lo social. La penetración de los intereses políticos partidarios han generado tensiones muy, muy fuertes en la sociedad”, dijo a LatAm Journalism Review (LJR) Patricia Cusicanqui, editora en jefe de Bolivia Verifica y coordinadora de Repartiendo Verdades. “Este factor incide mucho en cómo se ha exacerbado el odio y las diferencias. El trabajo que hemos realizado realmente nos ha ayudado a comprender que esto no es un asunto que deberíamos dejar pasar por alto”.
Repartiendo Verdades surgió a finales de 2022, luego que Bolivia Verifica ganó la beca “Spread the Facts” que otorga la Red Internacional de Fact-Checking (IFCN, por sus siglas en inglés) en alianza con Meta, la compañía madre de WhatsApp. La propuesta de Bolivia Verifica fue la única seleccionada de América Latina en el programa, el cual otorgó 25 mil dólares para llevar a cabo la iniciativa en un periodo de seis meses.
A menos de un mes de concluir el proyecto, los equipos involucrados han encontrado que el discurso de odio es una herramienta frecuentemente utilizada para generar información en redes sociales, pero que también existe el fenómeno en sentido opuesto: difusión de información falsa sobre ciertos sectores de la población con el fin de aumentar el odio hacia estos.
“Nos hemos encontrado con las dos situaciones: discurso de odio en el sentido de generar polarización y desprecio a ciertos sectores o ciertos actores, y también con el uso de desinformación para fomentar ese odio”, dijo a LJR Adrián Pino, director de Proyecto Desconfío y coordinador de Repartiendo Verdades. “Por ejemplo, a las poblaciones indígenas les atribuyen características o información falsa respecto de sus prácticas y sus comunidades, que están basadas en desinformación. Lo mismo para desprestigiar a las mujeres. [...] Cada vez que hay una expresión de odio, en muchas ocasiones hay alguna desinformación asociada a ese contenido”.
Al inicio del proyecto, Pino y su equipo de Proyecto Desconfío capacitaron a la redacción de Bolivia Verifica en cómo monitorear y desactivar discurso de odio a través de la verificación de hechos. La capacitación parte de la idea de que, a diferencia de lo que ocurre con otras formas de desinformación, existen argumentos legales para combatir el discurso de odio en redes sociales, de acuerdo con los lineamientos establecidos por la Comisión Europea de Desinformación.
A partir del monitoreo de discurso de odio en las principales plataformas de redes sociales, el equipo de Bolivia Verifica analiza los elementos encontrados y consulta con especialistas en derechos humanos o en política las repercusiones que pudieran tener esas manifestaciones y quiénes serían los principales afectados.
Posteriormente, el equipo se acerca a las personas a quienes va dirigido el discurso de odio, o a sus representantes, en caso de tratarse de comunidades o grupos, para obtener su punto de vista. En la medida de lo posible, también intentan entrar en contacto con los autores de las publicaciones de odio.
Con esos insumos, elaboran artículos periodísticos que publican en el sitio de la iniciativa, noalodio.org. Luego, con base en los artículos, un equipo de Proyecto Desconfío liderado por el diseñador Damián Piccoli genera una serie de piezas gráficas que se distribuyen a través de WhatsApp, Facebook y Twitter, junto con los enlaces de los artículos.
El material se distribuye a través de dos listas de distribución en WhatsApp: una con lectores que se han suscrito voluntariamente para recibir la información, y otra con medios aliados y periodistas. Pese a que WhatsApp restringe el envío de contenido masivamente, las listas de difusión permiten enviar el mismo mensaje a una lista de hasta 256 destinatarios. A diferencia de los grupos de WhatsApp, con las listas los mensajes llegan a cada usuario en un chat individual.
“Nos propusimos utilizar un canal [que se usa de manera] muy frecuente para inyectar desinformación, como es WhatsApp, para tratar de revertir un poco lo que venía pasando y usar esta herramienta como una forma de llegada a público que tal vez no está tan conectado con el mundo habitual de las noticias, pero siempre tienen WhatsApp a la mano y les resulta una herramienta práctica para recibir información de manera simple y sintetizada”, dijo Pino. “Entendíamos que esa era una oportunidad que había que probar con un ejercicio de esta naturaleza”.
El equipo de Repartiendo Verdades ha notado que gran parte del contenido con discurso de odio está en Facebook. Le siguen Twitter y, en mucho menor medida, Instagram y TikTok. También han notado que en las propias publicaciones de la iniciativa en redes sociales se generan comentarios de odio, lo cual Bolivia Verifica ha sabido utilizar como una guía para saber hacia dónde direccionar sus esfuerzos.
“La gente suele ingresar a las redes, ver los titulares y lo único que hacen es poner mensajes que confirman, con todo este sesgo de confirmación, sus creencias, sus posturas, etcétera”, dijo Cusicanqui. “Sin embargo, creo que resulta interesante, pues pones la lupa en algo y te das cuenta que es realmente muy preocupante como sociedad. Creo que ha sido una experiencia interesante”.
A lo largo del proyecto, el equipo de Repartiendo Verdades ha aprendido a discernir qué tipo de discurso de odio se puede combatir con fact-checking y cuál no. En algunos casos, incluso es más conveniente hacer caso omiso a algunas publicaciones en lugar de darles mayor visibilidad, dijo Pino. Por tanto, el equipo busca enfocarse en publicaciones que ya tengan cierto nivel de viralidad y que la gente ya esté comentando o discutiendo.
“Otra cosa que hacemos siempre es garantizar que lo que se va a monitorear sea una declaración que tenga impacto real en el ecosistema digital y no una declaración secundaria o con poca visibilidad, y que lo que hagamos sea darle visibilidad a algo que no lo tenía”, dijo. “Para nosotros, el silencio estratégico cuando hay una expresión de desinformación o de odio es muy relevante”.
También han aprendido la importancia de buscar establecer un vínculo con las fuentes del discurso de odio para darles oportunidad de réplica y, en su caso, de retractarse. De acuerdo con Pino, en varias ocasiones dirigentes políticos que han diseminado información falsa o engañosa se han retractado cuando se les hace ver que su declaración incluye elementos de odio. Para el equipo, más allá de si la retractación es genuina, el simple hecho de expresarla ayuda a dejar clara la existencia de desinformación y discurso de odio.
Otro aprendizaje que ha dejado la iniciativa a ambas redacciones es que el fact-checking puede contribuir a la educación y a la alfabetización mediática de la sociedad, a través de piezas informativas que desmienten publicaciones con discurso de odio que las personas toman como ciertas y, por tanto, contribuyen a su difusión.
“Existe la necesidad de hacer un poco de educación. Cada contenido que uno verifica tiene que transmitir una idea de tolerancia, de pluralidad, de paz, de no atacar a otra persona porque piensa distinto”, dijo Pino. “Ahí creo que la ignorancia es el principal adversario. Creo que muchas agresiones no tienen que ver sólo con la mala intención, sino a veces con la ignorancia, sobre todo en cuestiones de género. Este es un tema que requiere de mucha docencia”.
No obstante, Bolivia Verifica sabe que la iniciativa no logrará por sí sola educar a la sociedad boliviana. Pero sí confían en que Repartiendo Verdades pueda incidir en la posibilidad de que la gente que genera y difunde desinformación y discurso de odio abra su mente a escuchar otras voces. También confían en que la iniciativa logre fomentar el diálogo, la reflexión y la cultura de paz y respeto a los derechos humanos.
“Este proyecto no intenta hacer un cambio con una varita mágica, sino más bien promover un proceso de construcción que toma tiempo. Estamos trabajando para alfabetizar en contra del discurso de odio”, dijo Cusicanqui. “La idea es que [las publicaciones] sean un producto de consumo no veloz, sino que más bien le dediques un tiempo a esta lectura para que puedas salir ya una reflexión”.
Bolivia Verifica y Proyecto Desconfío están conscientes que WhatsApp no ofrece métricas que pudieran servirles para medir el impacto del material que se comparte en dicha plataforma.
Sin embargo, el equipo de Repartiendo Verdades ha encontrado otros indicadores de éxito. Uno de ellos es la suscripción y retención de miembros en las listas de distribución. Hasta mayo de 2023, la iniciativa contaba con 120 usuarios a los que les eran enviados enlaces y piezas gráficas. Otro indicador son los niveles de lectura de cada mensaje enviado.
“Por supuesto, nos encantaría tener métricas de WhatsApp y poder decir esto con más números, ver si la gente lo reenvía, a quién se lo reenvía, cuántas veces… Pero eso no es posible, por lo menos por ahora, y es uno de los puntos ciegos que todavía tenemos por monitorear”, dijo Pino. “Pero nos da la sensación de que WhatsApp puede ser un canal muy útil para los proyectos de fact-checking que están monitoreando este tipo de temas, porque es un lugar donde el usuario está permanentemente conectado en América Latina y lo usa todo el día”.
Los aprendizajes que ambas redacciones han obtenido a partir de Repartiendo Verdades serán compilados en una guía que será publicada en junio y que está siendo desarrollada por la periodista Guadalupe López, de Proyecto Desconfía.
El documento tiene el propósito de convertirse en una línea de trabajo para que cualquier redacción de la región pueda replicar el proyecto. La guía pretende dejar clara la diferencia que implica la verificación de discurso de odio, la cual requiere una mirada especial, distinta a la del fact-checking tradicional.
“Esta guía que nosotros estamos creando tiene esa intención de decir ‘bueno, repliquemos estas iniciativas para que más gente se nutra de entender mejor que alguien que piensa distinto, que es distinto en su comportamiento religioso, sexual, identitario no es una amenaza, sino que simplemente es una persona que tiene otras otras apreciaciones”, dijo Pino.
Bolivia Verifica y Proyecto Desconfío han decidido continuar con el trabajo de Repartiendo Verdades más allá del vencimiento de la beca IFCN, en junio, e integrar las actividades de la iniciativa en su agenda fija.
Entre los planes para darle continuidad al proyecto está la publicación de un repositorio que compila las piezas gráficas que se han difundido en WhatsApp. Además, se planea continuar con la distribución de un newsletter que fue enviado cada 15 días desde que inició el proyecto, y que a partir de junio se enviará de manera mensual.
El newsletter busca compartir los artículos desprendidos del monitoreo e invitar a los lectores a sumarse a las listas de distribución para recibir el material vía WhatsApp.
“Realmente creo que [Repartiendo Verdades] es un gran aporte, no solo para el periodismo, sino para lograr la justicia social. Siento que hemos puesto el dedo en la llaga en temas además a los que la gente no quiere referirse porque les incomoda, porque sigue siendo tabú o porque afecta sus intereses personales”, dijo Cusicanqui. “Queremos ponernos una meta de [publicar] una o dos notas mensuales, pero no abandonarlo, porque nos hemos dado cuenta que material hay de sobra, lastimosamente, y creo que es importante seguir hablando de esto”.
Como en otros entornos polarizados en América Latina, la división que se ha generado en Bolivia ha provocado ataques y hostilidad hacia los miembros de la prensa que informan sobre ambos bandos de la escena política. Según cifras de Bolivia Verifica, los ataques a periodistas pasaron de un episodio cada seis días en 2018 a uno cada tres días en 2022.
Dicha hostilidad ha hecho que los periodistas se conviertan en uno de los grupos blanco del discurso de odio en redes sociales, según ha encontrado Repartiendo Verdades. En mayo, el periodista Andrés Gómez Vela, columnista del portal Rimay Pampa, fue víctima de una campaña de acoso digital tras develar un caso de corrupción que involucró al ministro de Medio Ambiente y Agua de Bolivia, Juan Santos Cruz.
“Los periodistas son los grupos más asediados y odiados en este momento en Bolivia por la polarización política, como en muchos países de la región”, dijo Cusicanqui. “Las agresiones a los periodistas en redes sociales son [tachados de] ‘vendidos’, ‘corruptos’, ‘desgraciados’, asociándolos con las líneas políticas. Y en las calles se traduce eso en agresiones”.
Los ataques recientes a periodistas en Bolivia son ejemplo de cuando el discurso de odio salta de las redes sociales al terreno físico. Repartiendo Verdades consignó en una de sus entregas que, en enero de este año, un creador de contenido afín al partido de Evo Morales, Movimiento Al Socialismo (MAS), apareció en un video invitando a quemar las instalaciones de la cadena de medios Unitel y a “castigar a sus periodistas”.
De acuerdo con el reporte, los dichos del individuo generaron narrativas de odio en las redes sociales, incluidos comentarios que apoyaban la quema de las instalaciones del canal y las agresiones contra los periodistas.
“Especialmente cuando hay conflictos de mucha intensidad, los periodistas se han vuelto -siempre han sido, pero ahora, sobre todo- un blanco de los ataques. Y no solo verbales, sino físicos. Han golpeado a periodistas, le han quemado un auto a otro periodista durante su cobertura”, dijo Cusicanqui.