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Al no hacer nuestro trabajo “estamos dejando el espacio a quienes buscan amedrentarnos”: 5 preguntas a la periodista venezolana Ronna Rísquez

Una periodista mujer que se ha hecho espacio en una fuente dominada por hombres, comprometida con el trabajo con perspectiva de derechos humanos y que sigue demostrando valentía con sus investigaciones. Así se puede describir a Ronna Rísquez, venezolana que por más de 20 años ha cubierto temas de violencia y crimen organizado en Suramérica. 

A finales de febrero publicó su primer libro en solitario ‘El Tren de Aragua. La banda que revolucionó el crimen organizado en América Latina’  sobre esta organización criminal involucrada en más de 20 actividades ilícitas, desde drogas y oro hasta tráfico de personas, que surgió en el centro de Venezuela pero ahora tiene presencia desde Centroamérica a Chile y Brasil.

“No cuento sólo la historia de una pandilla, a través de mi libro cuento la historia de la Venezuela reciente en términos de violencia”, dijo Rísquez a LatAm Journalism Review (LJR).

Actualmente es la Coordinadora de Alianza Rebelde Investiga, coalición entre los medios venezolanos TalCual, El Pitazo y Runrunes, y también es coordinadora editorial de Monitor de Víctimas, plataforma ganadora de los Premios de Periodismo de Datos 2018. 

En conversación con LJR, Rísquez habla sobre los desafíos a los que se ha enfrentado al ejercer el periodismo siendo mujer y sobre las implicaciones de las amenazas recibidas antes de la publicación del libro.

La entrevista ha sido editada para fines de extensión y claridad.

1.El periodismo aún en muchos países de Latinoamérica es una profesión dominada por hombres (sobre todo en lo que respecta a cargos directivos). ¿Has sentido alguna dificultad adicional al ejercer el periodismo (en especial la fuente de sucesos) por ser mujer? 

Ronna Rísquez: Hacer periodismo, en nuestros países de América Latina, es complicado para las mujeres porque efectivamente hay un dominio de los hombres.  Sobre todo en las posiciones de dirección. En el caso de Venezuela hemos tenido, no sé si decir la suerte, de que algunas compañeras muy talentosas han logrado tener cargos de dirección importantes (como editoras, coordinadoras, etc). 

Siempre es un poco cuesta arriba para las mujeres alcanzar estas posiciones y una vez que las alcanzas, lo difícil también es que los colegas hombres que están bajo tu supervisión te respeten. Eso creo que ha sido una de las dificultades mayores, quizás no necesariamente tanto llegar a la posición, sino el cómo se comportan los colegas hombres que están “bajo tu mando”. Esa ha sido la parte más difícil porque casi siempre tienen una actitud prepotente de “qué vas a saber tú”, “cómo te vas a meter en un enfrentamiento entre bandas”. Sobre todo en las fuentes que yo más he trabajado: deportes y sucesos o policial, fuentes que generalmente se caracterizan por tener una gran presencia de varones. 

Hacerte un nombre y ganarse el respeto en esta fuente policial siendo mujer es bastante complicado. Los periodistas hombres tienen incluso hasta una cierta facilidad o ventaja de acceso a la fuente porque la mayoría de las fuentes (policías o funcionarios) son hombres también. 

Para resumir, como mujeres tenemos varios retos en esta fuente. En primer lugar, el reto de que estás trabajando con víctimas de violencia o trauma y tienes que tener conciencia y responsabilidad sobre el trabajo que haces, el lenguaje que utilizas, y saber que lo que escribes afecta a muchas personas. En segundo lugar, nos toca trabajar rodeada de hombres, como ya había mencionado. Y en tercer lugar, al ser mujer te toca demostrar más tu capacidad. Es decir, demostrar que yo sí puedo meterme a cubrir un enfrentamiento, que yo sí puedo estar en la zona dura de una protesta, etc. Son tres elementos que están allí y que tienes que ir manejando al ser mujer. 

 

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"La realidad de la violencia en América Latina es cruda y debe ser contada porque, de alguna manera, es un reflejo de lo que somos como sociedad y de lo que son nuestros gobiernos", dijo Ronna Rísquez.

2.Hay un elemento que se le ha achacado históricamente al periodismo de sucesos que es el sensacionalismo. ¿Qué técnicas o qué prácticas sigues para informar sin caer en el sensacionalismo?

Generalmente se decía que los periodistas de la fuente de sucesos o policial eran como las ovejas negras de la redacciones. Estaban apartados cubriendo temas que no eran  agradables y, en ocasiones, pecaban de escandalosos o amarillistas.  Lo que creo es que efectivamente el amarillismo existe, pero lo que pasa en nuestros países en América Latina es que la realidad muchas veces es más fuerte y dura y no se puede tapar. Es decir, la realidad de la violencia en América Latina es cruda y debe ser contada porque de alguna manera es un reflejo de lo que somos como sociedad y de lo que son nuestros gobiernos.  

Hay que visibilizar lo que sucede sin criminalizar a los victimarios y sin revictimizar a las víctimas. También es clave no poner en riesgo a las fuentes, ni a los familiares de los involucrados. Hay que tener claro qué se está buscando y qué se quiere lograr antes de publicar una imagen o un texto. 

Creo que cuando tratamos los temas y entrevistamos a los involucrados desde el respeto a la dignidad de estas personas, el resultado de nuestro trabajo no va a ser sensacionalista. Cuando pensamos en las víctimas y cuando hacemos un trabajo con perspectiva de derechos humanos, no caemos en el amarillismo. 

 

3.Los periodistas venezolanos se han enfrentado en estas dos últimas décadas a varios desafíos (censura, hostigamiento, agresiones, cierre de medios, etc). A muchos les ha tocado exiliarse y otros terminan en la autocensura o cambiando de profesión. ¿Te has autocensurado en algún momento y/o has pensado en dejar el periodismo? 

Sí, sí me he autocensurado. Es decir, me he autocensurado cuando decido no firmar una nota porque tengo miedo de que al firmarla me hagan algo o me ataquen. Me ha pasado en varias ocasiones. Pero, nunca he dejado de ir a alguna pauta o de hacer alguna investigación por pensar que puede pasar algo. 

Nunca he pensado en dejar el periodismo tampoco. Jamás. Aún así, obviamente sí he tenido miedo y creo que, a veces, es importante que tengamos miedo cuando estamos haciendo periodismo. En países como Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Brasil, México y obviamente Colombia, creo que no sería responsable hacer periodismo y no tener miedo o no tener conciencia de los riesgos. Hay que seguir haciendo periodismo con responsabilidad, con cuidado, teniendo precaución y tomando todas las medidas de seguridad necesarias.

 

4. ‘El Tren de Aragua. La banda que revolucionó el crimen organizado en América Latina’ es tu primer libro. ¿Cómo surgió la idea de dedicarlo a esta megabanda?

En realidad, comencé a ver que las investigaciones periodísticas que estaba haciendo me iban llevando a entender que esta pandilla era algo más allá de lo que había visto, hasta este momento, con otras pandillas venezolanas. 

También me di cuenta de que estas investigaciones periodísticas tenían un foco muy puntual y mucho del material que iba consiguiendo en mi reportería iba quedando por fuera. 

Además, muchas de las historias eran casi que inverosímiles, era algo que parecía de ficción. Con algunos testimonios, me sentía como si estuviera viendo Mad Max o Westworld. Me sentía como si estuviese viendo una película distópica. Entonces, me dije, “tengo que buscar cómo hacer que esto se conozca” y me pareció que el formato libro era el más indicado para contar la historia que, a mi parecer, no tenía cabida en un reportaje, ni siquiera en un reportaje investigativo. 

Decido escribir el libro no solo desde la perspectiva de que estoy hablando de una pandilla. El libro lo escribo con la intención de hablar de una etapa de Venezuela en la que hay pandillas, en la que hay una figura o unos grupos armados no estatales con unas características particulares y que además conectan con parte de la historia contemporánea del país. Entonces, creo que el libro cuenta no solo la historia de una pandilla, sino la historia de la violencia en Venezuela reciente y la verdadera constitución del crimen organizado en el país. 

 

5. Tanto tu familia como tú han sido amenazadas por la publicación de este libro. ¿Es la primera vez que recibes amenazas de este tipo por tu trabajo? ¿Qué acciones has tomado? ¿Y qué recomendaciones puedes dar a otros periodistas que siguen o quieren seguir la misma línea que tú?

Sí, efectivamente, luego de hacer el anuncio de que estaba por publicarse el libro recibí amenazas. Las amenazas no me llegaron directo a mí, llegaron a las cuentas de Instagram de ocho familiares.

Estas amenazas me preocuparon muchísimo, por lo que se hizo la denuncia en el Ministerio Público venezolano. También se reportó ante organizaciones periodísticas internacionales y nacionales. 

Nunca antes había recibido amenazas directas de esta manera. Esta es la primera vez que me llega una amenaza formal, y pues obviamente uno se preocupa, así que busqué asesoría para tomar medidas de seguridad personal, digital y emocional.

Otra cosa es que se tomó la decisión de que el libro sí se iba a publicar, porque pensamos que las amenazas tenían la intención de intimidar y evitar que el libro se publicara. El libro se publicó y, afortunadamente, hasta el momento en que estamos haciendo esta entrevista no ha habido ninguna otra acción. 

Creo que los periodistas tenemos un trabajo y nuestro trabajo, como dice Martin Baron, es seguir contando la verdad con valentía y aparte de eso desenterrar la verdad, sobre todo cuando se trata del periodismo de investigación. Yo creo que hay que hacerlo y yo lo voy a seguir haciendo. Como periodistas, esta es nuestra responsabilidad y es nuestro trabajo. Justamente, al no hacerlo, estamos dejando el espacio a quienes buscan amedrentarnos y a quienes buscan acabar con la democracia y con sus libertades. 

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