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Más que violencia física: expertos advierten que periodistas mexicanos también sufren traumas y otros problemas de salud mental

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  • 7 diciembre, 2016

Por Perla Arellano*

Para los periodistas mexicanos, cubrir la nota roja va más allá de estar expuestos a peligros físicos. Al vivir y trabajar en áreas de alto riesgo, su contacto constante y sistemático con la violencia pone en peligro su salud mental.

El Centro Knight para el Periodismo en las Américas habló con tres expertos sobre los posibles efectos traumáticos y problemas de salud mental que pueden sufrir los periodistas que cubren la violencia en México.

Desde que el expresidente mexicano Felipe Calderón inició la Guerra contra las drogas contra los carteles en 2006, más de 164.000 personas han muerto entre 2007 y 2014, según Frontline. El gobierno ha dicho que más de 22.600 personas desaparecieron en México entre 2007 y octubre de 2014, según Animal Político.

Esta violencia a menudo se extiende directamente a los propios periodistas. Según el Comité para la Protección de los Periodistas, de los 85 periodistas asesinados en México entre 1992 y 2016, se confirmó que 37 fueron asesinados debido a trabajo; los motivos de los asesinatos de los restantes periodistas aún no están claros. Solo este año, 10 comunicadores han sido asesinados en el país, según Artículo 19.

En un país donde los periodistas reciben amenazas tanto de los carteles de droga como de los funcionarios públicos, el periodismo es una de las profesiones más peligrosas para ejercer en México. Sin embargo, no todas las amenazas a la salud de un periodista son físicas.

Rogelio Flores Morales, profesor de psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, ha estudiado los efectos psicológicos en los periodistas que tratan con víctimas de la violencia.

“Me ha tocado ver entrevistas con periodistas que han tenido contacto continuo y sistemático con víctimas y veo cómo sufren los propios periodistas por la historia de la víctima”, dijo Flores en conversación con el Centro Knight.

Flores, uno de los autores del estudio “Estrés Traumático Secundario (ETS) en Periodistas Mexicanos y Defensores de Derechos Humanos”, entrevistó a 88 periodistas y defensores de derechos humanos mexicanos que han interactuado con víctimas directas de la violencia de la guerra contra las drogas: personas secuestradas o que han quedado atrapadas en fuego cruzado, así como familiares directos de personas desaparecidas o secuestradas.

A diferencia del Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) que se manifiesta cuando la persona es la víctima directa de la agresión, el Estrés Traumático Secundario (ETS) ocurre cuando una persona está en contacto sistemático y continuo con una persona que ha pasado por una experiencia violenta directa.

“Ellos están siendo contagiados, si me permites la metáfora, de los síntomas que tiene la víctima directa”, dijo Flores. “Dado que trabajan de manera sistemática conocen sus historias de dolor, desesperación, cómo han sido impactados”.

Las víctimas de ETS pueden experimentar pesadillas y flashbacks, y pueden temer salir a la calle.

“Toda su energía no puede ser canalizada para ayudar a la víctima sino que hay una serie de estresores adicionales, que les impide trabajar de forma eficaz con ellos”, aseguró.

Flores encontró que los periodistas que trabajan más de 40 horas a la semana tienen una mayor presencia de ETS debido a que no permiten que su cerebro piense en otra cosa que no sea violencia.

Y las condiciones en las que trabajan los periodistas en México también agrega otra carga.

Flores describió que para muchos periodistas, la semana laboral promedio es de más de 40 horas, con un salario de alrededor de US 500 dólares por semana. Además de los bajos salarios, los periodistas mexicanos reciben poco o ningún seguro de salud o seguro de vida a través de sus empleadores. Las cosas no les va mejor a los periodistas independientes que se les paga sólo por el trabajo que se publica.

Su trabajo es lo que sustenta su vida, lo que hace que les sea difícil dar un paso y tener un “período de oxigenación”, como lo expresa Flores.

“Hay que desintoxicarse. Pero la realidad es que tienen que trabajar porque esos son los ingresos que les permite vivir”.

Una de las soluciones sería que los periodistas rompieran el ciclo de cobertura continua de la violencia. Pero esto es muy difícil para los periodistas que viven en un área de conflicto constante, según Flores.

“A veces considero que las condiciones en las que trabaja el periodista es como trabajar en un túnel oscuro en donde no se ve la luz”, dijo Flores. “Es muy complicado”.

Según Flores, el informe no pretende generalizar a toda la población periodística en México.

De los 88 participantes en el estudio, 29 eran periodistas. Flores reconoció que el tamaño de la muestra de los periodistas era pequeño y dijo que le hubiera gustado incluir más en el estudio, pero muchos no estaban dispuestos. Según especuló, esto pudo haber sucedido por miedo o desconfianza, a pesar de que los investigadores dijeron abiertamente quiénes eran y sus objetivos.

Flores tiene algunos consejos útiles para los periodistas que se encuentran atrapados en el ciclo de cobertura de la violencia repetitiva. Sugiere dejar el trabajo en el lugar de trabajo y no llevarlo a casa, hacer actividades que no estén enfocadas en la violencia y tener una vida social a la medida que puedan.

Pero conseguir que los periodistas acepten ayuda también es un obstáculo. A través de sus experiencias, Flores dijo que tanto mujeres como hombres periodistas rechazan la idea de que necesitan ayuda y “piensan que son autosuficientes, que ellos solos y solas pueden enfrentar esta problemática”. Sólo un pequeño número de periodistas han aceptado su consejo.

“Es parte de la idiosincrasia del mexicano”, dijo Flores. “Porque todavía están estos estigmas de la locura. De decir ‘yo no estoy loco, yo estoy bien. Yo soy fuerte’. Lo que se llama en el gremio, el machismo profesional”.

Anthony Feinstein, profesor de psicología de la Universidad de Toronto, realizó un estudio comparando el bienestar psicológico de periodistas mexicanos y corresponsales de guerra. Su estudio “Periodistas mexicanos y corresponsales de guerra: una comparación del bienestar psicológico” encontró que los periodistas que trabajan en áreas de alto peligro en México reportaron más “síntomas de angustia psicológica” en comparación con los corresponsales de guerra.

A diferencia de los corresponsales que se encontraban en una zona de guerra durante unas seis semanas y que podían abandonar el país para “regresar a un ambiente de hogar seguro”, los periodistas mexicanos no podían salir, según Feinstein. Esto crea un desafío para los periodistas mexicanos que también pueden enfrentar amenazas  en contra de sí mismos y de sus familias.

“[Los corresponsales de guerra] pueden subir en un avión a su país donde es seguro y recibir terapia”, dijo Feinstein al Centro Knight. “Lo que hace que sea difícil para los periodistas [mexicanos] es que a menudo sus familias también son atacadas por los narcotraficantes”.

Feinstein escribió en su estudio que los temores de los periodistas son exacerbados por la “aplicación corrupta de la ley” que les da a las víctimas una “sensación de impotencia”. Esto puede empeorar los problemas de salud mental.

Para los periodistas que sufren de estrés psicológico, el primer obstáculo que deben vencer es aceptar que tienen un problema, según Catalina Cortés coordinadora del programa para América Latina del Rory Peck Trust en Londres. Esta organización se centra en dar apoyo y asistencia a periodistas independientes de todo el mundo que han sido amenazados, agredidos o asesinados debido a su trabajo.

Si los periodistas que sistemáticamente cubren la violencia no se dan un descanso de ese ciclo, empezarán a ver sus síntomas como normales, según Cortés.

“Es su trabajo”, dijo Cortés al Centro Knight. “La violencia se normalizó, y les asusta mucho que para ellos no sea nada cubrir la cantidad de desaparecidos y muertos”.

Los periodistas han normalizado síntomas como la falta de sueño, “un constante estado de angustia o de ansiedad”, o la ira. Sin compartir nombres, Cortés describió que algunos periodistas han desarrollado paranoia y que otros han sufrido la muerte de miembros de su familia debido a su trabajo.

“Los periodistas son cada día más amenazados, cada día son mas censurados, cada vez reportan menos, cada día están más asustados, cada día desconfían más”, dijo. “Todos los niveles de vida del periodista esta trastocados”.

Los talleres que ayudan a los periodistas a identificar o tratar el trauma mental son sólo “un grano de arena de lo que se debe hacer”, aseguró. Los periodistas también deben dedicar el tiempo necesario para continuar con su tratamiento y así estar mentalmente más sanos.

Los periodistas independientes no tienen un equipo o un editor detrás de ellos que verifique cómo están desarrollando su trabajo o un salario determinado como los periodistas que son empleados por una organización de noticias pueden dar por sentado. Sin embargo, dijo que muchos periodistas empleados tampoco lo tienen.

Señaló que hay un problema con la falta de medidas en el lugar que aborden el estrés psicológico antes de que se manifieste en los periodistas. Las medidas preventivas deben ser una prioridad y personas calificadas deben ser puestas al servicio para brindar apoyo, afirmó Cortés. Sin embargo, no ve agencias a ningún nivel que hagan de este tema una prioridad.

Los tres expertos – Cortés, Feinstein y Flores – dijeron que las organizaciones de noticias tenían que asumir un rol en la implementación de sistemas que ayuden y protejan a los periodistas que trabajan para ellos.

Además, los mecanismos en el lugar, dijo Feinstein, deben ser aquellos en los que los periodistas pueden obtener completa ayuda confidencia de un doctor.

“Creo que es responsabilidad moral de [las organizaciones de noticias] cuidar a los periodistas”, dijo Feinstein. “Si usted quiere que su personal cubra estas historias tan peligrosas, entonces usted tiene que tener estos mecanismos en el lugar para ayudarlos en caso de que estén traumatizados. Creo que es un imperativo moral”.

 

* Perla Arellano (@PerlaYArellano) realizó su pregrado en Periodismo en la Universidad de Texas y es miembro del programa honorífico de Becarios Sénior de la Escuela Moody de Comunicación. Planea continuar su carrera en periodismo multimedia cubriendo temas sobre migración y minorías.

Nota del editor: Esta historia fue publicada originalmente en el blog Periodismo en las Américas del Centro Knight, el predecesor de LatAm Journalism Review.

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