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Periodista ecuatoriano cuenta que fue despedido por no aceptar que periódico condicionara su opinión en Twitter

El “nerviosismo” que producían los comentarios que hacía el periodista ecuatoriano Martín Pallares a través de su cuenta personal de Twitter al interior del diario El Comercio se sentía “desde hace algún tiempo”. No obstante, Pallares nunca pensó que en efecto la situación fuera a terminar con su despido, como ocurrió el pasado 17 de agosto.

No lo pensó aun cuando días antes, el 13 de agosto, las directivas le condicionaron el continuar con su trabajo si dejaba su actividad en las redes sociales. Para Pallares esta opción simplemente no era válida. Para él la propuesta que le habían hecho no solo era “indigna” para cualquier ciudadano, pero especialmente para un periodista, sino que consideró que aceptarla sería renunciar a derechos fundamentales como la libertad de expresión.

Por si fuera poco, durante el fin de semana Pallares se vio frente a algunas situaciones que le exigían hablar y expresar lo que consideraba no estaba bien: una de ellas el decreto que declaraba el estado de excepción para todo el país como consecuencia de la erupción del volcán Cotopaxi, en el cual establecía la “censura previa”. También la situación de la periodista brasileña Manuela Picq, quien fue detenida en medio de manifestaciones sociales en Quito y a quien eventualmente las autoridades ecuatorianas le revocaron su visa, llamaron su atención.

Pallares, un periodista de opinión y de análisis, como él se define, se ha caracterizado por ser crítico del gobierno. Son conocidas las muchas referencias que el presidente del país, Rafael Correa, hace del periodista durante sus intervenciones semanales conocidas como sabatinas.

Hasta ese momento, sus críticas no habían tenido mayores consecuencias que las descalificaciones por parte del Presidente o de otros funcionarios públicos.

No obstante, en esta ocasión sí tuvieron. Y el lunes 17 de agosto, cuando el periodista llegó a la sede del diario, en el que había trabajado los últimos 13 años, listo para un día más al frente de la sección Mundo, se encontró con la noticia de que ese sería su último día.

Desde entonces su actividad en la red ha sido poca, pero cambió su perfil en el que resume muy bien su situación: “me hicieron escoger entre mi empleo y mi libertad de hablar. Seguí hablando y ahora estoy desempleado”.

No se arrepiente de sus publicaciones. Primero porque está convencido que nunca hizo un mal uso de las redes sociales, y porque ahora cree que se trató solo de una excusa para sacarlo del diario. Pero especialmente está tranquilo porque sabe que ese era su deber, siente que si se llega a “ceder”​ ante los intentos de restricción a la libertad de expresión en el país, el futuro las va a cobrar muy caro.

Pallares aceptó una entrevista con el Centro Knight para el Periodismo en las Américas en donde no solo habló de su despido, sino del estado de la libertad de expresión en Ecuador.

Centro Knight: En algunas publicaciones se habla que su despido se originó por no aceptar los “pedidos cordiales” que le habían hecho las directivas del diario para controlar su actividad en Twitter, ¿de qué se trataban dichos pedidos y hace cuánto comenzaron?

Martín Pallares: Antes de hablar de mi despido, se debe señalar que mi problema se inscribe en un marco muy amplio de acoso a la prensa en un ambiente de mucho temor, de mucho miedo frente a lo que el Estado puede hacer a través de la Ley Orgánica de Comunicación [LOC] y a través de un sistema perverso en donde el Estado controla gran parte de los negocios y de las regulaciones comerciales.

Los medios de comunicación privados se hayan en un estado de permanente crisis nerviosa por lo que pueda ocurrirles. Entonces es muy común en las salas de prensa escuchar a los ejecutivos de las empresas y comunicación hacer llamados al cuidado a la cautela, al no tratar ciertos temas que son particularmente sensibles para el gobierno. Y este ambiente es terreno fértil para la autocensura.

Los periodistas cada vez tienen más miedo de expresar sus opiniones, de tratar ciertos temas porque les van a generar ciertos problemas no solo con la Supercom [Superintendencia de la Información y Comunicación] o posibles demandas, sino problemas al interior de los medios.

Desde hace algún tiempo a mí se me venía pidiendo que dejara de actuar en las redes sociales. Desde hace algún tiempo lo que decía en redes sociales tenía un efecto. El diario tiene un manual de buenas prácticas que es una serie de recomendaciones sobre cómo utilizar las redes sociales y establece que los periodistas no digan cosas que puedan comprometer el nombre de la empresa, [recomendaciones] que apelan al buen gusto, al sentido común como que no se insulte, que no se calumnie.

Yo en redes sociales he venido actuando como actúo como periodista. Y durante los últimos años he estado trabajando mucho en el área de opinión, por ende lo que pongo en redes sociales, sobre todo en Twitter, son cosas que tienen mucha relación con mi actividad como columnista del diario y como un periodista que escribe análisis y opinión, y en general sobre la situación política.

El cumplimiento de este manual de buenas prácticas siempre es interpretable. Son normas amplias bastante generales, yo considero que jamás, que nunca expresé algo que no sea capaz de sostener en mis columnas. Entonces desde hace algún tiempo había gran sensibilidad, mucho nerviosismo en el diario por la forma en que me estaba expresando. Esto llegó a un punto en que me condicionaron a que deje las redes sociales o que continúe en el diario. Eso fue el jueves 13 de agosto.

CK: ¿Cómo reacciona ante esa propuesta?, ¿qué les dice?

MP: Pregunté que por qué, que qué había pasado, que por qué me hacían eso. Me dijeron que estaba exponiendo a la empresa por mi forma de tratar al Presidente de la República y porque había producido muchos enfrentamientos con los hermanos Alvarado. [Nota del editor: Los hermanos Alvarado son Vinicio, Secretario Nacional de la Administración Pública; y Fernando, Secretario Nacional de Comunicación].

No dije si iba a cumplir la condición, me retiré, me quedé impresionado, no supe cómo reaccionar y reflexioné y me dije a mí mismo que si aceptaba estaba empeñando mis derechos fundamentales.

Considero que para un periodista, o para un ciudadano, esa opción no existe, es nula, no es válida. El silencio no es algo que se pueda negociar.

Considero que por encima de cualquier norma interna, sobre lo que sea, están los principios y valores constitucionales y las libertades individuales de las personas.

Mi cuenta de Twitter decía además que mis opiniones eran personales. Yo luego de esta advertencia consideré que no era una opción válida, que a un periodista se le trate de condicionar su palabra para que mantenga su trabajo es indigno. Es indigno para quien lo propone como para quien recibe la propuesta.

Me parece que en las condiciones en que vive el Ecuador renunciar a la libertad de expresión es un acto que atenta contra la convivencia democrática de este país.

Creo que ante la intención de establecer una tierra de silencio, cada centímetro que se ceda en esa batalla será cobrada en nuestro futuro. Nos cobrará mucho el futuro en la batalla por la palabra.

El fin de semana, luego de la advertencia, me topé con ciertos temas que me parecían extremadamente sensibles. Se había expedido un estado de excepción en Ecuador con motivo de la erupción del volcán Cotopaxi que conculca libertades y derechos como la libertad de expresión, como el de la inviolabilidad de la correspondencia, como el derecho a agruparse. Me parece que era un decreto abusivo que establecía en todo el territorio nacional la censura previa. Ésta debía regir en Galápagos donde no tienen nada que ver con el volcán, en la región de la frontera con Perú, no tiene ninguna lógica con el volcán. Me parece que la censura previa o la pretendida regulación a través de redes sociales es peligrosísima. Yo escribo eso en mi Twitter porque era mi responsabilidad como ciudadano y lo hice, expresé mis opiniones.

Incluso se puede observar, no he vuelto a tuitear desde que fui despedido. El día lunes se me comunicó que había sido despedido.

CK: Generalmente los espacios de opinión están separados de la redacción general de un medio, ¿también le quitaron su espacio como columnista?

MP: No me mencionaron nada sobre la columna nunca, pero el día jueves [20 de agosto] ya no se publicó y no me comunicaron. Yo asumo que también era con la columna. En el transcurso de estos días no se me ha pedido mi columna del jueves.

CK: El diario El Comercio fue vendido a finales de 2014 al llamado empresario de medios de América Latina, Ángel González, ¿siente que su despido estuvo relacionado con este cambio de dueños?, ¿desde la línea editorial se sintió algún cambio?

MP: No puedo saber con absoluta certeza si con la venta cambió o no la política editorial frente al Gobierno. Debo admitir que en ciertos temas el diario incluso ha mantenido una línea de fuerte crítica frente al Gobierno, pero hay ciertos temas que no se los aborda, lo cual puede ser por temor a la LOC o por algún otro motivo que para la mayor parte de periodistas del diario son desconocidos. Por mi trabajo no estoy en condiciones de saber qué temas son los que son intocables para el diario o cuáles no. No tengo mucha información a nivel directivo.

Lo que puedo decir es que el cambio de dueños fue hecho de una forma muy poco transparente, no hubo información pública y detallada sobre este cambio de dueños. El Comercio es un diario histórico, con más de 110 años, y la venta de un diario de esa importancia en la vida nacional tenía que haber sido más transparentada, mucho más discutida a nivel pública. Y eso no hubo. Es imposible saber en qué condiciones se hizo la compra.

Debo reconocer que a mí como columnista se me dio una libertad importante en la página de opinión donde tenía una columna, noté que mi actividad en redes sociales donde no tiene alcance la Ley de Comunicaciones generaba mucho nerviosismo. Pero yo no tengo pruebas, no puedo afirmar que haya habido un cambio con la nueva administración.

CK: En 2013, Fundamedios publica un informe llamado ‘El caso Martín Pallares o los estigmas de ser periodista’ en donde daba cuenta de la polarización en contra de los trabajadores de la prensa, pero específicamente de su caso y las constantes referencias que hace el presidente Correa en sus sabatinas sobre Ud. y otros periodistas. ¿Se siente seguro, sufre agresiones o acoso?

MP: No he tenido un ataque físico, ningún ataque en contra de mi seguridad o de mi familia cercana. Sin embargo, he recibido amenazas por redes sociales, las recibo a menudo. Yo tengo la sensación que la sociedad ecuatoriana es muy pacífica y muy bondadosa, y esto es lo que me hace sentir relativamente seguro, pero la posibilidad de que yo sea agredido en la calle mientras tomo un bus es una sensación que siempre está presente.  Eso hace que la vida se haga más difícil de lo que debería ser.

Pero por el momento no siento que sea objeto de acosos físicos en la vida diaria, por redes sociales sí recibo amenazas, pero nunca se han materializado. Creo que en general los periodistas críticos hemos tenido una ventaja de no haber sido agredidos físicamente a nuestra integridad.

Han sido varias voces críticas que han sufrido hackeos a sus cuentas de correo electrónico, que les han robado fotografías íntimas.

El ambiente no es bueno, es bastante serio, pero también buena parte de la sociedad nos apoya, también hay una parte importante de los ecuatorianos que nos cuida, que nos apoya.

CK: Claramente las agresiones contra periodistas en Ecuador no llegan a niveles como los de México o Colombia, son ataques más de tipo virtual o judicial...

MP: Pero el miedo existe, claro que existe. No hay una justicia independiente y lo dicen organismos internacionales, que la justicia no garantiza independencia, nos sentimos muy vulnerables, no estamos protegidos por ninguna institución.

Pero creo que me estoy olvidando de decir que esta inseguridad también ha pasado a los usuarios de redes sociales. Un caso muy conocido fue el de ‘Crudo Ecuador’, un usuario de Facebook y Twitter que hacía humor en redes a través de memes, del Presidente, de temas políticos. Incluso alguna vez dijo que era correísta. Se volvió una obsesión del Presidente, llegó con sus sistemas a establecer el nombre, lo expuso en sus sabatinas, lo expuso al público. Luego esta persona fue amenazada, le enviaron un ramo de flores a una casa fuera de Quito a donde había enviado a su familia por todo lo que había pasado.

Le dan tanta importancia a las redes sociales que se llegó a establecer un segmento en las sabatinas con la gente que era crítica en redes sociales.

CK: Desde hace años se viene hablando de deterioro del derecho a la libertad de expresión en el país y no solo lo han dicho al interior de Ecuador, sino organismos internacionales ¿qué se necesita para cambiar la situación?, ¿se necesita más apoyo de la comunidad internacional?

MP: Lo primero sería derogar la LOC que es una ley perversa, crea una Superintendencia [de la Información y Comunicación] que regula y controla y viene directamente del [poder] Ejecutivo que se ha declarado públicamente enemigo de la prensa. El presidente Correa ha dicho que la prensa independiente privada es un problema planetario. Creo que con la LOC no hay las condiciones mínimas para que haya libertad de expresión. Esa ley es la propia herramienta para la negación de la libertad de expresión.

La comunidad internacional se ha visto más envuelta en temas como Venezuela o Cuba, tal vez porque son mas atractivas a nivel internacional. El tema de Ecuador se ha ido posicionando, pero creo que los organismos internacionales deberían apoyar a todos los periodistas porque no soy el único, hay varios que han sido críticos y han sido sacados de sus medios. Puedo dar nombres como Carlos Vera, Jorge Ortiz, Juan Carlos Calderón, estos son los que se me vienen a la mente. Son varios que han ido saliendo y sus espacios de debate y opinión se han ido silenciando. Estos periodistas no han logrado conseguir una plataforma donde su voz sea tan escuchada como lo era en sus medios donde trabajaban que eran periódicos o cadenas de televisión.

CK: Pero entonces, ¿mejorarán las condiciones para la libertad de expresión en Ecuador?

MP: Conforme avance la polarización del país por la crisis política y económica los intentos del gobierno por acallarla van a ser más duros. Va a empeorar, en los próximos meses va a empeorar el tema.

La única esperanza es que haya un cambio democrático, que llegue al poder una propuesta que quiera reconocer que una prensa independiente es fundamental para una sociedad democrática.

Yo soy un poco pesimista, el presidente Rafael Correa es un enemigo declarado, acérrimo de los medios de comunicación independientes y de los periodistas que le son críticos. Yo soy uno de los periodistas que ha sido varias veces insultado y atacado por el Presidente por el simple hecho de pensar diferente y de haberle hecho críticas a su gobierno, que pueden ser equivocadas, pero que son parte de cualquier sociedad democrática y republicana.

Nota del editor: Esta historia fue publicada originalmente en el blog Periodismo en las Américas del Centro Knight, el predecesor de LatAm Journalism Review.

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