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COVID-19 mata a más de un periodista al día en América Latina; la región es donde la pandemia es más fatal para los profesionales de la prensa

Al menos un periodista muere a diario. Como si no fuera suficiente que América Latina sea una de las regiones más peligrosas y violentas para el ejercicio del periodismo, ahora es la que registra más casos de muertes de profesionales de la prensa a causa de la COVID-19, según datos de Press Emblem Campaign (PEC).

La organización sin fines de lucro con sede en Suiza registra 908 muertes de periodistas por COVID-19 en 70 países hasta el 16 de marzo. De estos, 505 ocurrieron en 18 países de América Latina. Es decir, el 55% del total. Desde la primera muerte registrada, la región ha tenido un promedio diario de 1,44 muertes de periodistas. Solo en las últimas dos semanas, se han sumado 21 muertes.

Infografía de muertes de periodistas por COVID-19 en América Latina.

Dieciocho países latinoamericanos reportan muertes de periodistas por COVID-19. (Infografía: Júlio Lubianco)

PEC lleva monitoreando casos desde marzo del año pasado con base en información publicada en la prensa local y encuestas de sindicatos y organizaciones nacionales de periodistas, así como búsquedas en internet y redes sociales en diferentes idiomas. La organización comenzó a trabajar para honrar a los periodistas que morían en el mundo y para llamar la atención sobre la función social de la categoría en la lucha contra la pandemia.

“Los periodistas pagan un alto precio en esta pandemia. Tienen un papel fundamental que desempeñar en la lucha contra el virus. Deben proporcionar información sobre el terreno y su seguridad está especialmente en riesgo. Varios de ellos murieron por falta de las medidas de protección adecuadas en el desempeño de su trabajo”, explicó Blaise Lempen, secretario general de PEC, a LatAm Journalism Review (LJR). “PEC quiere crear conciencia sobre los riesgos entre los periodistas, las empresas de medios y los gobiernos. Pedimos más medidas de protección para ellos y, en este punto de la pandemia, solicitamos vacunas tempranas para los periodistas en la línea del frente”.

Tres países latinoamericanos lideran la clasificación de muertes de periodistas por COVID-19: Perú (135), Brasil (113) y México (89). Ecuador (42) y Colombia (38) también forman parte del top 10 mundial.

La primera muerte registrada de un periodista latinoamericano se produjo el 28 de marzo de 2020. Lauro Freitas Filho tenía 61 años y era editor en jefe de Monitor Mercantil, donde trabajaba desde 1988. Cuatro días después, fue el turno del peruano Ricardo Gutiérrez Aparicio, miembro del Colegio de Periodistas de Lima.

Los casos más recientes fueron los del brasileño Robson Filene de Oliveira, de 52 años, y del mexicano Hugo Sánchez Izquierdo, de 56, quien pasó la mayor parte de su carrera de 39 años en Red de Cinco Radio, en Puebla. Los dos fallecieron el pasado lunes 15 de marzo de 2021.

Periodistas brasileños muertos por COVID-19. (Crédito: Fenaj)

Periodistas brasileños muertos por COVID-19. (Crédito: Fenaj)

En Brasil, la Federación Nacional de Periodistas (Fenaj, por su acrónimo en portugués) publicó en enero un informe detallando las muertes de periodistas por COVID-19 en el país. Aunque ya desactualizados, los datos indicaron una aceleración en el número de casos recientemente. En la encuesta de la Fenaj, el 25% de las muertes ocurrieron solamente en el mes de enero de 2021. Con el empeoramiento de la situación de salud en Brasil, la tendencia es a empeorar.

“Los datos aún son pocos para conclusiones más exactas, pero es innegable que la curva sigue la misma tendencia nacional de aumento de fatalidades, resultado directo del menor aislamiento social visto a fines del año 2020 en todas las regiones del país”, dice el informe de la Fenaj.

Al comienzo de la pandemia, las redacciones brasileñas sufrieron brotes de infección. En la sede de Río de Janeiro de la cadena de televisión SBT, 35 profesionales enfermaron y dos periodistas murieron: el editor José Augusto Nascimento Silva, de 57 años, y el reportero visual Robson Thiago, de 38.

En la encuesta de la Fenaj, los periodistas mayores de 50 años son más de la mitad de las víctimas. Sin embargo, también hay casos de jóvenes menores de 30 años, como Letícia Fava, 28, y Janael Labes, 24.

“Fenaj aconsejó a los sindicatos, al inicio de la pandemia, que solicitaran medidas de protección a las empresas empleadoras. Muchos respondieron, estableciendo trabajo remoto y relevos. Estas medidas deben reforzarse en este momento de agravamiento de la pandemia”, dijo a LJR María José Braga, presidente de Fenaj.

A su vez, el informe más reciente de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú indica que de las 135 muertes de periodistas en el país por COVID-19, 61 están relacionadas con la actividad profesional y en las otras 74, el contagio ocurrió de forma comunitaria.

“El gran problema con los periodistas en Perú es la precarización en la que ejercen su labor. Al menos el 70% de periodistas en regiones son trabajadores autónomos. (...) Ellos mismos han tenido que agenciarse de sus propios equipos de protección personal para seguir cubriendo en primera línea. Por ello han permanecido en primera línea informativa con mascarillas caseras que no representaban mayor barrera al virus”, dijo Zuliana Lainez, secretaria general de la ANP, a LJR.

La ANP solicitó al Ministerio de Salud que se incluya a los periodistas en el grupo de vacunación prioritaria, después de los equipos de salud. La organización argumenta que la categoría es el único servicio esencial con una alta tasa de mortalidad que no fue considerado en los grupos prioritarios.

Según Lainez, la mayoría de los 135 periodistas muertos por COVID-19 en Perú eran mayores de 65 años, quienes, a pesar de estar en la población en riesgo, no podían abandonar su trabajo por no tener acceso a pensiones públicas o privadas. “Un periodista en regiones, autónomo, por sus bajos ingresos (...) sin poder jubilarse está forzado a trabajar hasta el último día de su vida”, agregó.

 

*Este artículo fue escrito originalmente en portugués y fue traducido por Silvia Higuera.

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