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Cómo Página Siete, el periódico independiente más influyente de Bolivia, se vio orillado a cerrar sus puertas

“Hoy concluye una agotadora batalla para nosotros. Fueron muchos años de un duro trabajo comprometido con el periodismo independiente en el que creemos, años de esfuerzo que nos llenaron de satisfacciones, pero también de angustias. Con todo, estuvimos aquí hasta que el agua nos cubrió la cabeza y nos dejó sin la posibilidad de hacer ningún movimiento más para seguir a flote. Se acabó”.

Con estas palabras, la redacción de Página Siete, el diario más influyente de Bolivia, iniciaba su carta de despedida en la que, el 29 de junio, anunciaba el cierre de la publicación diaria tras 13 años de actividad. Era el final de uno de los escasos espacios de periodismo independiente de Bolivia, un periódico que se había esforzado por mantenerse digno y relevante en medio de un contexto muy adverso.

La historia de la quiebra del medio, con sede en La Paz, involucra actos de persecución política, económica y judicial por parte del gobierno, y también tiene que ver con tendencias del periodismo contemporáneo presentes en todos los países, como los cambios en el mercado publicitario y los lectores que quieren acceder a contenidos pero no quieren pagar por ellos. En su propia carta de despedida, el propietario del diario, Raúl Garáfulic Lehm, habla de una “combinación de circunstancias adversas” que creó “una tormenta perfecta”.

Tres exjefes de redacción consultados por LatAm Journalism Review (LJR) analizan los problemas que condujeron a la desaparición del periódico. Describen detalles como la tenacidad del personal de la redacción que, incluso sin cobrar durante meses, persistió en su trabajo, a la espera de una capitalización repentina. Refutan a quienes piensan que el periódico era “oposición” y no un simple medio crítico, como el mejor periodismo. Y coinciden: la falta que Página Siete deja en los medios bolivianos no será fácil de reemplazar.

Persecución oficial

El principal agravio de los antiguos jefes del periódico es el mismo: el Gobierno boliviano. La relación entre Página Siete y los dirigentes del Ejecutivo boliviano siempre ha sido tensa, y durante toda la existencia de la publicación, con un paréntesis de un año entre 2019 y 2020, fue ocupada por políticos del Movimiento Al Socialismo (MAS).

“El periódico tenía 13 años de existencia, y durante esos años ha sufrido hostigamiento público, asfixia económica, multas impositivas de parte del Estado, que lo han llevado a vivir siempre en crisis. Página Siete siempre ha estado en crisis”, dijo a LJR Mery Vaca Villa, quien fue directora del periódico durante los dos últimos años, además de trabajar otros cuatro años y medio como subdirectora.

La persecución se manifestó de diversas formas, como las declaraciones del ex presidente Evo Morales, según las cuales el periódico formaba parte de un “cártel de la mentira”, o multas cuestionables vinculadas a cuestiones fiscales, una demanda contra el propietario del periódico - que actualmente se encuentra fuera del país - en un caso judicial no vinculado al periódico, u hostilidad por parte de simpatizantes del MAS contra periodistas durante protestas en las calles o en las redes sociales.

Según Vaca Villa, una forma de acoso fue especialmente perjudicial. Como el mercado periodístico en Bolivia es muy reducido, los medios de comunicación del país dependen de la publicidad gubernamental para subsistir. Este dinero, sin embargo, no llegaba a Página Siete, sino que iba a parar a publicaciones más afines al gobierno.

“En el caso de Bolivia, por ser un mercado tan pequeño, una economía tan chica, un medio de comunicación que no tiene pauta publicitaria del Estado tiene problemas para sobrevivir”, dijo Vaca Villa. “La pauta publicitaria que se financia con los impuestos de todos los bolivianos es destinada a aquellos medios de comunicación que disciplinan la línea editorial en función a los intereses del gobierno. Los medios de comunicación independientes no la reciben”.

Según Juan Carlos Salazar, quien dirigió el diario entre 2013 y 2016 y ahora es profesor de periodismo en la Universidad Católica Boliviana, “la principal fuente publicitaria es el Estado, y el Estado ha estado manejando ese dinero para premiar a los medios afines y para castigar a los medios críticos”.

Según los antiguos directores, el gobierno también presionaba a empresarios para que tampoco se anunciaran en el periódico. Además, el año pasado un decreto eximió a los bancos de publicar sus balances en los periódicos impresos de gran tirada, autorizándoles a hacerlo por medios virtuales, lo cual representó otra pérdida de fuente de ingresos.

Un mercado aún más duro

Paralelamente, se han producido cambios en el mercado. Los periódicos impresos dejaron de circular en Bolivia durante la pandemia, y cuando ésta cesó, los lectores no volvieron a sus antiguos hábitos, prefiriendo informarse a través de medios digitales. Tampoco los antiguos anunciantes del periódico han migrado al sitio web. Una recesión económica tras casi 17 años de sólido crecimiento ininterrumpido agravó el problema.

Página Siete trató de adaptarse a los nuevos tiempos, tras crear su programa de socios, llamado P7 Plus, que ofrecía contenidos exclusivos y una app paga. Su página web recibía unos tres millones de visitas mensuales, y en enero se convirtió en el primer periódico de Bolivia en tener un muro de pago.

“El mercado boliviano era todo tan chico, que el dueño decía que con seis mil suscriptores Página Siete se hubiera salvado. Creo que ha superado los mil, pero nunca pudo llegar a los seis mil. Porque realmente en Bolivia no existe una cultura del pago respecto a la información. La gente está acostumbrada a consumir información gratuita”, dijo Vaca Villa.

La crisis económica que afectó al periódico fue tan grave que varios de sus empleados han estado sin cobrar durante los últimos meses - según Vaca Villa, los retrasos oscilan entre cinco y siete meses. Había una esperanza de que aparecieran inversores que permitieran volver a la normalidad.

“Un periodista no está en un periódico solamente porque le van a pagar su sueldo, sino también porque cree en lo que está haciendo. Además, había anuncios de posible capitalización, entonces decíamos: ‘Ah, ¿para qué te vas a ir, si es que ya está a punto [de llegar] la capitalización?’. Ha habido tres intentos, y lamentablemente ninguno ha prosperado”, dijo Vaca Villa. “Lo único que han hecho es alargar más esta situación de agonía. Toda esta situación ha creado una situación de crisis muy dura, no solamente una crisis económica de los trabajadores, sino una crisis emocional”.

Según la exdirectora, con la desaparición del periódico, 80 profesionales, entre ellos 35 periodistas, perdieron su empleo. La propia Vaca Villa dimitió el 11 de junio. Muchos periodistas bolivianos ganan el salario mínimo, equivalente 327 dólares estadounidenses, y por tanto tienen que tener varios empleos.

Crítico, sí. ¿Pero opositor?

Tras el cierre del diario, una crítica suena especialmente dolorosa para sus responsables: la acusación de que el periódico no era independiente, sino de oposición al gobierno del MAS. La acusación aparecía en el titular del artículo de El País sobre el cierre del periódico, titulado “‘Página Siete’, el principal periódico opositor de Bolivia, anuncia su cierre por falta de recursos”.

En el texto, el reportero Fernando Molina afirma que tras la compra del diario La Razón por un empresario sospechoso de tener vínculos con el entonces presidente Evo Morales, Página Siete “inició una polarización periodística que ha continuado hasta ahora”.

Además de citar un error editorial en 2011 -del que el diario se hizo cargo y por el que pidió disculpas-, el texto dice que “el periódico se convirtió en el referente de las clases medias acomodadas de La Paz, fuertemente opositoras al MAS. Cumplió un rol importante en la difusión de los argumentos contra la cuarta reelección de Morales y en la creación del estado de ánimo que enmarcó el derrocamiento de éste en 2019. Por unos meses, defendió fuertemente al Gobierno interino de Jeanine Añez”.

Los cuatro exdirectores de Página Siete -los dos mencionados anteriormente, más Isabel Mercado y Raúl Peñaranda- respondieron a la nota en un artículo conjunto. “Nosotros, los cuatro directores que tuvo Página Siete a lo largo de su existencia, damos fe de que se hizo un trabajo independiente y plural, sin que medie ninguna presión, lo que derivó en la asfixia económica y en el cierre del diario”, escribieron.

Peñaranda, quien fue el primer director del periódico y renunció en 2013 alegando persecución por parte de Morales, explicó el argumento a LJR.

“Para nosotros como periodistas la palabra opositores nos suena a manipulación, a hacer parte de una operación partidaria. Claramente ha sido un periódico crítico desde el principio, pero ¿cómo no lo va a ser, considerando la situación tan difícil en la que vivimos, con un gobierno autoritario? Y además, yo creo que en general los periodistas tenemos que ser críticos, porque eso es parte de nuestra labor”, dijo el periodista, quien permaneció en el consejo editorial de Página Siete y hoy dirige Brújula Digital.

Vaca Villa señaló que el periódico también fue crítico con las denuncias del gobierno de Áñez sobre el autoritarismo y la corrupción en 2020, y que el gobierno de ésta también le bloqueó el presupuesto para publicidad. Según la exdirectora, los periodistas manejaban la línea editorial con total libertad e independencia, sin interferencias del dueño de la publicación.

“Ha sido un medio que tenía la autoridad moral para criticar o elogiar sin importar quien fuera. Jamás he recibido telefonazo de ningún político opositor para que me diga qué titular poner, ni siquiera del dueño. Nuestro nivel de independencia era tal que el dueño del periódico se enteraba de los titulares al día siguiente junto con los demás lectores”, dijo.

La desaparición de Página Siete deja un vacío en Bolivia. El periódico más grande de Bolivia, El Deber, invierte menos en reportajes de investigación y se centra más en la ciudad de Santa Cruz, donde tiene su sede. Según fuentes bolivianas, también tiene problemas económicos y retrasos en los salarios. Para quienes quieren hacer periodismo independiente en el país, esta es la realidad actual.

“La situación se ha deteriorado de tal manera por este tema que el dueño le llama ‘la tormenta perfecta’. La alternativa es trabajar en un medio afín al gobierno, ahí sí tendrías un buen salario, tendrías tus beneficios sociales y todo eso. Pero hay una gran cantidad de periodistas bolivianos que no están dispuestos a hacerlo”, declaró Vaca Villa.

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